No la creí en un inicio. Me parecía una noticia demasiado grave para ser cierta. Y tan pronta, además, luego de la captura (ilegal) en territorio ecuatoriano, meses atrás, de Simón Trinidad, el costeño ex-hombre de negocios que se fue al monte, que lo dejó todo, cuando «El Baile Rojo» (nombre de la operación militar […]
No la creí en un inicio. Me parecía una noticia demasiado grave para ser cierta. Y tan pronta, además, luego de la captura (ilegal) en territorio ecuatoriano, meses atrás, de Simón Trinidad, el costeño ex-hombre de negocios que se fue al monte, que lo dejó todo, cuando «El Baile Rojo» (nombre de la operación militar para aniquilar a la Unión Patriótica) asolaba los campos y ciudades del interior colombiano y la metralla de aniquilación para-estatal aniquilaba a más de tres mil militantes de una izquierda legal que creía posible disputar en la Colombia de los noventa, el ejercicio del poder a través del civilizado y democrático modo electoral de la pelea en las urnas, voto a voto. Entonces, aniquilada la opción legal en Colombia, Trinidad se hizo al monte, como nos cuenta el cineasta Yazid Campos en su premiada película «El Baile Rojo«, cansado de enterrar a tantos de sus compañeros más íntimos, sin que nada pudiera hacerse, sin que nadie se conmoviera en el mundo y en su propia Colombia. Fue así que adoptó, ya en el monte, el nombre simbólico del Libertador de América.
No conocí personalmente a Simón Trinidad. Siempre me pareció demasiado primaria y torpe la tesis oficial del «narco-terrorista encargado de las finanzas de las Farc». Bien lo expresó un reconocido editorialista conservador ecuatoriano cuando la noticia de la captura de Trinidad en nuestro territorio, con la complicidad del régimen de Lucio Gutiérrez, de la la Policía Secreta ecuatoriana y -hecho ya admitido- de la Central de Inteligencia Americana:
«No se puede motejarlo como un subversivo terrorista. Alguien que ha sido un profesional de la economía, que ha sido educado en los mejores centros académicos de su país, alguien que ha sido un banquero y que lo ha dejado todo, familia, poder, tranquilidad, riquezas, hijos, para irse al monte, a una edad ya en que todo hombre no está dispuesto a tales aventuras, es porque tiene una razón poderosa, de carácter ético y político. Y quiere decir más: que en Colombia hay caldo de cultivo para que este tipo de cosas ocurran y este tipo de hombres lo dejen todo y se vayan al monte».
Esto, palabras más, palabras menos, decía en un editorial por aquellos días, el médico ecuatoriano Rodrigo Fierro, una eminencia científica que no es ni comunista o de izquierdas, y que saltó a la fama cuando una Corte de Justicia secuestrada por el ultra-conservador Partido Social Cristiano (el «ARENA» del Ecuador) le sentenció a cárcel por opinar contra el antiguo tirano del Ecuador, León Febres Cordero, y los grupos de poder oligárquico que él maneja en el país.
Dos cabos sueltos:
Pero ustedes dirán qué tienen que ver esos recuerdos de Simon Trinidad y de Rodrigo Fierro con Ricardo-Rodrigo…
Bueno, tienen que ver algo. Por eso los he colocado al inicio de este testimonio, que es a la vez ensayo e imprecación. Su secuestro en territorio venezolano, donde aún reina un silencio oficial demasiado grande como para inquietarnos, tiene dos considerandos:
1.- Al igual que el secuestro de Trinidad en Ecuador, el secuestro de Rodrigo-Ricardo en Caracas, NO pudo ser hecho sin el conocimiento (y quizá el consentimiento) de determinada instancia y autoridad de la Comunidad de Inteligencia venezolana. Es casi imposible que agentes secretos colombianos del DAS y del F-2, con el apoyo de inteligencia electrónica y de datos para la Logística, de la Central de Inteligencia Americana emplazados hace cinco años en los Andes, puedan haber hecho ese secuestro solos (a lo «israelí», de allí las coordenadas similares que muchos ven entre el terrorismo de Estado de Ariel Sharon y Alvaro Uribe), sin el conocimiento de sectores cupulares de las FFAA, del DISIP y la Policía Secreta venezolana. E incluso, de ciertos círculos políticos.
