«No se puede juzgar por Ley Antiterrorista a quienes luchan hoy por sus derechos culturales, sociales y políticos». Palabras de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz. Lo entrevistamos en su oficina en Buenos Aires. En medio de un incesante ir y venir de sus colaboradores, charlamos sobre el rol de la prensa y […]
«No se puede juzgar por Ley Antiterrorista a quienes luchan hoy por sus derechos culturales, sociales y políticos». Palabras de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz. Lo entrevistamos en su oficina en Buenos Aires. En medio de un incesante ir y venir de sus colaboradores, charlamos sobre el rol de la prensa y la situación de los pueblos indígenas en Latinoamérica. Conocedor como pocos de la realidad político social latinoamericana, la lucha de nuestro pueblo no había escapado a su preocupación y severo análisis.
Ganó el premio Nobel de la Paz de 1980, en reconocimiento a su lucha en defensa de los Derechos Humanos. Se transformó así en el cuarto argentino en ganar el prestigioso reconocimiento y el segundo en obtener el de la Paz, después de Carlos Saavedra Lamas en 1936. Pérez Esquivel es arquitecto y escultor. Católico militante fundó en 1974 la Fundación Servicio, Paz y Justicia. En la definición de principios esa institución fijó como objetivos de su tarea «trabajar por alcanzar el respeto de los principios básicos de los derechos humanos a través de una política de no violencia».
A partir de 1976 se dedicó a viajar por el mundo y a diseñar programas de ayuda y desarrollo para comunidades indígenas latinoamericanas, movimientos obreros y otros grupos de personas necesitadas. Su enfrentamiento con la dictadura militar 1976-1982 le valió estar prisionero en las cárceles improvisadas en los sótanos de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde fue sometido a las más crueles condiciones de confinamiento. Durante ese período de prisión recibió el Premio Memorial de Paz Juan XXIII otorgado por Pax Christi Internacional, organización mundial de católicos por la no-violencia y los derechos humanos.
Al entregarse el Nobel, Pérez Esquivel ya se encontraba en libertad, aunque era vigilado por el Gobierno y tanto él como su familia y sus colaboradores recibían permanentes amenazas que los conminaban a abandonar su tarea, centralizadas en una modesta oficina de la calle México, en el barrio porteño de San Telmo. Su designación sorprendió al gobierno militar de la Argentina, que lo consideró arbitrario y destinado a reforzar las denuncias de violaciones a los derechos humanos que la comunidad internacional descargaba sobre la Junta Militar.
No fue la primera vez que un Nobel de la Paz resultaba polémico. Tampoco fue la primera vez que se premió al representante una entidad de lucha no violenta: la Cruz Roja Internacional ganó tres veces el Nobel de la Paz y el ACNUR (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) otras tantas. Al conocerse el nombre del Nobel de la Paz, el ministro de Asuntos Exteriores de Noruega, Knut Frydenlund, afirmó que «este reconocimiento a Pérez Esquivel será una inspiración para todos aquellos hombres y mujeres del mundo que se hallan sumergidos en la desesperación».
En la actualidad, Pérez Esquivel permanece trabajando cotidianamente al frente de la Fundación Servicio, Paz y Justicia (SERPAJ). En sus años de incansable labor humanitaria, ha contribuido con numerosas misiones internacionales, como «Barco por la Paz a Nicaragua», «Barco por la Solidaridad a Polonia» y campañas de resolución de conflictos en Sudáfrica, Afganistán, Oriente Medio y Tíbet, entre otros países. Y entre sus innumerables trabajos literarios se destaca «Caminando Junto al Pueblo (1995)», donde cuenta sus experiencias en la lucha por el ideal de la No-Violencia en América Latina.
Esquivel y los mapuche
En conversación con Azkintuwe en Buenos Aires, Pérez Esquivel manifestó un especial interés por la situación del Pueblo Mapuche, tanto en Chile como Argentina. Conocedor como pocos de la realidad político social latinoamericana, la lucha de nuestro pueblo frente a empresas transnacionales y los propios estados chileno y argentino, no había escapado a su preocupación y severo análisis. Y para nuestra sorpresa, tampoco el trabajo informativo de nuestro equipo. «Valoro la salida de este el primer periódico mapuche. Ya lo había recibido hace poco en Neuquén y lo venía leyendo en mi viaje hacia Buenos Aires. Lo encuentro muy completo, de una variedad de información muy importante», nos dice de entrada.
