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Entrevista al historiador Robin D.G. Kelley sobre la reedición de su libro "El martillo y la azada: los comunistas de Alabama durante la Gran Depresión"

Lo que un grupo de comunistas de Alabama del siglo XX pueden enseñar al movimiento Black Lives Matter y a los frutos de Occupy

Fuentes: The Nation

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Cuando el historiador Robin D. G. Kelley empezó a trabajar en la década de 1980 en lo que se convertiría en su libro clásico de la historia radical, Hammer and Hoe: Alabama Communists During the Great Depression [El martillo y la azada: los comunistas de Alabama durante la Gran Depresión] estaba rodeado de activismo. Había un levantamiento contra la violencia policial en Liberty City, Florida, unas coaliciones multirraciales promocionaban a Harold Washington a la oficina del alcalde en Chicago y la campaña presidencial de Jesse Jackson iba ganando impulso. Como joven activista y organizador del campus, Kelley participó en el movimiento que presionó a la Universidad de California para que desinvirtiera sus acciones de Sudáfrica, pero también fue descubriendo una tradición de organización radical negra más cerca de casa, la de el Partido Comunista en Alabama.

La disertación de Kelley sobre este tema se convirtió en Hammer and Hoe, un libro que indaga sobre lo que podría parecer un tema bastante esotérico aunque ofrecía unas lecciones que los activistas han estado sacando durante veinticinco años. A lo largo de todo este tiempo el libro se ha estado editando, ha ganado premios y, lo que es más importante para Kelley, un lugar en el corazón y en el pensamiento estratégico de décadas de jóvenes organizadores que luchan con las cuestiones de raza, género, clase y solidaridad.

En Hammer and Hoe Kelley detalla en una prosa magníficamente vívida cómo los trabajadores negros de Alabama hicieron un comunismo propio mezclando las enseñanzas de Marx y Lenin con las de la iglesia negra y las lecciones de décadas de resistencia a la esclavitud, la segregación y el terrorismo racista. Eran aparceros y trabajadoras domésticas, receptores de ayuda y trabajadores de las fábricas. Eran hombres y mujeres a quienes se les había denegado el acceso a posiciones «cualificadas» para que los hombres blancos pudieran obtener esos trabajos. A través de aquellas experiencias habían ido llegando a un radicalismo que era internacional en su alcance pero profundamente local en la práctica.

Aquellos comunistas de Alabama, señala Kelley, no consideraban que sus luchas por el derecho a votar fueran algo diferente de sus luchas contra la explotación económica de los propietarios, los dueños de fábricas o los dirigentes aparentemente progresistas de un desigual orden del New Deal (1). Para poder combatir en cualquiera de esas luchas tenían que desafiar el terrorismo racista del Ku Klux Klan, que con frecuencia estaba en connivencia con la policía, y escapar de las garras de un sistema legal criminal que encerraba y ejecutaba a las personas negras basándose en las pruebas más endebles. En Hammer and Hoe aparecen los juicios de «los nueve de Scottsboro» (2), pero también las historias de muchas personas olvidadas que se atrevieron a alzarse contra la justicia y pagaron con sus vidas.

El servicio de prensa de la Universidad de Carolina del Norte publicó este verano una edición actualizada del libro para conmemorar su 25 aniversario. Con un guiño al momento presente, esta edición tiene un nuevo prefacio y está dedicada a los jóvenes activistas de los años recientes, cuyas luchas contra la austeridad, el racismo, el militarismo y el propio capitalismo se han hecho eco, consciente o inconscientemente, de las luchas de los personajes de Kelley.

Kelley es actualmente profesor Gary B. Nash de historia estadounidense en la UCLA. Este verano fue entrevistado por Sarah Jaffe de The Nation.

***

Sarah Jaffe: En el nuevo prefacio usted escribe que se le han acercado más personas gracias a este libro que por cualquier otro en los últimos años, ¿a qué cree que se debe?

