¿Qué la llevó a la guerrilla? Patricia: El sentimiento revolucionario lo llevo en las venas, desde muy niña mis padres me inculcaron el amor a la lucha. Conocí de cerca a algunos guerrilleros heridos que llegaban a mi casa, a los que atendían, y fue hablando con ellos que me hice una mejor idea de […]
¿Qué la llevó a la guerrilla?
Patricia: El sentimiento revolucionario lo llevo en las venas, desde muy niña mis padres me inculcaron el amor a la lucha. Conocí de cerca a algunos guerrilleros heridos que llegaban a mi casa, a los que atendían, y fue hablando con ellos que me hice una mejor idea de la causa revolucionaria. Con el tiempo ratifiqué los principios de todo revolucionario: sacrificio por su pueblo, amor a la lucha y mucha lealtad al movimiento guerrillero. Hoy más que nunca estoy plenamente convencida de que el pueblo colombiano necesita un cambio urgente para buscar una salida al derramamiento de sangre entre colombianos. Por eso estamos en La Habana en conversaciones con el Gobierno. Tengo confianza en la posibilidad de encontrar una salida incruenta a los terribles problemas de orden social y a las terribles injusticias impuestas por la élite gobernante, que son las causas de la confrontación. Pero esto no lo haremos los guerrilleros solos hablando en una mesa; será producto de la participación de la gente que sufre las consecuencias de la guerra; es el pueblo en acción el único capaz de garantizar un cambio que le dé la paz a Colombia.
¿Cómo ha afectado el conflicto a las familias colombianas teniendo en cuenta los altos niveles de desplazamiento forzado, de desapariciones y muerte?
Carmenza: El hecho de que tengan que abandonar su casa, su tierra y los bienes que con tanto sacrificio han construido afecta a todos los miembros de la familia, desde al más anciano hasta al más niño. Es una calamidad, indudablemente, que no hace sino agravar otra situación ya de por sí calamitosa como lo es la miseria en la que sobreviven las familias del campo y, en general, el pueblo. De 46 millones de colombianos, 30 millones viven en situación de pobreza y de estos, 12 millones lo hacen en la indigencia.
Partiendo de esta cruda realidad, son innumerables los problemas, los abusos del poder establecido, las violaciones terribles a sus derechos fundamentales y las humillaciones a las que son sometidas las familias y, de manera más incisiva, las mujeres. Las políticas de Estado, cargadas de toda la discriminación contra la mujer, afectan, sin duda, mucho más a este sector de la población.
La represión ha desvertebrado el núcleo familiar en cantidad de ocasiones porque han asesinado a los hombres y las mujeres han tenido que ser madres y padres. De hecho, en el lenguaje sociológico colombiano es muy común hablar de «madres cabeza de familia», aunque, en realidad, muchas veces se trata de jovencitas que no son madres, sino la hermana mayor o menor de una familia que quedó viva o que debe asumir la carga familiar porque el jefe del hogar o los jefes, incluyendo padre y madre, fueron asesinados, desaparecidos o apresados.
Otro aspecto más: en el seno de las familias desplazadas, lo regular es que no haya estudio para los hijos; estas familias son tratadas por la burguesía y las clases gobernantes como si fueran la lacra de la sociedad.
Un reciente informe publicado por la Casa de la Mujer de Bogotá y la ONG Oxfam-Intermón sostiene que «entre 2001 y 2009, 489.687 mujeres de 407 municipios con presencia de fuerza pública, guerrilla y paramilitares fueron víctimas de violencia sexual, de las cuales el 82,15% no denunció por miedo o falta de información». ¿Comparten esta apreciación?
DIANA: Es muy fácil meter a la guerrilla en el mismo saco que los agentes del Estado y sus paramilitares, que son los verdaderos violadores de los derechos humanos. Con eso buscan armar una matriz informativa en contra de los que luchamos contra el Estado. Nuestro reglamento es muy claro al respecto: la violación sexual, en las filas pero también fuera de ellas, es un delito grave, que es procesado mediante consejos revolucionarios de guerra que pueden conducir a la pena máxima.
¿Qué trato reciben las guerrilleras detenidas o encarceladas?
DIANA: Existen denuncias de violaciones sexuales durante la detención, de torturas de diferente índole y de maltrato sicológico. En las cárceles de mujeres hay hacinamiento, las ubican lejos de sus familias, no les prestan atención médica -por ejemplo, las guerrilleras que llegan con heridas de guerra no son atendidas- y existe una situación general de miseria en todas las cárceles, también en las de hombres.
