A finales de la década de los 60 del siglo pasado, cuando se crea en Bogotá el departamento de Antropología dentro de la facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, el marxismo, sin lugar a duda, constituía el tema más apasionado de la discusión intelectual en el movimiento estudiantil colombiano. Era la época hoy conocida por la historia como la revolución de mayo en Paris, con sus repercusiones en Praga y Europa Oriental, la ruptura soviético-china y el “eurocomunismo”, la revolución cultural de Mao, la solidaridad con el pueblo agredido de Vietnam por el imperialismo, y en el marxismo latinoamericano, la crítica a la visión dicotómica eurocéntrica entre Ariel y Caliban o, entre la Civilización representada por el capitalismo desarrollado de la “american way of life” que empezaba a imponerse en el globo y, la Barbarie o subdesarrollo como se le seguía llamando despectivamente.
Dicotomía que la filosofía positivista había implantado hacía largo tiempo, incluso con otros varios matices pej entre “cultura e incultura” y que obligatoriamente nos remontaba históricamente hasta el origen del capitalismo moderno: la época de los grandes descubrimientos geográficos con sus chorreones de sangre y lodo en América, África y Asia, que Marx describió magistralmente bajo el título de la “acumulación originaria de capital”. Era pues obvio que en las agitadas aulas de U Nal condujeran el debate hasta la fuente de los dos conceptos que Marx y Engels, en especial Engels, había tomado “científicamente” del antropólogo estadounidense Lewis H Morgan para sustentar su obra el “origen de la Familia la Propiedad Privada y el Estado” publicada en 1884, siete 7 años después de “Ancient Society”.
Hoy esta discusión quizás pueda parecer a alguien extemporánea, sin embargo, la edición del interesante y sugestivo libro del antropólogo estadounidense Thomas C. Patterson, profesor emérito y distinguido de la Universidad de Berkeley en California publicado en castellano en 2014 (fecha relativamente reciente) titulado “Karl Marx, Antropólogo”, edicions bellaterra. Barcelona, donde el profesor Patterson confirma con datos de hoy día y de manera cientifica los descubrimientos antropológicos de Marx y Engels en la segunda mitad del siglo XIX, volviendo a poner el tema en la actualidad, imponiendo un necesario contraste: Una mención desde la óptica de la praxis antropológica en Colombia y nada mejor que recurrir a la visión especializada del profesor Luis Guillermo Vasco, quien en 1970 inicia precisamente en las aulas del departamento de Antropología de la U Nal de Bogotá su estudio de las obras de Morgan hasta convertirse en un especialista en este autor. El único antropólogo colombiano que ha sistematizado sus estudios de “amor y odio” hacia la trascendental y extensa obra de L H Morgan en este importante libro que no dudo en recomendar http://www.luguiva.net/admin/pdfs/Lewis%20Henry%20Morgan.%20Confesiones%20de%20amor%20y%20odio.pdf
Relación entre Engels y Morgan que un año después, en octubre 1996, el profesor Vasco presentó un tanto resumida (lo que no exime de a lectura del libro antes citado) como ponencia “Engels Actual”, en la facultad de Derecho de la misma Universidad Nacional a propósito del centenario de la muerte de Engels, y que trascribo en lo fundamental: …
Cuando Engels escribió El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, su propósito era muy claro y explícito. Él y Marx habían conocido la obra del norteamericano Lewis Henry Morgan la sociedad primitiva y le concedían gran importancia. Marx “se disponía a exponer personalmente los resultados de las investigaciones de Morgan en relación con las conclusiones de su (hasta cierto punto, puedo llamarlo nuestro) análisis materialista de la historia, para esclarecer así, y solo así, todo su alcance”, para ello había realizado una gran cantidad de “glosas críticas” al respecto (Engels 1966: 168). Pero murió sin haber conseguido realizar su intención. Engels quería cumplir este legado de Marx. Por esto, su intención fue presentar las principales conclusiones de Morgan, con base en las anotaciones de Marx, y agregar las suyas propias.
