Hay politólogos colombianos proclives, quienes confunden intencionalmente el concepto de Estado con el de régimen político, y utilizando esa característica tan colombiana descrita por García Márquez de “mamagallismo”, han acuñado el termino de Ñeñe-política, bastante sugestivo para la crisis actual que vive el régimen colombiano. Ñeñe, ñoño y ñaña; Odebrecht Santos, Odebrecht zurriaga; parapolítica y primera elección de AUV; Elefante samperista, elección presidencial de Pastrana Borrero en marzo de 1970, ect, episodios continuados de la corrupción impune, uno de los rasgos característicos del régimen colombiano que desde siempre ha acompañado las elecciones presidenciales, rastreable incluso hasta los votos del cacique de la Guajira en 1904, que llevaron a la elección fraudulenta del general Reyes con su quinquenio dictatorial y que desde aquellas épocas de entrega consentida al gobierno de los Estados Unidos, asentaron en la conciencia del pueblo colombiano la conocida máxima popular de que “quien escruta elige”, esgrimida por el sacerdote Camilo Torres en 1964 antes de iniciar su insurgencia armada.
He escrito durante años varias opiniones sobre el proceso histórico social tan colombiano de lucha de clases armada y no armada o combinada, que desde 1957, tras el pacto anticomunista y contrainsurgente (dos conceptos asociados pero diferentes) firmado por DOS individuos “AUTODESIGNADOS” el conservador Laureano Gómez y el liberal Lleras Camargo, instauró en Colombia un “Estado plebiscitario contrainsurgente” que mediante los decretos del estado de sitio constitucional y permanente consolidó en el país un Estado excepcional caracterizable como fascismo colombiano y un “régimen político” que a partir de del Plan USA colombiano denominado Plan Colombia/ Iniciativa Regional Andina de fin del siglo XX y comienzos del del XXI hasta la actualidad se denominó “Uribato”. Una explicación in extenso ampliamente sustentada con documentación histórica de esta afirmación se puede leer en el siguiente documento: https://rebelion.org/docs/262225.pdf
Pero seguir analizando la situación actual de Colombia, que innegablemente se enraíza en su complejísima y contradictoria Historia, referenciando al lector interesado a enlaces de internet que hoy están y mañana no, me ha parecido irrespetuoso además de ineficaz. Por tal motivo he considerado entonces para efectos de la mejor compresión del fenómeno aludido, seleccionar y juntar las más importantes explicaciones en esta síntesis documental que hasta la fecha me han publicado:
I-La revolución pasiva de Gramsci y el fascismo colombiano (Publicado 18/10/2018)
En su larga lucha teórica y práctica contra el fascismo, Gramsci deja escrito en varios textos dispersos los elementos constitutivos de lo que considera el fascismo italiano, matriz de los demás fascismos europeos y posteriormente extraeuropeos. Aventuraré (corriendo el riesgo de la simplificación) algunas de esas características en las que coincide con otras tesis leninistas, sin que se agote esta apasionante discusión siempre tan actual.
Para Gramsci, el fascismo es un complejo formado por una amalgama de fuerzas sociales intermedias y de clases sociales, que surge en el seno de la burguesía monopolista (imperialista) como una solución totalizadora y de compromiso que une la política y la economía, con el fin de enfrentar una crisis económica internacional, resolver mediante la violencia física y armada las dificultades en la producción y el intercambio de mercancías y, pulverizar al movimiento obrero.
Si la lucha de clases ha precipitado la crisis económica, política y de hegemonía, amenazando el poder burgués, ella recurre a la coerción total, la represión y la muerte para restablecer su dominación y reorganizar la producción y la sociedad, convirtiendo este aspecto coercitivo en lo dominante; para lo cual, aprovecha el aparecimiento de un demagogo providencial que exacerba con una propaganda efectista y una simbología simple, los sentimientos de ira y frustración por la situación crítica que existe especialmente en las clases subalternas de la pequeña burguesía urbana y rural, en los “estratos más bajos de la clase obrera” y el lumpenproletariat. Así mismo, frente al internacionalismo espontáneo de los obreros, el fascismo incita el localismo más atrasado y el nacionalismo más irracional y feroz.
Paralelamente a sus reflexiones sobre el fascismo, el dirigente comunista y proletario Gramsci, elabora el concepto histórico social bastante innovador de Revolución Pasiva, con el cual caracteriza los cambios lentos, graduales y acumulativos, no rupturistas, inducidos durante generaciones y desde las alturas del Poder en una sociedad burguesa como la italiana, tanto en la esfera económica como la institucional, con el fin de evitar una verdadera revolución social, y explicar el fascismo como un caso típico de Revolución Pasiva.
Con esta introducción y pensando en la sociedad colombiana intentaré también dar brevemente algunos elementos históricos que permitan entender el fascismo colombiano actual.
1- Concluida en Colombia la guerra de los mil días (1.902) con un tratado sellado entre los gamonales militares liberales y conservadores en un buque de guerra de los EEUU, y con el cual Colombia legalizó la dependencia neocolonial de nuestro país al imperialismo emergente en los EEUU, viene un periodo que se pudiera llamar hoy como el post conflicto de los mil días, que concluye con la siempre presente masacre de las bananeras en 1928 y la caída de la corrupta hegemonía conservadora en las elecciones de 1930. Los hechos más relevantes de este periodo son: La desmembración de la provincia de Panamá y el pago por parte de los EEUU de 22 millones de dólares a los gobiernos corruptos de Colombia como “reparación de víctima”. Las venganzas brutales de los gamonales militares conservadores con sus homólogos liberales, expropiación de tierras, fusilamientos, etc. El surgimiento de un embrionario partido socialista y revolucionario bajo las influencias de la revolución bolchevique en Rusia y en oposición dialéctica, el surgimiento de núcleos intelectuales de pensamiento fascista orientados por el pensamiento del fascismo europeo, en especial el nacional catolicismo español y las intrigas del Nuncio Apostólico en Bogotá para continuar impulsando las tesis anti bolcheviques de la Acción Católica propaladas por las bulas del Estado Vaticano y que concluyen con la división del obispado colombiano ente los seguidores de Guillermo Valencia y los del gamonal militar conservador Vásquez Cobo, y con la derrota electoral del conservatismo en 1930, sin que esto hubiese significado el apocalipsis que profetizaban los monseñores.
2- En 1930, se da una intensa lucha ideológica y política llamada la revancha liberal, incluso con enfrentamientos armados entre los sectores clerico-militares-conservadores y el sector progresista del partido liberal en coincidencia con el naciente sector socialista que apoyaba una modernización de la economía colombiana, de la política y de la tenencia de la tierra, lo cual fue presentado por sus adversarios como la hecatombe apocalíptica. Este convulso periodo se cierra con el triunfo de las fuerzas conservadoras y falangistas en las elecciones de 1946 y con otra masacre inolvidable: el magnicidio del líder popular JE Gaitán, el bogotazo de 1948 y la represión oficial falangista contra los gaitanistas, socialistas junto con otras fuerzas de izquierda, que desembocó en una verdadera guerra civil bipartidista llamada la violencia del medio siglo o revancha conservadora, terminada con el pacto en las alturas entre el nacional católico (falangista) Laureano Gómez y el virrey de los EEUU en Colombia el liberal Lleras Camargo, quienes firman el pacto de 1957 para crear el reparto minucioso por mitades iguales del presupuesto nacional.
3- Creado el régimen bipartidista del frente Nacional y la modernización del ejército colombiano mediante el pacto del Teatro Patria de 1957, se conforma un nuevo Bloque de Poder dominante cuya característica es también la modernización económica dependiente de la economía estadunidense, y el desarrollo del capitalismo en el campo junto con la obsesión por preservar el orden público por medio de las armas. En 1964 bajo la presidencia del borrachín Guillermo León Valencia, gamonal conservador admirador del caudillo español Franco, se inician una serie de ofensivas militares para erradicar los últimos vestigios de guerrillas liberales en Marquetalia que dan origen a las comunistas Farc, en el Carare donde surgen las Guevaristas del ELN y en el alto Sinú las del maoísta EPL; frente a las cuales el Estado emplea todos los medios de lucha en busca de su derrota, logrando alcanzar con algunas de ellas pactos de desmovilización. La principal característica de este periodo es el avance en el desarrollo del capitalismo y del mercado en todo el territorio nacional junto con la consolidación de la contrainsurgencia como doctrina Estatal, que, en 1.968, durante el gobierno de Lleras Restrepo legaliza por decreto a los para militares, dando paso a una estrategia abierta de eliminación física masiva de dirigentes obreros y sociales de extracción comunista principalmente. Durante este largo y complejo período, se realiza en 1991 la Constituyente tri partita de Conservadores, Liberales y desmovilizados de las guerrillas nacionalistas del M19, que redacta una Constitución aperturista bajo los criterios del consenso neoliberal de Washington y trasnacionaliza la economía colombiana, y obvio, la clase dominante incluidos los renuentes terratenientes tradicionales, pero dejando intacta la estrategia contrainsurgente. Los paramilitares que se tornan semi legales, arrecian la eliminación física de dirigentes de izquierda y comunistas.
4- Es también durante este periodo, cuando el narco tráfico que había iniciado su actividad en los primeros años de los 70, con la exportación de marihuana acumulando enormes capitales en dólares, entra con inusitada fuerza una década después, y ya para mediados de los 80, prácticamente es una fuerza dominante de la economía y la sociedad colombianas. Es entonces cuando entra en conflicto con las autoridades antinarcóticos de los EEUU y por ende con las colombianas y, con las guerrillas que no habían firmado acuerdos de paz y permanecían en armas como la Farc y el ELN por los territorios donde estas se encontraban y donde se cultivaba la coca, y se hacia el primer refinamiento del alcaloide. En algunas partes hay acuerdos para pagar el “impuesto del gramaje”; mientras que en otras zonas más pobladas se fusionan con los para militares oficiales para combatirlas, dando origen a una nueva versión política y militar de la contrainsurgencia Estatal: los narcos paramilitares; y dando origen a un nuevo avance en el disciplinamiento social y la reestructuración económica y social.
5- Así llegamos a la última etapa de la revolución pasiva que legaliza el fascismo colombiano en 2002, una vez ha fracasado el proceso de paz del Caguán y el Estado colombiano en su conjunto ha aceptado ejecutar el Plan Colombia diseñado en Washington en 1997 durante el gobierno Pastrana: Los llamados narco paramilitares de Colombia son el TERROR del ESTADO ejercido por más de cuatro décadas en el marco de un régimen caracterizado como “democracia genocida”, por el sacerdote jesuita y sociólogo Javier Giraldo, y su legalización en 2002, no ha sido más que la consolidación definitiva del poder de un Estado Fascista en Colombia, para imponer definitivamente por medios extraeconómicos (guerra contrainsurgente) el libre mercado, la depredación de la naturaleza y los humanos, y propagar la pobreza de la globalización o mundialización neoliberal creada en el denominado “consenso de Washington” de 1989.
Es como lo dijera Dimitrov en 1935 mostrando el aspecto central del fascismo naciente: El poder del capital financiero imperialista: “la dictadura terrorista abierta y sanguinaria de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero”.
Veamos entonces algo del aspecto económico y las relaciones de producción del Estado colombiano actual: El narco paramilitarismo estatal ha transformado tan violentamente en el lapso de los gobiernos de Pastrana, Uribe Vélez y Santos el paisaje social, económico y político de todo Colombia, mediante la acumulación de narco-capital surgido del despojo de millones de personas y de la naturaleza, que ha modificado completamente la sociedad colombiana actual de la siguiente manera:
En la esfera económica con nuevos renglones de explotación agroindustrial y minera, nuevas compañías aéreas, inversiones en sistemas de comunicación en varias ciudades intermedias y la introducción de sistemas de seguridad a través de la plataforma tecnológica de las telecomunicaciones y la informática. Ha ejecutado la más violenta contrarreforma agraria comparable a la que se hizo con la otra guerra, que eufemísticamente se ha llamado “la Violencia bipartidista del medio siglo” y de la cual surgió la estructura del Bloque de Poder contrainsurgente (BPCi) dominante actualmente. Ha Potenciado la regionalización económica y ensanchando la frontera agrícola mediante la concentración irracional de la tenencia de la tierra útil para dedicarla a la rudimentaria ganadería de pastoreo y a cultivos empresariales trasnacionales de palma aceitera y otras plantaciones extensas; desplazando más de 6 millones de campesinos, indígenas y afrodescendientes, despojándolos de más de 6 millones de hectáreas de las mejores tierras cultivables del país, matando más de un millón de personas, estimulando la migración miserable a las ciudades y, la colonización de selvas protegidas para el cultivo de la coca; mientras en las grandes ciudades colombianas impuso el dominio implacable del “vivir del crédito”, la usura bancaria, la especulación rentística y la precarización laboral acompañada de un desempleo masivo, todo ello fuente de las ganancias y del engordamiento del omnipotente capital financiero trasnacional.
