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Lecciones aprendidas en la búsqueda de la paz

Fuentes: Rebelión

Capítulo del libro de Luis Eduardo Celis «Una paz sin dolientes: Diálogos Gobierno – Nacional ELN, 1982-2019». Lanzado el 4 de mayo en la Feria del libro de Bogotá (FILBO).

«Mi experiencia en esta búsqueda y algunas ideas sobre cómo madurar una negociación viable»

 

1. Mi experiencia en esta búsqueda de la paz para Colombia, inició de la mano de Indalecio Liévano Aguirre, porque en su obra «Los grandes conflictos sociales y políticos de nuestra historia», narra con detalles la perfidia del obispo Caballero y Góngora como negociador del imperio español, cuando traicionó lo pactado con la insurrección de Los Comuneros en 1781, que terminó con el asesinato de José Antonio Galán y los demás líderes, y los que sobrevivieron fueron desterrados al Darién, en la actual frontera con Panamá. Esta imagen del poder como traidor y asesino, nos impactó mucho a todos en Tercero de bachillerato, porque el libro de Liévano era el texto que estudiábamos en la materia de Historia de Colombia. 

En la parte central del Departamento de Santander, en donde nací, esta gesta de Los Comuneros ocupa un alto lugar en la memoria colectiva y a partir de ella, se estructura el valor de la palabra y la altivez como genes de la identidad regional.

2. A principios de la década de los 70 cuando estudiaba ingeniería en la Universidad Industrial de Santander (UIS), la presencia de Camilo Torres era predominante, de él aprendimos que la solución a los problemas de la sociedad colombiana solamente llega cuando el pueblo tome el poder, porque la oligarquía apenas gobierna para los intereses de una élite privilegiada.

Camilo había intentado avanzar hacia la toma del poder organizando el Frente Unido del Pueblo, pero amenazado de muerte debió refugiarse en la guerrilla, donde murió en febrero de 1966. Cuatro años más tarde, un partido no oligárquico, la Alianza Nacional Popular (ANAPO) ganó las elecciones presidenciales, pero echando mano del fraude la oligarquía le entregó la presidencia a Misael Pastrana del Partido Conservador. En 1948 la oligarquía recurrió al asesinato de Gaitán para impedirle ganar la presidencia, en 1970 acudió al fraude para no entregar el poder; una reacción a este robo fue el surgimiento de una nueva guerrilla revolucionaria, el Movimiento 19 de abril (M-19).

3. Por esos años, Salvador Allende llegó a la presidencia de Chile y de su trágico final, recogimos el mensaje que los Estados Unidos aborta violentamente los experimentos de gobiernos socialistas, así ellos hayan ganado la presidencia por las vías legales y así proclamen una transición pacífica al socialismo. En las calles una parte del estudiantado de la UIS gritaba: «El pueblo unido jamás será vencido», y la otra donde yo estaba coreábamos: «Camilo, Guevara, el pueblo se prepara».

Camilo Torres había dicho que las vías legales para acceder al poder están cerradas y ese Golpe contra Allende demostraba de nuevo esta tesis.

4. Esos años 70 fueron maravillosos porque además de enseñar ingeniería, en la UIS bullía el estudio de los problemas sociales del país y el debate sobre cómo resolverlos; de ahí nace la idea que la paz tiene que ver con transformaciones de fondo para Colombia, que para lograrla se requiere lucha y exige compromiso de militancia, con las organizaciones que buscan que el poder esté en manos del pueblo. De este semillero salimos cientos de militantes para las agrupaciones de izquierda.

Al integrarme al Ejército de Liberación Nacional (ELN) encaminé mi vida en la militancia política y dejé a un lado ejercer la ingeniería. En ese momento fue histórico el Paro Cívico de 1977, que fue duramente reprimido y enseguida vino el Gobierno autoritario de Turbay (1978-1982), que se ensañó contra el movimiento popular y la izquierda, lo que conllevó el paso de cientos de activistas a las filas de las guerrillas, como una medida natural de protección y supervivencia.