De allí que Caracas deba dar una respuesta. Y urgente. Mejor aún si esa respuesta explica lo que podría aliviar a muchos sectores políticos y sociales de América Latina: que no se hizo con su anuencia. Pero entiendo que debe ser muy complejo responder tal cosa a una comunidad internacional y mass media histéricos que exigen a Caracas «no ayudar al terrorismo» y que la ha señalado como «sitio de descanso de los jefes terroristas de las FARC, el ELN y otros».
Complejo, sí. Pero la ética demanda una respuesta pronta. Claro que si Caracas responde: «Se hizo este operativo ilegal sin nuestra anuencia ni conocimiento», o «con la anuencia de algunos oficiales que han sido arrestados para investigaciones», Bogotá va a pegar el grito en el cielo, rasgando vestiduras hipócritas, diciendo: «Cómo es posible que Caracas acoga a jefes terroristas en un hotel cinco estrellas de la capital, a plena luz del día». Pero si el silencio continúa, será peor. Mucho peor.
2.- Al igual que el operativo en Quito cuando el secuestro de Simón Trinidad, el caso de Ricardo-«Rodrigo», el responsable de relaciones internacionales de las FARC, apodado por la prensa colombiana y los órganos de seguridad de dicho país como «el canciller», tiene otro parecido: los lados flacos y los ángulos débiles, de la compartimentación y la seguridad que, entiendo, debe rodear los movimientos de -nada más y nada menos- altos cuadros de la guerrilla más antigua del continente.
Muchos en Ecuador supimos que meses atrás de la captura ilegal de Trinidad en Quito, casi cae capturado el propio Raúl Reyes, mientras comía en un restaurante costeño en pleno norte de la capital. Y que los organismos de Seguridad de EEUU, Colombia y Ecuador, venían cirniendo los pasos de muchos jefes guerrilleros en la capital ecuatoriana, cuanto sus rutas de acceso al país. Más aún: la autollamada «Legión Blanca» (un grupo presuntamente paramilitar de factura nacional, nacido en las entrañas de la Comunidad de Inteligencia local) en sus abundantes comunicados públicos y listas de amenazados de muerte, citó los nombres de varios cuadros colombianos de las Farc encargados de las relaciones internacionales en Ecuador. Eso era un hecho que se comentaba en muchos círculos, antes de la captura de Trinidad, incluso.
Cabe entonces, también, hacer una reflexión sobre las debilidades vistas en estos casos: en ambos, podría apreciarse un sobre-exceso de confianza, y creer que la policía secreta colombiana no actuará, como los israelíes, a plena luz del día en territorios extranjeros.
Este punto, lo creo, también es complejo, pues la respuesta la tienen las propias Farc. Pero es mejor anotarlo, a dejarlo en la mitad del plumero.
De por medio aparecen estas amenazas:
a) Ya en el 2001, el Grupo de Monitoreo y en el 2003 nuevamente, en una declaración oficial pública firmada por el General René Vargas Pazzos, ex-Jefe del Ejército ecuatoriano, el Coronel Jorge Brito, ex-Jefe de Operaciones en la guerra del Alto Cenepa, y mi persona, dijimos que en todo el período 1999-2003 (más aún en el 2004 que está por acabar), en el territorio ecuatoriano y andino, se incubó la presencia de muchas agencias de inteligencia del mundo, entre ellas, la estadounidense, la española (cuando Aznar gobernaba Madrid), y por supuesto, la israelí. Y, no podía ser de otra manera, la cada vez más osada y peligrosa presencia de la inteligencia colombiana.
Un reciente artículo del periodista colombiano Orlando Gómez León, en Diario La Hora de Ecuador, donde afirma entrevistar como una de sus fuentes a un agente de la CIA en nuestro país, sostiene que en el país se mueven equipos de inteligencia de varios países distintos y grupos mercenarios disfrazados de «contratistas», esos que matan y mueren a diario en Bagdad y Faluya, para «limpiar» la imagen del ejército estadounidense.