El análisis las nuevas capas sociales y clases que de allí ha surgido, muestra por un lado que en las ciudades, la oligarquía trasancionalizada indistinguible (ya) de una burguesía mafiosa o lumpen, ha adoptado aceleradamente la ideología empresarial según el modelo global, convirtiendo a sus agentes principales en hombres “macdonald” de negocios, en importadores de capitales langosta; en financistas y banqueros, en lavadores de dinero, en industriales y empresarios urbanos, agroindustriales y agromineros, etc.
Mientras en el campo, las tradicionales relaciones del gamonal terrateniente con los campesinos y trabajadores del complejo rural urbano tradicional, se ha modificado radicalmente con el surgimiento de un “nuevo campesinado” más diverso, disímil y heterogéneo; conformado por una compleja y abigarrada constelación de diversas capas y clases sociales en movimiento, que abarca campesinos pobres, colonos, arrendatarios, peones y trabajadores agrarios, cosecheros, raspachines, artesanos de todo tipo, un gran sector de rebuscadores y vivanderos, así como de pequeños y medianos comerciantes y, de pequeña burguesía rural y semi urbana en desplazamiento, e incluso, un abundante grupo de desempleados en proceso de lumpenización donde la tenue línea de que separa lo legal de legal es imperceptible.
El pacto del Ralito entre el Estado Colombiano gobernado por Uribe Vélez (AUV) con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en el 2002 para “Refundar la Patria”, que incluyó el pacto de cúpulas para su desmonte “parcial” de algunas mafias paramilitares, si bien logró “extraditar a USA” a algunos de sus jefes (como narcos y no como paracos) y procesar benignamente a algunos peces gordos de la política y de la alta burocracia estatal, tanto nacional como departamental y municipal, pero no logró impedir que el capital narco paramilitar ya completamente lavado dentro del sistema económico formal de Colombia y el llamado sistema financiero nacional, siguiera fluyendo masivamente e irrigando todo el sistema económico de Colombia; como tampoco logró impedir que la simbiosis entre el amplio y abundante aparato de coerción del Estado colombiano y el narco paramilitarismo, tanto económico como ideológico, siguiera funcionando exitosamente para garantizar la acumulación continua del capital por el despojo, así como las condiciones de su seguridad.
En la esfera de la Hegemonía veamos las más importantes características del fascismo colombiano:
Primero, no es solo ese clima moral envenenado que rodea su implantación, del que habla Mariátegui, confirmado por la larga crisis de pudrición ética y moral del régimen establecido, ocultado o mejor develado medias y manipulado por el aparato de hegemonía dominante, y la propaganda de tipo “goebbelsiana” que todos los días y a todas horas muelen de manera infatigable los medios de comunicación oligárquicos y trasnacionales sobre la psicología de las capas medias urbanas y rurales; la pequeña burguesía y demás clases sociales subalternas, para generar esa base social amplia al régimen de dominación y explotación dominante, y, a un innombrable “Elegido” por un poder ultraterrenal que es protegido mágicamente por un extraño efecto teflón; y quien como en los casos de los “caudillos” Franco (España) y Salazar (Portugal) no ha necesitado recurrir a realizar las millonarias manifestaciones de Mussolini o Hitler. Le han bastado la figuración mediática diaria en periódicos y emisoras, sus escándalos impunes, sus trinos estratégicamente reproducidos y sonados y, en época de elecciones las encuestas de popularidad.
Segundo. Podemos también observar, cómo a la larga y tórpida crisis política y de hegemonía, que se ha tratado de solucionar con una variedad criolla de unión de lo político con lo económico en un gobierno “corporativo y gremial”, claramente fascista.
Tercero. Cómo se logrado aglutinar exitosamente a la población subalterna en torno al odio irracional a cualquier opositor al régimen, previamente estigmatizado o satanizado como enemigo interno comunista, o terrorista, y que ha hecho posible el clima de terror oficial que hizo posible el exterminio físico de organizaciones políticas legales como la Unión Patriótica o la Marcha Patriótica y que facilitó la pulverización de la clase obrera organizada. Paso este que según los análisis clásicos del marxismo es considerado como fundamental para el triunfo del fascismo (diferente de los análisis hechos por los socialdemócratas que siempre tratan de ocultar este hecho de la lucha de clases)
Cuarto. El entrelazamiento de la política gubernamental con organizaciones religiosas tradicionales fascistas como el Opus Dei, y Tradición Familia y Propiedad, etc.
Quinto. La exaltación del patrioterismo nacionalista que genera un ánimo agresivo y un estado de zozobra en contra de los países vecinos, acusándolos permanentemente de ser los responsables de los problemas internos de Colombia.
Sexto. Cómo se gobierna con una mafia de familiares, de amigos y asociados que se posicionan unos y otros en los altos cargos gubernamentales y usan el poder gubernamental y la autoridad burocrática para proteger a sus amigos de la responsabilidad de rendir cuentas de sus enjuagues corruptos con los que se apropian descaradamente de los recursos y del tesoro nacional, así como burlan la justicia por sus crímenes de guerra (impunidad 100% asegurada)
Séptimo. Control total del aparato electoral que ha permitido y permite toda suerte de delitos electorales en favor de los candidatos puestos por el narco capital, la realización de elecciones fraudulentas, y estimula la creación de partidos electorales o de garaje. Así como ignora las amenazas a candidatos opositores e inclusive calla su asesinato, todo en el marco de un aparente régimen democrático y parlamentario (Democracia Genocida)
Octavo. Cómo se obliga al exilio (cuando no se les mata) a Intelectuales y escritores críticos opuestos a la Verdad Oficial y se trata de generar una atmósfera de “Amnesia Colectiva”, mediante la creación de una “neo lengua tecnocrática” difundida por todos los aparatos de hegemonía; hasta llegar al extremo de que las vocales A y O de la lengua castellana, han sido reemplazadas por el signo @, o por una equis.
Y en cuanto a la Coerción, vemos:
Primero; cómo se ha ido eliminado el sindicalismo democrático y clasista.
Segundo; cómo se ha penalizado la protesta social o el derecho de huelga, para no detenerme en los demás derechos sindicales.
Tercero; cómo se ha hostilizado a las organizaciones que defienden los Derechos Humanos y perseguido y eliminado a sus promotores y sus informes.
Cuarto; cómo se ha convertido el Aparato Judicial y la propia Fiscalía en una agencia política y clientelista de la presidencia y las mafias políticas como la de Vargas Lleras actualmente.
Quinto; cómo se ha militarizado la sociedad sobre un clima psicológico permanente de guerra y expansión del militarismo.
Y sexto, talvez el más importante; cómo se ha fortalecido con inmensos recursos económicos propios, y, de los Estados Unidos/ OTAN, la máquina militarista y su correlato ideológico el militarismo, que consume el 5% del presupuesto de la nación y tiene 500 mil hombres armados más cerca de 4 millones de personas relacionadas con dicho aparato militar, y que ahora siguiendo el típico libreto del fascismo se convierte en una amenaza real para los países limítrofes que no compartan su modelo de sociedad, especialmente Venezuela, Nicaragua, y Ecuador al que piensa proteger.
Dígame estimados lectores: Si esto no es Fascismo, entonces ¿Qué es?
2- ¿Imperialismo o fascismo? (Publicado 25/10 2018)
Finalizada la II guerra mundial se iniciaba un periodo histórico-mundial de fortalecimiento y expansión del capitalismo triunfante en la parte más desarrollada industrial y tecnológica del planeta.
En la primavera europea de 1944 (fecha que se debe tener muy en cuenta) ya en las postrimerías de la II guerra mundial, cuando la historia le daba al imperialismo occidental la trascendental lección de que “no se debe atacar a Rusia y mucho menos invadirla al finalizar el verano”; apareció publicado en Londres el libro de Friedrich Hayek “el camino a la servidumbre” (the road to serfdom) posterior premio nobel de economía en 1974. Libro rápidamente traducido a 20 idiomas universales, que un año después, “selecciones de Reader’s Digest” ¿la recuerdan? publicó en EEUU como versión ligeramente abreviada que llegó a alcanzar una millonaria difusión e hizo necesaria una tirada mayor, esta vez en 1950, en forma de folleto ilustrado o “comic” por la General Motor. Había nacido con todas las letras el neo liberalismo que luego convertido en el “credo” de un nuevo y deslumbrante becerro de oro universal, que se impondría al mundo (globo en inglés) en medio de “sangre, sudor y lágrimas” al decir de pletórico y ventripotente “Sir” Winston Churchill: Cualquier planificación de la economía, bien fuera soviética o nacionalsocialista (nazi) que fueron igualadas, era “totalitarismo”, enemigo mortal de la libertad humana ¿cuál libertad? obviamente la del mercado libre (free market) convertido ahora en base y supra estructura de la nueva sociedad mundial emergente y en expansión, o según el idioma; “mundialización” en los idiomas latinos o “globalización o globalisierung”, en los idiomas germánicos.
Lo que siguió de ahí en adelante en todo el mundo es muy complejo, largo y enredado, y ha dado origen a miles de análisis de todo tipo, ensayos, tesis y teorías económicas, sociales, etc. En lo personal no creo que exista otro libro que haya descrito todo este turbulento y abigarrado periodo de la historia humana (1945-2011) con más minuciosidad, abstracción y dedicación histórica, como la magna obra del gran historiador catalán, lamentablemente recién fallecido, Josep Fontana; titulada “Por el Bien del Imperio”. Pasado y Presente.Barcelona.2011; con 1022 páginas, escritas en idioma castellano, y reconocido como uno de los libros más importantes escritos en nuestro idioma.
Finalizada la II guerra mundial se iniciaba un periodo histórico-mundial de fortalecimiento y expansión del capitalismo triunfante en la parte más desarrollada industrial y tecnológica del planeta; el Noratlántico europeo-norteamericano y la reindustrialización de Japón y centro Europa destruidos por la conflagración, todo, en un clima de pre guerra contra el comunismo (de cualquier versión) que también emergía triunfante de la guerra como reto serio, definitivo y alternativo, o superador dialectico del capitalismo. Era la guerra fría, concebida como una etapa más de una guerra geopolítica más basta y larga contra el totalitarismo colectivista, mientras en la periferia global en disputa, se imponía la trasformación y reordenamiento institucional del Estado capitalista atrasado, posible objetivo del comunismo, para inmunizarlo contra esta posibilidad: Era el anticomunismo como ideología central de todo el proceso, que señalaba a los partidarios del socialismo (también de cualquier versión) como “enemigos internos de la sociedad”.
En el periodo de entre guerras mundiales, en la atrasada y dependiente periferia capitalista latinoamericana, existían varios dictadores militares sacados de la vieja tradición de gamonales militares que gobernaron con el terror contra sus conciudadanos especialmente si eran sospechosos de tener ideas socialistas o socializantes, utilizados ampliamente en sus países respectivos por los militares estadounidense en sus propósitos geopolíticos dominación de la región; Porfirio Díaz en México, Juan Vicente Gómez en Venezuela, Uriburu y la junta militar del 43 en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Trujillo en Dominicana, Jorge Ubico en Guatemala, Tiburcio Carías en Honduras, los Somoza en Nicaragua. Eran “nuestros hijueputas” al decir de Nixon: La carne trémula y en descomposición del personaje literario “modelo” del dictador de tierra caliente de Valle Inclán, García Márquez, Roa Bastos, Asturias, Vargas Llosa, Carpentier, etc.
