«Allons enfants de la Patrie«… la guerra de propaganda burguesa llama a sus hijos a reactivar trincheras y ocupar todo el territorio del relato imperial. La derecha europea se alebresta y fiel a su costumbre agita banderas de populismo snob en los balcones de sus monopolios mediáticos. Usaron el repudio mundial a un asesinato para […]
«Allons enfants de la Patrie«… la guerra de propaganda burguesa llama a sus hijos a reactivar trincheras y ocupar todo el territorio del relato imperial. La derecha europea se alebresta y fiel a su costumbre agita banderas de populismo snob en los balcones de sus monopolios mediáticos. Usaron el repudio mundial a un asesinato para legitimar su «todo vale» burgués. Los expertos en silenciar a los pueblos lloriquearon mediáticamente para informarnos que profundizarán su guerra de IV generación. A su libertad de agresión le llaman «libertad de expresión».
Todas las cartas están a la vista. Detrás de la hipocresía oligarca, que sacó a pasear a sus gerentes para enmascarar con luto lenguaraz la xenofobia y el hambre de belicismo, se agitan las perversiones nazi-fascistas más peligrosas para la humanidad. Todas las denuncias y rechazos al asesinato de los periodistas de Charlie Hebdo se han manipulado para sembrar el «huevo de la serpiente» que en defensa de la «libertad de expresión» burguesa profundizará la censura a la libre expresión de los trabajadores y de los pueblos. En el trasfondo está también la guerra económica contra Rusia y China mientras defienden al euro. A cualquier costo. Literalmente.
No es difícil ver la agenda del silenciamiento que tiene fechas cruciales. Barak Obama, experto gerente de la guerra y en espiar al mundo entero, quiere protagonizar una «Cumbre sobre Seguridad Global» el 8 de febrero y no es otra cosa más que un plan represivo planetario para liberar territorios mercantiles que den sobrevida al capitalismo putrefacto. Es la respuesta a la «multipolaridad» abierta por el avance geo-estrategico de China y Rusia y es la venganza mafiosa de la industria bélica contra Putin que los hizo regresarse de la «línea roja» cuando les abortó el negocio de invadir a Siria. Todo está archivado en la memoria de los negocios de la muerte. Esa agenda represora tiene decorados electorales que también son un gran negocio para la guerra de propaganda. ¿Quién lo administra?
El asunto nodal es asegurar y hacer crecer a la industria bélica yanqui y eso incluye a sus armas de guerra ideológica trasvertidos como «medios de comunicación» y hacer crecer, también, esa industria opresora de conciencias. Su target es sembrar miedo y confusión, criminalizar a los líderes sociales y obligar a las víctimas a disfrutar y agradecer la esclavitud de su conciencia, entre bailes, consumismo y endeudamiento. Los bancos también son armas de guerra económica contra la clase trabajadora. Hay cifras obscenas al «por mayor». Les importa sembrar miedo. Exitoso, horrendo y añoso juego burgués del miedo. Se trata de espantarnos poniendo ante nuestros ojos la imagen de nosotros mismos. Nos hacen mirarnos como lo «otro», lo «externo», lo «extranjero», lo que invade y lo que amenaza. Nos hacen vernos como lo de la calle, lo que pasa en las calles, en el «afuera» donde (dicen) habitan las peores amenazas, donde anda el pueblo, donde anda la clase trabajadora que tanto temen y que tanto explotan.
No hay dudas de que el arsenal ideológico burgués necesita, como al aire, de profundizar la preeminencia de todas sus mercancías (objetivas y subjetivas) en un «mercado» saturado y competido a mansalva. Un ejército de publicistas creativos y serviles pasan sus días y noches inventando fetichismos de toda especie para desahogarles las bodegas. La lógica imperial, que es por definición criminal, necesita suprimir competencias para asentarse en el reino de los precios y fijarlos a su antojo. Para eso se estorban entre ellos mismos y habrán de desplegar los más sofisticados método de traición hasta asegurarse el control total de los mercados. Es esa su historia reciente y ese su destino. Si para eso hay que inventar nuevas semánticas a la «libertad», a la «igualdad» y a la «fraternidad» de la clase dominante… sea pues, que al fin y al cabo son ellos los dueños de las herramientas de producción de sentido. Si para eso el imperialismo ha de resucitarse en París, sea pues, que no le faltarán gerentes dispuestos para una foto histórica que haga patente la hipocresía y el servilismo. Si para eso hay que matar a 12 en Francia, a 43 en Ayotzinapa… nada importa mientras se los pueda usar como cortina de humo plañidero para esconder las verdaderas intenciones capitalistas.
La llamada «nueva guerra fría» se calienta los pies con pantallas de televisión y portadas de diarios. Exhiben sus arietes ideológicos a «ocho columnas» siempre bien camuflados por la verborrea de sus publicistas (de bienes, servicios y política) vendedores de ideología chatarra. Pero el relato también se les gasta y necesitan siempre, con urgencia, de episodios sórdidos capaces de garantizar algunas cuantas semanas de amarillismo que, bien administrado, alcance para varios medios y varios modos. Y le dan la vuelta al mundo con su maniqueísmo de ocasión haciéndose ellos, siempre, lo buenos de la Historia. Hasta la náusea. Ya debe haber contratos para escribir el «Best Seller», filmar la película, el documental y la serie de televisión… basados en los asesinatos de Charlie Hebdo. En esta guerra mediática los muertos también son una mercancía.
Nosotros no podemos dejarnos llevar por las «lágrimas de cocodrilo» burgués ni por la emoción de los hipócritas que preparan guerras contra nuestros pueblos. Lo que hoy es acusación contra el «terrorismo» mañana será contra las luchas revolucionarias que ya en varios países son consideradas «terroristas» y enemigas del «progreso» burgués. Los gerentes burgueses, que hoy lagrimean en Francia, son los mismos que avasallaron, por ejemplo, a Irak, Libia, Siria, Palestina… su luto no es más que otra forma de la guerra de propaganda para desorientar a las masas y camuflar los verdaderos intereses del capitalismo. No aceptemos que los pueblos pierdan de vista al enemigo que está en los bancos y lo confundan con un dogmático fundamentalista suicida proveniente de tierras exóticas porque eso es, justamente, lo que quiere la industria de las armas para justificar los ataques y sus negocios. No perdamos la atención sobre lo que amenaza a la humanidad por más que agiten las banderas apocalípticas en Francia o en el Pentágono. El capitalismo se pudre día a día y eso debe animarnos a profundizar las luchas sin aturdirnos con el «show» de la muerte y sin dejar de repudiar a todo terrorismo criminal comenzando con el del capitalismo y sus negocios bélicos. Los yanquis y los imperios.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.