En una editorial de El Mercurio (sábado 6 de noviembre, 2010), se ha criticado con dureza el lema de este año del Encuentro Nacional de Empresarios (Enade): «¡Viva Chile, mierda!» Una frase de mal gusto, según el criterio mercurial, pues vincula la imagen de nuestro país con lo excrementicio. Tal como se lee en el […]
En una editorial de El Mercurio (sábado 6 de noviembre, 2010), se ha criticado con dureza el lema de este año del Encuentro Nacional de Empresarios (Enade): «¡Viva Chile, mierda!» Una frase de mal gusto, según el criterio mercurial, pues vincula la imagen de nuestro país con lo excrementicio. Tal como se lee en el decano de la prensa chilena: » Nadie objeta una nota de humor grueso en un momento apropiado, pero eso no justifica perder el sentido de las proporciones, la oportunidad y la dignidad institucional. Si con eso se quiso demagógicamente proyectar una imagen «popular», el error es de magnitud: el «pueblo» no asocia a su propio país ni al Presidente del mismo con lo excrementicio . El que un poema del autor chileno Fernando Alegría así se titule no excusa este penoso desacierto de la entidad organizadora, Icare»
El asunto de la «mierda» en Chile, contrariamente a lo que sostiene El Mercurio, es no sólo del mayor interés sino que reclama ser tratado con la dignidad que merece. Hay una serie de episodios en nuestra Historia Nacional de la Infamia, que va de Allende a Bielsa, de los hermanos Carrera al presidente Balmaceda que merecen con justicia revolver, una vez más la materia fecal y repetir con Julio Cortázar esas proféticas palabras coprolálicas «…mierda mierda infinitamente mierda, sí, a la hora de visita, interminable obstinación de la mierda por la cara y por el mundo, mundo de mierda, le traeremos fruta, archimierda de contramierda, supermierda de inframierda, remierda de recontramierda…»
Ya conocemos de sobra los cínicos remilgos mercuriales que cuela mosquitos, pero deja pasar camellos, ocupándose de la palabra «mierda» en un viejo grito popular, pero no le preocupa la «mierda» desparramada como represión a los mapuches, la «mierda» de bajos salarios, ni mucho menos, la «mierda» de una constitución hecha a la medida de los poderosos por un régimen dictatorial y que todavía rige los destinos del país. No se requiere ser doctor en filosofía para barruntar que vivimos en un país que, desde hace mucho, huele, precisamente a «mierda», aunque ello ofenda el buen gusto de El Mercurio.
Es interesante hacer notar cómo la construcción de un mundo clasista y excluyente comienza por la regimentación del lenguaje, es en este plano donde se fragua el orden autoritario que persiste con la obstinación de la «mierda»- La materia natural de la que profitan parásitos, mediocres y sinvergüenzas de todos los pelajes, un hedor al que, lamentablemente, muchos parecen ya acostumbrados. Chile hieda: Hay un mal olor que lo atraviesa todo, desde los negocios al fútbol, desde los medios a la política. Es el olor que expele la mano grasienta del poder y el dinero y que deja su huella y su pestilencia en todo cuanto toca: Es el olor a «mierda» que respira nuestra sociedad en estos cálidos días de verano austral.
· Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS
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