Pero es, después del fin de la II guerra mundial, cuando se impone otro tipo de dictaduras ya francamente anticomunista, y el reordenamiento y reorganización de Todo el Estado es prácticamente entregado a una máquina de coacción militar, dotada de armas e ideas por el militarismo imperialista estadounidense, para que se encargara mediante el llamado “consenso hegemónico”, de adelantar el disciplinamiento y la guerra social contra el enemigo interno comunista en cada uno de sus países, con el objetivo concreto de desarrollar el capitalismo depredador de esta nueva fase haciendo compatible la política con el desarrollo económico. El Mercado con el Estado. Y entonces, empiezan a asolar el escenario latinoamericano las dictaduras terroristas de la segunda mitad del Siglo XX:
En 1946 se inicia como modelo en Colombia (Colombia siempre ha sido el “modelo”) las dictaduras falangistas conservadoras y abiertamente anticomunistas de Ospina Pérez y Laureano Gómez, que organizan la conferencia Panamericana de Bogotá de 1948, origen de la OEA, origen a su vez de la ejecución por parte de los servicios secretos estadounidense del líder popular de izquierda Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948, que origina el conocido Bogotazo, continuado con la cacería de los nueveabrileños, liberales y comunistas y, que a su vez, origina la guerra civil de la violencia bipartidista de Colombia que lleva el capitalismo moderno al campo y que origina en 1953, la dictadura militar de Rojas Pinilla con su continuación en el autoritario Estado de sitio del Frente Nacional bipartidista nacido en 1957, lo que a su vez se continua con las guerrillas de resistencia comunistas, camilistas y maoístas hasta el día de hoy, constituyendo el llamado “conflicto histórico social y armado de Colombia”.
En 1950 se reinstala al célebre “Tachito” Somoza en Nicaragua, quien es seguido en 1952 por la colocación el Poder de los bien conocidos Batista en Cuba, Pérez Jiménez en Venezuela, y Duvalier en Haití. Dos años más tarde (1954) se derroca en un sangriento putsch al socializante Jacobo Árbenz en Guatemala y se instala el terror de Castillo Armas. Ese mismo año, también se pone al nazi Stroessner en Paraguay. Y unos años más tarde (cuatro años después de sucedida la Revolución Cubana) durante lo que pudiéramos llamar la segunda ola dictatorial latinoamericana, en 1964 se organiza en Brasil, lo que sería el modelo general de las dictaduras terroristas de la Seguridad Nacional, modelo expandido por toda Nuestramérica con la dictadura de 20 años de Castelo Branco, Costa Silva, Garrastazu, Geisel y Figueiredo. En 1968 sube por un putsch Velasco Alvarado en Perú, seguido por el sanguinario Banzer (1971) en Bolivia, Rodríguez Lara en 1972 el Ecuador, y la feroz dictadura uruguaya de 12 años de duración iniciada en 1973 por Bordaberry, Demichelli, Aparicio Méndez y Álvarez. Replicada unos meses más tarde, aquel fatídico 11 de septiembre en Santiago de Chile que derrocó a Allende y colocó en su remplazo a su jefe militar encargado de la defensa constitucional el traidor y sádico simulador nazi Pinochet (1) En 1976 se instala en la Argentina la implacable e inhumana dictadura de 7 años de Videla, Viola Galtieri y Bignone, que con su caída en 1985 al parecer cerró el ciclo de los tan repudiables putsch sangrientos que instauraron atroces Estados fascistas patrocinados por el Imperialismo y sus agencias de inteligencia.
Después vendrá en el centro desarrollado Noratlántico, la caída del muro de Berlín con el proclamado triunfo neoliberal y fin de la historia. La aceleración vertiginosa de la última revolución tecnológica digital e informática que hizo instantánea la movilidad del capital financiero global depredador, y el aparecimiento de mafias neoliberales en la instrumentalización del Poder con su perfeccionamiento institucional ajustándolo y reorganizándolo al mercado, a la acumulación de capital por el despojo de millones, y a la depredación territorial ejercidas por el capital financiero mundial. El surgimiento de potencias post comunistas convertidas en potencias capitalistas como Rusia y China que entraron a disputar a la tríada imperialista (USA-Europa-Japón) la hegemonía única y su geopolítica de control territorial exclusivo. La profunda y larga crisis financiera del 2009 que se ha prolongado peligrosamente hasta hoy día. El desmonte final del Estado del Bienestar en el centro capitalista desarrollado con el desplome del “centrismo” social-demócrata, social-cristiano y liberal, con la polarización y el resurgimiento de partidos parlamentarios xenófobos y neonazis, o «fascismo con rostro humano y democrático” (neofascismo lumpen-burgués y xenofóbico dentro de la democracia burguesa) y triunfo definitivo de la globalización neoliberal con pulverización de la clase obrera y de sus partidos de clase incapaces en su miseria ideológica de presentar no ya un proyecto «alternativo» sino abiertamente sustituto. Crisis económica global a la que se le viene a sumar dos crisis aún más deletéreas: la dramática crisis medioambiental, y otra, la crisis militar con sus posibilidades de una catástrofe nuclear. Tres crisis que empiezan a ensombrecer aún más el futuro de la humanidad.
Así, ante este reflujo popular en Nuestramérica han podido suceder sin mayores implicaciones los “golpes blandos fascistas” que el Imperialismo ha instaurado como nueva modalidad maquillada de los atroces y aborrecibles golpes militares con la destitución judicial (impeachment) de presidentes incomodos por sus veleidades socialistas y su reemplazo por algún corrupto sirviente local del capital financiero global; como los realizados en Honduras 2009 contra Zelaya. En Paraguay 2014 contra Fernando Lugo, y, recientemente contra Dilma en Brasil 2016 que subió al Poder de ese gran país al corrompido traidor Temer, para que le abriera el paso al fascista Bolsonaro.
Una vez gane Bolsonaro la presidencia de Brasil como lo profetizan la mayoría de las encuestas del aparato mediático brasileño, a nadie le debe quedar duda que se habrá cerrado de una vez por todas el cerco político y militar contra el pueblo venezolano: Colombia por el occidente, Brasil por el sur oriente; la OEA de Almagro por el Norte y los obispos por las entretelas del alma; mientras discutimos si es fascismo o imperialismo (dos caras de la misma moneda) el que nos va a despedazar.
Pobre Venezuela convertida en una isla bolivariana, rodeada por enemigos por todas partes. ¿Y ahora, quien podrá defenderte?
Notas: (1) Según el invaluable testimonio del senador y dirigente del Partido Socialista de Chile Carlos Altamirano en su libro testimonial “Dialéctica de una derrota. Editorial Siglo XXI. México. 1977. 300 páginas”.
3-La reconfiguración del fascismo colombiano (Publicado 19/10 2018)
Iván Duque llega a presidir un gobierno y a la jefatura de un Estado como miembro de la clase dominante y dirigente de Colombia, u oligarquía transnacional, con el fin de producir unos resultados favorables a los intereses generales de su clase. Como se ve, Gobierno y Estado desde hace siglos son dos cosas distintas tanto idiomática como conceptualmente, aunque complementarias. Como también son distintas y con cierta complementariedad “la” dirigencia y “la” dominación de clase o de la fracción que representa y que lo ha llevado a la famosa casa de Nari…ño.
Sin embargo, y a pesar de ser tan evidentes las diferencias, incluso las más simples como las idiomáticas, algunos autoproclamados lideres marxistas, a estas alturas del proceso histórico que vive Colombia, despistados (¿indigestados?) con aquella muletilla de la sociología reaccionaria de Pareto y de Max Weber sobre las “elites”(que deja por fuera a todos quienes no son elites y por lo tanto deben ser dirigidos) aceptaron acríticamente el galicismo profundamente introducido en el lenguaje colombiano y, pasando por alto las complejidades y contradicciones que encierra la teoría actual del Estado como compleja relación histórico-social, persisten en revolver aún más la sopa ecléctica que ofrecen al pueblo trabajador para sacar confusas combinaciones semánticas edulcoradas, miméticas, confusas y, sobre todo, vacuas en su finalidad.
Por ejemplo: “el nuevo presidente de los colombianos es el jefe de la elite dirigente”, dicen y escriben, o “es el representante de la elite gobernante”, o “el jefe de un Estado elitista”, o “del gobierno de una elite dominante”. “Hemos luchado 52 años por el poder”. ¿De cuál poder? ¿El del gobierno o el del Estado, o ambos y para qué? ¿Para dominar, o para dirigir la sociedad colombiana, o ambas? O ¿para llegar al parlamento?
En breve, confundir de manera rudimentaria la estructura con la función: el hígado con la bilis y los diferentes ácidos biliares que la conforman y cómo se realiza el proceso de su función digestiva con su resultado final: la estructura, el proceso, el resultado y el servomecanismo de retroalimentación, en el actual método científico de análisis sistémico aplicado a la ciencia política.
¿Qué hay en el fondo de este embrollo de imprecisión idiomática y política tan favorable a la confusión ideológica adelantada con todos sus aparatos de hegemonía del Estado colombiano actual?
Primero: un programa calculado dentro de la contrainsurgencia y el llamado fin de la Historia, de desideologización y deterioro de la cultura política. De la ciencia política y de sus conceptos más claves y elementales que permitan la toma de conciencia trasformadora. Segundo: metódicamente acompañado por el terror del Estado y del genocidio a los comunistas y marxistas, que Tercero: ha obligado a abandonar conceptos elementales del marxismo y a modificar y enmarañar su expresión, con el fin de que en ese galimatías resulte imposible identificar el adversario contra quien se lucha política, económica e ideológicamente, y por qué.
¿Contra quién o contra quienes luchan las clases explotadas y oprimidas, también dos conceptos cuya diferencia dejó claramente establecida Lenin? ¿Contra el Gobierno o contra el Estado? ¿Contra la “elite dominante” que muchas veces (como en el caso de Santos-Uribe) no es la “elite dirigente? O ¿contra ambas “elites”?
Galimatías que, por ejemplo en el Polo Democrático, llevó a la división y a expulsiones de algunos francamente aliados de JM Santos y de su gobernanza, cuando este dominaba y dirigía la sociedad colombiana y desde su posición en el equipo gobernante o “elite dirigente”, como ministros lo apoyaron en su riña contra la fracción de Uribe Vélez, parte fundamental de la “elite dominante”, pero que ese momento no estaba “dirigiendo” desde el Gobierno, aunque si formara parte del Estado en su conjunto.
Parte de la respuesta se obtiene al ver las falencias en el sinnúmero de análisis sociologistas y positivistas sobre el gobierno de los gremios de Duque-Uribe y su significado en el proceso actual de reconfiguración puesto en marcha por él en el Estado corporativista colombiano, con todo lo que esto significa para los luchadores antifascistas del mundo desde el punto de vista estratégico.
Análisis que no pasan de la descripción y obvian la estructura de las clases sociales en la sociedad colombiana, la fase actual de las intensas luchas que se están librando no solo en la llamada sociedad civil, sino también dentro del Estado. Abreviado: el Estado como asunto estratégico para las clases explotadas y oprimidas o subalternas de Colombia (incluida la pequeña burguesía radicalizada que dirige ciertas organizaciones llamadas cívicas y hasta populares) en el actual sistema global imperialista.
Una vez unidos los llamados gremios de la producción colombiana (que son 21 poderosas y opulentas organizaciones privadas en la sociedad civil y no parte del Estado) y superada en su seno la principal contradicción sobre el desarrollo en el mediano plazo de la acumulación de capital en el sector rural de Colombia, elaboraron un programa económico-político conjunto y unitario que con marcada anticipación electoral publicaron en el diario El Tiempo y luego hicieron llegar al candidato presidencial Duque, dándole todo su apoyo tanto económico como político, mediático y jurídico, ideológico y moral; y, sobre todo, legal y fáctico (siete dimensiones distintas), con el cual Duque pudo obtener la votación que le permitió ganar la presidencia de Colombia y sin lo cual nunca hubiera ganado.
Ahora, en retribución y confluencia de intereses, el presidente posesionado nombra fichas esclarecidas y probadas en cada uno de esos gremios para que formen parte de su gobierno como “elite dirigente” para que logren resultados de Estado. Lo privado vuelto público, ya sin ocultamientos ni espesos mantos supraestructurales. Supra (sobre) la estructura económica. “Über bau” en los originales de Marx.
Un verdadero enigma lo constituye el nombramiento del representante del gremio de los comerciantes como ministro de asuntos militares, entre los cuales además de la orden dada por el Departamento de Estado de EEUU sobre la guerra contra las más de 200 mil hectáreas de sembradas de coca que hay actualmente en Colombia amenazando la seguridad nacional de los EEUU y, obviamente, contra los diferentes grupos de armados ilegales que las protegen, ya previamente catalogados como narcos.
