Muchos hablamos del neoliberalismo.
Fue una época que comenzó a mediados de los ’80 y no ha terminado todavía. Fueron décadas de ataques a los sueldos y condiciones de los trabajadores en todo el mundo. Es decir, los ricos y poderosos del mundo obligaron a sus trabajadores a trabajar más, más largo y más duro, por sueldos iguales o menores que antes. En los EE.UU., el trabajador labora un mes más por año que antes. En Alemania el trabajador labora más sin ganar más. En Inglaterra el estándar de vida del trabajador bajó más que desde hace siglos. En muchos países, el trabajador perdía sus beneficios estatales y subsidios a los precios de lo que compra.
Pero lo que no hablamos mucho son las consecuencias “a largo plazo” de estas décadas de ataques. Pero las consecuencias han sido enormes.
La “liberación de las importaciones” de maíz provocó la sublevación indígena de Chiapas. La eliminación de los subsidios al trigo (y como consecuencia al pan) provocó la primavera árabe, echando el dictador de Egipto y (casi) también al gobierno en Siria. En Brasil, el gobierno de Lula fue elegido por su oposición a las ataques neoliberales, pero al final, implementó su política y abrió el paso a la extrema derecha. En Inglaterra y los EE.UU., los trabajadores entraron en rebeldía contra los gobiernos. En Inglaterra, votaron contra años y años de austeridad para echar abajo la integración de su país a la Unidad Europea. En los EE.UU., miles y millones de trabajadores abandonados votaron por Trump como alguien que iba a oponerse a más despidos.
En fin, las consecuencias de las décadas de austeridad han sido gigantescas. Y también acá en Chile podemos ver con claridad otro tipo de consecuencias que han traído esas décadas duras. Porque acá como en muchos países del mundo, el retiro de la obra social del Estado dejó un vacío. Vacío que ha sido llenado por otras organizaciones en varios países.
En otras palabras, donde antes había subsidios y servicios sociales, quedaba un gran vacío que fue llenado por organizaciones sociales tan distintas como la Hermandad Musulmana en Egipto, los Narcos como Pablo Escobar en América, los Piqueteros en Argentina y hoy día, la Mafia en el sur de Italia. Todas estas organizaciones han construido un tipo de organización social que ha llenado el vacío que dejó el retiro del Estado capitalista. Son, o eran, un “estado alternativo”, por así decirlo. Mientras tanto, felices, los multimillonarios son mucho, pero mucho más ricos que hace veinte o treinta años.
La pandemia ha hecho aún más claras las consecuencias de la austeridad, en el sentido que bajo la lupa de la crisis de salud, quedó claro que millones de la gente latina y negra en los EE.UU. no tiene cobertura de salud y millones más ganan poco. En Brasil, Perú, Ecuador y Chile millones sobreviven con pocos recursos mientras pocos miles de millonarios viven muy bien.
Claro que los bancos centrales de casi todos los países han metido billones y billones en subsidios a trabajadores y empresas. Pero esos billones son préstamos, son deudas que hay que pagar en su momento. ¿Quién va a pagar? Claro, los mismos que siempre… nosotros.
La gran pregunta hoy, entonces, es cómo llenamos el vacío que ha dejado el neoliberalismo acá en Chile. Hoy día, algo podemos hacer para llenar ese vacío estatal. Podemos llenarlo con nuestras propias organizaciones; Cooperativas, solidaridad, sindicatos, organizaciones base de todos los tipos. Hoy día se nos abrió un espacio para crecer y llenar el vacío.
Claro, otras organizaciones también pueden llenar ese vacío, tales como la Mafia, los Narcos, organizaciones sociales reaccionarias de todos los tipos. Y también los partidos políticos parlamentarios pueden volver a trabajar y probar que son necesarios.
O nosotros podemos “aprovecharnos del pánico” y construir. Obvio que no tiene ningún sentido crear nuestra propia CESFAM o JUNAEB porque esas organizaciones ya existen. Los hombres y mujeres que laboran allí pueden exigir más recursos para su servicio y también para ellos mismos. Y debemos apoyarlos. Pero sin organización base fuerte, no tenemos como ayudar para obligar al gobierno de turno a mejorar los servicios del estado.
¡A trabajar en llenar el vacío entonces!