En su opinión, los descubrimientos de Morgan revestían para la historia primitiva importancia semejante a la que tuvieron la teoría de la evolución de Darwin para la biología y la teoría de la plusvalía de Marx para la economía política. Su valor consistía en introducir un orden en la prehistoria de la humanidad y encontrar las principales bases del mismo, así como bosquejar una historia de la familia desde el matrimonio por grupos a la monogamia, a través de las familias consanguínea, punalúa, sindiásmica y patriarcal, con el consiguiente derrocamiento de la gens de derecho materno por la de derecho paterno.
Engels no vaciló en afirmar que Morgan, investigando en América, había llegado a las mismas conclusiones fundamentales que Marx; es decir, había descubierto por su cuenta y a su modo la teoría materialista de la historia. Aunque, en su criterio, la argumentación económica de Morgan era suficiente para los fines que este perseguía, pero no para los suyos propios, por lo cual debió rehacerla por completo.
Por esta razón, para referirme al texto de Engels, voy a hacerlo comparándolo con la obra de Morgan, que no se limita a la sociedad primitiva, sino que comprende también otros escritos de importancia, entre ellos sistemas de afinidad y consanguinidad de la familia humana, la Liga de los Iroqueses —que Engels también cita—, vida doméstica y habitaciones de los aborígenes americanos.
En el origen de la familia, la propiedad privada y el Estado es posible distinguir dos partes: Una en la que Engels sigue en lo fundamental los planteamientos de Morgan, y otra, en la cual expone sus propios criterios y conclusiones. La primera se refiere a las características y desenvolvimiento de las sociedades primitivas, en especial la familia y el parentesco, así como a la sociedad gentilicia de la antigüedad, aquella de salvajes y bárbaros. La segunda abarca principalmente los desarrollos posteriores de la gens, en especial entre celtas y germanos, y las condiciones histórico-sociales en que esta dio paso a la aparición de las sociedades de clases y al Estado.
CARACTERIZACIÓN DEL OBJETIVO DE LA HISTORIA
Es importante tener en cuenta una primera distinción en relación con el campo de estudio de Marx y Engels y el de Morgan, de donde van a derivarse no solo algunas diferencias en sus metodologías, sino también y, por lo tanto, en sus respectivas conclusiones. Los primeros centran su atención en las sociedades de clases, en especial en la sociedad capitalista, pues les interesa conocer sus leyes para poder conseguir revolucionarla. Su atención en las sociedades anteriores a ella es secundaria, pues no creen que los orígenes de la sociedad y de sus elementos componentes puedan explicar el presente. Al contrario, establecen que en el presente se encuentran las claves que pueden dar cuenta del pasado:
Las categorías que expresan las relaciones de esta sociedad [capitalista] y aseguran la comprensión de sus estructuras, nos permiten al mismo tiempo entender la estructura y las relaciones de producción de todas las sociedades pasadas […] La anatomía del hombre da la clave de la anatomía del mono (Marx 1971: 47).
Una vez construyen las categorías de la sociedad capitalista, van hacia el pasado para hallar sus gérmenes y entender el desarrollo de sus formas. Así ocurre, por ejemplo, con la forma simple de expresión del valor, el trueque, cuya forma general es el dinero, y con la mercancía misma.
Morgan, en cambio, concentra su atención en las sociedades primitivas, anteriores a la civilización, aquellas que denominó salvajes y bárbaras. Por supuesto, también tiene en cuenta la sociedades de clases, que denominó conceptualmente como civilizaciones antigua y moderna, para ver su surgimiento a partir de la sociedad gentilicia y su desarrollo a través del desenvolvimiento de la propiedad. O para explicar el paso del sistema de parentesco clasificatorio al descriptivo, o de la gens de derecho materno a aquella de derecho paterno. Pero su objetivo no es esta clase de sociedad. Lo cual no le impide plantear las consecuencias generales del predominio de la propiedad privada sobre la sociedad presente y la necesidad de su paso hacia una forma social nueva y más elevada, que represente el volver a las antiguas gentes, pero a un nivel de desarrollo más alto.
En lo fundamental, su metodología general va también, como la de Marx y Engels, hacia el pasado a partir del presente. Es así como el conocimiento de la monogamia, forma de familia con el predominio absoluto de las parejas simples, le permite encontrar su germen en el matrimonio por grupos, en el cual también se presentan ocasionalmente y en forma transitoria tales parejas; y ver en su desarrollo el hilo conductor que le posibilita ordenar la secuencia completa de las formas de familia y parentesco en la historia humana.