Hoy esa noticia causa alarma en el país, pero a nosotros no. Ya lo habíamos advertido y empezamos a vertebrar varios análisis sobre ese hecho, desde el mismo año 2001. El tiempo, simplemente, nos ha dado la razón. Aunque, por supuesto, los grandes medios de comunicación jamás publicaron tales datos en el 2001 y el 2003, sólo una que otra radiodifusora. Empero pueden leer esos documentos en muchas páginas alternativas en el Internet.
b) El otro rasgo que puede ser amenazante es que, de por medio, aparece «la punta de un iceberg» que pudiera ser tenebroso en el actual período, actúe o no bajo la admisión oficial de los gobiernos: la reedición de la Operación «Cóndor», esta vez, para la zona neurálgica de Sudamérica, los Andes, donde la CIA, el Mossad, y las inteligencias de cada nación vecina pululan por nuestras tierras (Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, y Venezuela), y un poco más abajo, en La Triple Frontera, pues esos contratistas y agencias de inteligencia supranacionales no son sino la avanzada de una estrategia político-militar-económica de largo alcance para Sudamérica y sus centros de gravedad. Son una especie de «avanzadas de ineligencia napoleónicas» que actúan previamente, para inteligenciarse y «construir las matrices» de intervención posterior en la vasta zona andina, de acuerdo a las condiciones concretas de cada país.
Pero bueno es recordarlo: Ya en el 2001 sostuvimos públicamente que el Plan Colombia traía una consecuencia colateral: el despertar «reeditado» de una Operación Cóndor para la región andina. La tesis, afortunadamente derrotada, de Bogotá y Washington en la VI Conferencia Hemisférica de ministros de la Defensa en noviembre en Quito, apuntaba a tal esfuerzo: «Confeccionar una lista de organizaciones terroristas de todo el continente».
Por eso, el reportaje de Diario La Hora, no nos causa más que impresión natural, porque para nosotros era ya un hecho desde el 2001, cuando empezamos a difundir documentos públicos y material reservado a varios sectores del país.
«Rodrigo Granda», el ser humano:
Y bien, pude conocer a Ricardo, aunque lo conocí con el nombre de Rodrigo Granda. Con él hablé tres ocasiones. Una vez en Quito, otra en un país del sur de América y la última en Caracas. Y a pesar de la histérica campaña agitada por la extrema derecha ecuatoriana y latinoamericana, que intenta llevar a la hoguera a todo hereje que sostenga cosas como ésta, quiero testimoniar que sí, que me impresionó su trato.
Alto, fornido, no se le notaba la edad, pues lo miré atlético y jovial. Siempre sereno, con imagen de «duro», de disciplinado, me conmovió cuando en Caracas tuvo un gesto muy humano: se acercó a mi en pleno lobbye del hotel Hilton, ese mismo hotel donde se le vio la última vez antes de su secuestro. Sólo que nuestro encuentro fue meses atrás, cuando participaba en un evento internacional en donde coincidimos. Me abordó, digo, para ratificarme su sentido pésame y su expresión de saludo personal al enterarse de la muerte de un ser querido mío, familiar íntima, fallecida pocos meses antes, a cuyo funeral llegó una gentil carta suya en nombre de la Comisión de Relaciones Internacionales de las FARC y una ofrenda floral con el símbolo tricolor ya conocido.
La primera vez que lo vi, en Quito, compartí con él y con Raúl Reyes una larga conversación donde el tema central, a instancia mía, fueron los derechos humanos para las FARC. Aunque no compartiéramos puntos de vista, aunque no me satisfieran algunas de sus respuestas, el tono fue de respeto. No era el monstruo que hoy es pintado así por los mass media histéricos de los andes. Ni se trataba de un iletrado. Se trataba de alguien que, apegado a su ideología, con una disciplina férrea que se le notaba en los gestos, merecía ser escuchado.
En una ciudad latinoamericana donde hubo un evento mundial, lo miré y traté con él la penúltima vez, compartiendo conversación con muchos sectores intelectuales y sociales del mundo entero.