5. Marcó una diferencia la llegada de Belisario Betancur a la presidencia entre 1982 y 1986, porque desarrolló medidas democratizadoras, entre ellas propuso Acuerdos de Paz a las guerrillas, pero en las regiones el régimen desplegó una ofensiva paramilitar contra la oposición, agenciada directamente desde los Batallones del Ejército estatal; esta bipolaridad que mezclaba llamados a la concertación con guerra sucia, llevó a que el ELN desconfiara de estas propuestas pacificadoras. En manifestaciones populares en las calles de las ciudades se oía: «La paz es un gallinazo con disfraz».

Los Acuerdos de Paz hechos con las FARC llevaron a que una parte de la guerrilla se desmovilizara y se sumara al movimiento político Unión Patriótica (UP), experimento que terminó en el asesinato de más de 4.000 de sus militantes. Esta vez el mensaje fue más contundente, porque el régimen usó a los Carteles de la cocaína como brazo para exterminar a la UP; tal alianza tóxica desencadenó la peor época de violencia que haya vivido el país, que tuvo un tope muy trágico en 1989.

Pese a la reiteración histórica sobre que los pactos con los poderosos terminan siempre en traición y asesinato, el Segundo Congreso Nacional del ELN que sesionó a finales de 1989, concluyo en la necesidad de buscar una solución política al conflicto; decisión que marca un punto de inflexión histórica en la política elena.

Este Segundo Congreso Nacional reiteró la política elena de «Deslinde categórico con el narcotráfico» y proyectó las Propuestas hechas por el ELN en los años anteriores, sobre una Política soberana de explotación petrolera.

6. La Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de 1991 fue el cierre de este lustro, que dejó tragedias terribles como el Holocausto del Palacio de Justicia, el Genocidio de la UP, el asesinato de varios candidatos presidenciales y la pérdida de miles de vidas de colombianos inocentes.

La ANC produjo una nueva Constitución Política de Colombia, a modo de tratado de paz, que buscaba compensar la desmovilización de varias guerrillas, pero con el correr de los años, una a una hasta completar tres docenas de contra reformas constitucionales, esta ley fundamental ha sido podada a la medida de los intereses de las Corporaciones multinacionales y de los grandes capitalistas nacionales. En una muestra más de la esencia estructural de las clases dominantes, de desconocer lo que firman en los acuerdos de paz.

7. Las guerrillas que no nos desmovilizamos, las FARC, el ELN y una fracción del EPL adelantamos dos intentos de Diálogo con el Gobierno de Gaviria (1990-1994), una en Caracas en 1991 y la otra en México en 1992, las que no llegaron a buen puerto al empantanarse en la discusión sobre la concentración de la guerrilla, como cuota inicial de un Proceso de Paz. Al ser una negociación conjunta tuvo la fuerza de las tres organizaciones, pero enfrentó los desgastes propios de intentar la articulación de tres visiones históricas diferentes.

Simultáneamente el Presidente Gaviria intentó pactos de legalización con sectores mafiosos, que fueron exitosos con los escuadrones paramilitares de Víctor Carranza, que controlaban las minas de esmeraldas y amplios territorios en el oriente colombiano; pero que terminaron en el fracaso con el más grande de los capos, Pablo Escobar, quien fue dado de baja en diciembre de 1993, por una alianza liderada por los Gobiernos de los EEUU y de Colombia, con los Carteles de la cocaína enemigos de Escobar, autodenominados como los Pepes.

Este nefasto episodio de la historia colombiana consolidó la ley del «todo vale», como línea de conducta de la élite dominante; pero además dejó al desnudo la lógica con que los EEUU adelantan su Guerra contra las drogas:

«Se alían con los Carteles menores para atacar al más grande hasta que lo destruyen, pacto en el que engrandecen a los menores, y así crean las condiciones para iniciar una nueva fase de su Guerra perpetua».

Los EEUU con esta política de reproducción de los carteles de las drogas empoderaron distintos escuadrones narco paramilitares en la década de los 90, a los que unificaron bajo la sigla de Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), a quienes encomendaron una nueva arremetida de guerra sucia contra las organizaciones sociales y movimientos de izquierda, que alcanzó su mayor barbarie entre 1997 y 2001, como fase inicial del llamado Plan Colombia, caracterizada por la profusión de masacres contra civiles indefensos.

