Sería útil narrar la historia del concepto de ideología (usado por primera vez por Destutt de Tracy en 1796, nace con pretensión de ciencia de las ideas para luego ir adquiriendo connotaciones críticas hasta ser definida como falsa conciencia) pero no es mi propósito el llevar a cabo la misión cívica de instruir al Ministro […]
Sería útil narrar la historia del concepto de ideología (usado por primera vez por Destutt de Tracy en 1796, nace con pretensión de ciencia de las ideas para luego ir adquiriendo connotaciones críticas hasta ser definida como falsa conciencia) pero no es mi propósito el llevar a cabo la misión cívica de instruir al Ministro de Educación. Lo que interesa ilustrar es que mientras más se afana el Ministro en denostar a los estudiantes mediante un uso peyorativo del concepto de ideología, más desnuda su propio cuerpo de ideas que, aunque legítimo y conocido, insiste en disimular. Gremialismo y neoliberalismo son parte del acervo ideológico de nuestro Ministro Opus Dei.
Con esos antecedentes, no debe sorprender la cantinela repetitiva de Von Baer y Lavín acusando la ideologización del movimiento estudiantil. Estas afirmaciones no hacen más que honrar al gremialismo que, como es sabido, es el origen de la UDI.
La vida política del gremialismo comenzó en la Universidad Católica cuando, liderados por Jaime Guzmán, asumieron el rol de la más férrea oposición al movimiento de la reforma universitaria de 1967. La oposición del séquito de Guzmán a la toma de la Casa Central de la Universidad Católica debió tener relación con al menos dos de sus características principales. Primero, la demanda democratizadora de los reformistas colisionaba con la concepción de orden social jerárquico que profesaban los militantes del gremialismo. Segundo, la actividad política universitaria le resultaba completamente incómoda a esta corriente de derecha que aseguraba que los grupos intermedios (supuestamente asociaciones no políticas) debían estar divorciados de la ideología, la cual le estaba reservada a los profesionales de la política y el Estado.
De lo anterior se desprende que el anti-ideologismo y la anti-politización son expresión genuina de la propia ideología política del Ministro. Asimismo, es ilustrativo que éste considere que la nacionalización del cobre o la Asamblea Constituyente son temas que no le competen a los estudiantes sino a los parlamentarios.
Los estudiantes, según los gremialistas, deben preocuparse de cuestiones exclusivamente estudiantiles (?). Nada de hablar de otros temas o de exigir cosas que exceden la sala de clases. Cada uno a la suyo: la política es para los políticos profesionales. El pueblo soberano no existe para un hijo ideológico de Francisco Franco. Y si hablamos de resabio franquista, conviene sumar a las ideas de Lavín el integrismo católico propio de los gremialistas que, en el caso del Ministro, se expresa en su militancia Opus Dei.
En lo económico, los gremialistas se destacan por conjugar las ideas arriba mencionadas con firmes dogmas pro mercado. Lavín estudió en la Escuela de Chicago y trabajó luego con Hernán Büchi en las reformas neoliberales. Si los abogados gremialistas institucionalizaron su propia concepción política en la Constitución autoritaria y antidemocrática de 1980, los discípulos de Milton Friedman hicieron lo suyo en el campo de la economía mediante la aplicación de las orientaciones desarrolladas en el famoso documento neoliberal llamado «El Ladrillo».
En palabras simples, El Ladrillo fue la biblia de la dictadura para aplicar la fe del mercado. Este documento es el que guió las radicales reformas que desmantelaron el sector social y expandieron la religión libremercadista hacia áreas tan imperdonables como la salud, el trabajo o la educación. Visto de otro modo, El Ladrillo es lo que ha legitimado que personas como Sebastián Piñera (RN) realicen lucrativos negocios con las clínicas privadas; que José Antonio Viera-Gallo (PS) pueda hacer lo suyo fagocitando los dineros de los trabajadores chilenos desde un directorio de AFP; o que políticos como Gutenberg Martínez (DC) o Joaquín Lavín (UDI) puedan sentarse en directorios de universidades privadas. Todo esto mientras millones de chilenos sufren el costo de la privatización, la precariedad, la desprotección y la desigualdad.
El influjo del gremialismo y el neoliberalismo explican, en parte, la molestia de Lavín. Resulta evidente que su rechazo de la política y la ideología (practicadas por el prójimo) constituye una posición político-ideológica. El Ministro Lavín le teme a las ideas políticas de los jóvenes chilenos porque él mismo carga en su mochila ideas donde se entremezclan elementos propios del franquismo, de Escrivá de Balaguer y de Milton Friedman.
Lavín ¿Sin ideología?
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Camilo Navarro Oyarzún
Sociólogo. Partido de Izquierda (PAIZ)
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