¿Creen que, en ocasiones, se frivoliza con la participación de la mujer en la guerrilla, al mostrarlas en situaciones alejadas al combate como peinándose, maquillándose o bailando?
Yira: Les mostraré primero lo que es para que se den cuenta de lo que no es. Está claro que quienes trafican con la desinformación nunca mostrarán una imagen real que revele lo que verdaderamente somos. Las mujeres en las FARC somos combatientes revolucionarias comprometidas seria y decididamente junto a nuestros compañeros hombres en la búsqueda de cambios profundos en la estructura de un Estado al que nuestra organización se viene enfrentando desde hace más de 40 años. Somos mujeres conscientes de la realidad, sabemos en qué país vivimos y conocemos su historia y sus luchas, en las que, de algún modo, ha habido participación activa de las mujeres. Las guerrilleras de las FARC somos mujeres con afectos, con sentimientos y de la misma manera que empuñamos un fusil para enfrentar al enemigo, que dirigimos y actuamos en las operaciones militares junto a los hombres, que respondemos a las preguntas que nos hacen en una entrevista, que escribimos un artículo para una revista o boletín de la organización, que aplicamos primeros auxilios en la línea de fuego, que operamos un radio de comunicación, que usamos un computador, que editamos un video, que conducimos un carro, un yate o una moto, o que asistimos en el parto a una campesina en una región aislada, somos capaces de cambiar un pañal, de preparar un tetero para darle al niño que encontramos solito y llorando en el rancho porque sus papás están en la parcela sembrando.
También lloramos a nuestros muertos, recordamos con nostalgia a nuestros hijos y seres queridos, sentimientos que refuerzan nuestra convicción llegando a comprender que esto es parte del sacrificio que estamos dispuestas a hacer. Nos enamoramos, nos desenamoramos, reímos, bailamos y también nos maquillamos para ocasiones que consideramos especiales, o los días de descanso, incluso algunas lo hacen cuando hay tiempo antes de ir al combate; otras no usan maquillaje, es cuestión de gustos; pero esta guerra no ha logrado arrebatarnos nuestro instinto de mujeres, nuestra feminidad y nuestra sensibilidad.
Si observa los videos donde registramos nuestras acciones militares, verá allí a las guerrilleras en posición de avance y disparando sus armas junto a los varones. Las guerrilleras en esta confrontación somos sujetos políticos y estamos cada día en una constante lucha por abrirnos espacios, con capacidad de discernir, pero también de ayudar a encontrar soluciones a las dificultades propias que se presentan en una sociedad como la nuestra, convencidas de que ningún logro se conquistará si no estamos juntos en esto, hombres y mujeres. En las FARC-EP las mujeres no somos objetos decorativos, ni de uso personal. La difusión de esos reportajes, que muchas veces son archivos que han llegado a manos de la inteligencia militar cuando han masacrado a nuestra gente en un bombardeo o en cualquier acción cobarde del Ejército, es parte de la estrategia que busca dañar nuestra imagen, pretendiendo invisibilizar nuestra actuación en las filas.
¿Cuál ha sido su momento más duro y más bello?
Marina: Lo más bello, tener a mi hijo en medio de mi familia guerrillera, contar con el apoyo, el calor y la solidaridad de ellos. Lo más duro, saber que mi hijo de ahora en adelante se expone a la persecución del Estado, como también mis padres que se hacían cargo de él, porque en Colombia los hijos de los pobres han sido asesinados, amenazados, desaparecidos, perseguidos y presionados para que entreguen a sus propios padres solo por pensar diferente, cosa que les ha imposibilitado tener una vida estable, tener amigos, vivir con sus padres y educarse.
¿Cuál es la postura de las FARC frente al aborto y ante las denuncias de que «obligan a abortar a sus guerrilleras»?
Maritza: La posición de las FARC ante los embarazos de mujeres combatientes ha ido cambiando en la medida que ingresan más compañeras; en la guerra no es posible criar hijos por dos causas fundamentales: una, no podemos traer hijos a este mundo si no podemos criarlos porque estamos trabajando para conseguir una sociedad más justa para hombres y mujeres, y no nos queda ni tiempo ni forma de hacerlo. Eso es parte del sacrificio que debemos hacer, si dejáramos a nuestros hijos con las familias o amigos, el Ejército y los diversos organismos de seguridad los perseguirían, de hecho, hay varios casos en los que han asesinado o utilizado a hijos de combatientes para llegar hasta sus padres, como es el caso de la hija de Lucero y Simón Trinidad por citar un ejemplo.