8. En la presidencia de Ernesto Samper (1994-1998), por primera vez como ELN intentamos un proceso de Paz, sin estar acompañados de otras guerrillas; contando con el apoyo del Gobierno de España llegamos al Preacuerdo del Palacio de Viana en febrero de 1998, que fue malogrado por una filtración a la prensa antes que la Dirección Nacional elena lo estudiara y aprobara.

El Tercer Congreso Nacional del ELN se reunió a mediados de 1996, para evaluar la intensidad que había alcanzado el conflicto, donde una fracción de la élite buscaba derrocar al Gobierno de turno y nos invitaba a participar en estas conspiraciones, propuesta que rechazamos y en cambio este Congreso llamó a una Convención Nacional, para entre todos hallarle una solución a los problemas del país en función de las mayorías nacionales.

Este Tercer Congreso Nacional aprobó el Código de Guerra eleno, basado en las normas del Derecho Internacional Humanitario (DIH), con el que oficializó las iniciativas del ELN hechas desde finales de los años 80 sobre «Humanizar la guerra», en simultáneo con la búsqueda de acabarla por medio de una solución política.

En el verano de 1998, contando con el apoyo de la Conferencia de Obispos Católicos de Alemania y el acompañamiento del Procurador General de la República, realizamos el Encuentro de Maguncia, en la que con una gran cantidad de representantes de la sociedad colombiana producto del diálogo con el ELN, firmamos el Acuerdo de Puertas del Cielo, para mejorar la situación humanitaria del país y convocar eventos preparatorios de una Convención Nacional por la Paz.

El Acuerdo de Puertas del Cielo demostró que un grupo de colombianas y colombianos con intereses contrapuestos puede deliberar y llegar a conclusiones que favorecen a la mayorías nacionales; experiencia exitosa de participación de la sociedad en la construcción de la paz, que hicimos sin contar con la presencia del Gobierno saliente o el entrante.

9. Durante el Gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), éste hizo los Diálogos del Caguán con las FARC, y con el ELN adelantó negociaciones de paz en la Zona de Encuentro localizada en el Sur de Bolívar, la cual fue objeto de ataques masivos de paramilitares y militares conducidos por el finado General Carreño, comandante de la Brigada 5 del Ejército. Esfuerzos de diálogo cortados abruptamente por Pastrana en febrero de 2002.

Entre 1999 y 2002, los diálogos sirvieron de respiro para que el régimen hiciera la reestructuración de sus Fuerzas Armadas, en cumplimiento del Plan Colombia, diseñado y conducido por el Departamento de Defensa de los EEUU.

10. Desde el mismo inicio del Gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010) mantuvimos los contactos para retomar Conversaciones de Paz, por medio del Embajador de Colombia en Cuba, el General Julio Londoño, pero solamente hasta 2005 se reanudaron a través de una Casa de Paz establecida en Medellín y atendida por compañeros nuestros que estaban en prisión, pero que fueron habilitados para tal fin.

Tales conversaciones fueron muy complejas, dado que era como «intentar cuadrar un círculo», porque las partes teníamos visiones muy distintas frente a la naturaleza del conflicto interno y de las soluciones necesarias para superarlo, es difícil trazar una ruta común de solución política al existir puntos de partida y de llegada totalmente diferentes.

Estas conversaciones las realizamos inicialmente en Cuba y en 2007 las hicimos en Venezuela, donde el finado Hugo Chávez promovió que también se abrieran Diálogos de Paz con las FARC. Todas estas rondas eran discretas, pero una vez se fueron volviendo noticia principal en las grandes empresas de comunicación, generaron mucho debate en la coalición de Gobierno y llevaron a que el Presidente clausurara ambos diálogos intempestivamente en noviembre de 2007; en una maniobra que nosotros calificamos como de «patear la mesa».

11. En esta ruptura de los diálogos también tuvieron que ver los EEUU, por dos motivos. En octubre de 2006, oficiales de la Embajada estadounidense en Bogotá nos enviaron este mensaje: «tomen distancia de Cuba y Venezuela, y contarán con el apoyo de Washington», como nuestra respuesta fue negativa, ellos influyeron para que Uribe despreciara lo avanzado en estos diálogos y procediera a «patear la mesa».