También deberá adelantar el contrato dejado por Santos con la OTAN. Prestar los apoyos militares y económicos en la lucha fronteriza de Colombia con dos países problema: como Nicaragua en las islas de San Andrés y con Venezuela, lo cual ya se empieza a ver. Así como aclarar ante la opinión pública mundial la oscura relación “pública-privada” que existe entre el Estado colombiano y los llamados narcoparamilitares en el actual genocidio social de los 400 líderes sociales y defensores de derechos humanos que continúa su curso terrorífico y destructor de la sociedad colombiana.
El Estado fascista (corporativo) no cae del cielo como un rayo, escribe Nicos Poulantzas en unos de sus famosos libros sobre el Estado y el fascismo, inspirado en los cuadernos que escribió ese gran luchador comunista y antifascista Antonio Gramsci en la mazmorra fascista donde habría de ser enviado por el duce Mussolini hasta su muerte, para evitar que pensara. Es un huevo de serpiente de larga incubación.
Un largo, complejo y abigarrado proceso social, económico, político, ideológico, jurídico, ético-moral y religioso (siete dimensiones distintas de una formación social concreta históricamente determinada) de toma violenta de una sociedad por fuerzas público-privadas o paramilitares: camisas negras o “fasci di combattimento” del duce Mussolini, camisas pardas o Freikorps del führer Hitler, camisas azules o falange del nacional-catolicismo del caudillo Franco, los brazaletes negros del uniforme camuflado de los narcos paramilitares colombianos (AUC), etc.
Para construir a partir de una crisis de la Hegemonía (económica y política) un nuevo Estado terrorista (o de “democracia genocida” como el de Colombia, originariamente descrito, hace más de una década, por el jesuita Javier Giraldo) donde el capital financiero imperialista es el factor dominante y, según la definición clásica de Dimitrov, sustituir (no continuar) el Estado anterior por otra forma de dominación y gobierno de la burguesía financiera que ha logrado conformar y ampliar con otras clases y fracciones de clase un nuevo bloque de poder estatal. En el caso colombiano un bloque de poder contrainsurgente con once ruedas dentadas que he venido describiendo desde hace años a través de mis intervenciones públicas y mis escritos.
Proceso social que precisa de la construcción social de un líder, duce, führer, caudillo, mesías colombiano, etc.
En el caso colombiano; un típico gamonal caballista o chalán como los descritos por el comunista peruano Mariátegui, salido de la entraña del complejo local urbano-rural tradicional y religioso, donde la laicidad moderna aún no ha llegado, pero profundamente ligado al capital financiero transnacional y los negocios de la mafia exportadora de cocaína que surgió en Colombia en la década de los 70 del siglo pasado, especialmente en la región de su origen, y que apoyado en la violencia pública-privada y contrainsurgente de los apóstoles de su familia, de las agencias antinarcóticos extranjeras, así como de la generosa “ayudita” de los medios de comunicación, ya se sabe, construyéndole desde la madre mediática del cordero de la hegemonía, la revista Semana y el diario El Tiempo, un manto de impunidad con la leyenda del efecto teflón.
O hipertrofiando y maquillando por columnistas y periodistas prepago su ruindad política y su mezquindad de manzanillo electorero sin escrúpulos, presentada a lo largo de todos estos años como un “grandioso y astuto animal político capaz de unir todas las fuerzas posibles para imponer su programa y sus candidatos”, que le hicieron posible con su presidencia, en el 2002, llevar al gobierno el bloque de poder conformado, para desde allí concluir la toma narcoparamilitar de todo el poder estatal colombiano. ¿De qué nos aterramos, Sancho?
En breve: el Estado, donde también se da la dinámica de lucha de clases con sus diversas correlaciones de fuerza, no es una máquina de acero inmodificable, sino una relación social que se expresa como tendencia. Y la tendencia actual del Estado colombiano, dirigido por el bloque de poder dominante y unificado que ha hecho elegir a Duque como gobernante de los gremios, tiene sus intereses claramente definidos que ya son ampliamente conocidos, lo que torna innecesaria su repetición (puede leerse un buen inventario en https://www.celag.org/colombia-ivan-duque-toma-posesion/).
Y que necesariamente lo “dirigirá” a una nueva fase de reconfiguración y reorganización que profundizará su conformación como Estado gremial o corporativo de tipo fascista o, como lo categoriza el jesuita Javier Giraldo, de “democracia genocida”, donde el parlamento no es ya el centro decisorio sino una entretención pública para tirarse palabras inocuas entre bancadas parlamentarias, en lugar de balas.
No un Estado semi-fascista, ni cuasi-fascista, ni en “proceso de fascistización”, sino un largo proceso histórico social de coagulación en un claro tipo de Estado corporativo fascista, que (como lo estamos viendo) prolongará el disciplinamiento social y el genocidio de líderes sociales y defensores de derechos humanos con fuerzas público-privadas en red; la guerra estadounidense de las drogas y a los grupos armados ilegales; el encono, funcional a los intereses geoestratégicos de los EEUU, de las relaciones con países limítrofes como Nicaragua y Venezuela; modificaciones “consensuadas” al acuerdo de paz de La Habana; un largo y complicado proceso de “negociaciones” de paz con el ELN; procesos consensuados de reformas económicas, jurídicas y hasta políticas favorables al neoliberalismo transnacional y la lógica de acumulación ininterrumpida del capital financiero global y los tratados comerciales directos; finalización del proceso del Estado colombiano-OTAN que lo convertirá definitivamente en el Israel de Latinoamérica; e intensas luchas y movilizaciones sociales de todo tipo.
¡Preparémonos Sancho, con nuestra voluntad, frente a los nubarrones que se otean en el horizonte!
4-Mariategui y el fascismo colombiano (Publicado 10/05/ 2010
El fascismo no cae del cielo como un rayo. Requiere como los huevos de la serpiente un largo periodo de incubación y sobre todo unas condiciones sociales e ideológicas pre mórbidas que lo hagan factible o viable. Concepciones de periodos históricos pre capitalistas (corporativos gremiales) o pre modernos, en donde la religión y el militarismo arcaico perduraron con fuerza como remanentes o “resabios” en la sociedad donde el fascismo destruyo físicamente a la clase obrera para triunfar.
Tal es el caso del fascismo colombiano actual, tan poco valorado por los llamados “violentológos”, reacios a aceptar que el ascenso actual de Uribe Vélez y la captura completa del Estado colombiano por la mafia narco para militar que representa; tiene un hilo rojo que conduce a las “guerras civiles semi religiosas de peones sectorizados y fanatizados ” desarrolladas por la oligarquía colombiana durante el Siglo XIX y parte del XX, y al “militarismo clerical arcaico” de la llamada Hegemonía conservadora triunfante con Rafael Núñez en la guerra de 1885; consolidada con las dos guerras civiles posteriores (la del 95 y la de los mil días), la dictadura del general de civil Rafael Reyes en 1904, y con el adobo de las ideas del Fascismo italiano, alemán y sobre todo, la apología del Nacional Catolicismo español hecha por escrito a partir de 1920, por los llamados “leopardos” del partido conservador, y por quien 28 años más tarde llegaría a ser el dictador godo Laureano Gómez.
No eran desconocidas dentro de la pequeña burguesía intelectual y las capas medias de Colombia de aquel entonces, el intenso odio al comunismo ateo y la repulsa a los “alpargatones y piones”, extendida a todos los demás Trabajadores, que inculcaban en sus mentes, los oligarcas vendepatria servidos por los curas reaccionarios.
Poco tiempo después, se daría inicio a la contrarrevolución preventiva y la destrucción de las organizaciones sindicales y la matanza de obreros típica de la mentalidad fascista, como en efecto sucedió con la Masacre de las bananeras ejecutada por el ejército colombiano en 1928, que precipitaría el surgimiento de sus contrarios: El partido comunista colombiano en 1930, junto con el aparecimiento de Jorge Eliécer Gaitán.
También por aquellos años, aunque con escasa difusión, llegaría a Colombia el libro del amauta Mariategui “La escena contemporánea” publicado en Lima en 1924, en donde el gran amauta, como si fuese una excepción, analiza en terreno y en la fecha, desde la óptica de un americano de la Patria Grande, el “experimento fascista italiano “ (como él lo llama) y con las tesis antiimperialistas de Lenin, toma distancia sutil del stalinismo que estaba imponiendo su visión mecánica y economicista del fenómeno en donde incluía como una ley universal inexorable, el papel jugado por la social democracia alemana en el ascenso del nazismo alemán.
Mariategui a diferencia de los demás, plantea dentro de su praxis en la lucha de clases de la época histórica del imperialismo financiero que estaba viviendo; el experimento fascista como un fenómeno “político con matices”, que abarca tanto la economía, como la ideología, el arte, la cultura y la psicología social e individual. En eso radica su originalidad y su vigencia actual.
Su permanente mención al clima envenenado, al odio como estado de ánimo, la tonalidad nacional, al humor general de la sociedad, a la atmósfera chovinista, a la actitud espiritual irracional, a sometimiento pávido y medroso de la clase media, donde surge y se desarrolla el fascismo italiano. Y para que no haya duda de su comprensión amplia del fenómeno, dibuja inigualablemente con profundos trazos psicológicos la personalidad histriónica y perversa de Duce italiano, así como la de otros personajes históricos contemporáneos suyos.
Cuanto provecho le haría a la intelectualidad democrática colombiana, releer hoy “La escena contemporánea” de Mariátegui, el amauta peruano que sin ninguna duda pertenece a la Patria Grande Bolivariana; para comprender de una vez por todas, las personalidades aberrantes y compulsivas de Uribe Vélez y Juan Manuel Santos, “quienes, como Rómulo y Remo, chupan de la ubre de la misma loba”.
Para entender que la guerra de rumores, esa nueva especialidad de guerra sucia y de la violentología colombiana del momento, no es más que una emanación podrida de un régimen fascista descompuesto en trance de perecer, que no puede expeler nada diferente porque nada diferente lleva en su interior, y porque también es parte inseparable de ese “clima moral envenenado” del fascismo tan lucidamente descrito por Mariategui en sus orígenes italianos, aún vigente en la Colombia actual.
5-Colombia no es un narcoestado, es un Estado Contrainsurgente (Publicado15/05/2019)
Son muchísimas las falacias sobre Colombia, puestas a rodar en la opinión pública mundial por los intoxicadores de opinión o “spinn doctors” del sistema mediático global del imperialismo, muchos de los cuales escriben desde sofisticados estudios ubicados en Colombia, financiados generosamente por las varias agencias que para este fin tiene el gobierno de los EEUU. Referirse a todas estas falacias y confusiones sería obra de romanos que, desde luego, excede cualquier artículo de opinión; pero lo más difícil es constatar que numerosos opinadores que se autoproclaman de izquierdas las han tragado sin masticar y las reproducen irresponsablemente.
Una de esas falacias es la que tiene que ver con la caracterización del tipo de Estado imperante en el territorio colombiano que da el título al presente escrito y, circula como moneda falsa en trinos generalizados, llenos de una sagrada indignación ante el genocidio contrainsurgente que está en curso de líderes sociales y guerrilleros reinsertados, montado sobre la terrorífica pero eficaz experiencia del “baile rojo” con que se exterminó masivamente a la Unión Patriótica y otras organizaciones opositoras al régimen durante las últimas décadas del siglo XX, y de los “falsos positivos” de Santos-Uribe de las primeras del presente. El agua pasada la está reciclando el bloque de poder liderado por Uribe-Duque, depurándola de errores.