El aborto ha sido una de las salidas que hemos tenido que adoptar (reafirmada en la octava y novena conferencia), pero también se realiza un trabajo educativo permanente entre la guerrillerada -hombres y mujeres- para que planifiquemos, evitemos los embarazos y no tengamos que recurrir a los abortos. Es normal que en una agrupación de personas de ambos sexos haya relaciones sexuales y siempre hay riesgos de embarazos; cada caso es analizado por las direcciones para establecer qué hacer, cuál fue el motivo -descuido, indisciplina o accidente-, y cualquiera que sea el caso, el mando debe tomar una decisión.
Cuando uno ingresa le explican, además de las cuestiones políticas y militares y el compromiso que una o el otro adopta con la organización, que en las FARC-EP no se pueden tener hijos y que una de las medidas es el aborto. No se puede salir luego con el cuento de que somos obligadas. Claro que hay compañeras que después quieren tener el hijo y se complican las cosas, pero el 99% de las veces se resuelven sin problemas, sabemos que tenemos que hacerlo. También, no olvide, que el enemigo utiliza los embarazos en las infiltradas, como utilizan a las mujeres con infecciones de transmisión sexual para dañar la salud de los guerrilleros.
¿Qué papel desempeña la mujer colombiana en la sociedad? ¿Cómo les gustaría que fuera?
Viviana: Es bastante penoso el recorrido de la mujer dentro de la sociedad colombiana, una sociedad de vertebración machista, cuyo peso lo sufre la mujer cotidianamente.
Todos los días hacemos la pelea para decirle a la sociedad lo indispensable que es nuestro trabajo, nuestros ideales, nuestro amor y aporte. Con dificultad, pero amas de casa, madres, hijas, trabajadoras… avanzamos y, poco a poco, vamos alcanzando nuevos espacios en el ámbito profesional, como dirigentes populares o combatientes del ejército del pueblo, o de cualquier otra manera.
Sobre la mujer colombiana pesan muchas injusticias que, seguramente, son comunes a las que pesan sobre otras mujeres del continente; solamente que en nuestro caso se complican como consecuencia de la guerra.
En Colombia, las muertes y los abusos contra el movimiento popular son el pan de cada día. La guerra injusta que imponen las élites poderosas con el apoyo de Estados Unidos nos ha generado muerte, huérfanos, viudas, desplazados, desaparecidos, presos, zozobra, miseria y desconsuelo al que hay que sobreponerse con la fuerza de la dignidad sin desfallecer en la lucha por la justicia y la paz.
Las mujeres campesinas no solo sufren el abandono del régimen, sino las más miserables consecuencias de la represión del Estado colombiano. No hace mucho se dio la irrupción de los llamados falsos positivos, verdaderos crímenes de Estado sobre los que el país entero mostró su indignación y condena. Las madres o hermanas que, generalmente, son las que se quedan al frente de la lucha por encontrar la verdad y la justicia, son también victimizadas y revictimizadas cuando levantan su voz exigiendo castigo a los victimarios.
Para mayor sufrimiento de esas madres, hermanas o parientes, aprobaron el fuero militar, que lo que va a hacer es que haya total impunidad por esos crímenes del régimen y que se le entregue patente de corso para que el militarismo siga haciendo lo que quiera. Estas son políticas de Estado que todo el mundo debe repudiar.
A estas calamidades se suma el peso del trabajo doméstico, que fundamentalmente recae sobre las mujeres generándoles desgaste. No se trata de menospreciar el trabajo del hogar, sino que su menosprecio en el ambiente machista, que lo desconoce y no le da el valor tan grande que tiene en la cohesión de la familia y de la sociedad, termina colocándolo en un plano de degradación. Pienso que el trabajo doméstico es muy importante para la construcción de una sociedad, y que debería ser remunerado o valorado como generador de riqueza y coexistencia social.
¿Cómo nos gustaría que fuera? En las FARC trabajamos y luchamos en condiciones bien diferentes a las de la sociedad colombiana. Nuestro desempeño como guerrilleras entraña el germen del nuevo modelo que debe primar en la sociedad del futuro, y abogamos por que se le dé una especial atención al tema de los derechos que la mujer debe tener como parte de esta sociedad. La mujer deberá poder definir su propio destino, y no seguir siendo esclava del desconocimiento, de la ignorancia, de la discriminación; tiene que ser constructora en condiciones de igualdad y en esto debe ir de la mano con el hombre.
¿Consideran que por el hecho de ser mujeres se es más vulnerable en un conflicto o los riesgos son los mismos para hombres y mujeres?