Otro motivo tuvo que ver con la estrategia que ellos le aplicaron a las FARC, que consistió en imponer el desprestigio y el aislamiento político, para justificar los ataques militares contundentes que les hicieron a partir de 2008; era más conveniente para los EEUU y Uribe atacar a las FARC por fuera de un proceso de paz, que en el curso de unos diálogos.

12. A las fuerzas narco paramilitares que asolaron a Colombia durante dos décadas, el segundo Gobierno de Uribe les organizó el indulto por medio de la Ley de Justicia y Paz (LJP) de 2005, y al frente de este proceso de lavado de imagen colocó a su psiquiatra personal, Luis Carlos Restrepo, quien calificaba esta labor como «limpiar las alcantarillas del régimen». Para esta limpieza contó con el apoyo de una Misión de la OEA, quien de manera solícita también ofreció sus servicios a los diálogos con el ELN, oferta que rechazamos para no regalarles la oportunidad de que «quien peca y reza, empata».

Ese proceso de limpieza estuvo preñado de bastantes casos de corrupción ampliamente conocidos en Colombia, hasta que presionado por Washington, Uribe en marzo de 2008 debió extraditar a los EEUU a los 12 principales capos de las AUC, quienes consideraron tal decisión como una gran traición.

En marzo de 2015, el Fiscal General reportó que pasaron a la Justicia ordinaria 14.000 casos de crímenes denunciados ante la LJP; de ellos 11.400 cometidos por empresarios, ganaderos, bananeros, ejecutivos de multinacionales, petroleras y de medios de comunicación; otros 1.274 perpetrados por militares y 1.240 por dirigentes políticos. Expedientes que demuestran la responsabilidad de la élite dominante en los crímenes de paramilitarismo, sepultados hoy tras el velo de impunidad que tendieron con los acuerdos hechos con las FARC, llamados Justicia Especial de Paz (JEP).

13. El Cuarto Congreso Nacional del ELN de 2006 evaluó los esfuerzos hechos en el logro de la paz y concluyó que «pese a que la oligarquía no tiene voluntad de dejar a un lado el uso de la fuerza para mantenerse en el poder; hay que mantener una voluntad sincera de tomar el camino de la solución política«, en dirección de aportar a que haya un Nuevo Gobierno de Paz y Equidad.

Tras el bombardeo realizado por Uribe y Santos en Sucumbíos, Ecuador, el 1 de marzo de 2008, contra Raúl Reyes, y con las amenazas de ejecutar agresiones similares contra Venezuela, no solamente se alejaron las posibilidades de una solución política del conflicto interno, sino que el régimen colombiano se consolidó como punta de lanza del plan de guerra de los EEUU en el continente, reforzada en 2009 con el establecimiento de 8 Bases militares estadounidenses en el territorio nacional.

14. La presidencia de Juan Manuel Santos (2010-2018) mantuvo el talante capitalista neoliberal del modelo económico de Uribe, pero tomó distancia de éste al emprender negociaciones de paz con las guerrillas. Muchos vieron esta decisión como una traición a Uribe, pero otros la valoraron porque buscó hacer más seguro al país para los inversionistas extranjeros.

Fabio Echeverry Correa el jefe de los industriales del país por largo tiempo y hasta sus últimos días el ideólogo de Uribe, al ser elegido Santos como presidente y al éste plantear diálogos con la guerrilla en 2012, fue el propio Echeverry quien trazó las «líneas rojas» del régimen para tales diálogos: no podían alterar el modelo económico, ni la doctrina militar, ni las Fuerzas Armadas, ni las relaciones internacionales.

Cuando las FARC firmaron su Agenda de Conversaciones con Santos en agosto de 2012, quedó claro que el énfasis estaba en la desmovilización y el desarme de esa guerrilla; por lo que el resto de aspectos que lograron agregar, como tierras, reforma política, justicia transicional, amnistía, planes alternativos de sustitución de cultivos de uso ilícito, erradicación del paramilitarismo, etc., quedaron en el papel, dado que durante la implementación los han ido cercenado uno a uno, hasta un punto que ni lo referido a la reinserción les van a cumplir.