Aceptar la incorrecta caracterización conceptual hecha sobre el Estado colombiano como un Estado narco dirigido por criminales y mafiosos, puede ser de momento emotiva e impactante. Pero, vistas las cosas con cierta distancia, es una confusión que:
Primero le hace el juego a estrategia imperial de dominación de nuestros países sometidos como es la “War on Drugs” con toda su panoplia armamentística y militarista de dominación y sometimiento, centrando el asunto en el combate a un “enemigo etéreo, incorpóreo y volátil” que ellos denominan “el Narco”, cuando los narcotraficantes solos, o en mafias, junto con los grandes lavadores de dólares, y contrabandistas fronterizos de divisas, son corpóreos y bien conocidos, y constituyen solo una rueda dentada del engranaje de las 10 ruedas dentadas y articuladas (cuyo eje es la gigantesca embajada de los EEUU con más de 4.000 oficiales) descrito magistralmente hace 10 años por la científica social Vilma Liliana Franco en la página 223 de su inagotable libro Orden Contrainsurgente y Dominación, caracterizado por ella con todas las letras como Bloque de Poder Contrainsurgente
Segundo. Bloque de poder dominante que a su vez tiene otra rueda dentada para disciplinar y aterrorizar (legal e ilegalmente) a la población civil desafecta o insurgente, tremendamente eficaz, muy conocida por los colombianos y el mundo como Paramilitarismo, y que para efectos (también de su volatilización) se confunde adrede con el antiguo concepto de contrainsurgencia, subsidiario de la doctrina imperialista y colonial de la Seguridad Nacional y del enemigo interno subversivo o insurgente.
Tercero. Bloque de clases en el poder, que como lo enseña la ciencia social y política moderna tiene una poderosa envoltura o supraestructura de varios componentes; el cual desde su aparecimiento histórico y estructuración en Colombia a partir del pacto de clases (terratenientes, financieros, empresarios, obispado y cooptados) el que fuera organizado por sus dos más eximios representantes del anticomunismo como Laureano Gómez y Lleras Camargo en 1957, impusieron dicha superestructura sobre TODA la sociedad colombiana como una granítica creencia socia basada en el odio, y que al decir de Marx y de Gramsci tiene actualmente una verdadera fuerza material.
Así pues, que tenemos varios conceptos socio políticos por diferenciar para aclararnos el genocidio de guerrilleros vestidos de civil que está en marcha en Colombia. Una cosa es el concepto de contrainsurgencia. Otra la doctrina de la Seguridad Nacional y el enemigo interno a exterminar. Cosa más distinta es el de Paramilitarismo ejecutor. Diferente del bloque de clase que domina actualmente esa relación y condensación de la lucha de clases general llamado Estado colombiano constituido como un Bloque de Poder Contrainsurgente, el cual se arropa con una cobertura material blindada, o supraestructura Jurídica, Política, Cultural y Moral contrainsurgente, cuya base es el anticomunismo religioso colombiano, aparecido muchos años antes de que hubiera aparecido o llegado la influencia de la revolución bolchevique a Colombia.
Anticomunismo cerrero basado en el odio, que ha revivido el monstruo del Basilisco diseñado por el falangista Laureano Gómez en 1949, actualmente rediseñándolo como un monstruo de dos cabezas, a destruir: Una el castro- chavismo (¿Les suena destruir Cuba y Venezuela?) Otra, la táctica marxista de utilizar políticamente todas las formas de movilización de masas, convertida en la figura biológica reaccionaria del brazo civil del comunismo que a su vez tiene un brazo armado o de “guerrilleros vestidos de civil”, cuya relación es indispensable destruir a toda costa. Justificación con la cual se convirtió a la población civil en el objetivo militar a derrotar y se exterminaron organizaciones como la Unión Patriótica, A Luchar, Frente Popular, etc, entre las más destacadas, y ahora, se está ejecutando con el genocidio gota a gota de los más de 700 líderes sociales y exguerrilleros reinsertados de las antiguas Farc-EP. (https://mundo.sputniknews.com/america-latina/201905101087189127-denuncian-asesinato-de-lideres-sociales-en-colombia/)
Con lo anterior, podemos llegar a las declaraciones dadas por el comandante y miembro del alto secretariado de esa organización guerrillera Joaquín Gómez, en una entrevista ofrecidas en rueda de prensa en abril 2019 en el Espacio Territorial de Pondores en la Guajira (ver video 1) donde como lo destaca la periodista Violeta Guetnamova en un reciente artículo publicado en Rebelión.org (2) el ex comandante guerrillero atribuye, de amanera autocritica, dicho genocidio social en curso que amenaza a todos los integrantes de esa organización guerrillera en reinserción, a dos errores cometidos en el Proceso de paz de la Habana (2016):
Uno: Haber negociado el proceso de paz con un gobierno y un Estado que no tienen ninguna soberanía.
Dos: No haber impuesto el tema del cambio de la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN) como uno de los puntos básicos en los diálogos de la Habana.
Si a lo anterior, se le suma que dicho proceso como lo anotó en su momento el profesor economista Luis Jorge Garay (abril 2016) terminó siendo un pacto de cúpulas que no conllevó ninguna trasformación estructural (ver entrevista https://lasillavacia.com/historia/los-acuerdos-de-la-habana-b-sicamente-son-un-acuerdo-de-lites-luis-jorge-garay-55462)
Así como las observaciones que también hice dos años después (octubre 2018) sobre las no trasformaciones, la claudicación a realizar y profundizar un proceso CONSTITUYENTE, y las trizas en que ha sido convertido dicho acuerdo de paz según los intereses generales del Bloque de Poder Contrainsurgente dominante, sin que se pueda hacer nada para impedirlo (ver https://www.rebelion.org/noticia.php?id=247508)
Podemos explicarnos no solo el genocidio social en curso en Colombia, sino también el fortalecimiento de la contrainsurgencia en general y la cada vez mayor dependencia y sometimiento lacayo del gobierno y el Estado colombiano a los dictados y presiones de la embajada de los EEUU, por ejemplo, sobre la justicia para la paz, la extradición de Santrich, el retiro de las visas a los magistrados; así como a los dictados geoestratégicos del presidente Trump para agredir e invadir militarmente a la hermana república Bolivariana de Venezuela.
Notas (1) Video https://www.youtube.com/watch?v=X747OX8fN4I&feature=youtu.be
6-El fascismo con rostro humano del gobierno Duque (Publicado 11/ 09/ 2018)
Dos fueron las orientaciones que el gobierno Imperial de Trump dio al elegido presidente de Colombia Iván Duque y su gobierno corporativo o de los Gremios: 1- Estrechar el cerco (político, económico y militar) contra el actual gobierno de Venezuela. 2- Endurecer la guerra contra las drogas. No veo necesidad de citarlas, puesto que estas fueron ampliamente publicitadas por innumerables medios oficiales y extraoficiales.
Sin embargo, la lucha de clases que actualmente se libra no solo al interior del Estado y sus “instituciones” (aparatos de Hegemonía) como en la llamada Sociedad Civil que se supone está por fuera del Estado; cada día que pasa le añade una vuelta más al nudo de contradicciones existentes en la sociedad colombiana, haciendo confluir más las tendencias a la juntura de la crisis económica con la crisis política y hacia una verdadera crisis de hegemonía.
Las crisis no se resuelven solas. Dependen de la lucha de clases y de la correlación de fuerzas alcanzada en la determinada coyuntura, y para actuar en ellas se exige la aplicación rigurosa del “análisis concreto de la situación concreta” tan recomendado por Lenin. Crisis, frente a la cual, el Bloque de Poder Contrainsurgente Dominante (BPCi) parece haber desplegado tres dispositivos básicos:
A) Un mecanismo de reformas económicas anunciadas por Carrasquilla, el delincuente de cuello blanco impuesto a Duque por el FMI como actual ministro de economía. B) La continuidad del genocidio “preventivo” y de disciplinamiento social puesto en marcha (por el núcleo duro de la contrainsurgencia durante el gobierno anterior de Santos) contra líderes sociales y populares, defensores de DDHH y exguerrilleros, que ya lleva más de 400 ejecutados en total Impunidad. C) El reforzamiento del núcleo duro dentro de la actual Fiscalía para oponerse radicalmente a la Justicia Especial para la Paz (JEP) considerada como un sistema “alternativo” e inconstitucional de Justicia incompatible con la Fiscalía actual en manos de Martínez Neira, el abogado del cacao Sarmiento Angulo y ficha fundamental del núcleo duro de la mafia Vargasllerista.
El núcleo duro del Uribismo, aquel que por boca del héroe de invercolsa Londoyos, proclamaba originalmente “hacer trizas ese maldito acuerdo de la Habana”, discrepa de un núcleo blando o de “rostro humano” que al analizar la situación objetiva del lamentable estado en que el gobierno de Santos dejó la implementación del tal Acuerdo de paz y la ruina financiera en que Pardo Rueda dejó el pomposo ministerio del post- conflicto, y, dada la profunda crisis política que amenaza con desintegrar al partido de la rosa-farc en un grupo blando y otro duro; plantea que en lugar de hacer trizas el Acuerdo, es mejor concentrarse en la reintegración de las bases guerrilleras separando, eso sí, a los guerrilleros que están en las zonas de ubicación de aquellos que han escogido la reintegración “individual”, y de los “peces gordos” o comandantes, de quienes se encargará la Fiscalía.
Duque y su rostro humano (diferente del duro rostro porcino de las caricaturas) ha hecho caso omiso al mensaje dado electoralmente en la pasada consulta anticorrupción. A la caída de su popularidad en un 41%. A que 95 senadores Liberales y Vargaslleristas insistiendo en su inveterada practica corrupta de la mermelada Santista se han declarado “independientes” de su gobierno. Inmutable, continua al pie de la letra la línea dura trazada en la Hacienda innombrable:
1-Cumpliendo con las alianzas que lo llevaron a la presidencia; nombró como embajador de Colombia ante la OEA, al fanático y corrupto exprocurador Ordoñez, verdadero oprobio a la moralidad moderna y a cualquier ética, para que apoye las medidas duras de Almagro contra Venezuela.
2- Nombró a otro desacreditado personaje de la línea dura contrainsurgente como el “colino” Facho Santos, en la embajada de Colombia en Washington, considerando la vieja práctica oligárquica y cipaya de los años 30 del siglo pasado de que “el embajador en los EEUU venía directamente a la presidencia de Colombia”. Lo que hoy pueden negar Gabrielito Silva, y Pinzón Bueno.
3-Ha respaldado “incondicionalmente” al ministro de economía Carrasquilla, (línea dura del FMI) frente a las acusaciones objetivas de corrupción, presentadas sobre sus papeles en Panamá.
4-Y en consonancia con la Hacienda innombrable, escogió con extrema precisión para el cargo de comisionado de paz y para el “asunto de la paz con el ELN”, al abogado canónigo Miguel Ceballos, hermano de la desaparecida parlamentaria Sandra Ceballos, socio de la truculenta firma encuestadora “Datexco” (que impuso en la opinión pública a Duque) y cuyo pensamiento de la línea dura Uribista los lectores pueden conocer leyendo sus columnas de opinión publicada por la inefable revista Semana. (https://www.semana.com/autor/miguel–ceballos/478 )
Resultado: La crisis profunda por la que atraviesa el proceso se solución política entre el Estado colombiano y la guerrilla del ELN.
5- Mientras tanto, Holmes Trujillo, el canciller de Colombia, línea dura del Uribismo, ayer mismo y sin ninguna consideración de lo que esto significa, llamaba a “conformar gran coalición internacional que actúe en forma coordinada y eficaz, en la crisis de Venezuela” Ver https://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/canciller-colombiano-confirma-postura-de-gobierno-duque-frente-venezuela-articulo-805407
Así las cosas; la pregunta clave en todo esto es, si todas estas crisis: La crisis de la Argentina. La crisis en Brasil. La crisis en Perú. La crisis de Colombia. Los vaivenes en la Casa Blanca de Washington, etc, se resuelven o por lo menos se distraerán con una guerra doméstica en Latinoamérica, promovida por una “coalición internacional” como la impulsada por Holmes Trujillo contra Venezuela, guerra que como en el caso de las Malvinas, terminó tumbando la dictadura fascista dura y abriendo caminos a la democracia blanda.
Empresa jesuita, Bicentenario y fascismo colombiano (Publicado 05/ 10/ 2010)
El fascismo es un régimen burgués de excepción en la época del imperialismo, surgido como respuesta a una profunda crisis capitalista. Es la dictadura sanguinaria y terrorista de los monopolios capitalistas (especialmente financieros) apoderados de todo un estado puesto a su servicio, con el fin de dominar y someter absolutamente a los trabajadores y exterminar sus organizaciones usando brutales fuerzas paramilitares (camisas pardas o negras).
Es un fenómeno complejo tanto económico como superestructural de larga y tórpida evolución eminentemente urbano, apoyado masivamente por las clases medias arribistas víctimas de la crisis, y que busca la subordinación del campo a la ciudad basándose en los gamonales latifundistas (los agrarios de Gramsci) o en el caso alemán, en las retrógradas tradiciones militaristas de los Junkers prusianos. El fascismo no es un fenómeno rural, ni menos feudal, sino su negación dialéctica.