SHIRLEY: Los riesgos que entraña la guerra son, en general, comunes para hombres y mujeres. Cuando las bombas caen sobre un campamento, no distinguen entre sexos sino que simplemente son lanzadas contra un enemigo del régimen.
Pero, sin duda, las mujeres dentro de la sociedad sufren con mayor rigor las consecuencias de la confrontación. El Gobierno tiene una política dirigida a desvertebrar la familia campesina y en ello juega mucho la discriminación contra la mujer, y como agregado, la presión contra la mujer cabeza de familia.
¿Cómo se combate el machismo dentro y fuera de la guerrilla?
Camila: En Latinoamérica la persistencia de la violencia de género es incompatible con una revolución en marcha. Porque la causa de la violencia contra las mujeres es la ausencia de igualdad ante la vida que posibilita la violación sistemática de los derechos humanos de las mujeres.
En las FARC-EP, hombres y mujeres compartimos los mismos deberes y derechos.
El machismo es una forma de sometimiento, adoctrinamiento sistemático de las directrices de un capitalismo voraz y consumista. El clero es uno de los principales manipuladores de los derechos de las mujeres.
¿Qué impacto tienen series tan populares en Colombia como «Sin tetas no hay paraíso», «El cártel del Sapo» o «Las muñecas de la mafia», en las que se intenta recrear el mundo del narcotráfico y la prostitución?
Marcela: Los medios en Colombia han sido soporte del régimen antidemocrático y fascista imperante, enviciado de la podredumbre, corrupción, mafia y narcotráfico que circula en las altas esferas del sistema financiero, político, económico, social y militar, siendo «normal» en la televisión, la radio, la prensa y ahora en internet la alineación y la distorsión de los verdaderos sucesos. Nada se dice del terrorismo de Estado ejercido por los militares y paramilitares que asesinan, desaparecen y masacran; ni de las condiciones infrahumanas en las que están los presos y prisioneros políticos, ni de los presos y muertos. Ni de la miseria en la que vive la mayoría de la gente. Ni de los bombardeos indiscriminados de la Fuerza Aérea a los campos donde gente inocente se queda ciega, inválida, sin piernas, sin brazos, loca, sorda, sin cultivos, sin casa, sin escuelas, sin campos para el deporte, sin hogares y sin esperanza, ni de la contaminación del ambiente en todos los sentidos por los químicos mortales usados por las multinacionales en las extracciones mineras.
En cambio, los medios de comunicación mantienen un ataque permanente por medio de telenovelas y películas que infunden de manera permanente el asesinato, la trampa, la deshonestidad y todo tipo de artimañas desconociendo rotundamente las causas de la opresión y del levantamiento y la lucha del pueblo y, desde luego, sus soluciones. Se deshonra al ser humano volviéndolo un objeto que se puede poner en compraventa pública para hacer negocio. Sucede lo mismo con el deporte, el empleo, la salud, la educación, la participación y todos los derechos en general.
Telenovelas como «Las chicas de la mafia», «El capo» o «Sin tetas no hay paraíso» son elementos característicos de la cultura deshumanizante que se ha instaurado como referente social, en la que prima el dinero, la perfidia, el despilfarro, la indignidad, la corrupción y el sometimiento a cualquier precio.
Mientras, sucumben de ignorancia y hambre millones de personas. Preocupa que un número considerable de ellas, en particular jóvenes, lo asuman como un rol. Realidad que se propaga en las generaciones que emergen. Lo complicado es la conversión que se da en la sique de la gente, tomando estas realidades como «normales».
¿Qué les está aportando ser partícipes directas de este diálogo?
Alexandra: Nosotras con mucho orgullo estamos participando en este proceso por la paz. Sentimos que de alguna forma estamos representando a las miles de guerrilleras que están en las montañas de Colombia, llenas de esperanza y de optimismo porque por fin vamos a lograr la tan anhelada paz con justicia social que soñamos. Para nosotras es muy grato leer todas las propuestas que nos han llegado desde los diferentes sectores, las estudiamos, las discutimos, analizamos… pero lo que más nos llena de alegría es la enorme participación de la mujer colombiana, que se ve reflejada en todas estas propuestas. La mujer colombiana -y en específico la mujer campesina- está levantando su voz, está reclamando su derecho a la tierra, a la salud, a la participación política plena y democrática. Esto para nosotras es demasiado importante; aparte de lo que nos aportan todas estas discusiones y lecturas a nuestro conocimiento y conciencia, también nos damos cuenta, cada vez con más fuerza, que en Colombia las mujeres -armadas y no armadas- estamos en pie de lucha.