Esta última ocasión, cuando el Encuentro Internacional de Intelectuales y el II Congreso Bolivariano de los Pueblos, no lo vi, aunque supe de su presencia. Una querida dirigente política colombiana muy conocida me dijo, en son cálido: «los licenciados te mandaron saludos, saben que hoy diste una conferencia de DDHH, están aquí por si no lo sabes, te oyeron, y me dijeron que te quieren y respetan, aunque tú no lo creas».
Se trataba, sí, de un viejo cuadro, de alguien que ha venido actuando mucho tiempo en razón de su movimiento: toda su vida en torno de aquel. Toda su vida en torno de su lucha. Por eso no me llamó la atención el grito que, dicen, profirió cuando fue presentado como trofeo por el Mossad andino en Bogotá: «Viva Manuel».
La marca de la bestia:
Por allí hay un respetado diputado ecuatoriano que siempre saca de la manga, como inquisidor, las visitas frecuentes de jefes de las FARC al Ecuador para hacer alharacas publicitarias. Ahora intenta demostrar que la hija y familiares de Trinidad estuvieron o están en Quito, con la supuesta «ayuda» del gobierno ecuatoriano. No es un secreto para muchos que esos y otros datos le son presuntamente entregados por un conocido ex-comandante de la Policía Nacional, cuya empresa de seguridad privada ahora es reconocida en Guayaquil, la ciudad del paramilitarismo que oficialmente quiere parir la extrema derecha empresarial y política del país para la peligrosa coyuntura de Enero del 2005.
Imaginemos que este testimonio es manipulado por sectores de la extrema derecha y de los mass media para decir: «ahí tienen, miren cómo un reconocido defensor de los DDHH dice que se reunió en Quito con Rodrigo Granda y Raúl Reyes».
Bueno, no he sido, ni soy el único. Hay muchos dirigentes políticos de su tendencia, incluso de su partido, e incluso de tendencias de derechas, que se han reunido con aquellos en el pasado, a solicitud de las propias FARC, como fue mi caso. Así que no nos da «miedo» ser señalados por la inquisición. Podría decirse, en contravía, que qué espera entonces, el jefe de redacción de Diario La Hora para dar a conocer la identidad del agente de la CIA que le sirvió de fuente a su reportaje, y para denunciarlo, pues las leyes nacionales sancionarían la presencia de agentes secretos de otros países en el nuestro.
En aras de la paz, de la solución política negociada a todo conflicto, máxime el colombiano que tanto nos afecta, en aras del respeto a los derechos humanos, en aras de no dejar que Ecuador asuma el papel de Campoya o de Honduras, pienso que había y hay que reunirse, y me he reunido, con Rodrigo Granda y con el que fuere. Si el ex-presidente Pastrana de Colombia se reunió con el viejo Marulanda, y tiene un reloj suyo de recuerdo de aquella memorable cita, ¿por qué no, un ciudadano de a pie, un defensor de DDHH del Ecuador, no va a reunirse con quien sea, a pedido de ese u otro sector del mundo?
Llámenme cuando decidan prender la hoguera inquisitorial. Pero no olviden quemar a Pastrana y al embajador de EEUU en 1999 tampoco.
¿Y ahora qué?…
Mientras esperamos saber las oscuras tramoyas de este caso, mientras esperamos conocer de urgencia, como demandan tantos sectores, la versión de Caracas en el secuestro de Rodrigo Granda, el responsable de las relaciones internacionales de las Farc, quisiera creer que le serán respetados sus derechos y respetado el debido proceso, y que se mantendrá, como creo, aferrado a su manera de pensar, a pesar de las torturas e interrogatorios que pudieran esperarle, o que ya lo esperaron, debido a la cantidad de informaciones que debe conocer un militante de su talla, de todo el aparato internacional de la guerrilla más antigua del continente, en Europa y Latinoamérica.
Mientras tanto, no puedo caer en la trampa de los inquisidores: recuerdo a ese ser humano y siento respeto por su nombre y su persona. Y jamás olvidaré el gesto humanísimo que tuvo un día, en medio de una lluvia pertinaz y la melancolía de un sol que se negaba a salir aún.
Alexis Ponce, Vocero de la APDH y Coordinador del Grupo de Monitoreo del Plan Colombia