Lo entrevistamos en su oficina en Buenos Aires. En medio de un incesante ir y venir de sus colaboradores, charlamos sobre el rol de la prensa y la situación de los pueblos indígenas en Latinoamérica. Principalmente, hablamos sobre el caso mapuche. «Mi posición personal es de respeto, de las identidades culturales y de los pueblos originarios, de hecho yo tengo sangre guaraní en mis venas. Entiendo también que la recuperación de los valores y memoria de los Pueblos Originarios deben ser respetados por los estados. Existe un desconocimiento de la sabiduría y cultura de los mapuche y que pueden ser aportes muy grandes a la cultura de nuestros pueblos», nos señala.
El año 2004, Pérez Esquivel actuó como intermediario entre la multinacional Benetton y la familia Curiñanco-Rua Nahuelquir por una disputa de tierras en la zona de Chubut. En noviembre de 2004, una importante delegación de mapuches arribó hasta Roma, invitados por Pérez Esquivel a participar de una Cumbre de Premios Nobel. El viaje posibilitaría más tarde una reunión con el propio Luciano Benetton en la ciudad de Treviso, sede del grupo textil. Si bien las gestiones finalmente fracasaron y el conflicto persiste en la Patagonia, la iniciativa fue una clara demostración del compromiso que dice tener con las reivindicaciones territoriales mapuche en Puelmapu.
No escapa de su análisis la situación de los mapuches en Chile, con quienes pudo compartir en plena época de dictadura, según nos relata. Fue el año 1981, cuando visitó Temuco como invitado especial a la conmemoración del Centenario de la Invasión Chilena al territorio mapuche, actividad celebrada en el cerro Konun Wenu. Premio Nobel de la Paz el año 1980, su presencia el año 81 en Temuco -un abierto desafío al régimen militar- sería valorada enormemente por los dirigentes mapuche de aquella época, interesados en dar a conocer a la comunidad internacional la situación de opresión y muerte que afectaba a nuestro pueblo.
De aquella histórica movilización han pasado más de dos décadas. Desde el fin del régimen militar, unos 15 años, aun cuando la situación de los mapuche no pareciera haber mejorado en democracia. «Es que existe una confusión muy grande en torno a la democracia, al entender que este es un mero tramite de depositar votos en una urna», nos dice. «Se piensa que el solo hecho de votar es la democracia -agrega-, cuando en su esencia es la profundización de los derechos y la igualdad. El tipo de democracia con el que contamos es delegativa, los gobernantes hacen lo que les parece y no lo que deben. Es por ello que mi idea es ir hacia una democracia participativa, pluralista y multicultural, donde podamos todos convivir».
Hablamos sobre la persecución judicial de los dirigentes mapuche. De la criminalización de las demandas de tierras. Le contamos sobre Víctor Ancalaf, dirigente mapuche condenado por terrorismo en un caso judicial plagado de irregularidades. Y para alguien que sufrió en carne propia la brutal persecución de los regímenes militares, en su caso el de la dictadura argentina, que los mapuches sean perseguidos hoy en democracia bajo leyes heredadas de aquellos tiempos, resulta cuando menos una ofensa impresentable.
«Me parece una gravísima violación de los derechos humanos y una ofensa y una agresión a los pueblos originarios. En particular al Pueblo Mapuche en Chile. Este hecho daña el derecho internacional basado en el trabajo que las Naciones Unidas llevan adelante a través de múltiples convenciones sobre la materia. Tenemos que reclamar el cambio de estas políticas represivas, no se puede juzgar por Ley Antiterrorista a quienes luchan hoy por sus derechos culturales, sociales y políticos», nos señala.
Para Pérez Esquivel, un paso en este sentido es el apoyo que las organizaciones humanitarias pueden brindar a los pueblos indígenas. En distintos ámbitos. «Nosotros como SERPAJ apoyamos, por ejemplo, un reciente Congreso de Lenguas Indigenas, que se desarrolló en forma paralela al Congreso de la Lengua Castellana que tuvo lugar en Argentina. Nuestro objetivo es que existan escuelas bilingües, entendiendo que el problema lingüístico es un aspecto fundamental en lo que debe ser la resistencia cultural, la capacidad de los pueblos originarios para poder continuar con sus valores y su identidad», nos dice.
Optimista por naturaleza, ve con buenos ojos el fortalecimiento del movimiento indígena a nivel Latinoaméricano. «El crecimiento de los pueblos indígenas, generando políticas propias a partir de su propia realidad cultural, identidad y valores es un fenómeno importante en el continente. El caso de Bolivia es impresionante. En Ecuador los pueblos indígenas han recuperado fuerza y luchan hoy de manera decidida por sus derechos. Y no para separarse de la sociedad, sino para convivir con los no indígenas, pero sin abandonar su propias ideas y formas de ver el mundo», señala.
La charla se termina. Otras delegaciones y periodistas lo buscan para conversar con él y robar unos minutos de su tiempo. Nosotros nos despedimos, dejando sobre su escritorio algunos ejemplares del periódico. Saludos a sus comunidades, nos dice al despedirnos.