A las FARC les han aplicado un mecanismo perverso de negar los acuerdos, donde «lo que firma una facción del régimen, la otra se lo desconoce, y lo que pacta un poder del Estado, los otros lo destruyen». Mecanismo ingenioso con el que las clases dominantes reiteran que no ceden privilegios y que no desean cambiar, porque se hallan a gusto con la prosperidad que les reporta el estado de guerra permanente en que mantienen a Colombia.

En 1967, en sus primeros estudios sobre Colombia, Daniel Pecaut concluyó que la característica del régimen colombiano es que no busca centralizar el poder ni establecer un monopolio de la fuerza, porque de esta forma logra mejores resultados para sus intereses de clase. El ingenio reside en hacer de la descohesión una ventaja comparativa con respecto a otros regímenes.

En este campo, las diferencias entre los 2 ex presidentes no son apreciables, porque mientras Uribe sostiene que «no existe un conflicto interno» para argumentar que todo está bien y no son necesarias las transformaciones; Santos afirma que si existe el conflicto, pero que los cambios deben ser pequeños, sólo los permitidos por las «líneas rojas» trazadas en consenso dentro de la élite dominante.

15. La Declaración Política del Quinto Congreso Nacional del ELN, hecha el 7 de enero de 2015, dijo que:

«El ELN sigue empeñado en lograr la paz para Colombia con transformaciones que den justicia, democracia, equidad y felicidad.

Hace más de 50 años nos alzamos en armas porque entendimos que las vías legales estaban cerradas para las luchas del pueblo; hoy así lo seguimos considerando. El Gobierno ha planteado su disposición a poner fin al conflicto armado, y para ello ha convocado a la insurgencia.

Asistimos a este diálogo para examinar la voluntad real del Gobierno y del Estado colombiano; si en este examen concluimos que no son necesarias las armas, tendríamos la disposición de considerar si dejamos de usarlas.

El Gobierno de Santos tiene la disyuntiva de persistir en su política de guerra y pacificación o atreverse a un verdadero camino de paz deseado por todos los colombianos».

Esta Declaración la redujeron a que el ELN le daba un carácter «exploratorio» a su presencia en la Mesa de conversaciones con el Estado; cierto es que mantenemos una profunda desconfianza de la voluntad de paz del régimen, pero igual de cierto es que acudimos a los diálogos con buena fe, con la disposición de ir cambiando de posición en la medida que la realidad nos lo exija; nueva realidad en la que estamos dispuestos a aportar en una construcción común.

16. En agosto de 2012 hicimos los primeros contactos entre los delegados de Santos y del ELN para iniciar Conversaciones de Paz, donde ellos colocaron 3 requisitos: Primero, hacer unos diálogos directos, sin intermediarios; Segundo, realizarlos por fuera de Colombia y; Tercero, desarrollarlos en medio de la guerra. Se requirieron amplios debates en reuniones hechas en Venezuela, Ecuador y Brasil durante la Fase Exploratoria del Diálogo, hasta que firmamos la Agenda de Conversaciones el 30 de marzo de 2016 en Caracas.

El régimen colombiano aborda los diálogos con una visión de guerra, en la que mientras se conversa extrema los ataques militares y mediáticos contra el adversario, hasta debilitarlo y llevarlo a una negociación exprés favorable al régimen, pero que es exhibida como una salida honrosa.

Aceptamos negociar en medio de la guerra no estando de acuerdo con ese requisito, porque siempre hemos considerado más favorable para el país, que los Diálogos de Paz se hagan en medio de un Cese Bilateral al Fuego; tesis que demostramos válida con el Cese Bilateral de 101 días, iniciado como saludo a la visita del Papa Francisco a Colombia en 2017.

Como en la guerra somos dos partes las enfrentadas, corresponde a ambas realizar esfuerzos para rebajar la intensidad del conflicto; en cambio cuando le exigen a la guerrilla que haga ceses unilaterales, esto no contribuye a la construcción de la confianza, porque el régimen siempre ha aprovechado estos gestos unilaterales para sacar ventaja militar.

La confianza en el régimen colombiano no la fundamos en los papeles firmados o en el valor de su palabra, nos atenemos a las certezas que nacen del cumplimiento de lo acordado.