Robin Kelley: El libro hace unas cuantas cosas que interesan a los lectores actuales. Trata de un movimiento radical que intentaba verdaderamente cambiar el paradigma (no se trataba de hacer reformas mejores, no operaba dentro del Partido Demócrata) en un lugar tan insólito como Alabama, donde las condiciones de represión eran tan descomunales. [Al hacerlo] une dos movimientos [contemporáneos] que ahora consideramos diferentes. Uno es el anticapitalismo y sus raíces en el movimiento Occupy y en otras partes, el otro es lo que ahora se identifica como Black Lives Matter [Las vidas negras importan], la lucha contra la violencia policial y el Estado carcelario. Lo que ocurre es que el Partido Comunista en Alabama se centró en estas dos cosas directamente. Y para ellos eran inseparables.

SJ: Usted escribe acerca del final de la Guerra Fría y cómo desde la crisis financiera de 2008 el anticapitalismo ha empezado a crecer de nuevo. ¿Cree usted que este país está preparado finalmente para entender las contribuciones de socialistas y comunistas a su historia y su presente?

RK: La Guerra Fría se ha suprimido tan completamente de la conciencia pública que hay generaciones enteras de personas que no tienen la menor idea de ella. Tengo alumnos que ni siquiera saben qué es la Guerra Fría.

Este tipo de supresiones crea un espacio en blanco. Esa es la buena noticia. La mala es que este marco de referencia se ha vuelto tan exiguo que los debates clave incluso entre algunos de los defensores de Occupy que más se hacen oír han sido cómo reformar el capitalismo y que realmente se trata de volver al Estado de bienestar o imponer la regulación, pensando que el capitalismo va a estar con nosotros para siempre. Pero a menos que verdaderamente podamos romper paradigmáticamente con la estructura del propio capitalismo no vamos a idear buenas alternativas.

Creo que el libro de Naomi Klein es importante porque afirma que el problema es el propio capitalismo. La pregunta es cuándo pueden los activistas tener tiempo y darse el lujo de sentarse y decir: «¿Cómo reconstruimos verdaderamente nuestra nueva sociedad?»

Se tiene la sensación de que estamos en un estado de emergencia. Hay ejecuciones hipotecarias y muerte. Hay desposesión. Hay personas que no tienen acceso al agua. Pero entonces, para ser honesto, todos esos modelos de tratar de crear la alternativa al capitalismo viviendo en comunidades indígenas, ya sean los Zapatistas o cualquier otra, han salido de estados de emergencia.

¿Cómo se relaciona Hammer and Hoe con esto? Nadie va a leer el libro y decir que los comunistas de Alabama fueron capaces de crear socialismo. Pero funcionaban en un estado de emergencia y fueron capaces de superar diferencias que hoy, en la actual política de identidad, la gente cree que son insuperables. Consiguieron que gente blanca del Klan se uniera a su organización. No todas, pero si se puede conseguir que lo haga una, ¡lo aplaudo!

El hecho de que fueran capaces de dar esos saltos no es tolerancia de la diferencia. Es una identidad transformacional en un movimiento transformacional que dice que somos camaradas.

SJ: Usted escribe acerca de cómo el Partido Comunista de Alabama surgió de las culturas e ideas de las personas a quienes servía (en particular, la clase obrera negra de Alabama) y de cómo la izquierda blanca a veces tiene problemas para ver y entender a la izquierda negra. ¿Como siguen malinterpretando los blancos progresistas a la izquierda negra?

RK: Esto es un mantra que se ha repetido al menos desde el siglo XIX: que los problemas de raza o los problemas de género son en cierto modo una distracción de los verdaderos problemas. Pero la historia ha demostrado que estas cuestiones son inseparables, porque crear jerarquías de diferencia es esencialmente un proyecto ideológico y económico.

La esclavitud, la desposesión de los indios y el garantizar que se paga a las mujeres unos salarios que les permitan comprarse sombreros son ideologías que en realidad estructuran el capitalismo. Cualquiera que sea serio respecto al socialismo o a cualquier tipo de vía no capitalista al socialismo debe abordarlas no como cuestiones diferentes sino como cuestiones que nos ayudan a analizar más profundamente cómo funciona la economía política. De nuevo vuelvo a Hammer and Hoe porque parte de la crítica al New Deal consistía en decir que esta gran expansión del estado de bienestar se construyó sobre una jerarquía racial en la que se podía pagar menos a los trabajadores negros de los programas de obras públicas o pagar menos a los trabajadores del sur que a los del norte. En otras palabras, se trata de una jerarquía estructurada por la raza, la clase, el género. A menos que entendamos cómo funciona la estructuras nunca seremos capaces de abordar los problemas económicos.

