Queridos familiares de nuestros compañeros, los 119 chilenos y chilenas que la DINA incluyó en la Operación Colombo. Querida Magdalena Navarrete del Colectivo 119. Compañeras de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Silvia Aguilera, de Editorial Lom Alejandro Guillier, Presidente del Colegio de Periodistas, Amigos todos, en especial los jóvenes del Liceo Manuel de […]
Queridos familiares de nuestros compañeros, los 119 chilenos y chilenas que la DINA incluyó en la Operación Colombo.
Querida Magdalena Navarrete del Colectivo 119.
Compañeras de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
Silvia Aguilera, de Editorial Lom
Alejandro Guillier, Presidente del Colegio de Periodistas,
Amigos todos, en especial los jóvenes del Liceo Manuel de Salas y de otros Centros de Alumnos que hayan acogido mi invitación a acompañarnos:
Tanto este libro como el acto de lanzamiento han sido posibles por la colaboración generosa y la buena disposición de muchos. LOM puso a trabajar conmigo a dos excelentes editores, Paulina Gómez, en la primera etapa, y
Carlos Cociña en la segunda. Así logramos hacer de mi voluminoso trabajo, un material publicable justo cuando Pinochet fue desaforado por la Operación Colombo. Yo creo en la sincronicidad, en algo que está más allá de lo racional y que va enlazando todos los hechos. Porque, por ejemplo hoy, 26 de septiembre, día del lanzamiento, es también el día del cumpleaños de quien fue mi compañero y padre de mi hija Eva María, el periodista Augusto Carmona.
La Corporación Ayún que dirige Carlos Liberona, nos permitirá celebrar a los «119 de nosotros», con el cóctel final. El Parque Metropolitano ha donado plantas nativas, canelos y peumos, en memoria de nuestros compañeros. Claudia Lagos, joven académica de la Universidad de Chile, hizo el prólogo, desde la óptica de los jóvenes, que es como se lo pedí.
El Círculo de Periodistas nos recibe en su teatro, Camilo Henríquez, y están con nosotros dirigentes y miembros del Colegio de Periodistas. Como algunos de ustedes saben, en los años de la dictadura tuve otro oficio, fui miembro de la Resistencia y dirigente del MIR. Ahora, elegí precisamente este lugar para hacer de este acto una suerte de reparación histórica, que el gremio de los periodistas debe a los familiares de los 119, cuyo nombre fue mancillado groseramente por los medios cómplices de la dictadura.
En los tiempos de la clandestinidad, nosotros los perseguidos, no podíamos acercarnos a los familiares, porque de hacerlo, seríamos detectados. Una de mis entrevistadas, Maruja Peralta, me hizo el reproche: «Antes, mi casa estaba llena de miristas. Y después que desapareció mi hijo, nunca más vi a ninguno de los dirigentes». Este libro, este trabajo, quiere ser un gesto hacia los familiares, una demostración de que siguen vigentes los lazos que nos unieron y que como otra entrevistada, Fedora Machuca, sostuvo, eran «lazos de amor». También estas páginas son e un homenaje a los ex presos políticos que
con sus testimonios en tribunales han permitido que los juicios avancen, y desde luego también es un reconocimiento al trabajo extraordinario de los abogados de derechos humanos. Desde el primer momento los presos tuvieron esa actitud solidaria, con la huelga de hambre que tuvo lugar en Puchuncaví al enterarse ellos de la publicación de las listas. Me hicieron llegar un poema enviado desde la cárcel por Ricardo Ruz, un poema/elegía en homenaje a ellos, que dice en parte:
Que nadie llore!
Que no llore nadie!
Alza sus cuerpos,
Recoge sus cantos.
Hay una senda abierta en mitad de la noche
Y otras estrellas guían nuestros pasos.
En el libro, después de cada historia está el nombre de quienes fueron detenidos en la misma fecha, porque entre el 74 y el 75, los detenidos son, sin duda, muchos más que 119. La idea de hacer estas historias nació el año 2001, como un trabajo de miembros de la comisión de Comunicaciones de la Agrupación de Familiares, Amigos y Compañeros de los miristas caídos, hoy convertida en «Memoria MIR». Con la periodista Sonia Cano, -que ahora reside en Bélgica- empezamos a redactar crónicas breves tomadas de los expedientes jurídicos, para irlas entregando a la prensa cuando los jueces especiales comenzaron a tomar los casos que habían estado por años sin movimiento.
En Internet comenzaron a circular esas crónicas, en Las Historias que Podemos Contar. Pero el 2002, los procesos seguían sin avanzar, por tanto los casos seguían sin ser «noticia». Y entonces me di cuenta que para poder llegar con estas historias al conjunto de la sociedad, había que hacerlo de otra forma, era imperativo llenarlas de vida, hacer sus perfiles humanos y políticos. Y cambié el enfoque. En esta segunda etapa, tuve el valioso apoyo de la productora Silvia Quiroga, para concertar entrevistas y procesar la información que íbamos recolectando. Hice 85 entrevistas, que me permitieron desarrollar en profundidad 69 historias. Muchas veces no fue posible hallar familiares, porque los padres ya habían fallecido o porque vivían en el exterior o porque las familias, muy dañadas, no querían hablar. Me desvelaba pensando en las personas cuyo perfil me era una incógnita, como Violeta López, por ejemplo, cuya historia escribí más que nada con intuición, y que acabo de leer hace dos semanas en La Nación Domingo, porque su hijo Ricardo recién tuvo fuerzas para asumir el tema.