Los Acuerdos cumplidos generan confianza entre las partes, porque la confianza nace de las certezas, y con un Cese Bilateral en que cada uno se esfuerza por cumplir, se superan una parte de las desconfianzas históricas que nos mantienen en guerra. Por esto, los esfuerzos bilaterales que rebajen la intensidad del conflicto son los ladrillos que construyen una visión común de paz, para recorrer una ruta de solución política.

17. Santos dijo que «la Agenda firmada con el ELN, es más de la mitad del acuerdo», lo que es cierto por varias causas: porque es la primera vez que firmamos una Agenda de este alcance; Segundo, el corazón de la Agenda está en la participación de la sociedad en la edificación de la paz, lo que deja atrás el concepto que a la paz se llega sólo por un pacto entre dos fuerzas; Tercero, establecimos que debemos garantizar los derechos de las víctimas; Cuarto, al decir que buscamos poner fin al conflicto armado, precisamos la exigencia de «erradicar la violencia de la política», meta que va más allá de solamente silenciar los fusiles guerrilleros y; Quinto, establecimos que un Acuerdo Final también depende de acordar transformaciones para una Colombia en paz y equidad. Todo esto concreta elementos de una visión común de paz que apenas está en gestación.

El «Acuerdo de Diálogos para la Paz» que firmamos con el Estado, tiene una Agenda de 6 puntos: Participación de la sociedad, Democracia para la paz, Transformaciones para la paz, Víctimas, Fin del conflicto armado e Implementación. Como parte del Punto Uno, alcanzamos a realizar en Bogotá, en noviembre de 2017, unas Audiencias donde consultamos a miles de personas sobre cómo diseñar la participación de la sociedad en el proceso de paz.

La Fase Pública de estos diálogos la iniciamos en Quito en febrero de 2017 y quedó suspendida en agosto de 2018 en La Habana, cuando Santos entregó la presidencia a Duque; éste dijo que iba a evaluar lo avanzado y no lo hizo, después ha colocado cantidad de prerrequisitos para reanudar las conversaciones, lo que indica que en su agenda de Gobierno no caben los asuntos propios del diálogo, la solución política y la paz.

18. Un legado de estas conversaciones es el propósito de hacer pedagogía de paz con hechos, materializado en el Acuerdo del 30 de marzo de 2017, para ir concretando desde el principio de los diálogos un componente del Punto Quinto de la Agenda, referido a las «Dinámicas y Acciones Humanitarias», para:

«Proteger a las personas no combatientes y a la población civil, de los efectos que el conflicto armado les causa, mediante acciones o acuerdos de carácter humanitario, de conformidad con el derecho internacional humanitario, y en consecuencia disminuir la intensidad del conflicto«.

19. La comunidad internacional coadyuva a un camino de solución política en el país, complementando los esfuerzos que hagamos los colombianos, pero no nos puede reemplazar.

En esta Mesa de conversaciones fueron definitivos los apoyos de los Países Garantes: Brasil, Cuba, Chile, Ecuador, Noruega y Venezuela; igualmente fue de alta valía la conformación del Grupo de Países de Acompañamiento, Apoyo y Cooperación (GPAAC) por Alemania, Holanda, Italia, Suecia y Suiza.

Los países garantes como testigos de los Acuerdos hechos en la mesa le dan a estos el estatus de compromiso internacional, con lo que refuerza el carácter duradero de tales Acuerdos hechos con el Estado colombiano.

Un rol clave para el éxito del Cese al Fuego Bilateral Temporal Nacional (CFBTN) cumplió el Mecanismo de Veeduría y Verificación (MVV), conformado por la Misión del Consejo de Seguridad de la ONU para el Proceso de paz de Colombia, quien armónicamente trabajó con la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC).

20 Las dificultades propias de este camino de solución política nunca van a llevar a que el ELN se aparte de él, por esto la instrucción que tiene nuestra Delegación de Diálogo es «no abandonar la Mesa de Conversaciones».

Para en verdad pasar la página de la guerra y para que la solución del conflicto «no sane en falso» es indispensable demostrar voluntad real de paz y reconciliación, esto hará viable cualquier negociación futura. Voluntad sostenida en la convicción que la paz es lo único que vuelve viable a un proyecto de nueva Nación colombiana.

Pablo Beltrán, Jefe de la Delegación de Diálogos del ELN. Mayo de 2019.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.