¿Hacer una revolución consiste simplemente en tener un Estado más justo, asegurarse de que todo el mundo tiene una vivienda decente? ¿O consiste en cambiar las relaciones entre nosotros de modo que no se necesite la violencia de Estado para mantener la maquinaria en funcionamiento? ¿Cómo se puede crear una cultura en la que en realidad puedas tener algo parecido a una comunidad a la que quieres, en la que la lucha por la comunidad sea parte del proyecto del cambio?

Esto es parte de lo que creo que estaban tratando de hacer los mejores elementos de Occupy y Black Lives Matter: crear una nueva comunidad.

SJ: También ha escrito acerca de cómo el temor de los blancos a la «igualdad social» para los negros era un temor al sexo interracial, un temor del que se hizo eco la declaración de Dylann Roof (3) a sus víctimas mientras apretaba el gatillo en Charleston. ¿Puede hablarnos un poco más acerca de ello y de cómo se organizaron en contra de esto los comunistas de Alabama?

RK: Desde los primeros momentos de la presencia del Partido Comunista en el sur los anticomunistas utilizaron el sexo para provocar miedo y oposición. Me encanta la afirmación de que «lo que quieren los comunistas es nacionalizar a vuestras hijas». Es la combinación de depravación sexual asociada al comunismo y el hecho de que los derechos de los negros fuera una postura fundamental. Esta es una de las maneras como pudieron mantener a la gente al margen del Partido. No funcionó demasiado bien, por supuesto, porque en el sur nunca ha habido, ni entonces ni ahora, verdaderas barreras para el sexo interracial, especialmente si se habla de hombres blancos y mujeres de color. Pregunten a Strom Thurmond (4).

En última instancia el problema consiste en la consideración por parte del supremacismo blanco de la mujer como una propiedad. Consiste en considerar a la mujer una propiedad con la excusa de la seguridad. Para Dylann Roof el hecho de hacer una declaración y asesinar a seis mujeres negras (de nueve) también es repetir la noción de que las mujeres blancas son una mera propiedad y que su trabajo es proteger esta propiedad para que no sea mancillada por hombres negros. El mito de que los hombres negros son violadores por naturaleza es un mito antiguo pero tan arraigado que no puedo imaginar lo que va a costar eliminarlo.

SJ: Hammer and Hoe se enmarca durante la Gran Depresión y nosotros todavía vivimos con los efectos de la Gran Recesión, ¿puede comparar cómo se organizaba entonces la gente respecto a los puestos de trabajo, la mano de obra y los parados con lo que ocurre actualmente?

RK: Nada de lo que hubo durante el New Deal fue un regalo, se había luchado por ello. Lo mejor del New Deal no fueron las muchas prestaciones, sino que fue la Sección 7 de la Ley de Recuperación de la Industria Nacional que afirmaba que los trabajadores tienen derecho a organizarse. Entonces, en 1935, se volvió más fuerte. El hecho de que los sindicatos industriales se pudieran organizar en la mayoría de los lugares con algunas protecciones limitadas del Estado permitió que crecieran los sindicatos.

Es verdaderamente importante una organización basada en una comunidad fuerte. Actualmente hay tanta movilidad, tantos desplazamientos, que ya no existe la noción de una comunidad establecida. Por lo tanto, ¿qué ocupa su lugar? La organización virtual. No lo critico en absoluto porque creo que desempeñó un papel importante en movilizar a cantidades descomunales de personas para diferentes acontecimientos. El problema es que aunque la organización virtual funciona muy bien para movilizar en acontecimientos, es muy difícil mantener con ella la estructura organizativa cotidiana que se necesita para las luchas a largo plazo.

La gente trata de inventar cómo desarrollar organizaciones más fuertes, no organizaciones más grandes porque incluso en los tiempos del New Deal algunos de los movimientos más eficaces nunca fueron enormes movimientos de masas, sino movimientos que fueron capaces de mantenerse a sí mismos y movimientos que fueron capaces de presentar aquello en lo que pensamos como reivindicaciones transformativas.