En mis sueños también estaba José Jara, porque no lograba ponerle rostro, era el único que la AFDD no tenía en sus archivos. Increíblemente, desde París, Patricia Zúñiga, ex presa y esposa de Juan Molina Mogollones, logró que el Departamento V se movilizara para rastrearlo, y ustedes verán ahora en el libro la foto, de los archivos de la Universidad de Concepción, que también salió, por primera vez, en el afiche de la conmemoración de los 30 años.
En esta investigación utilicé todo tipo de fuentes, pero la más importante sin duda fue Internet, por ejemplo, a través de la red virtual Charquicán que reúne a ex miristas de los más diversos lugares del mundo y las más encontradas visiones políticas actuales. También trabajé mucho con la web «Memoria Viva» y desde luego con los archivos de la Vicaría de la Solidaridad y de CODEPU para chequear y actualizar la información jurídica.
Poco a poco, los 119 comenzaron a «invadir» mi escritorio, que se llenó de libros, carpetas, fotos, y materiales diversos relativos a la investigación. Y ahí empecé a vislumbrar quiénes debían ser los destinatarios naturales de este libro, que iba a hablar sobre todo de gente muy joven que había vivido muchos años atrás, cuando Chile era otro. Cuando en enero de 2005, Miguel Angel Sandoval Rodríguez, uno de los 119, salió del abismo de la desaparición forzosa para llevar a la cárcel a Manuel Contreras y sus secuaces de la DINA, escribí en la introducción un párrafo que titulé «Inicio del fin de la impunidad». Sin embargo antes de ir a imprenta el libro, puse el titular en signos de interrogación. Hoy sabemos que era sólo una pequeña victoria y que la impunidad avanza.
Para la historia de Miguel Angel, como para la de otros compañeros cuyas familias no logré entrevistar, me apoyé en quienes fueron sus compañeros en el sector militar del MIR para intentar un relato de lo que fueron los inicios del GAP, la escolta personal del Presidente Allende.
Pero detrás de todas las historias, en realidad, en cierta manera también está la de todos los combatientes de la resistencia en aquellos duros años, los primeros de la dictadura. ¿Por qué lo hacían ellos, por qué siguieron militando en el MIR, en el PC, en el PS, en el MAPU y trabajando en la resistencia en esas condiciones? Su opción sólo se entiende por su historia, por lo que hacían antes del golpe, por el país en que vivieron en los años 70, por las condiciones de los jóvenes y de la sociedad de esos años. Y me gustaría que los jóvenes de hoy conocieran a los 119, los mejores de nosotros.
La obra está dedicada especialmente a los 97 hijos de nuestros compañeros, la mayor parte de los cuales eran muy pequeños a la fecha de detención de sus padres.
Cinco de estos niños, que hoy son adultos jóvenes, vivieron todo o parte de su gestación en cautiverio
– José Miguel Cortez Wenger (hijo de Chino Joo, mamá Gabriela Wenger). Nació en prisión.
– Ricardo Cid Ortega (bebe en gestación), hijo de Washington Cid, detenido el 12 de agosto de 1974, y su madre cae el 8 de Diciembre de 74
– Amanda Guajardo Guzmán (hija de Luis Guajardo, detenido el 20 de julio de 1974, nació en prisión, porque su mamá, Patricia Guzmán fue detenida el 1ª de enero de 1975.)
– Renata Molina Zúñiga, hija de Juan Molina y Patricia Zúñiga, detenidos el 29 de enero cuando ella era un bebé en gestación.
– No hay información acerca de si pudo nacer el bebé en gestación de Jacqueline Drouilly y Marcelo Salinas, detenidos el 31 y 30 de octubre de 1974, ambos desaparecidos.
En total, los hijos póstumos son 13, y entre ellos hay dos pares de mellizos -la vida siempre se impone: ellos son Gabriel y Lucio Ugas Machuca, hijos de Rodrigo Ugas y Fedora Machuca, así como Ninel Michelle y Ernesto Miguel Angel Pizarro Díaz, hijos de Miguel Angel Pizarro Meniconi y María Díaz (Lupe).
Los otros hijos póstumos son:
Amanda Guajardo Guzmán, hija de Luis Guajardo y Patricia.
Toño Cabezas Saavedra, hijo de Antonio Cabezas y Patricia Saavedra
Pilar, hija de Jorge Elías Andrónico y Patricia Ramos.
Claudio Samuel Silva Lazo, hijo de Claudio Silva Peralta y Regina Lazo.
Ricardo Cid Ortega, hijo de Washington Cid.
Renata Molina Zúñiga, hija de Juan Molina y Patricia Zúñiga
José Miguel Cortez Wenger, de Manuel Cortez y Gabriela Wenger, y
René, el hijo de René Acuña (no conozco el nombre de su mamá).
Haré entrega ahora de un libro a Amanda, hija de Luis Guajardo y Patricia Guzmán, y a Claudio, hijo de Claudio Silva y de Regina Lazo, en representación de todos los hijos de los 119, pero también de las nuevas generaciones.
Muchas gracias.
————————————————–
Mas noticia sobre este libro en : http://www.lom.cl/inicio/contenido.asp?portal=5