En este año de campañas electorales, resulta significativo detenerse a reflexionar sobre el estado de la candidatura de Joaquín Lavín, principal y -hasta ahora- único candidato de la derecha en Chile. Primero, porque busca ser la carta de triunfo del retorno del conservadurismo más extremo al poder político, segundo porque tras este «producto» se esconden […]
En este año de campañas electorales, resulta significativo detenerse a reflexionar sobre el estado de la candidatura de Joaquín Lavín, principal y -hasta ahora- único candidato de la derecha en Chile. Primero, porque busca ser la carta de triunfo del retorno del conservadurismo más extremo al poder político, segundo porque tras este «producto» se esconden otros que de lograr sus objetivos, representan retrocesos significativos en el difícil y contradictorio proceso de democratización de la sociedad chilena. Tercero, porque de lo que sí estamos absolutamente ciertos, es que Lavín es nuestra mayor y principal pesadilla.
De la «Revolución Silenciosa» al Cambio
Lavín en dictadura fue un «funcionario civil» de menor jerarquía comparado con otros roles, como el de Jaime Guzmán o Sergio Diez. Quizás uno de los hechos de mayor significación, de esos años, fue la publicación de un texto ensayístico de 155 páginas llamado «Chile Revolución Silenciosa», publicado por la oficial Zig Zag en 1987. En ese escrito, el entonces desconocido economista configuraba un mapeo de los cambios estructurales vividos por Chile en 14 años de férrea dictadura. Todo aparecía reseñado. Hábitos de consumo y reformas estructurales del sistema previsional, los ejes productivos de exportación, los inicios de la externalización económica y la expansión de los malls. Para él era «la sociedad de las opciones», se había iniciado en 1975 y por tanto era la obra pinochetista.
En ese libro no había una sola mención a lo que la inmensa mayoría de los chilenos vivía cotidianamente. La cesantía y la exoneración forzada, el exilio económico de miles de personas y familias. La represión bajo todas sus formas, con prisioneros, ejecutados y desaparecidos. A esas alturas, la dictadura enfrentaba un fuerte y heterogéneo movimiento opositor y de resistencia. Pero, nada era visible para el analista Joaquín Lavín. Miles de ejemplares de este texto fueron impresos, para luego ser comprados por el Estado y distribuidos como Biblia del régimen. Lavín contribuía con su capacidad de economista y de comunicador de la dictadura, en tanto, otros hacían el trabajo más sucio.
Esta fue la fase formativa, fundacional y originaria del actual pre-candidato de la derecha. Luego vendría la experiencia en el municipio de Las Condes, seguramente él con mayor presupuesto en todo el país. En esa realidad, Lavín adoptaría un cambio de estilo. La nueva formula fue: el alcalde-gestor-mediático. Todo lo que hacía debía transformarse en noticia. Que los escarabajos rojos y la seguridad; la inauguración de un parque, unos juegos o un pavimento. Todo era noticia, porque de lo contrario no existía para el posicionamiento perseguido. Las Condes construyó un verosímil de perfección y de problema-solución inmediato, moderno, limpio y «bello». Los pobres de esa comuna, o habían sido erradicados o se mostraban eternamente agradecidos.
Algunos atribuyen a esa experiencia aires casi mágicos, fundantes de cómo hacer gobierno comunal en Chile. Olvidando alcaldes como Fernando Castillo Velasco en La Reina, Mario Palestro en San Miguel, que con menos medios transformaron sus comunas, constituyéndolas desde planes de desarrollo y liderazgos personales, trabajo que los vecinos reconocieron reeligiéndolos en sucesivos periodos. Y todo eso sucedía, sin importar la televisión o los periodistas presentes. Lo cierto, es que Lavín de la experiencia de » gestor exitoso» en las mejores condiciones de distribución per cápita del país, paso a convertirse en candidato presidencial. La oblicuidad y el sentido común, características del lavinismo
Quizás una característica significativa y permanente de «su construcción» e imagen ha sido la asepsia. La capacidad para tener estrechos lazos con la dictadura y parecer que su aporte era sólo técnico, que ignoraba «lo otro». Ese rol oblicuo, oportuno y oportunista, neutro y equidistante fue demasiado decisivo en las encuestas de las elecciones presidenciales del 2000. Quizás, fue una ventaja concedida, y hasta regalada desde sus contendores. La derecha venía de un Buchi, liberal en la forma, pero absolutamente convencido del modelo económico, del que sólo la dictadura había creado su posibilidad. Lavín se instalaba en el paradigma del hacer, de las cosas, de las soluciones, de las viejitas y la foto que se regalaba, del populismo desenfrenado, de un opus dei de misa dominical, que no quería pelear con nadie y prefería los temas del futuro, porque el pasado incomodaba. Ese fue el cuento. Y resulto tan tremendamente efectivo, que estuvo a punto de funcionar. Hoy, en otro cont exto amenaza con lo mismo, pero remozado. Es preciso decirlo hasta el cansancio: Lavín es la derecha encubierta, travestida, mimetizada, o sea, lejos la más peligrosa.
