Nada resulta más extraño y diría cómico que la conmemoración que sobre el Quijote se está celebrando en mi país. Somos muchos los que hemos imaginado a Don Quijote entrando en uno de esos salones de actos, en una de esas salas de fiestas, en uno de esos cócteles o en una de esas conferencias, […]
Nada resulta más extraño y diría cómico que la conmemoración que sobre el Quijote se está celebrando en mi país. Somos muchos los que hemos imaginado a Don Quijote entrando en uno de esos salones de actos, en una de esas salas de fiestas, en uno de esos cócteles o en una de esas conferencias, y emprendiéndola a mandobles contra todo y contra todos. Los empresarios que se están beneficiando de esta conmemoración, junto con numerosos teóricos y escritores que jamás han cuestionado el orden establecido, se reúnen y hablan de Don Quijote y no de deja de ser impresionante la fuerza de ese pequeño personaje para obligarles a ellos, que tanto preferirían estar hablando de sus ganancias o de sus propiedades, para obligarles a hablar de un hombre que se rebeló. Y así se habla de Don Quijote, se recurre a todo tipo de jergas filosóficas o filológicas o de doble moral, pero es imposible no ver que quienes hablan son los mismos que le echarían del salón de actos si allí Don Quijote apareciera, y le privarían del uso de la palabra, y le darían una palmadita en el hombro.
Con paternalismo hablan de Don Quijote, con paternalismo hablan de los defensores de causas perdidas, con paternalismo y burla y desprecio. «A los que denigran su pensamiento esclavizándolo a la ignorancia convencional o a la tiranía oprobiosa no debe llamárseles jamás intelectuales», dijo Julio Antonio Mella. Estos falsos intelectuales son sin embargo quienes en la inmensa mayoría de los casos se han puesto a conmemorar el Quijote en mi país.
Entretanto algunos y algunas en España estamos situados a la izquierda y defendemos causas que parecen perdidas. Y no aceptamos la burla, el paternalismo ni el desprecio. Tienen las causas perdidas prestigio y dignidad. Los tienen porque están libres de las mezquindades que el triunfo, en el capitalismo, forzosamente trae consigo.
Defender una causa perdida no significa, sin embargo, dar por buena la derrota sino, precisamente, dar por buena la victoria aun con todas las dificultades y mas allá del capitalismo. La izquierda en España está desorganizada, dispersa, dubitativa casi siempre. Pero existe y actúa en su pequeña medida.
Y en esta situación aparece un proyecto como Defensa de la Humanidad. Es una causa que tiene el prestigio y la dignidad de las causas perdidas pero que además no está perdida, no puede estarlo pues el día en que lo estuviera la especie humana habría desaparecido para siempre. Es un proyecto que puede conjurar en torno a él a quienes han defendido y seguirán defendiendo causas que hoy parecen perdidas, pero lo hace desde un sitio nuevo.
Como todos ustedes he pensado a menudo en la frase del Che: «Hasta la victoria, siempre». ¿Qué pasaría si hubiera dicho desde, «Desde la victoria»? No tenemos demasiada costumbre de pensar en la victoria. Nos hemos acostumbrado a terminar las historias con la muerte o con el beso, y a decirnos que si Romeo y Julieta se casan ya no hay historia, que no hay historia en lo finalmente conseguido sino sólo, como mucho, comedia, o una mala novela con las peleas matrimoniales de Julieta y Romeo. Así han sido las cosas en la literatura y también en la política. No nos falta razón, ganamos pocas veces y casi nunca ganamos del todo, la victoria es parcial porque el enemigo nos acosa sin cesar. Pero es importante no dejar huecos, no dejar vacíos que un día nos desconcierten, ejercitar la imaginación para decirnos como sería el día después, y los cien días después, y los cien años. Es importante imaginarnos honestamente en la victoria porque las victorias se producen de tanto en tanto: Cuba es una victoria aunque esté acosada, Venezuela es una victoria aunque esté acosada, y hemos tenido que convivir con demasiadas narraciones inventadas por el enemigo, historias en donde se nos contaban los horrores que al parecer cometían siempre los vencedores de las revoluciones. Necesitamos nuestras propias narraciones sobre el sentido del humor tranquilo y los pasos suavemente dados en cada revolución.
Por eso también es importante Defensa de la Humanidad. Es importante una causa que puede unir, que está empezando unir a esa izquierda dispersa y dubitativa de mi país. Una causa contra la que no es posible que nos cuenten todos esos cuentos de terror porque es una causa nueva aunque sea tan antigua. Un proyecto contra el que no es fácil, contra el que diría es imposible argumentar en contra, pues la historia avanza, y el conocimiento se difunde, y una inmensa mayoría de hombres y de mujeres conoce hoy que la humanidad está en peligro como lo está la tierra entera por causa de la voracidad de unos pocos.
Es, además, un proyecto percha, un proyecto del cual podremos colgar tantas cosas, cosas con futuro. Haremos nuestra la capacidad de rebelión de quienes defienden lo perdido, pero empezaremos también a defender lo nuevo. Aquellas ideas que teníamos y a las que fuimos renunciando por la dispersión, por la confusión, por las derrotas, tendrán ahora un espacio en donde germinar.
Desde el punto de vista práctico, ya para terminar, diré que en España muchas personas se están reuniendo en torno a este proyecto. Pasa un poco como en algunas películas en donde hay que hacer algo en una aldea y al principio sólo hay una persona, luego llegan otras dos, luego cuatro o cinco y luego el pueblo entero sale de sus casas y se congrega en el lugar convenido. Aun no hemos llegado a la fase del pueblo entero, pero sí hemos pasado de ser dos a ser veinte y luego ciento veinte. Y es hermoso que esto haya ocurrido con tareas distintas. Que la izquierda en dispersa y desorganizada y dubitativa hayamos ido comprendiendo que trabajar para criticar la hipocresía de la comisión de Ginebra con respecto a Cuba, o extender la red de apoyo a la revolución bolivariana o sostener espacios comunicativos en donde se haga pública la verdad o combatir determinadas medidas económicas y políticas, o refutar cada día a los grandes medios de comunicación forman parte de un mismo proyecto, son una misma defensa común de esa existencia justa y grata que todos escuchamos en lo profundo de nuestro pecho.