LA CONTRADICCIÓN ENTRE PARENTESCO Y FAMILIA
Es importante señalar cómo Marx, al desarrollar el respectivo análisis, encuentra en la monogamia, la familia moderna como la llama, el germen —concepto que también emplea Morgan— de las contradicciones de la sociedad de clases: “La familia moderna contiene en germen, no solo la esclavitud, sino también la servidumbre… Encierra, en miniatura, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en su Estado” (citado por Engels 1966: 216). De ahí que Engels (1974: 198-222) vea que la monogamia “entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro”; ella “es la forma celular de la sociedad civilizada, en la cual podemos estudiar ya la naturaleza de las contradicciones y de los antagonismos que alcanzan su pleno desarrollo en esta sociedad”.
De acuerdo con Morgan (1970a: 370-371), la familia es la base activa de la vida social en las sociedades que estudió, en tanto que el parentesco surge de la familia y es pasivo, pues se desarrolla con retraso respecto a ella. Hay así en el seno de la sociedad una contradicción entre familia y parentesco, pues, cuando ha surgido ya una nueva forma de familia, el parentesco todavía corresponde al tipo de familia anterior. Morgan establece aquí una clara analogía con la relación que Marx y Engels encuentran entre base económica y superestructura, aunque más adelante va a ir más allá de esta apreciación.
De este modo, tanto en Morgan como en Engels hay un rompimiento anticipado con los caminos que siguió luego la antropología, la cual se mueve en un dilema sin lograr definirse entre ambos campos. Las corrientes estructuralistas y similares orientan su estudio sobre el parentesco, dando a la familia un lugar mínimo en sus consideraciones, cuando le dan alguno. Las funcionalistas, al contrario, se enfocan sobre la familia, subvalorando por completo el parentesco. La visión de Engels y Morgan nos indica que se hace necesario retomar ambos elementos de la vida social, confiriendo a cada uno su lugar y dando un tratamiento correcto a las relaciones que existen entre ellos.
Morgan considera, y así lo hace también Engels, que la familia es la célula básica de la vida social en las sociedades antiguas, pues constituye la unidad en cuyo seno se presentan su producción y reproducción, en dos niveles: la producción de los medios de existencia y la producción de la vida misma en la reproducción humana. Por eso “el orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados, está condicionado por esas dos especies de producción: por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra” (Engels 1966: 169). Esta última es de gran importancia, pues cuanto menor es el desarrollo de las fuerzas productivas (del trabajo, dice Engels), “más restringida es la cantidad de sus productos, y, por consiguiente, la riqueza de la sociedad, con tanto mayor fuerza se manifiesta la influencia dominante de los lazos de parentesco sobre el régimen social” (Engels 1966: 169). Es decir que en esta época el ser humano mismo y su producción constituyen la principal fuerza social. Sin que emplee explícitamente el concepto, resulta clara la visión de las relaciones de parentesco como relaciones de producción y de la familia como una fuerza productiva.
Además, agrega Morgan (1970b: 12), este escaso desarrollo de las fuerzas productivas materiales hace del grupo de parientes la única defensa del ser humano ante un entorno hostil, en especial frente a los animales de presa; por eso se precisa del sistema de parentesco clasificatorio, que retiene a un amplio grupo de parientes alrededor de la persona, en lugar de dispersarlos como hace el parentesco descriptivo. Lo cual no implica que el tamaño de la familia pueda ser ilimitado, pues, al mismo tiempo, ese mismo bajo nivel de las fuerzas productivas materiales en la economía doméstica fija una extensión máxima de la comunidad familiar. El parentesco resulta ser así un mecanismo de relación, de cooperación entre los humanos.
Cabe mencionar aquí que esta es también la concepción de los guambianos del Cauca, quienes dicen que “el derecho nace de las cocinas” y muestran cómo a partir de ellas, de ese centro de la vida que es el fogón, se desenrolla todo hasta llegar a la comunidad, esa gran familia, y al territorio, esa gran casa, tal como ocurría también entre los iroqueses, según nos cuenta Morgan (1962: 51-53).