Las reivindicaciones transformativas son aquellas reivindicaciones que, por una parte, prestan atención a una crisis particular (la necesidad de una prestación o de alojamiento, etc). Pero entonces estas reivindicaciones se multiplican y en última instancia ponen en duda la propia lógica del sistema imperante. Si se dice que necesitamos viviendas entonces el Estado podría responder: «Vamos a tener un sistema de mercado que proporcione viviendas», con lo que se responde: «No, no va a funcionar, vamos a exigir algo diferente de un sistema basado en el mercado».

Uno de los problemas de tantos movimientos tan entusiastas actuales es esta tendencia a no hacer reivindicaciones transformativas, a no hacer ninguna reivindicación, porque en cierto modo hacer una reivindicación formalizaría una organización de manera que minaría la democracia, podría ser cooptada por el Partido Demócrata, por los sindicatos o por lo que sea. Por lo tanto, sin estas reivindicaciones no se tienen un espacio o una plataforma en la que debatir acerca de cómo es el futuro.

No estoy diciendo que las cosas sean tajantemente de esta manera. Actualmente hay muchísimas organizaciones que están haciendo reivindicaciones transformativas, en el libro menciono algunas. Pero al margen de lo que pensemos de los problemas del Partido Comunista, y son muchos, fue una organización internacional que estaba bien organizada y presentó reivindicaciones transformativas.

No sé si el hecho de no hacer reivindicaciones puede llevar a algo incluso mejor. Pero una de las consecuencias es que al final una parte del movimiento acepta la agenda del gobierno de Obama, es decir, que secunda la idea de que basar la seguridad pública en presunciones discriminatorias por perfil racial no funciona, por lo que se necesita una fuerza policial más eficaz, dotar a los policías de cámaras portátiles sujetas al cuerpo, un adiestramiento mejor y ese tipo de cosas. La historia demuestra que esas medidas no cambian nada. Lo que buscamos son cambios transformativos y, finalmente, eliminar la violencia de Estado y a la propia fuerza de policía.

SJ: En Hammer and Hoe se habla mucho de cómo la violencia se utilizó específicamente para aplastar la organización laboral y de izquierda de las personas negras en Alabama. Cito sus palabras: «La mayoría de los académicos han menospreciado a la izquierda del sur y han subestimado el papel que desempeñó la violencia en sofocar a los movimientos radicales […]»

RK: La violencia de Estado fue necesaria para suprimir a los movimientos obreros, cualquier movimiento de justicia social. Fue necesaria para intimidar a grupos enteros de personas de manera que ni siquiera pensaran en juntarse. Estaba tan integrada en la estructura cotidiana que se convirtió en una segunda naturaleza. Había una falta de confianza constante en la clase trabajadora que se expresaba, una falta de confianza constante en las personas negras. Y una capacidad de transferir esta falta de confianza a la clase trabajadora blanca que renunció a cooperar por cuestiones de seguridad.

La seguridad de lo blanco es una seguridad muy frágil. Estos sistemas operan y en la base de todos ellos está la violencia. La violencia también se vuelve endémica en aquella cultura en la que hombres, mujeres, niños y padres aceptan esta violencia dentro de su propio hogar como una manera de mantener la jerarquía dentro de aquellas estructuras. Reflejaban la violencia del Estado. La violencia privada está directamente relacionada con la violencia pública.

La violencia está en todas partes, así que a menos que lo tengamos en cuenta y entendamos su relación con el mantenimiento de la actual economía política vamos a tratar la violencia pública como algo diferente de la privada, la violencia privada de género como algo diferente. Hemos tenido violencia policial, que está muy vinculada a los problemas de justicia económica porque, ¿dónde tiene lugar esta violencia policial en la mayoría de los casos? En lugares como Baltimore donde puedes tener un régimen negro dirigiendo una ciudad pero personas cuyas vidas dependen de la buena voluntad de sus vecinos, de unos salarios muy bajos, de lo que queda de estado de bienestar. Las personas que viven vidas precarias son las que más probablemente experimenten esa violencia estatal.

