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Lascivia ibérica

Fuentes: Rebelión

La mirada lujuriosa del presidente Mariano Rajoy se estremece cuando mira a Juan Manuel Santos. Se concentra en sus curvas de vértigo, en sus alocadas protuberancias y en sus aún vírgenes profundidades. Le mira con la ilusión con que el perdido náufrago mira la tabla que puede llevarle a milagrosa playa. Tanta atracción no siempre […]

La mirada lujuriosa del presidente Mariano Rajoy se estremece cuando mira a Juan Manuel Santos. Se concentra en sus curvas de vértigo, en sus alocadas protuberancias y en sus aún vírgenes profundidades. Le mira con la ilusión con que el perdido náufrago mira la tabla que puede llevarle a milagrosa playa. Tanta atracción no siempre ha existido. Antes había cierto desprecio, un notorio desdén. Indiferencia. Pero es que hoy las curvas, protuberancias y cavidades de Juan Manuel son más evidentes y no solo porque se haya operado las arrugas de los parpados, cual efebo dionisíaco. Es que hoy las apetencias de Don Mariano son más urgentes, están más insatisfechas y pena de necesidades. En cambio el aristócrata criollo está muy de merecer. Es que arrebatan sus dotes y donaires. Que por allí las hidroeléctricas, el oro y el carbón. Por allá las comunicaciones, la banca e infraestructuras. Y podrían salvar a Mariano. Sacarlo de la crisis. Y Juan Manuel se deja querer. Se deja admirar. Le encanta y no disimula la coquetería. Se deja cortejar. Y los empresarios españoles le abrazan, le adulan, lo enamoran. 

Santos les habla de las posibilidades de invertir en Colombia y olvidando a los arruinados productores, gentuza plebeya, alaba las bondades del TLC. Bienvenido el segundo desembarco. Luego saca su pose más varonil y auto alaba su destreza para hacer la guerra. Y lo repite varias veces para que no queden dudas. Sin mencionar para nada la conducción yanqui de las acciones contra insurgentes. Saca de la chistera estadísticas desconocidas sobre la superación de la pobreza y para asombro manifiesto del auditorio dice que con su gobierno e ingenio los pobres tienen ingresos seis veces mayores que los de los más ricos. Que la Ley de Victimas es un deslumbramiento y su Ley de justicia y paz la octava maravilla del mundo. Los entrevistadores del diario El país y de la cadena Ser cumplen a cabalidad el libreto oficial lisonjero y exclaman extasiados que «su obra se inscribirá en los anales del arte de gobernar» y de paso no ahorran epítetos descalificadores contra la cruel insurgencia levantada en armas contra «la sociedad democrática».

Y culmina la jornada sentado a manteles reales en elegante salón de borbónicos elefantes.

Y así, como sacado de un cuento de hadas, pasó por Madrid el nuevo Rey Midas.

El amado, el deseado.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.