Recomiendo:
0

Lo novedoso en los nuevos saqueos

Fuentes: Rebelión

Quizás lo único nuevo en los saqueos en los centros urbanos de Chile sea la forma en que se los presenta en los medios. Al uso de internet para transmitir imágenes de grupos e individuos saqueando supermercados y tiendas durante el terremoto con rótulos tales como «flaites», se agregan los programas de televisión que constantemente […]

Quizás lo único nuevo en los saqueos en los centros urbanos de Chile sea la forma en que se los presenta en los medios. Al uso de internet para transmitir imágenes de grupos e individuos saqueando supermercados y tiendas durante el terremoto con rótulos tales como «flaites», se agregan los programas de televisión que constantemente informan sobre este fenómeno al que eligen calificar como «nuevo». Hoy por hoy, los noticiarios nos informan que, desde el terremoto, un nuevo y peligroso fenómeno social se está dando en nuestros centros urbanos: los saqueos de supermercados por grupos de individuos que, actuando en gran número, arrasan impunemente con mercancía, aterrorizando en el proceso a trabajadores, público y guardias por igual.

Demás está insistir en que éste no es de ninguna manera un fenómeno nuevo. Lo nuevo, y más preocupante es el cómo se presenta y las razones que subyacen en este renovado énfasis en el accionar de ciertos sectores de la sociedad.

Del «terremoto social» y el «terremoto moral» al Chile rural que nos redime.

El «terremoto social» pasó primero a llamarse en los medios «terremoto moral», apuntando mañosamente, no a las obvias desigualdades sociales que subyacen bajo una delgadísima capa de civilidad, sino a una supuesta falta de ética de ciertos sectores sociales en el medio de un cataclismo natural. El mismo reportero que comparaba la infinita paciencia demostrada por los haitianos con la inesperada indocilidad de los chilenos, a la semana siguiente hacía comparaciones entre el Chile urbano y el Chile rural: «la dignidad de los chilenos está en el Chile rural» declaraba, refiriéndose a que en los pequeños lugares azotados por el terremoto y/o por el tsunami, la gente mostró un gran grado de solidaridad y orden, en contraposición al comportamiento en los centros urbanos. Estas comparaciones no resisten un análisis, en primer lugar porque los centros urbanos están saturados de negocios y mercancías y los sitios rurales no lo están.

Pero, mientras que la expresión «terremoto social» apuntaba a una situación explosiva de carácter social, un destape si se quiere de sentimientos y acciones reconocidos como justos, o no, mantenidos usualmente bajo una variedad de controles que desparecieron temporalmente debido al sismo, la expresión «terremoto moral» conlleva la idea de que hay algo fundamentalmente «enfermo» en un grupo social que amenaza la propiedad privada. Para restablecer no sólo el orden, sino también la «moralidad» de la sociedad, se obliga a los «pillos» a devolver lo robado so pena de allanamientos (como en dictadura).

Demás está apuntar a la pérdida de energía y recursos de fuerzas que debieran estar al servicio de los damnificados y que, sin embargo, estuvieron abocadas a recoger y almacenar la mercancía recuperada. Más importante aún es destacar que la expresión «terremoto moral» no incluía a las constructoras responsables por edificios que se vinieron abajo en el sismo; tampoco incluía a los dueños de supermercados que se negaron a abrir sus puertas, o que exigían pago en efectivo; ni menos se refería, a pesar del descontento general y las acusaciones a diestra y siniestra, a los organismos responsables por las muertes causadas por un tsunami que no se declaró. Es decir, el «terremoto moral» es un terremoto signado por la clase: es el espectro de una insurrección. Por lo tanto, a la fuerza ejercida por el estado, los medios agregaban el elemento de la razón: se hacía conveniente convencer a la ciudadanía que apropiarse los bienes de otros, aun en el medio de una catástrofe, era inmoral y ofrecía una imagen negativa y vergonzosa del pueblo chileno.

A dos semanas de acusaciones las siguió un énfasis en los medios de amplias demostraciones de solidaridad y valentía en el medio de la catástrofe que se daban en los sitios rurales. O sea, ahora, se nos inducía a pensar que el «pueblo» chileno, el rural, pero también el «verdadero» pueblo chileno, no sólo es respetuoso de la propiedad ajena sino que tiene, además, una gran capacidad de sacrificio propio que lo enaltece. Ése es el Chile del cual podemos enorgullecernos, nos decían: es el Chile inocente, pero, más que nada, es el Chile sin clases sociales, un Chile que no significa una amenaza para nadie porque es fundamentalmente inexistente, al igual que el mundo rural.

A este trabajo de exorcismo efectuado por los medios, se agregaba el cambio de mando que se llevaba a cabo en medio de ominosos temblores. Con un nuevo gobierno que promete acentuar las desigualdades, y, al mismo tiempo, la «mano dura», se suponía que lo que necesitaba la ciudadanía era una imagen de sí misma que la devolviera, o la catapultara más bien, al Chile mítico, campesino, pre industrial. Algo similar ocurrió después del golpe de estado de 1973, en que ese mismo paisaje campesino y desclasado reemplazó en la arena cultural al Chile dividido por una lucha de clases.

Del Chile rural que nos redime de vuelta al espectro de la insurrección

¿A qué apuntan, entonces, estas nuevas imágenes, o estas mismas imágenes con nuevas interpretaciones? En primer lugar, se trata de hacernos creer que por arte y magia del movimiento telúrico se desataron fuerzas desconocidas que operan de manera inusual. Y, en segundo lugar, que estas fuerzas, por su misma naturaleza desconocida y su forma «nueva» de accionar ofrecen un gran peligro para la sociedad.

Se puede aventurar algunas explicaciones: primero, justificar la «mano dura» que ya se hizo evidente en el manejo del Día del Joven Combatiente y proveer la base para futuras represiones de toda índole. Segundo, y más preocupante aún, alejarnos de un análisis de clase que pudiera apuntar en los saqueos, no sólo a un síntoma de grandes desigualdades económicas y sociales, sino también, potencialmente, a una forma de rebelión.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.