La impunidad de Juan Carlos significa, en la práctica, que la inmoralidad ya tiene rango de ley. Como en un poema de Paul Celan, “lo inexplicable recorre en voz baja el país”.
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Cuando el rey emérito declaró en su día que “la Justicia en España es igual para todos”, sabíamos que ni era verdad ni verosímil, pero tenía una solemnidad humorística que el tiempo ha rebajado a tomadura de pelo. Vulgar y cleptómano de lindas fruslerías, su majestad no nos ha regalado ni una frase para la historia, aunque no falten hagiógrafos que celebren como genialidad de un Falstaff la exclamación en la noche del 23-F: “¡Tranquilo, Jordi, tranquilo!”. Queda el trámite de la querella de Corinna Larsen en un tribunal británico, asunto sobre el que ya se pronunció hace un siglo el creador de Peter Pan: “En Inglaterra, la Justicia está abierta a todos, como el hotel Ritz”.
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Entre las secuencias más significativas de la historia de España, una de las que escogería sería esta que ocurre en una casa de un barrio londinense. De noche, una mujer vuelve de su trabajo y encuentra al marido llorando con los dedos paralizados en el teclado. Ese hombre es Paul Preston y está escribiendo un libro titulado El holocausto español: Odio y exterminio en la Guerra Civil y después.
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Wilheim Reich, en Psicología de masas del fascismo, explicaba la súbita expansión del monstruo por el predominio de la excitación destructiva sobre la excitación afectiva. El crecimiento de la extrema derecha tiene mucho que ver con ese avance del pensamiento bruto que arrasa la memoria. Allí donde decae o seca la excitación afectiva, solidaria, se hace con el lugar la excitación destructiva. En Sicilia, a la gente joven que decidía emigrar por desesperanza, Andrea Camilleri les decía: “Si vosotros os vais, solo crecerán las malas hierbas”.
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En portugués llaman “um pé-frío” a la persona gafe, aguafiestas o que trae mala suerte. Cuando en una sociedad aumenta la excitación destructiva es que está a expandirse la política de los Pies Fríos, el movimiento de la mala suerte.
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Hay dudas entre historiadores para denominar con precisión el tipo de monstruo que fue el franquismo. Fascista, absolutista, neoimperial, totalitario, autoritario… Recuerdo en la universidad a un profesor de Escapismo que lo definía, para no mojarse, como un “régimen sincrético-corporativo”. El franquismo fue, en el fondo, el epítome del Pie Frío, de la historia gafe de España. El triunfo criminal de la mala suerte.
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Italo Calvino denominó “terror semántico” a la manipulación del lenguaje para envenenar de miedo y odio una sociedad, como antesala del autoritarismo. En los últimos años, en España, muchos medios de comunicación, algunos muy poderosos, contribuyen a propagar la excitación destructiva, asumiendo el “terror semántico” propio del movimiento de los Pies Fríos. Así, de manera directa u oblicua, propagan la especie de que el Gobierno de coalición es ilegítimo, de que pacta con “terroristas” o de que despedaza España o la vende por trozos. En realidad, ocurre lo contrario. Hay un diálogo y una paz democrática donde hasta hace poco había situaciones que parecían irreparables. A esa “derecha furiosa” no parece preocuparle tanto el expolio eléctrico ni la corrupción de los canallas que se enriquecen con la desgracia. No importa que sean precisamente ultranacionalistas españoles quienes actúen como “anti-España” en Europa, tratando de sabotear los acuerdos económicos, como tampoco importa que mejore el empleo y se tomen medidas de bienestar social en una época de emergencia. A cada avance percibido como excitación afectiva, solidaria, el movimiento de la mala suerte incrementará la excitación destructiva.
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Hay muchas expectativas con Núñez Feijóo, al que se presenta como un liberal entre iliberales. Yo también deseo que el mirlo blanco no acabe siendo “um pé-frio”.
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Se cita mucho El arte de la guerra de Sun Tzu, pero no tanto esta idea que me parece insuperable: “La excelencia suprema consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar”. Una frase así debería bastar para detener al más bruto.
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La Comisión Trilateral, en la cumbre de 1975, atribuyó a “un exceso de democracia” las protestas en Estados Unidos contra la guerra de Vietnam. De lo que podemos concluir que “democracia” sería justamente “un exceso de democracia”. Que la mejor “memoria histórica” es “un exceso de memoria”. Y que el más eficaz “pacifismo” sería “un exceso de pacifismo”.
Manuel Rivas es escritor y periodista. Premio Nacional de Narrativa por su libro de relatos ¿Qué me quieres amor?. Su última obra publicada es Zona a defender (Alfaguara). Es codirector de la revista mensual en lengua gallega Luzes.