En mi concepto, en este campo es más acertado hablar de grupo doméstico, como lo hace Morgan, quien se refiere todo el tiempo al grupo que habita en la gran casa colectiva. Y como hará más tarde, al constatar que la familia patriarcal comprende también, además del grupo de aquellos unidos sobre la base de los lazos de sangre, a los sirvientes y esclavos. Por eso, Engels (1966: 217) afirma que “la unidad doméstica primitiva no es la familia aislada en el sentido moderno de la palabra, sino una comunidad familiar”.
LA MUJER, BASE DEL COMUNISMO PRIMITIVO
Cabe destacar aquí el papel que otorgan Morgan y Engels a la mujer en la vida social. Como eje del hogar comunista en una sociedad de derecho materno, la mujer ocupa en la vida de su grupo una posición central, privilegiada. Para Morgan, ella es la base de la vida comunista en el ejercicio de su control sobre el almacén colectivo de cada vivienda comunal, en la preparación y distribución de la comida, no solo para el grupo que habita en su casa, sino para todo visitante, lo cual extiende la redistribución, en términos de la “ley de la hospitalidad”, a círculos muy amplios más allá del grupo doméstico, a toda la comunidad (Morgan 1965: 45-66).
Por ello, la descomposición de la comunidad primitiva, la apropiación privada, el derrocamiento del derecho materno, constituyen, en palabras de Engels (1966: 215) “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo” y el comienzo de la dominación de clases en el seno de la familia.
La misma causa que había asegurado a la mujer su anterior supremacía en la casa —su ocupación exclusiva en las labores domésticas—, aseguraba ahora la preponderancia del hombre en el hogar; el trabajo doméstico de la mujer perdía ahora su importancia, comparado con el trabajo productivo del hombre (Engels 1966: 311).
De paso, sienta las bases para una crítica del feminismo superficial que busca caracterizar como inferior la posición de la mujer en las sociedades indígenas con base en un exceso del trabajo a su cargo:
Los relatos de los viajeros y de los misioneros acerca del excesivo trabajo con que se abruma a la mujer entre los salvajes y los bárbaros, no están de ninguna manera en contradicción con lo que acabo de decir. La división del trabajo entre los dos sexos depende de otras causas que nada tienen que ver con la posición de la mujer en la sociedad. Pueblos en los cuales las mujeres se ven obligadas a trabajar mucho más de lo que, según nuestras ideas, les corresponde, tienen a menudo mucha más consideración real hacia ellas que nuestros europeos (Engels 1966: 208).
LOS CONCEPTOS DE PERÍODO ÉTNICO Y CONDICIÓN SOCIAL
Cuando Engels estructura su visión histórica global tomando en cuenta solamente la serie histórica de Morgan: salvajismo inferior, medio y superior, barbarie inferior, media y superior y civilización antigua y moderna, introduce un efecto reduccionista y empobrecedor sobre las concepciones de Morgan, pues éste enmarca la serie dentro de una conceptualización que Engels no recoge, la categoría de período étnico, que constituye el fundamento de la misma.
El concepto de período étnico guarda estrechas similitudes teóricas con el de modo de producción de Marx y Engels. También para Morgan, los períodos étnicos se constituyen con unas características puras, abstractas, homogéneas; no existen en sí mismos en ninguna sociedad, ninguna de ellas se encuentra en el período étnico del salvajismo superior, de la barbarie media o de la civilización moderna, pues se trata de conceptos teóricos, de construcciones conceptuales a partir del estudio de la realidad (Vasco 1994b: 76-80).
En la historia, en la realidad concreta, las sociedades pueden ubicarse dentro de lo que Morgan denomina condición social. Una condición social corresponde a un período étnico, pero no porque en ella se presenten todos y solo los rasgos que conforman ese período étnico; al contrario, en una condición social dada coexisten elementos correspondientes a diversos períodos étnicos, pero, entre todos, se destacan porque predominan y determinan a los demás los de uno solo de ellos, el que caracteriza esa condición social. Es decir que, si una sociedad se encuentra en la condición social de la barbarie media, eso quiere decir que en ella pueden encontrarse también rasgos de la barbarie inferior y/o de la superior, incluso de algún momento del salvajismo o de la civilización, pero los de la barbarie media constituyen el núcleo de la vida de aquella sociedad y determinan a los demás, sirven de eje que los estructura (Vasco 1994b: 105-109).