Esa es la razón por la que siempre que tenemos casos excepcionales, personas que en realidad no tienen una vida precaria, resulta que son negras, esas son las historias que se plantean. Son importantes, pero sacarlas a relucir por encima de todas las demás historias de violencia estatal es básicamente producir un análisis que carece de clase y que diferencia la economía política y de la violencia estatal.

Tenemos que ir hacia atrás y asegurarnos de que entendemos la relación entre todas estas formas de violencia y su relación con la economía, y no pensar que la economía son simplemente salarios, vivienda, condiciones laborales, consumismo, comercio, etc. La economía es mucho más que eso. La economía es el acceso a los recursos. La economía es poder vivir una vida que no sea precaria. La economía es racial. La economía tiene distinción de género. La economía no es una categoría diferente de la raza o el género.

SJ: Relata que el cumplimiento de la ley y el Estado fueron cómplices de violencia extralegal y de linchamientos, cómo podían detener a algún organizador y entregarlo al Klan. ¿Cómo moldearía esto nuestra capacidad de entender situaciones como el asesinato de Trayvon Martin por parte de George Zimmerman (5)?

K: Al menos en la década de 1930 y antes, una de las manera de que el Estado pudiera evitar los gastos de un juicio y de la detención, y también de poder reproducir masivamente la supremacía blanca fue el linchamiento. Uno considera el linchamiento como algo que aterroriza a las comunidades negras, que aterroriza a las comunidades mexicanas y sin lugar a dudas lo hace. Pero lo que también hace es consolidar una inversión de la clase trabajadora blanca en una noción de seguridad, en una estructura jurídica que le permite alguna apariencia de ciudadanía. Estas son personas que si verdaderamente se observa su vida diaria, apenas tienen los privilegios de la ciudadanía, excepto el linchamiento. Participarían aunque fuera como mero observador.

Naomi Murakawa tiene un libro verdaderamente importante llamado The First Civil Right,[El primer derecho civil] en el que muestra que tuvimos varios cambios: el gobierno Truman fomentó una legislación de derechos civiles, más recursos para la policía para tratar de detener este tipo de actos de violencia. Aquellos recursos entonces alimentaron un sistema judicial cada vez más criminal. Lo que se acabó consiguiendo es menos linchamientos; el que la policía dispare a alguien por la espalda no es exactamente un linchamiento, no funciona de la misma manera. ¿Es un crimen? Desde luego. ¿Es extrajudicial? Lo es.

Así pues, la reducción de los linchamientos también significa la expansión de un sistema judicial criminal, que en realidad detiene cadáveres vivos, los contiene y los acorrala. Cada vez es más floreciente. Significa también que estos asesinatos extrajudiciales tienen lugar con la aprobación del Estado. Ahora se hace con agentes blancos que están mejor armados que nunca. Lo que no ha cambiado es estructura racial básica del proceso judicial criminal. Cambia el mecanismo, cambian los procesos y aquellos procesos tienen enorme consecuencias, pero la ideología básica se ha modificado con el tiempo.

SJ: R elacionado con ambas cosas, ¿qué nos dice del uso de la defensa propia armada entre las personas que investigó? ¿Qué podemos aprender de ellos para aplicarlo a lo que hoy se dice de los «disturbios» y a nuestra obsesión con que la resistencia particularmente negra sea no violenta?

RK: Uno de los mayores mitos que todavía se perpetúa hoy es que en cierto modo las únicas formas naturales y legítimas de política negra tienen que abrazar la no violencia. Ninguna otra agenda o movimiento político tiene que hacer lo mismo .

La no violencia como estrategia política fue bastante común entre las fuerzas progresistas en el periodo de posguerra y con razón. Con todo, si consideramos la historia de las luchas por la libertad de las personas negros, su primer principio fue la defensa propia. Tenía que ser así: durante la Reconstrucción (5) fueron asesinadas unas 58.000 personas negras. Akinyele Omowale Umoja escribió un libro fundamental llamado We Will Shoot Back [Devolveremos el disparo] en el que demuestra que en cada condado de Mississippi en el que se había organizado la defensa propia armada tuvieron menos violencia, menos asesinatos.