Esta última formulación es fundamental para entender el fascismo colombiano que adquiere su expresión moderna y plena en el gobierno de Uribe Vélez y su continuación con Juan Manuel Santos; como un estado militarista, terrorista y narcoparamilitar apoyado (en todos los sentidos) por el gobierno de los EE. UU., y que se basa, imbrica o se enraíza en la tradición histórica de la oligarquía colombiana del poder hacendatario del régimen capitalista dependiente, impuesto por Francisco de Paula Santander en su forma republicana mediante una mezcla de guerras civiles y leguleyismo, después de la guerra anticolonial y de liberación de España o primera Independencia.
Cuando en 1767 el rey Carlos III de España expulsa a los “padres teatinos” o jesuitas de sus dominios coloniales por considerar que dependen directamente del poder vaticano y no de su trono; en Colombia se comprueba que la “empresa jesuita”, como la llama el historiador Germán Colmenares, es después de la del Paraguay la segunda empresa más grande en el mundo colonial español, que abarca prácticamente toda una provincia geográfica hoy conocida como la Orinoquia colombiana.
Una poderosa maraña o sistema económico e ideológico basado en grandes haciendas esclavistas (con 1.012 esclavos) destinadas a la exportación, con un núcleo productivo ubicado en la gran hacienda de Caribare en el Casanare y una amplia red subsidiaria de misiones o reducciones de fuerza de trabajo indígena, centros de enseñanza, seminarios, rutas de exportación por el río Orinoco, abastecimiento de carne a las ciudades del altiplano andino y de importación de esclavos en Cartagena, con un centro intelectual en el Colegio Mayor de San Bartolomé de Bogotá.
Con esto, se puede entender por qué F.P. Santander, el mejor alumno del colegio jesuita de San Bartolomé, se refugia en los llanos del Casanare entre 1816 y 1819. Su pelea irreconciliable con Páez, quien quería anexar la provincia jesuita a Venezuela, y por qué algunos conjurados de la noche septembrina que lograron escapar también buscaron refugio allí. Pero sobre todo se le puede dar sentido al lamento terminante del general en su laberinto, durante el dolorido viaje por el río Magdalena, cuando apedreado por la pandilla de condiscípulos del “truchimán Santander” dice, con la realidad de la agonía, que todo el desastre que lo está llevando a la muerte se debe a que no le quiso entregar la Gran Colombia al colegio de San Bartolomé.
Y aquí está la raíz histórica del actual fascismo colombiano: La profunda simbiosis regresiva entre Iglesia católica y el poder oligárquico de Colombia, mediatizado durante un bicentenario por el capital imperialista. Alianza simbiótica sostenida ideológicamente viva hasta hoy por intelectuales citadinos como Silvio Villegas, Alzate Avendaño, Laureano Gómez y sus descendiente, junto con prelados como el jesuita Félix Restrepo y la amplia gama de colaboradores de su Revista Javeriana sobre “corporativismo”, o el inefable obispo en proceso de santificación por el estado vaticano Miguel Ángel Builes, quien duró vivo hasta 1971 ejerciendo directamente su beatífica y férrea influencia ideológica con sus proclamas pastorales desde su diócesis y desde el seminario de Yarumal en Antioquia.
Simbiosis ampliamente documentada y explicada por historiadores y científicos sociales, que Simón Bolívar veía proféticamente antes de morir:
“Tomó el aire que le faltaba y prosiguió –claro que todos son unos santos varones al lado del truchimán Santander. Sus amigos se roban el dinero de los empréstitos ingleses comprando papeles del Estado por la décima parte de su valor real y el propio Estado se los acepta después al cien por ciento… Aborrezco a las deudas más que a los españoles, dijo. Por eso le advertí a Santander que lo bueno que hiciéramos por la nación no serviría de nada si aceptábamos la deuda, porque seguiríamos pagando réditos por los siglos. Ahora lo vemos claro: la deuda terminará derrotándonos” (García Márquez. El general en su laberinto. Editorial Suramericana. 1989 página 224).
La Justicia fascista en Colombia (Publicado 08/07 2009)
Es difícil dejar pasar inadvertido lo que puede ser el retrato más realista del régimen colombiano, valga decir, la representación más clara de ese nudo contradictorio de clases dominantes que finalmente se ha apoderado del Poder e impone su Hegemonía al Pueblo Trabajador con el nombre de Seguridad Democrática.
imagen. Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe y Freddy Padilla. / Autor: El Espectador.com
Miremos la foto como enseñaron los maestros de la pintura renacentista, en triangulo: Un equilátero conformado en primera línea por el presidente de Colombia Uribe Vélez- y- su- micrófono: El rústico energúmeno gritón más genuino del Latifundismo emergente, desarrollado desde hace 40 años a sangre y fuego en los fértiles valles de la llanura costeña y las llanuras orientales, en simbiosis con la inversión del Capital Financiero y Trasnacional de los diversos megaproyectos mineros y agroindustriales como la palma aceitera, la caña de azúcar, el banano, etc., destinados a la exportación hacia las metrópolis Noratlánticas. ¡Inversión y exportación! Parece estar gritando.
Un poco detrás del hombro derecho del caudillo (con esa mirada oblicua tan característica de los perros cuando echan para atrás las orejas, contraen los músculos de la quijada y de la frente y se preparan a morder), está su ministro de defensa Juan Manuel Santos. El más esclarecido y destacado representante de lo que Jorge Eliécer Gaitán llamara «la rancia oligarquía bogotana», conformada desde la época de la Colonia española por unas cuantas familias privilegiadas ubicadas en la cúspide de la pirámide etno-social y quienes después de la gesta bolivariana (malograda y entregada por FP Santander al colonialismo anglosajón con la justificación del libre-cambio), consolidaron una estrecha y carnal alianza económica, política y militar primero con Inglaterra y después con EEUU, además de un efectivo y perdurable aparato violento de Estado para la dominación y explotación social en Colombia y la transferencia familiar del Poder a sus hijos «delfines», que la ciencia social ha denominado «santanderismo liberal-conservador». Juan Manuel debe estar recordando los versitos de su antecesor Rafael Pombo: – «Voy a volverme pateta y el que a impedirlo se meta, en el acto morirá»
En un tercer plano como sombras, se ven las figuras de dos altos militares vestidos con uniformes camuflados, arneses de guerra y gorras caladas hasta las orejas. Detrás del presidente, con gesto sombrío, mirada oscurecida por la distancia y sin medallas o condecoraciones, está El general Fredy Padilla de León comandante general de las Fuerzas Armadas; originario de las llanuras costeñas y aventajado alumno de la Escuela de las Américas del US Army. A su lado con cara chupada de preocupación, también en traje de guerra sin cruces, está el general Mario Montoya, compañero de curso en la Escuela yanqui, a quien el presidente Uribe debió «refugiar como embajador» en la República Dominicana, poco después de las denuncias de los capos narco-paramilitares de esa región hicieron sobre su participación directa con el bloque paramilitar Nutibara en la recuperación militar de las comunas de Medellín en el 2002 y, las revelaciones sobre el Terrorismo de Estado que mostraron las ejecuciones a sangre fría de jóvenes desempleados presentados ante los micrófonos de la propaganda como guerrilleros dados de baja en combate. Un verdadero triangulo de cuatro.
Por fortuna son muy pocos quienes no aceptan que el Fascismo fue un fenómeno de la estructura económica (la dictadura más terrorista y sangrienta del capital Imperialista, para destruir y exterminar físicamente los derechos y las organizaciones de los trabajadores, no solo comunistas, sino socialdemócratas, judías, liberales y católicas) que también tuvo grandes repercusiones en toda la Supraestructura jurídico-política de la sociedades donde se instauró y cuyo desarrollo constituiría materia de varios libros.
Sin embargo, trataré de resumir los elementos más importantes que hacen relación a la Justicia fascista en Colombia, como un tema de actualidad surgido a raíz de la orden de captura contra el pateta Juan Manuel Santos, proferida oficialmente por un juez ecuatoriano:
Primero debe tenerse muy en cuenta que el fascismo se instaló paso a paso, allí donde existía UNA SITUACIÓN PREVIA de reflujo y DERROTA de los movimientos obreros y populares. Segundo una profunda crisis económica que recortó radicalmente las ganancias de los grandes capitalistas, y empobreció y desesperó amplios sectores de la pequeña burguesía (las llamadas capas medias) que corrieron a brindar su masivo apoyo electoral a quien les ofreció una redención inmediata y providencial, y venía triunfante del combate armado callejero contra los pocos y aislados comunistas que les hicieron frente: Los cuerpos de asalto paramilitares ejecutores de la voluntad totalitaria y arbitraria de su führer o caudillo.
Tercero, una vez impuesto violentamente desde afuera y siempre por la vía electoral; comenzó a través de la propaganda mediática, el copamiento ideológico y político de la sociedad con las teorías irracionales y racistas del siglo anterior que enarbolaba el partido nazi: (los bolcheviques rusos son de una raza subordinada del oriente, y los prestamistas y banqueros judíos tan repudiados por su actividad usurera son de una raza asiática inferior). Lenin ruso, Trotsky judío, sirvieron de base a la satanización que hicieron los nazis «de la conspiración judío-bolchevique contra Europa occidental y cristiana»
Cuarto, la conformación de un Nuevo Orden Jurídico o JUSTICIA POLITICA convertida inicialmente en un arma de combate contra el enemigo judío-bolchevique y luego contra cualquier opositor (o mensaje del poema de Bertold Brecht o plegaria del obispo Niemöller), y que tuvo varias características, aún observables en la actual Colombia:
a) Su ARBITRARIEDAD es decir dictada por el capricho del caudillo y en contra evidencia, o para buscar IMPUNIDAD, como por ejemplo el secuestro de Granda en Caracas y luego su liberación caprichosa por «razones de Estado». La orden «política» de bombardeo al Ecuador y que hoy tiene en aprietos a su ministro de defensa Santos calificada como Asunto de Estado, o el nombramiento antojadizo de Karina como gestora de Paz, o la afanada extradición a USA de los capos Paramilitares para callarlos en Colombia (¡Jijueputas nos traicionaron! grito impotente Jorgito 40), o el caso reciente de las sonadas absoluciones de la Procuraduría, o el irracional archivo en la Fiscalía de miles de investigaciones una de ellas la de los Araujo Noguera. b) La ESPECTACULARIDAD mediática o justicia espectáculo y de micrófono. c) Presentada como MENTIRA: Granda fue capturado en Cúcuta. Al presidente del Ecuador se le informó después del bombardeo ect. d) Mentira NO PENALIZADA que no tiene responsabilidades ni consecuencias. e) La COSIFICACIÓN DEL ENEMIGO o su satanización, que justifica cualquier medio de exterminio. Matar «Terroristas». f) La COOPTACIÓN y burocratización de las principales instancias Judiciales con personas escogidas en el bolsillo de las «amistades» del caudillo, como el caso de su viceministro de justicia Iguarán colocado como Fiscal General, o Nilson Pinilla en la Corte Constitucional o a Ordóñez en la Procuraduría, o el fiscal de Antioquia Valencia Cossio hermano del Ministro de Justicia e interior, y muchos otros casos de importantes nombramientos o designaciones en el aparato judicial del Estado, con el único fin de combatir y exterminar a sus opositores.
Y si se vuelve a mirar la foto, se puede finalmente entender que mientras el caudillo grita su voluntad y Santos mira oblicuo tensando los músculos; los altos militares le hacen la sombra protectora prestos a ejecutar las órdenes. Esa es la luz de la fotografía que aclara aún más el fascismo colombiano.
La «inteligencia» militar de Colombia (Publicado 15/ 05/ 2004)
Leyendo la entrevista que el poderoso comandante de todas las Fuerzas Armadas de Colombia, general Carlos A Ospina, hace en la revista Semana (7 de febrero de 2004) adscrita al grupo editorial de El Tiempo, (propiedad del vicepresidente de la Republica), lo primero que viene al recuerdo es el famoso aforismo de la política francesa de que «la guerra es un asunto tan serio que no se le puede dejar a los generales».
