El historiador norteamericano que hizo uno de los relatos más vívidos de la Unidad Popular conversó con El Ciudadano sobre la experiencia de los cordones industriales, cuya gestión obrera superó a la administración patronal del Chile de los ’60. Su puesta a prueba en el paro de octubre de 1972 le permitió al gobierno de […]
El historiador norteamericano que hizo uno de los relatos más vívidos de la Unidad Popular conversó con El Ciudadano sobre la experiencia de los cordones industriales, cuya gestión obrera superó a la administración patronal del Chile de los ’60. Su puesta a prueba en el paro de octubre de 1972 le permitió al gobierno de la UP mantener la producción y distribución de mercaderías a lo largo del país junto con empoderar a los dueños de su trabajo.
Sentarse cerca de un par de gringos que andaban haciendo turismo político a principios de los ’70, le imprimió un giro al trabajo de Peter Winn. El historiador venía de Lima e iba rumbo a Montevideo a culminar una tesis sobre la influencia británica durante el siglo XIX, pero cuando lo invitaron a acompañar a los turistas a visitar una extraña experiencia: fábricas tomadas por sus trabajadores, se vio frente a una historia con protagonistas de carne y hueso.
La visita a la fábrica de algodón Yarur, tomada por sus trabajadores en abril de 1972, lo impresionó de tal forma que decidió hacer la historia de dicho proceso recurriendo a las voces de sus protagonistas. Sin darse cuenta comenzó uno de los relatos más vívidos de aquella época que dio cuenta de las tensiones de la Vía Chilena al Socialismo entre los protagonistas obreros, la revolución desde abajo, y el proyecto político de los dirigentes de la UP, la revolución desde arriba.
Hoy el libro ‘Tejedores de la revolución. Los trabajadores de Yarur y la vía chilena al socialismo’ (LOM Ediciones), es reconocido por historiadores como Alfredo Jocelyn Holt o Gabriel Salazar como uno de los mejores registros de la historia chilena.
Winn es profesor de Historia y director de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Tufts, Boston. Ha enseñado en las universidades de Yale, Princeton y de Chile. También es autor de ‘Inglaterra y la tierra púrpurea: a la búsqueda del imperio económico (1806-1880) y es editor de la revista International Labor and Working Class History (ILWCH).
¿Por qué su interés por la historia oral?
– Como la mayoría de las cosas en mi vida es por pura casualidad. Yo iba rumbo a Uruguay, donde investigaba sobre un tema, pero en un viaje entre Lima y Santiago, me encontré con unos norteamericanos que estaba haciendo turismo político en Chile y visitaban a grupos activistas. Me dijeron que iban a ir al otro día a una fábrica tomada por los trabajadores y si acaso podía acompañarlos. Así llegué a la fábrica Yarur en 1972.
¿Qué te llamó la atención de dicha experiencia?
– Cuando fui con los norteamericanos me dieron ganas de quedarme unas horas más luego de que ellos se fueron. Recuerdo que pasé casi un día entero en la fábrica. Me quedé conversando con trabajadores jóvenes, viejos, militantes, interventores y opuestos a dicho proceso hablando de dicha experiencia. Salí convencido de que esa historia era la que había que hacer.
En tu obra haces la distinción entre la revolución desde arriba y la revolución desde abajo. ¿Por qué escogiste esta última?
– Porque todo el mundo en Chile hablaba de la revolución proletaria, pero nadie estaba hablando con los trabajadores, sino que el análisis era por arriba, visitando a los políticos y los dirigentes de la Unidad Popular. Los trabajadores sabían muy bien su experiencia, podían contarlo con gran elocuencia, pero lo más probables es que no llegaran a escribirla. Entonces cómo se puede concebir estas narrativas, estas experiencias desde abajo, la única forma de hacerla posible era con la historia oral.
¿Cómo partió tu primer contacto con los trabajadores de la que ya era Ex-Yarur?
– Cuando propuse hacer la historia de la experiencia de la Ex Yarur, tuve que pasar por la aprobación de los dirigentes, los interventores del gobierno y por la asamblea de los trabajadores. Les presenté mi propósito y les expliqué qué es lo que quería hacer, para conseguir su aprobación y colaboración. Les gustó la idea, así que me permitieron hacer mi trabajo.
ALLENDE: UN VIEJO POLÍTICO
Cuando en tu libro te refieres a Salvador Allende, dices que era un político viejo para una nueva política…
– Allende fue un hombre que estuvo durante toda su vida ligado a las instituciones tradicionales del poder político. Desde que fue ministro de Pedro Aguirre Cerda tuvo una trayectoria perfecta como político chileno: fue diputado, senador, presidente del Senado y cuando tiene más de 60 años se hizo cargo del proceso de la Unidad Popular, que se desbordó en lo que yo llamo la ‘revolución desde abajo’. A eso llamé la nueva política al servicio de un viejo político. No por nada siempre Allende confió en las instituciones al ser por más de 30 años parte de dichas instituciones.