Existe una diferencia entre defensa propia armada y violencia como una estrategia de resistencia. Los disturbios no son necesariamente estrategias violentas de resistencia, frecuentemente son ataques a la propiedad. Si se observa en el registro de víctimas quiénes mueren en los disturbios, en su mayoría son personas que vive en guetos. Si se observa el registro de víctimas de la historia de los conflictos, incluso remontándonos a finales del siglo XIX y principios del XX, se trata de pogromos raciales en los que una vez más encontramos una turba de personas blancas reafirmando su ciudadanía y sus privilegios blancos por medio de la violencia contra personas negras. Las personas negras han sido más víctimas de la violencia que perpetradores de violencia contra el Estado.

Es contra este tipo de mitologías contra lo que tenemos que lidiar. Lo más increíble del Partido Comunista de Alabama es que tuvieron aquellos momentos dramáticos y tiroteos, y en las zonas rurales en particular hubo aquellos momentos de militancia, pero en el caso de la mayoría de los activistas su estrategia era más sutil, querían evitar la violencia para vivir un día más. Sabían que ellos eran más y estaban mejor armados, así que tuvieron que encontrar estrategias que al margen de que fueran violentas o no sirvieran para protegerse y fueran sostenibles.

Por eso cada vez que se plantea la cuestión o la gente tiene que proclamarse no violenta, de lo que se trata es de proyectar la violencia del Estado en los cuerpos de las mismas personas que son víctimas de la violencia. Yo defiendo la no violencia, pero eso es otra historia .

SJ: ¿Por qué cree que todo esto está ocurriendo ahora?

RK: Creo que estos movimientos habían estado bullendo bajo la superficie, especialmente con el gobierno Clinton. Este presidente fue una decepción tan grande que muchos de los movimientos de oposición que han puesto las bases de Occupy se establecieron en la década de 1990 bajo Clinton. En mi opinión, el nivel de organización en la preparación de Occupy significa que este movimiento no fue espontáneo. Fue una oportunidad. La crisis de 2008 fue una oportunidad, la movilización por Trayvon Martin y la oleada de muertes, y los medio sociales crearon oportunidades para que se hicieran visibles las organizaciones existentes. Yo sostengo que si no hubiéramos tenido organización no habríamos tenido esto. Va en contra de la idea prevaleciente de que las condiciones simplemente hicieron que la gente estuviera tan enfadada y frustrada que salieron a la calle. Hay algo de eso, pero no se puede conseguir que la gente salga sin organización. Por ello, si hay al que aprender aquí es que siempre hay que organizarse. Tanto si es el momento óptimo como si no lo es, siempre hay que estar preparado .

Notas de la traductora:

(1) El New Deal es el nombre que dio el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt a su política intervencionistas para luchar contra los efectos de la Gran Depresión en la década de 1930. Este programa se desarrolló entre 1933 y 1938 con el objetivo de ayudar a las capas más pobres de la población, reformar los mercados financieros y relanzar la economía, caracterizada desde el crac de 1929 por el paro y las quiebras en cadena.

(2) «Los nueve de Scottsboro» fueron nueve adolescentes negros (algunos menores de edad) de esta ciudad de Alabama acusados injustamente de violar a dos mujeres blancas en 1931 mientras viajaban a bordo de un tren de carga. Todos ellos, excepto un menor de 12 años, fueron condenados a pena de muerte aunque después de recurrirse el caso se conmutó por la cadena perpetua.

(3) Dylann Roof es el joven blanco estadounidense que en junio de 2015 causó una matanza en una iglesia de Chesterton frecuentada mayoritariamente por personas negras.

(4) James Strom Thurmond (1902-2003) fue senador y gobernador de Carolina de Sur, defensor de la segregación racial y de la supremacía blanca.

(5) Trayvon Martin era un adolescente negro asesinado en 2012 por un hombre de origen latino, George Zimmerman, vigilante de la comunidad cerrada donde Martin se alojaba temporalmente. Disparó contra él porque le pareció «sospechoso».

(5) La Reconstrucción es el periodo de la historia de Estados Unidos comprendido entre 1865 y 1877 en el que se llevó a cabo de la integración de los estados sureños secesionistas en la Unión una vez terminada la Guerra de Secesión en 1865.

Fuente: http://www.thenation.com/article/what-a-band-of-20th-century-alabama-communists-can-teach-black-lives-matter-and-the-offspring-of-occupy/