Así, el concepto de condición social tiene el mismo estatus teórico de aquel de formación social o formación económico social que plantea el marxismo:
En todas las formaciones sociales, una producción dada es la que asigna a todas las otras su rango y su importancia: las relaciones esenciales juegan un papel determinante respecto a otras relaciones. Se obtiene así una iluminación general que baña todos los colores y modifica su tonalidad particular; dicho de otro modo: un éter especial determina el peso específico de cada una de las formas de existencia (Marx 1971: 49).
Es posible que Engels no haya captado este aspecto de la concepción de Morgan; pero también pudo ocurrir que no considerara importante recogerlo al tener él y Marx su propia conceptualización al respecto. De todas maneras, esto hace parecer la concepción de Morgan como si fuera evolucionista.
PROPIEDAD PRIVADA Y REVOLUCIÓN
En el desarrollo de la sociedad, desenvolvimiento lo llama él, Morgan dio importancia a la producción de excedentes, posibles por las invenciones y descubrimientos que producen la aparición y crecimiento de nuevas artes de subsistencia. Formuló, entonces, la hipótesis de que es posible que estas hayan sido la base que explica el desenvolvimiento de la historia humana; pero consideró que la investigación científica no había avanzado lo suficiente como para permitir su comprobación. Sabemos que Marx y Engels pudieron comprobar esa hipótesis mucho antes que Morgan la planteara, lo cual muestra que sí había las bases de conocimiento necesarias para ello. La razón fundamental de la insuficiencia de Morgan habría que buscarla en otra parte, en las condiciones del desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos de mediados del siglo pasado, todavía incipiente, y en el consiguiente bajo desarrollo de la ciencia en ese país, en especial de la economía política y la historia.
Aun así, Morgan valora la aparición y crecimiento de la propiedad —que considera como propiedad privada— y su transmisión de una generación a otra a través de las leyes de la herencia, como factores de desenvolvimiento social, pues para preservarla y transmitirla de padres a hijos se hace necesario remplazar la gens de derecho materno por la paterna y, más adelante, pasar del parentesco clasificatorio al descriptivo. Así lo reconoce también Engels (1966: 232): “La monogamia nació de la concentración de grandes riquezas en las mismas manos —las de un hombre— y del deseo de transmitir esas riquezas por herencia a los hijos de este hombre, excluyendo a cualquier otro”. Sin embargo, Morgan no logró aclarar suficientemente las bases de su aparición y de su predominio. Para Marx y Engels, las formas de división social del trabajo, posibles en la medida en que el desarrollo de las fuerzas productivas posibilita la producción de excedentes, tuvieron el papel central y determinante en este proceso.
En Morgan, en cambio, no aparece el concepto de división social del trabajo, pese a que para él es importante la diferencia entre el campo y la ciudad, aunque la enfoca de otra manera. La sociedad gentilicia es en lo esencial una sociedad rural —campo específico de ejercicio de la etnología—, cuya base la constituyen las relaciones de parentesco clasificatorio y la gens de derecho materno. La ciudad está construida sobre el fundamento de las relaciones de vecindad; es decir, se trata de una sociedad cimentada en el principio territorial y corresponde al advenimiento de la civilización. Aunque en la sociedad clanil existe también una base territorial, ésta no es la predominante; lo propio ocurre con los lazos de parentesco en la civilización, en la cual existen subordinados a la vecindad. Hay un período de transición en las primeras ciudades, como Tenochtitlán, por ejemplo, donde el asentamiento territorial inicial ocurre sobre la base de grupos de parientes, cada uno de los cuales se ubica en un barrio diferente, aunque guardan entre sí relaciones que el parentesco determina (Vasco 1994b: 58-62). Así lo concibieron también Engels y Marx (1968: 21, 55):
La segunda forma [de propiedad] está representada por la antigua propiedad comunal y estatal, que brota como resultado de la fusión de diversas tribus para formar una ciudad, mediante acuerdo voluntario o por conquista.
[Se trata de un hecho nuevo en el progreso de la historia humana y que marca el advenimiento de la moderna sociedad de clases]: La más importante división del trabajo físico y espiritual es la separación de la ciudad y el campo. La contradicción entre el campo y la ciudad comienza con el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen tribual al Estado, de la localidad a la nación.