Del Cambio a la profesión de candidato
El tiempo transcurrió. La Universidad del Desarrollo era ya un pingüe negocito. El alcalde fue candidato presidencial. El producto era atractivo, era la familia feliz sin cajita. Era la reconciliación misma, eran los temas de usted señor y señora, esos inmediatos y privados. Era el miedo de don Graf y por ello la mayoría de los grandes empresarios pusieron inmensas sumas para una campaña descomunal. Todo se tiño de amarillo y azul. Todo fue Lavín.¿Se acuerda? Con globos y paneles desmontables, con jóvenes en las esquinas agitando pompones y caravanas de automóviles y brigadistas tiñendo Chile.
Era muy fuerte pasar de la dictadura a elegir a un «hijo» de esta. Ello hablaba muy mal de este país y eso más allá de todas las críticas y errores que se puedan hacer a los gobiernos concertacionistas y a la endémica dificultad en tener propuestas, más allá del testimonio, de las izquierdas extraparlamentarias. Fueron todos contra Lavín y los votos se sumaron uno a uno y salió Lagos, pero, el susto estuvo ahí, a la vuelta de la esquina.
Luego, se produjo la estrecha derrota y un capital personal de futuro candidato. Ya no habría primarias en la derecha, porque estaba sólo «el Juaco» con su cara regordete, lentes de miope y camisas celestes marca udi. Había que reubicarse y la alcaldía de Santiago fue eso. Un lugar para hacer lo mínimo y cultivar una fuerte exposición mediatica. El objetivo era estar presente. La evaluación de gestor descendió y todo fue sobre exposición. Era la noticia de la retórica, de estar ante las cámaras, de inauditas inauguraciones y ocurrencias.
Así, durante años Lavín ha sido el candidato. Como alcalde de Santiago fue Haití con una modelo top (eso estaba fuera de la imaginación de nadie). Visitó a jefes de estado, estuvo en Cuba, ofreció ayuda solidaria, opino de todo y se dedico a «inventar» en Santiago, como quien juega a «la gran capital.» Guardias con uniformes de policía montada del Canadá encaramados en sillas de árbitros de tenis, el botón de pánico, canchas de nieve o playas, paseos peatonales y ferias de las pulgas etc. etc. Y la televisión y los medios fueron siempre fieles, multiplicando, replicando cada día, cada semana. Todavía parecía que era su tiempo. Todo iba bien, el cuadrilátero le pertenecía. Una y otra encuesta y siempre con ventajas porque se medía solito y no podía perder contra sí mismo. Todo cambia, hay desgaste y no está solo
De pronto- esto es como en los cuentos, cuando los vientos cambian y el lobo no puede ganar eternamente, y estamos deseando que cambie la orientación del relato, porque el desenlace es demasiado previsible-, decíamos de pronto, Joaquín Lavín se encuentra con a lo menos cinco fenómenos nuevos y no tanto, que confluyen y hay cambio de escena y el escenario se chasconea y cambia.
Veamos cada uno de estos factores. El primero, la emergencia de liderazgos femeninos fuertes desde el propio gobierno de Lagos. No son políticas tradicionales, pero se han probado en tareas de gobierno y son expresión de biografías y sensibilidades distintas dentro del continuismo concertacionista. El segundo, las pugnas al interior de la derecha, peleas de poder y también de metros de distancia con el pasado en muchos casos. El tercero los resultados electorales de la Concertación y el Juntos Podemos en la última elección, que configuran un nuevo escenario. Cuarto, la persistencia de un padrón reducido de jóvenes que es consecuencia de la no-inscripción, además de los nulos y blancos de rechazo al no sentirse interpretados en las formas de hacer política hoy. El quinto, todo lo referente a los derechos humanos que sigue constituyendo uno de los principales escollos para el retorno de la derecha en cualquiera de sus ropajes. Para el lavinismo hay una pregunta permanente:¿Cu án distante de Pinochet y su régimen puede-y debe- estar Joaquín Lavin para atraer como candidato?
Joaquín Lavín va quedando sin brújula, desconcertado. Es más, comenzó la duda entre quienes le apostaban como seguro ganador y eso ha dificultado aún más las cosas. Hay crisis de confianza. Ni el golpe a Longueira y Piñera, ni la instalación de «los Samuráis» fueron suficientes. Diez y Novoa siguen representando directamente ese incomodo pasado, las orgánicas de la derecha, más allá de sus matices, no logran operarse de los dinosaurios y eso complica a Lavín. Mientras tanto, Piñera es un fantasma complicado y con medios económicos. El concepto «Cambio» se agota, provoca ruido y es finalmente retirado.