Así como los políticos del clase dominante citan a Churchill, para justificar sus lugares comunes de su política parroquial, por ejemplo, la todavía fresca sentencia del exministro de finanzas y ex candidato presidencial Juan Manuel Santos (primo del actual vicepresidente) de que “sangre sudor y lágrimas nos costaría el ajuste fiscal ordenado por el Fondo Monetario Internacional” ; tampoco hay militar que se respete que en Colombia no cite al calumniado von Clausewitz, para justificar su enrevesado accionar.
Sin embargo, como respondió el creador del lógica dialéctica F. Hegel ; «una cosa es conocer y entender el proceso fisiológico de la digestión humana y otra muy distinta disfrutar de las ventajas de tener una buena digestión» : Clausewitz, el prestigioso general Prusiano que sistematizó a mediados del siglo XIX, “fundamental y esencialmente” el desarrollo y movimiento de la relación dialéctica, es decir de unidad real inseparable y de mutua lucha que se da entre la política y la guerra moderna de Estados que cuentan con ejércitos regulares, no puede ser entendido por una mentalidad escolástica y metafísica que caracteriza a nuestros dominadores, así lo reciten de memoria.
Por esta razón cuando el entrevistador le pregunta: (Sic) ¿Cuáles son logros principales frente a la guerrilla ?, el General Carlos A Ospina tiene como único horizonte el siguiente: «Estamos en la última etapa de esta guerra, pero puede demorarse algunos años y ser sangrienta».
Pavorosa afirmación que coincide con el desenvolvimiento histórico de la contradicción (política y militar) antes aludida en el seno del ejército de Colombia y que nos lleva necesariamente a que repasemos someramente un poco de la Historia colombiana:
Una vez concluida la hecatombe de la guerra civil de los mil días, el gran comerciante y exportador boyacense de caucho, Rafael Reyes quien sube en 1904 a la presidencia en nombre del Frente Nacional de la época; una vez convertido en dictador civil, facilita con leyes y créditos regalados, el proceso que se viene incubando principalmente en Antioquia, de conversión de los comerciantes de oro y hacendados exportadores de café en industriales. A la par que trae una misión del ejército alemán para que reorganice las fuerzas armadas colombianas como garante a cualquier costo, del orden público y une su suerte y la del país a las inversiones norteamericanas que empezaron a diversificarse desde los bancos hacia la producción en los enclaves de banano y petróleo.
Los resultados no demoran: el ejercito recién organizado inaugura sus armas en la manifestación de sastres y costureras, que en 1919 protestaban pacíficamente en el centro de Bogotá, por la importación de 8.000 uniformes, dejando 10 muertos y 15 heridos. Un poco más tarde en 1928, en las plantaciones bananeras de la United Fruit de Santa Marta mueren acribillados por las tropas obsesionadas en guardar el orden público, comandadas por el famoso General Cortez Vargas, más de 800 obreros, (García Márquez en su novela dice que fueron más de tres mil los muertos), mientras que en el campamento de la Tropical Oil en Barranca, ese mismo año, una huelga de obreros petroleros y braceros del río Magdalena, fue disuelta a tiros por el ejército, con un saldo de 15 trabajadores masacrados.
La obsesión por salvaguardar la última ratio del orden público y a cualquier costo, convierte al ejército colombiano en esa arrasadora fuerza armada politizada a la que se refería Jorge Eliécer Gaitán, quien inicia su ascendente carrera política, denunciando estas masacres del militarismo, junto la corrupción ocasionadas por los que llamó con gran sentido popular, la oligarquía bipartidista liberal conservadora.
Unos años más tarde, el 9 de abril de 1948, la garganta de Gaitán es callada para siempre al caer asesinado inaugurándose en Colombia la terrorífica experiencia de crímenes de Estado impunes, que inician el luctuoso periodo aun no superado, ni olvidado, denominado la «violencia bipartidista liberal conservadora», durante la cual, dos dictadores civiles Ospina Pérez y Laureano Gómez y un dictador militar Rojas Pinilla, incitan desde la casa presidencial al ejército y la policía, adscritos a los partidos liberal y conservador a degollar, literalmente, más de 300 mil colombianos, principalmente campesinos y pobladores, como en las guerras del siglo anterior, motivados por el odio político sectario.
En 1957, y ante la inminencia de un derrumbe social, los dos partidos otra vez, pactan en Sitges España la realización de un plebiscito para reorganizar el Estado, repartiendo por mitad de los dineros y los puestos públicos. La coalición de terratenientes agro-exportadores y ganaderos, de industriales y financistas, que emerge triunfante tomando el pomposo y poco original nombre de Frente Nacional, encuentra un país tomado por el liberalismo económico y por un latifundismo desbordado sobre las tierras de los expulsados a las ciudades, quienes han llegado huyendo de las balas oficiales a los suburbios, a abaratar la mano de obra y los salarios, y a permitir que se inicie el jugoso negocio de la construcción de vivienda urbana, favoreciendo aún más la acumulación de capitales y el surgimiento de gigantescas ciudades colombianas actuales.
De nuevo la fórmula de resolver los conflictos de manera horizontal, probada durante siglos por el bloque de clases dominante descrita por Guillén Martínez en su libro el poder político en Colombia (1974), de coalición, violencia y nueva coalición, se pone en práctica entre los dirigentes de los partidos liberal y conservador con éxito relativo, pues los campesinos y pobladores seguidores de Gaitán, y los comunistas, empezaron a resistir de manera cada vez más organizada y efectiva por todo el país, las razzias de los cuerpos armados oficiales apoyados por bandas paramilitares llamadas en el habla popular «chulavitas y pájaros» porque mataban a sus víctimas así : Volando.
Y una vez más, la suerte del Estado entrará depender, no del consenso mayoritario de esa ciudadanía inexistente, sino de la maquina militar, que empieza a demandar más y más autonomía para su labor. Es entonces, cuando el presidente Lleras Camargo, en el famoso discurso del teatro patria de Usaquén en 1958, sienta las bases del gran pacto entre el poder civil y el poder militar: Las fuerzas armadas se subordinarán al gobierno y no participaran formalmente en política, pero seguirán manejando de manera autónoma y con suficientes protecciones, llamadas fueros, el asunto del orden público.
Con este marco jurídico-político, en 1964, en contexto de la guerra fría, los militares colombianos que, como una excepción de toda Latinoamérica, habían participado en la guerra de Corea, al lado del ejército norteamericano, que como lo demostró el sociólogo francés Pierre Gilhodes, en su libro «Pasado y futuro de la violencia en Colombia. Cerec 1990», convirtieron el ejército en un «partido anticomunista armado», asesorados por la embajada de ese país para ejecutar el famoso plan LASSO, tendiente a acabar con un pequeño núcleo de campesinos orientados por el partido comunista, que resistían la violencia oficial en la región cafetera de Sur del Tolima, llamada despectivamente por el hijo del dictador franquista Laureano Gómez, las «republiquetas Independientes de Marquetalia y Rio chiquito».
Cerca de 15 mil soldados, inauguran en Latinoamérica las operaciones helicoportadas, y los bombardeos aéreos con napalm aprendidos en Corea, contra 50 familias campesinas que habitaban esa zona y habían logrado resistir tenazmente el exterminio. Sus reclamos sociales que se hubieran podido resolver con 50 mil pesos de la época, tal y como el mismo jefe guerrillero Marulanda lo reconoció en el Caguán, al ser catalogados de subversión comunista y pretender resolverlos con bombas y metralla, se transformaron en la pesadilla que hoy 40 años después, estamos padeciendo, y que el comandante del ejército colombiano nos dice sin empacho que será todavía más larga y sangrienta.
Operación militar, que como lo demuestra en su libro editado por el Icfes en el año 2000, «De la guardia de Fronteras a la Contrainsurgencia», el investigador Rigoberto Rueda Santos; lleva definitivamente al ejército colombiano a constituirse en una institución contrainsurgente de la guerra fría en Latinoamérica, enmarcada en la teoría del enemigo interno, que considera cualquier protesta social como un hecho más de la guerra entre el comunismo y la democracia liberal.
Así, en 1965, según el parte militar, para preservar el orden público, disparan contra a marcha de obreros, en Santa Bárbara Antioquia, dejando 20 muertos. Y como la situación de inestabilidad Política y Social se complica, con el aparecimiento ese año, de otras dos organizaciones guerrilleras de resistencia a los desmanes represivos de los militares: el Ejército de Liberación Nacional, en el Carare, en cuya fundación participa el sacerdote católico Camilo Torres, y el Ejército Popular de Liberación, en alto Sinú; nuevos desarrollos contrainsurgentes, en inteligencia y financiación, empiezan a darse.
Para comienzos de la década de los 70, un creciente y masivo movimiento campesino e indígena, que reclama el fin del acaparamiento violento de las tierras, por los latifundistas, hacendados, y ganaderos, en lugar de ser escuchado y tramitadas sus demandas legales, es reprimido y disuelto por las armas oficiales. En ese mismo año, la coalición de clases en el poder es sorprendida con un resultado electoral adverso en las elecciones presidenciales, la que, para continuar con la corrupción y el usufructo patrimonial del Estado, no duda en recurrir al fraude electoral e imponer por la fuerza, al presidente Pastrana Borrero.
Esto origina el surgimiento de otro grupo guerrillero, el M19, que toma el nombre de la fecha en la que se realizó el fraude y reivindica el triunfo electoral. Los colombianos una vez, más siguiendo la tradición histórica continuarán tratando de resolver sus contradicciones políticas y sociales por medio de las armas, desbarajustando aún más el sistema social imperante.
Simultáneamente según las cifras del Banco de la Republica, durante todo este periodo de sangre y lodo que estamos analizando, se obtiene una de las más fuertes rachas de acumulación de capital, vividas en la historia de la economía Nacional.
Las centrales obreras y los sectores populares protestan por las leyes laborales regresivas, y las organizaciones campesinas e indígenas se movilizan en todo el país, en contra de la «revancha latifundista pactada en Chicoral», que pone en marcha el impuesto presidente Pastrana Borrero, y de esta manera se empieza a gestar desde 1971, el paro cívico nacional que estallará 7 años después durante el gobierno de López Michelsen, disparado por la política de liberalismo económico y financiero aunado a la represión militar, que este impuso.
El paro cívico, que alcanzó a constituir un riesgo para el gobierno dada su extensión y coordinación nacionales, es reprimido con saña por los militares y son más de 2.000 los muertos y desaparecidos, los que deja su represión a bala. La respuesta al resquebrajamiento de las instituciones es la promulgación al año siguiente por el presidente Turbay Ayala, del nefasto estatuto de la seguridad nacional, copiado de las dictaduras fascistas del llamado cono sur de América, que inauguró un nuevo periodo de inestabilidad y brutalidad, en el manejo del orden público en Colombia al legalizar la tortura, la desaparición forzada y los ajusticiamientos de aquellos ciudadanos arbitrariamente inculpados de ser los «enemigos internos, agentes del comunismo internacional».
A comienzos de la década de los 80 como un desarrollo de la guerra contrainsurgente y basados en las experiencias obtenidas durante el anterior periodo de la violencia bipartidista, se pone en marcha la “Estrategia de la defensa del Estado” con métodos irregulares, conocido como el terrorismo de Estado y cuyo principal ejecutor es el narco paramilitarismo impune, el cual tal y como ha sido establecido por múltiples estudios, tanto nacionales como internacionales, el ejército colombiano logró aglutinar sin mucha dificultad como financiadores y auspiciadores a latifundistas, hacendados y ganaderos. Junto con narcotraficantes, industriales, financistas y comerciantes, apoyados en muchos casos como se acaba de comprobar, por gerentes locales de compañías Transnacionales como Coca Cola y la Drummond, opuestos visceralmente a cualquier proceso de paz con los grupos guerrilleros que pedían el fin de la violencia y la corrupción del Estado.
A fines de 1985 viene la recuperación por parte del ejército a sangre y fuego del Palacio de Justicia, en el corazón de Bogotá tomado previamente, por un comando guerrillero del M19 con la pretensión de hacer un iluso juicio político al presidente Belisario Betancur. En este «barbicue», se destruye junto con el edificio prácticamente el Poder Judicial y se desaparecen de la escena, a no se sabe cuántos civiles, además de los 50 jueces y magistrados desarmados, que allí se encontraban.