La concepción del estado como una estructura de relaciones políticas a través de la cual las clases dominantes garantizan su explotación y ejercen su dominio está ausente en Morgan; su visión es otra. Si bien muestra cómo en esas sociedades de clases el régimen familiar está por completo sometido a las relaciones de propiedad, en su visión sobre la manera como habrá de desaparecer la dominación de la propiedad sobre la sociedad no hay lugar para el concepto de revolución y, por el contrario, cae en la ilusión de considerar que será el estado (el actual, no otra clase de estado) la entidad que someterá la propiedad al control de los miembros de la sociedad.
Sin embargo, eso no excluye al pueblo como base principal de las grandes transformaciones que ocurren en la historia, pero su papel no es revolucionario en el sentido de una lucha de clases que busca reconstruir la sociedad de acuerdo con su proyecto político.
Para Morgan, un cambio radical de la sociedad implica dos momentos. En el primero, relativamente prolongado, el pueblo va originando elementos nuevos a través de su actividad cotidiana en busca de satisfacer las nuevas necesidades que surgen en el desenvolvimiento de la sociedad; otros penetran en ella por medio del contacto con otros pueblos, son préstamos culturales. Todos estos elementos constituyen la base esencial del nuevo orden social, pero están sueltos, desarticulados en el seno de lo viejo, determinados por aquellos que van caducando. Para que, en un segundo momento, se articulen, se conviertan en determinantes y puedan constituir una nueva condición social, es preciso que aparezcan grandes hombres, grandes reformadores que tengan la capacidad de percibir tales elementos y articularlos al plasmarlos en una nueva constitución. Cuando esto ocurre, la sociedad alcanza un nuevo nivel en su avance. La acción del pueblo es la base del cambio social, él crea los elementos de la nueva sociedad, pero no es el que la constituye (Vasco 1994b: 136-143).
Aun así, Morgan considera la propiedad como producción humana que se levanta frente al ser humano como un poder extraño que lo domina, en una nítida caracterización de la alienación de la sociedad de clases, en especial de la capitalista, pero no tiene claridad acerca de la manera como la propiedad ejerce ese dominio. La ve como una propiedad privada en manos privadas que enfrentan a un estado que defiende los intereses públicos del conjunto de la sociedad. De ahí sus ilusiones sobre el papel del estado para romper tal dominio, no con la supresión de la propiedad privada, sino con su control.
Quizá el contexto histórico-social de cada uno fue determinante para esta diferencia tan marcada. Marx y Engels pertenecían y se movieron en sociedades donde la dominación de las clases a través del Estado se acercaba ya a los veinte siglos de vigencia. Morgan era norteamericano. El Estado de su país era todavía joven; no cumplía todavía un siglo desde su fundación. Además era, en comparación con los Estados europeos, un Estado en el cual la democracia burguesa todavía era “joven” y llena de posibilidades, como por lo demás lo anotaron también Marx y Engels y, más tarde, el propio Lenin, Algunos rasgos de su Constitución, aquella que surgió a raíz de la independencia y que fue redactada por Washington, fueron tomados de características de la constitución de la Liga de los Iroqueses, circunstancia que Morgan valoró altamente en el momento de caracterizarla.
En su análisis del crecimiento de la barbarie superior y sus contradicciones, que desemboca en la civilización, Engels lleva mucho más allá que Morgan el peso de los factores económicos en tales procesos, pero coincide con él en la importancia del estudio de las formas concretas —la historia es siempre concreta, de otra manera sería una filosofía de la historia— de entrelazamiento de los elementos que corresponden a ambos tipos de sociedad, en el interés de dilucidar el entroncamiento de los orígenes de la sociedad de clases en la sociedad gentilicia, en los avances y retrocesos en la lucha entre los dos principios por dominar el conjunto del tejido social, en las implicaciones de sus numerosas superposiciones reales.
Así, por ejemplo, en lo que implicó la invasión y conquista de la Europa esclavista, en especial del imperio Romano, por los germanos. Los pueblos germánicos se encontraban aún en el estadio superior de la barbarie, es decir que su sociedad era gentilicia, se basaba todavía en el parentesco y se encontraba en pleno vigor. La conquista germana implicó para la Europa subyugada un proceso vivificador, una inyección de vida sobre la sociedad esclavista corrupta y decadente, una revitalización de toda la vida social. “Toda la fuerza y la vitalidad que los germanos aportaron al mundo Romano, era barbarie. En efecto, solo bárbaros eran capaces de rejuvenecer un mundo senil que sufría una civilización moribunda” (Engels 1966: 307).