¿Qué puedes decir de su trascendencia histórica?
– Cuando entrevisté a Allende le pregunté por lo que decían en la oposición de que era ambicioso. Allende me dijo que sí, que se trataba de una ambición histórica. Su horizonte era en una sociedad con una democracia consolidada llegar al socialismo sin perder el sentido democrático.
EL PARO DE OCTUBRE
También sostienes que el paro de octubre de 1972 fue la hora de la puesta a prueba de los cordones industriales.
-La unidad de los cordones industriales que habían proliferado desde 1971 fue determinante para detener la ofensiva de la derecha contra el gobierno de Allende. Que se hayan juntado trabajadores de distintos oficios y fábricas significó una organización que pudo mantener la producción del país y rearticular la boicoteada red de distribución. También fue un salto cuántico en la organización, conciencia y movilización de los trabajadores.
Pese a que los trabajadores arrastraban una pesada memoria de represión patronal…
– La memoria influyó mucho con toda la carga de historias y derrotas. No se nace de un día para otro.
¿Cuál fue el rol del Gobierno frente a este proceso?
– Desde el gobierno y las instituciones, incluso la CUT, hubo un gran intento de frenar dicho paro, pero no fue suficiente. Entonces en ese contexto se apeló a la producción desde abajo, a la gente de las fábricas y los cordones industriales. A mi juicio ese fue el momento culmine de los cordones. La gente trabajaba, descargaba alimentos, se preocupaba de mantener el abastecimiento del país. La revolución desde abajo y de arriba lograron empatar a la derecha en el paro de octubre. Esa fuerza que tiró hacia el mismo lado fue fuerte.
¿Cuáles fueron las condiciones de posibilidad que hacen posible dicho nivel de organización obrera?
– Si bien tiene que ver con que había un gobierno de izquierda en La Moneda, esa condición no fue la suficiente. Mi lectura es que se necesitaban las dos cosas en sintonía.
CORDONES INDUSTRIALES
¿Cuál fue a tu juicio el rol de la CUT frente a los cordones industriales?
– La CUT, como institución y políticamente debiera haber servido como puente entre la revolución desde abajo y la revolución desde arriba, pero los dirigentes de dicha central sindical veían los cordones industriales con algo de antagonismo y alarma. Los cordones así suponían una amenaza a la hegemonía de la CUT, al representar un proyecto de participación no partidario, sino de clase. Si hasta los trabajadores militantes de la DC para el paro de octubre desobedecieron a sus dirigentes y se unieron al trabajo de sus pares, constituyendo así una alianza de clase antes que política. La CUT y los cordones fueron aliados y rivales a la vez. Había tensión entre los cordones y la CUT, la que es un ejemplo emblemático de la tensión entre la revolución desde abajo y desde arriba. Hubo coordinación y esfuerzos juntos, pero no dejó de haber tensión en el proceso.
¿La emergencia de los cordones qué significó desde una perspectiva histórica?
– En la historia sindical chilena los cordones fueron un intento de trascender los límites impuestos por el Código Laboral que dice que las organizaciones están ligadas a un solo territorio o un rubro determinado. Un cordón juntó a fábricas de distintos rubros y las hizo relacionarse en una misma organización.
¿Y en términos de gestión?
– El control por parte de los trabajadores fue una perspectiva muy moderna en Ex Yarur, la que sucedió a un empresariado chileno manejado entre redes familiares y con lazos fuertes en lo político. El control obrero le dio racionalidad industrial a la fábrica de Ex-Yarur. El dinamismo de dicha experiencia abarcó desde arreglos de los sistemas de ventilación, mejores beneficios para sus trabajadores, regalías y en la calidad del trabajo, incentivos a sus hijos; como en las experiencias subjetivas de empoderamiento.
¿Hubo democracia participativa al interior de las fábricas?
– Sin duda. No era del gusto de todos, pero hubo mucha participación, pese a que fue un aprendizaje en el camino porque no había modelos. Como experimento, la Ex-Yarur fue bastante exitoso, no así todas las fábricas.
¿Qué diferencias vislumbra con la situación actual de las fábricas gestionadas por sus trabajadores que hoy operan en Argentina?
– En Argentina dichas fábricas son producto de la crisis económica y el abandono por parte de sus patrones. Acá en Chile fue una toma de las fábricas por parte de sus trabajadores. En el sentido de la producción se parecen, aunque en Chile hubo cogestión junto a los interventores del gobierno. En Argentina ese apoyo del gobierno no se da.