Y al comenzar los 90, ya habían desaparecido ajusticiados por la inteligencia militar y los organismos secretos del Estado, tal y como lo comprobó posteriormente la comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, más de 4 mil cuadros políticos de la agrupación de Izquierda, llamada Unión Patriótica y cuatro candidatos presidenciales; dos de la Unión Patriótica, Pardo Leal y Jaramillo, el comandante del M19 Pizarro, y el candidato liberal reformista Galán, que habían pasado a engrosar la larga lista, de los magnicidios de Estado que aún permanecen impunes.
Sin embargo, ante este agotamiento Político precipitado por la irrupción violenta de los narcotraficantes opuestos a bombazos a la extradición; el presidente Cesar Gaviria, logra sortear la situación, y conformar un nuevo Frente Nacional favorable al bloque de clases dominante, mediante un nuevo pacto horizontal que se amplía con la inclusión de las guerrillas del M19 y otros movimientos que aceptan desmovilizarse. Se hace la Constitución de 1991, que firman simbólicamente Álvaro Gómez por el partido Conservador, Horacio Serpa por el partido Liberal y Navarro Wolf por los reinsertados. Dejando cuidadosamente por fuera de ella, a los demás movimientos guerrilleros como al ELN, a un sector del EPL y a las FARC, cuyo campamento central fue bombardeado precisamente el día que se iban a elegir los delegados a la Constituyente.
Un nuevo ciclo de Coalición bipartidista «ampliada», basada en la violencia y la corrupción que ya completa 13 años, quedaba inaugurado, dando una vez más la razón a Guillén Martínez. La nueva Constitución, presentada demagógicamente como un supuesto “contrato social para la paz”, implanta definitivamente en nuestro país el neoliberalismo Transnacional, legalizando el carnaval financiero que se llamó Apertura Económica y la captación de capitales, provenientes del narcotráfico que van a reforzar al latifundismo y más de 4 millones de hectáreas de las mejores tierras del país se expropian por medio del terror Paramilitar para pasar a manos de 5 mil narco latifundistas, convirtiendo la tierra en la «alcancía de su capital».
La Policía nacional es transformada definitivamente en un destacamento contra guerrillero del ejército. Los llamados fueros militares se dejan intactos y en consecuencia, se legaliza la impunidad para los agentes del Estado comprometidos con el paramilitarismo, el cual sintiéndose muy seguro, dice cínicamente por todos los medios, estar defendiendo al Estado con una motosierra, sin importarle un bledo las condenas de las Naciones Unidas, la OEA y la comunidad Internacional.
El sistema judicial achicharrado en el Palacio de Justicia, es reemplazado por una gigantesca Fiscalía politiquera y politizada contra los de ruana, hoy mundialmente cuestionada y que le vale a la Nación algo más de un millón de dólares diarios para producir el 90, % de impunidad y cuyo corolario obvio es más corrupción. Y el tan prometido ordenamiento territorial, jamás se realizó. En palabras del exfiscal Liberal Alfonso Gómez Méndez: «no pasó de ser un emocionado discurso veintejuliero puesto en forma de código».
Los narcotraficantes envalentonados, construyeron cárceles de 5 estrellas como la llamada Catedral de Medellín, dizque para que Pablo Escobar y su mafia se sometiera a la justicia, aunque sucedió lo contrario. Continuaron desarrollando desde las celdas sus negocios, financiando políticos corruptos y campañas electorales como la que llevó a la presidencia a Ernesto Samper Pizano, para citar solo una de ellas. Expandieron sin cálculo posible su fatídico comercio corrompiendo todas las esferas de la vida social, aumentando los efectos de la crisis y beneficiándose de ella. Algo así como la bacteria de la gangrena, que pudre los tejidos para poder nutrirse de la necrosis.
El gobierno de los Estados Unidos, aprovecha la falta de legitimidad del «financiado» presidente Samper para manipular la situación, adelantar su llamada guerra contra las drogas que es en realidad una guerra contrainsurgente y controlar aún más el país. El ejército colombiano «repotenciado», es lanzado a escalar el conflicto armado sin ningún resultado favorable y por el contrario, sufriendo múltiples y grandes reveses militares, que tornaron más critica la situación.
Pastrana Arango, el hijo de quien fuera el presidente impuesto fraudulentamente 28 años atrás gana las elecciones de 1998, con la promesa de adelantar un proceso de paz con la insurgencia armada y recuperar la gobernabilidad. Decreta una zona desmilitarizada en el Caguán con el fin de adelantar los diálogos con la guerrilla de las FARC y en los primeros meses de la negociación logra firmar con el jefe guerrillero Marulanda Vélez, los 12 puntos de la llamada Agenda Común para la construcción de una nueva Colombia.
Pero lo que parecía una risa, muy rápido se torna mueca. La embajada norteamericana interesada en adelantar su guerra contra las drogas, aúpa a los sectores de la coalición ampliada dominante, opuestos a cualquier negociación asustados con los compromisos firmados en esa agenda y de los desarrollos temáticos que se realizaban en las audiencias públicas del Caguán, para que el proceso de paz se concluya.
La pausa, que había sido aprovechada por el ejército para rearmarse con helicópteros aviones e inteligencia satelital asistida por mercenarios, es lanzado a aumentar la confrontación por fuera de la zona desmilitarizada, mediante la implementación plena por parte del gobierno de Estados Unidos, del llamado plan Colombia, que es el plan LASSO de hoy. La negociación es desacreditada hasta mas no poderse por los medios de comunicación controlados por el departamento de guerra psicológica del ejército y el Presidente Pastrana, termina el proceso de diálogos y la negociación.
En un ambiente pugnaz de polarización creciente y aglutinando tras de sí a estos sectores de la coalición dominante, opuestos a cualquier entendimiento con la insurgencia y contando con el total respaldo y asesoría del gobierno de George Bush, triunfa, el presidente Álvaro Uribe Vélez, ofreciendo en un breve plazo la derrota total de las guerrillas y el imperio de la seguridad por las armas.
Empieza remplazando el gobierno civil por uno militar en las llamadas zonas especiales de orden público. Extender a todo el país el plan Colombia, aumentar el pie de fuerza a más de 300 mil soldados y 270 mil policías apoyados en una red de dos millones de delatores y chivatos llamados en el argot popular «sapos», que según el economista institucional Luis Jorge Garay hoy consumen el 5,4% del producto interno bruto del país.
Además, por tratar de adelantar un extraño proceso de legalización de los paramilitares incluyéndolos en la nómina oficial como soldados campesinos, indultando sus crímenes de lesa humanidad y lavando sus inmensas narco-fortunas, que hoy tras el repudio mundial parece llegado a su fin.
Así el conflicto llega a la situación de inmovilidad y degradación que estamos presenciando, sin que se avizore la tan prometida victoria militar sobre la Insurgencia, ni tampoco se le busque una solución política.
Situación que ha generado un aislamiento Internacional al gobierno colombiano evidenciado en el reciente viaje diplomático realizado a Europa en febrero 04 por el presidente Uribe Vélez, y un rechazo en el mundo civilizado a la necedad del gobierno y el militarismo en contra de realizar un acuerdo humanitario que libere a los retenidos por causa de la guerra y se propenda por encontrarle una salida política.
A su vez, en el seno de la sociedad se va gestando una cada vez más grande oposición a la incapacidad del gobierno para superar con medidas efectivas y racionales distintas a la guerra, la QUIEBRA económica a la está el país, a causa del tremendo déficit fiscal causado por la inmensa cantidad de dineros que se gastan en la guerra y en el pago al capital financiero Transnacional de los gigantescos interés de la Deuda Externa, que ya llega a los 38 mil millones de dólares y corroe el 52 % del producto interno bruto, y que según todos los indicadores Internacionales, ya se ha tornado impagable.
No es solo que tenemos 13 y media veces más Deuda Externa que Exportaciones efectivas, las que solo alcanzaron la birria de 2,8 mil millones de dólares el 2002 ; sino que además, la fuga de capitales que en los últimos 4 años sobrepasó los 10 mil millones de dólares, ha afectado seriamente la economía que desde hace 4 años no crece y que a pesar de la manipulación estadística y mediática continua mostrando índices de crecimiento negativos, lo cual como es obvio suponer se refleja en el desempleo, el que a pesar del maquillaje oficial continúa estando según las cifras aportadas por las centrales obreras, cerca al 20%.
Es que también según los datos de la CEPAL en agosto de 2003, en Colombia que tiene cerca de 40 millones de habitantes, hay 22 millones de pobres y 10 millones de indigentes o miserables.
Pero no es solo la crisis económica y social , que se pretende solucionar con dos estrategias regresivas diseñadas en Washington como son, primero, un ajuste fiscal, impuesto por el Fondo Monetario Internacional que se intentó legalizar con un plebiscito fiscalista y fascista, que fue derrotado ampliamente el pasado octubre del 2003, por el pueblo Colombiano y ha puesto en barrena al régimen, y segundo, generalizando la guerra contrainsurgente que está en proceso de Transnacionalización y ampliación a toda la Región Andina. Sino que tampoco llega la tan anunciada Seguridad para la población, que sigue siendo víctima de acciones masivas como la recientemente acaecida en Neiva.
Ante el fracaso reconocido por los mismos medios de comunicación del régimen de las llamadas zonas especiales de orden público, la pavorosa salmodia de las cifras de los muertos y heridos, tanto civiles como militares de ambas partes, que está arrojando la confrontación, la renuncia apresurada de la cúpula militar que había prometido la derrota de la insurgencia en 18 meses, envuelta en innumerables escándalos de corrupción y narcotráfico, las incalculables pérdidas materiales que produce cada día el conflicto armado, que según el ministro de finanzas del régimen Alberto Carrasquilla en agosto del 2003, llegó a ser 38 mil millones de dólares, suma igual a la deuda externa, se continúa insistiendo tercamente en buscar una solución militar LEJANA, en lugar de privilegiar la salida política ahora, que el mundo entero está reclamando.
Y a pesar de que el alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, en Colombia, denuncia la alarmante impunidad de funcionarios oficiales comprometidos en crímenes horripilantes, y acoge las cifras dadas por las ong’s en el Informe llamado el » embrujo autoritario » que comprueban durante el año corrido entre julio del 2002 y julio del 2003, la ejecución de 185 sindicalistas, la realización por parte de los paramilitares 661 masacres, ( 2 por día), con un saldo de 2.447 víctimas, la ejecución extrajudicial de 792 opositores políticos, la desaparición de 160 personas, y se ha detenido de manera arbitraria a 2.546 ciudadanos, siendo torturados 144 de ellos.
A las que se deben sumar los 362 homicidios, las 16 matanzas y los 180 secuestros que el tierno comisionado de paz de Uribe Vélez reconoce llevan realizadas, a marzo del 2004, los Paramilitares durante su llamada negociación de paz. Y si a esto agregamos el reconocimiento de la propia ONU de que en Colombia hay más de dos millones de desplazados por el conflicto armado que han ido a degradar aún mas el cinturón de miseria, lo que constituye un verdadero «desastre humanitario»; no se entiende cómo es posible todavía leer en Colombia declaraciones como la del comandante general de las Fuerzas Armadas, invitándonos a continuar una larga y sangrienta corrida de toros.
Es obvio que el generalísimo C.A. Ospina está muy lejos de entender el tamaño real de la crisis política e histórica de Colombia que se ha descrito, y por eso nos quiere convencer en una lamentable entrevista de que se puede solucionar con una guerra prolongada de baja intensidad, bajo el ropaje de ser una guerra contra las drogas y contra el terrorismo, sin contar con los factores sociales que señala Clausewitz, como soporte financiero y poblacional que por más que provenga del Pentágono no puede ser ilimitado.
Guerras que, según la abundante experiencia mundial nunca han solucionado problema social alguno, sino que por el contrario los ha agravado todos, que se presentan de un solo golpe y al mismo tiempo.
Juzguen Ustedes mismos, el terrible desconsuelo que produce una fuerte Inteligencia militar como la del comandante de todas las Fuerzas Armadas de Colombia, cuando textualmente concluye la entrevista así:
– PERIODISTA : ¿Ante la ventaja militar del gobierno frente a las FARC, cree usted que esto va a ser corto ?
– General Ospina. :- «No digo que sea corto, sino que hay un desbalance estratégico a nuestro favor y que los bandidos ya vieron que no van a ganar y están haciendo esfuerzos desesperados para que la gente los siga considerando. Es como en las corridas de toros, cuando le dan la estocada y el toro no se muere, es cuando más peligroso e impredecible se pone».
Bibliografía:
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Berlin 17 Marzo/ 2020