Esta influencia no podía implicar un retroceso, una vuelta atrás de la sociedad de clases esclavista hacia la barbarie, pues el gentilismo era incompatible con la conquista al no tener la capacidad de asimilar dentro de su estructura de parentesco a pueblos extraños enteros ni poder dar cabida a nuevas relaciones sociales y unidades nuevas de producción diferentes al grupo de los gentiles. Condiciones que elevaban fuertes restricciones a su influencia. De ahí que esta vivificación desembocó en la conformación de la sociedad feudal, pero con una servidumbre mitigada, al distribuir los caudillos la tierra ocupada entre sus capitanes de guerra y los gentiles más cercanos, que constituían su corte, y erigirse ellos mismos como príncipes y reyes.
Pero la consideración acerca de la influencia positiva de la barbarie sobre la civilización, incluso de su capacidad para llevar al conjunto de la sociedad a nuevas formas de organización, queda resonando con fuerza por sus implicaciones para nosotros, cuando nuestra corrupta y decadente sociedad de clases se encuentra en permanente contacto con nacionalidades indígenas, en las cuales predominan todavía las formas de organización basadas en la familia y el parentesco, y existen aún con peso importante formas comunitaristas y de reciprocidad. ¿No podría su incidencia traer nuevos aires de vida a nuestra sociedad, no podría indicar caminos posibles para nuestro futuro?
Aquí es necesario recordar la valoración de la comuna campesina rusa que hizo Marx. Para este, en un momento de su época, esa comuna ofrecía la posibilidad de construcción del comunismo sin necesidad de pasar por los dolores del sistema capitalista. Aun después de la revolución de octubre, la comuna tuvo un papel central en los procesos de conformación de los koljoses, las granjas colectivas, en algunas regiones de Rusia.
También es preciso traer a cuento una circunstancia nuestra, latinoamericana. En la primera mitad de este siglo, José Carlos Mariátegui, fundador del Partido Comunista del Perú, consideró la posibilidad de avanzar en la construcción del socialismo en su país sobre la base de los ayllu, comunidades indígenas que en la época precolombina habían constituido la estructura de base de la sociedad incaica y que continuaban existiendo cuatro siglos después, aunque bastante transformadas.
Engels termina su obra con una extensa cita de Morgan que considera recoge el mismo programa revolucionario de los marxistas:
Desde el advenimiento de la civilización ha llegado a ser tan enorme el acrecentamiento de la propiedad, sus formas tan diversas, tan extensa su aplicación y tan hábil su administración en beneficio de los propietarios, que esa riqueza se ha constituido en una potencia indomable opuesta al pueblo. La inteligencia humana se ve impotente y desconcertada ante su propia creación. Pero, sin embargo, llegará un tiempo en que la razón humana sea suficientemente fuerte para dominar la propiedad, en que fije las relaciones del estado con la propiedad que este protege y las obligaciones y los límites de los derechos de los propietarios. Los intereses de la sociedad son absolutamente superiores a los intereses individuales, y unos y otros deben concertarse en una relación justa y armónica. El destino final de la humanidad no será una mera carrera hacia la propiedad, si el progreso ha de ser la ley del futuro, como lo ha sido la del pasado. El tiempo que ha transcurrido desde el advenimiento de la civilización no es más que una fracción ínfima de la existencia pasada de la humanidad, una fracción ínfima de las épocas por venir. La disolución de la sociedad se yergue amenazadora ante nosotros, como el término de una carrera histórica cuya única meta es la propiedad, porque semejante carrera encierra los elementos de su propia destrucción. La democracia en el gobierno, la fraternidad en la sociedad, la igualdad de derechos y privilegios y la educación universal, harán vislumbrar la próxima etapa superior de la sociedad, a la cual tienden firmemente la experiencia, la ciencia y el saber. Será una reviviscencia de la libertad, la igualdad y la fraternidad de las antiguas gentes, pero bajo una forma más elevada (Morgan 1970a: 475-476).
BIBLIOGRAFÍA
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