Todas las encuestas se invierten. Lavín ya no gana. Michel Bachelet encabeza las dos últimas encuestas. Soledad Alvear, en tanto, también crece cercándolo desde otros segmentos electorales. La política incorpora mujeres y ello pareciera ser un nuevo signo a procesar. Hoy los políticos profesionales no siempre son buenos candidatos y el carisma personal puede ser decisorio. Más de un tercio de hogares en Chile tienen jefas de hogar; otros cientos de miles, han accedido a la educación o se emparejan cuidando su independencia y desarrollo. Mientras, otras muchas «energizan» desde la sombra matriarcal a hijos y parejas en el día a día. Lo concreto, es que ya no se puede hacer política sin incorporar, entre otras, la variante del género.
Los intentos por recuperarse y volver al cuadrilátero
Lavín tiene la ceja rota, se tambalea y sus movimientos se adivinan y se tornan torpes. En suma se anuncia él noqueo. ¿Cuándo lo cambiarán? ¿Es todavía posible hacerlo? ¿O definitivamente la derecha apuesta al mal menor para no contaminar las parlamentarias?.
En una de las últimas encuestas, pierde Lavín con ambas pre-candidaturas. Bachelet obtiene un 61% vs. 35% y Alvear 56% vs. 36. Ello en circunstancias que Lavín siguió en campaña los meses de verano, que la Concertación no termina de definirse y resolver mecanismos y acuerdos significativos y que están además pendientes las demandas del radicalismo. También falta aún que Moulian y Hirsh diriman quién será el representante de la izquierda extraparlamentaria. O sea, en un cuadro todavía provisorio, Lavín es el gran perdedor.
¿Qué le aporta Cristina Bitar? ¿El apellido, la experiencia comunicacional? ¿ Su condición de mujer? ¿El arbitrar los apetitos de sus partidos? Dicen que ella al saber la noticia de su designación dijo: ¡Plop! Igual que nuestro chilenísimo Condorito. Pero, más allá de los plop y plansh los y las generalísimas son en esto algo así como los Corales del circo, lo que importan son los artistas en la pista. Hay demasiadas esperanzas y expectativas en la generalísima, y de verdad cuesta evaluar que sostiene todo eso.
La justicia como bola de nieve
Para colmo a este boxeador noqueado, se le reaparecen los fantasmas, aquellos de siempre, los que nunca lo han dejado tranquilo y todo indica que ya no lo dejaran.
El Juez Guzmán escribe «un relato» como difícilmente alguna vez pudo imaginar su padre escritor. No tiene nada que perder, salvo ganar un espacio de dignidad -junto a otros pocos- en la historia de la justicia chilena en los últimos 30 años, plagada de inconsistencia, ceguera y manifiesto incumplimiento de sus deberes. El juez dice: ahora, veamos los cómplices, las responsabilidades de las autoridades de la época, no puede ser todo de Pinochet. Y comienza a llamarlos de a uno en uno. Primero los ministros del interior. Benavides y Montero Marx (que ironías tiene la vida..), luego Sergio Fernández. En el caso de Montero hay una salvedad no menor. Él al igual que Lavín es un «hijo» de El Mercurio, todo un detalle.
¿Cómo defender a Pinochet después de descubrirse la «caja chica» depositada en el Rigss? El escenario es en extremo difícil, y Lavín candidato pasea en bicicleta, se va lejos, viaja con su primogénito y todo eso quiere ser una campaña política.
No hay duda, él noqueo se evidencia
Entonces, el boxeador noqueado, con generalísima nueva, encuestas desfavorables y todo decide jugárselas. El fantasma del pasado se lo exige, se lo demanda. No puede ser tan apolítico, neutro, olvidadizo. Y tiene que contraatacar, tiene que defender la «hombría» ( por ejemplo de mirar para el lado e ignorar atroces torturas a mujeres indefensas) y pasa a defenderse golpeando. Elige a Lagos, porque necesita re-posicionarse colgándose alto. Golpea con la investigación MOP y la responsabilidades en los hechos investigados. Para Lavín toda es igual y comparable. Investigación de platas y miles de detenidos desaparecidos, todo da lo mismo, él es un técnico.
Hasta aquí con el candidato noqueado. Otra cosa es cómo este nuevo contexto, posibilita que esta nueva campaña presidencial sirva para instalar ideas y programas que tengan que ver con ese país cotidiano, que viaja en micro, mira vitrinas y demanda mayor equidad, porque el chorreo todavía no llega a sus casas. La ventaja de la derecha en retroceso, puede ser aprovechada desde toda la heterogeneidad del arco que otrora se opuso y resistió a la dictadura.
Ignacio Vidaurrázaga Manríquez, es periodista