Ricardo Lorenzo Cantalapiedra es un hombre delgado, de rostro pálido, apariencia tímida, modales sencillos, voz suave y manos de apariencia frágil. No da la impresión de ser alguien que reside en una zona agreste donde bombardeos y muertes son el plato cotidiano, y portar armas, una de las pocas garantías de supervivencia. El sacerdote vive […]
Ricardo Lorenzo Cantalapiedra es un hombre delgado, de rostro pálido, apariencia tímida, modales sencillos, voz suave y manos de apariencia frágil. No da la impresión de ser alguien que reside en una zona agreste donde bombardeos y muertes son el plato cotidiano, y portar armas, una de las pocas garantías de supervivencia.
El sacerdote vive desde hace 28 años en Colombia y desde hace dos en el municipio de Uribe, en una zona guerrillera del sur del país. Pero desde hace una semana está detenido en la Casa Provincial de los Salesianos en Bogotá, acusado de rebelión y de ser un testaferro de la guerrilla de las FARC. Sin embargo, no tiene miedo. Dice que las acusaciones no tienen fundamento, aunque admite haber conocido al Mono Jojoy , jefe militar de las FARC con quien tuvo, sostiene, una relación al margen de toda cuestión ideológica o revolucionaria.
Al igual que sus colegas españoles, los aragoneses Manuel Pérez, Domingo Laín y José Antonio Jiménez, Cantalapiedra fue a Colombia a ayudar a los más pobres. Al contrario que ellos, no sólo sigue vivo, sino que no se alistó en la guerrilla. «Nunca he empuñado un arma –dice–. Como el mío, hay muchos casos de personas acusadas injustamente en Colombia».
–¿Quién lo acusa y qué argumentos han esgrimido para detenerlo?
–Son acusaciones de un supuesto exguerrillero de las FARC que aseguró ante la Fiscalía que yo tengo vínculos con ese grupo guerrillero. Acusó también al alcalde del pueblo, al secretario de Gobierno y a casi 100 personas más.
–¿Hay razones de peso para esa acusación?
–No. Los argumentos son muy pobres y están respaldados por dos concejales afines a los paramilitares. Decían que yo era guerrillero porque no estaba con ellos. Cada vez que viajaba por la región decían que iba a los campamentos de la guerrilla y que les llevaba ropa y comida. Todo es mentira.
–¿Alguna vez fue usted a los campamentos guerrilleros?
–Sí, a petición de personas humildes que se sentían amenazadas o eran familiares de secuestrados. Fui a aclarar las cosas, a preguntar qué era lo que realmente pasaba respecto a esas personas, pues en los pueblos pequeños hay muchos chismes. Pero eso es todo. El único motivo que me llevó a los campamentos de las FARC fueron cuestiones de carácter humanitario. El deseo de ayudar a las personas humildes que me lo pidieron, a quienes no sabían si debían dejarlo todo para no perder a padres, esposos o hijos.
–A causa de ese trabajo, ¿ha recibido amenazas de muerte de los paramilitares?
–Los paramilitares sí me tachaban de guerrillero, pero nunca recibí ninguna amenaza. Me desplazaba sólo en zonas donde estaban ellos.
–¿Cómo y cuándo se produjo su detención?
–Todo comenzó el 3 de julio, cuando se llevaron a 18 personas en un arresto masivo y yo fui a decirle a la fiscal que eso era un atropello contra el pueblo. Ella me dijo que yo también estaba en la lista pero que no me habían detenido porque era muy conocido. Aún así, me dijo que tenía que hacer una declaración libre y espontánea.
–¿Cuándo la hizo?
–El 22 de julio. Respondí a las preguntas y a las acusaciones que se me hacían y que, sobra decir, no tienen fundamento. Sólo señalan que me vieron ir a los campamentos de las FARC, pero no especifican para qué. Los abogados dicen que los argumentos son muy débiles.
–Entonces, ¿cuál es su culpa?
–Lo único que hice fue denunciar las capturas masivas de ciudadanos realizadas bajo la política de seguridad del presidente, Alvaro Uribe. Casi siempre son personas inocentes víctimas de un atropello. Le dije a la fiscal que podía citar a todos los acusados y que seguramente todos irían a la fiscalía porque son personas del pueblo, que no merecen ser sometidos a un espectáculo tan triste y horrible como una detención de ésas, donde son llevados encadenados, sin ninguna posibilidad de defensa.
–¿Qué pasa con la acusación que se le hizo de ser también testaferro de la guerrilla?
–Es algo igualmente absurdo. Se me acusó de eso porque figuraba a mi nombre un pedazo de tierra de la diócesis que se vendió hace 10 años. Después de la indagatoria del 22 de julio tuve que regresar a Uribe para presentar a la Fiscalía las copias de las respectivas escrituras y aclarar la situación. Sin embargo, eso no se tuvo en cuenta cuando dictaron la medida de detención preventiva sin derecho de excarcelación en mi contra.
–¿Cuándo dictó la justicia su detención?
–Quince días después. Había regresado a Bogotá a petición de mis superiores. En prisión domiciliaria llevo una semana.
–¿Regresaría al pueblo de Uribe para ejercer su apostolado?
–Sí. No tengo miedo. Ese es mi trabajo.
EDAD 64 AÑOS
OCUPACION SACERDOTE DE LA ORDEN DE LOS SALESIANOS
LUGAR DE NACIMIENTO LA SECA (VALLADOLID)
RESIDENCIA VIVE EN COLOMBIA DESDE HACE 28 AÑOS
ESTADO ACTUAL DETENIDO TRAS SER ACUSADO DE AYUDAR A LAS FARC