La palabra Mercado remplazó los términos estafa, robo, fraude, timo, desfalco y/o trampa.
En el año 2009 publiqué un libro en París, editado por mi pana Armando Uribe, hijo del gran escritor y poeta homónimo. La editorial Relief, por ese apego endogámico al humor negro que compartimos los chilenos, inauguró con mi libro su colección el afilador.
La inspiración, como suele ocurrirme, vino del país que me vio nacer, en el que una horda de desalmados, criminales y ladrones asesinó a mis compañeros y amigos, metió en campos de concentración a mi padre y a un hermano, y prosiguió luego vendiendo el país a pedazos en nombre de la “eficacia económica”, práctica en uso hasta ahora por parte de los demócratas.
El título del libro – en castellano vernáculo – es: La lengua del circo chileno.
Título gatillado por la estupefacción que me produjo constatar en Santiago que lo aprendido en la escuela y en el Liceo servía de papel tissue (así le llaman al papel p’al culo): habían sustituido el contenido semántico de tal o cual palabra por otra aceptable para los espurios: intereses que se apoderaron del coso.
Así, nadie decía dictador, término convenientemente suplantado por la más neutral expresión capitán general, o en su defecto por otra peor, senador vitalicio, visto que a pesar de la buena voluntad del lameculismo generalizado, senador eterno era un pelín demasié.
En virtud de la Lingua Comoediae Chilensis supe que mi padre y mi hermano se equivocaban: jamás fueron torturados, sino simplemente sometidos a apremios ilegítimos, lo que cambia todo.
En el ámbito empresarial ya nadie despedía a ningún trabajador, ni enviaba los asalariados al carajo: se les desvinculaba.
Esta vez me llevé una sorpresa cuando Joaquín, un amigo trovador, me informó que mi libro se exhibe impúdicamente en la vitrina de una librería del centro de Santiago, en muy buena compañía. ¿Cómo no emocionarse al verlo tan cerca de un texto sobre Toulouse Lautrec?
Recuerdo el día en que junto a Ольга Валентиновна visitamos el Museo d’Orsay en París, y maravillados por la obra de Henri decidimos recorrer los 670 km que nos separaban de Albi para visitar el pueblito en que nació y el Museo consagrado a su obra.
Pero esta parida va de la degradación del idioma, de la perversión del contenido semántico de las palabras, siempre con el mismo objetivo: esconder la pelota y garcharse al personal.
Una sustitución que adquirió una notable universalidad llevó a popularizar las Aplicaciones. Antes el laburo lo hacía el banco, o bien algún funcionario público o privado, un escribano o una secretaria, cumpliendo con la tarea de prestar servicio.
Ahora suprimieron esos puestos de trabajo y el curro lo haces tu mismo, vía una App, o en su defecto usando una máquina automática concebida por algún subnormal y destinada a otros subnormales: nosotros, el público.
De ahí que brotase la luz en mi magín. Mi corteza cerebral, utilizando una suerte de base de datos relacional en los meandros de sus terminaciones nerviosas, me aclaró que la palabra Aplicación vino a sustituir la muy conocida Vaselina, que es un destilado del petróleo formado esencialmente de alcanes (hidrocarburo saturado también llamado parafina).
Fluida a temperatura ambiente, formulada como pasta, crema o pomada, la Vaselina tiene propiedades lubricantes, protectoras de la piel y emolientes, lo que la hace muy apropiada para practicar la sodomía.
Eso es lo que hace el sistema con el personal para ahorrarse unas lucas: sodomizarnos obligándonos a hacer nosotros mismos lo que antes era un servicio.
Del mismo modo nos introdujeron – casi sin dolor – el uso y el abuso ya inveterado de la noción de Mercado. ¿Por qué los precios oscilan durante todo el día? Los precios oscilan – te responden – en función del Mercado, de la oferta y la demanda.
Un estudiante de 1er año de Contabilidad sabe calcular lo que se conoce como costo estándar.
Dispongo de máquinas, de energía, de trabajo humano, y produzco algo.
El costo estándar es lo que cuesta producir una unidad.
A ese monto le agregas la tasa de lucro esperada, y tienes el precio estándar.
Piensa en un autobús que realiza el trayecto Santiago – Algarrobo.
Mover ese vehículo para un viaje tiene un costo estándar, por ejemplo, de $ 220 mil.
Si el vehículo tiene 60 plazas, cada asiento cuesta $ 3.670.
El precio de venta, incluyendo una tasa de ganancia del 20% neto, da la cifra de $4.590.
Ahora explícame por qué, en horas valle un pasaje vale $ 5.000… y en horas punta $ 10.300. Método practicado en Chile para todo o casi todo. Las tarifas para las horas valle y las horas punta fueron introducidas en el Metro de Santiago en al año 2007, bajo la presidencia de una benefactora de la Humanidad bien conocida: Michelle Bachelet. Cuando requieren viajar, los pringaos pagan.
La palabra Mercado remplazó los términos estafa, robo, fraude, timo, desfalco y/o trampa.
Con el agravante que quienes te roban no necesitan que pongas las manos arriba, aún menos mostrar un arma, ni siquiera amenazarte.
El personal se habituó: es el Mercado. Hace cola para pagar… ¡y da las gracias!
Cuando asaltan tu hogar, rompiendo puertas y/o ventanas, y saquean todo lo que encuentran… no se te ocurre decir “es el Mercado”. En ese caso dices: me robaron. ¿Dónde ves la diferencia?
Todo esto me recuerda los orígenes del derecho a jubilar al cabo de una vida de trabajo.
El derecho a la jubilación, palabra cuya etimología está ligada al júbilo – “Alegría intensa que se manifiesta con signos exteriores; es decir, una alegría muy grande que se expresa de forma visible. Regocijo, alborozo, entusiasmo, exultación, exaltación o placer” (RAE) –, nació en Alemania en el año 1889, con la creación de un sistema por capitalización para los obreros, impulsado por el Canciller Otto von Bismarck.
El sistema era financiado por las cotizaciones de los obreros y de los patrones.
Otto von Bismarck, al crearlo, preguntó a qué edad solían morir los obreros asalariados. La respuesta fue clara: la mayor parte de los obreros moría entre los 40 y los 50 años de edad. Entonces Bismarck decidió que la edad para jubilar debía ser de 70 años…
¿Cómo le llamas a eso? ¿Mercado de la previsión? ¿AFP? ¿O bien estafa, robo, explotación?
El sistema de Bismarck generó reservas importantes que eran utilizadas en el mercado financiero. Reservas creadas con el sudor de obreros que nunca verían el retorno de ese expolio. Y esto… ¿no te recuerda nada? Algo así como la liberalización de los mercados financieros que permite que Chile exporte capitales constituidos por el trabajo de sus asalariados…
El retorno, ese salario diferido que debieses recibir al jubilar, no será tu pensión por la sencilla razón de que, estadísticamente, estarás muerto mucho antes.
No es una pensión, sino tu aporte al enriquecimiento de los piratas y corsarios del burdel financiero que alimentas sin siquiera poner las manos arriba. Tú, pobre mano de obra obediente y desechable.