Edward Murrow: Una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos. Los ciudadanos están cansados de escuchar que… «todos somos culpables de la crisis»… cuando su único delito es haber picado y caído en la trampa tendida por los bancos. Fueron éstos los que actuaron como trileros en tanto que ellos pecaban de pardillos creyendo […]
Edward Murrow: Una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos.
Los ciudadanos están cansados de escuchar que… «todos somos culpables de la crisis»… cuando su único delito es haber picado y caído en la trampa tendida por los bancos. Fueron éstos los que actuaron como trileros en tanto que ellos pecaban de pardillos creyendo que la vivienda no bajaría nunca de precio y que siempre sería negocio invertir en ella. Pero mientras que los altos directivos financieros se han ido de rositas con indemnizaciones millonarias como premio a su incompetencia y turbios manejos, más de 400.000 familias españolas se han visto desahuciadas y despojadas de sus viviendas, y millones más han visto evaporarse sus ahorros en forma de participaciones preferentes, bonos convertibles, fondos de inversión, planes de pensiones y acciones devaluadas.
La orgía salvaje de beneficios de la banca de años precedentes, la está pagando la sociedad con recortes no menos salvajes. Poco importa que la responsabilidad de la gestión corresponda por entero a los bancos: éstos se la han sacudido de encima por el sencillo procedimiento de endosársela a sus víctimas.
Las pérdidas han caído todas del mismo lado. Por lo visto, quienes calcularon mal los riesgos y estiraron más el brazo que la manga, no fueron los profesionales de la hipoteca, sino los clientes que, cuando se quedaron sin trabajo, acabaron embargados por su mala cabeza y falta de previsión… y es que, se necesita ser muy insensato, suicida u obtuso, para ir al banco sin llevar un bróker al lado y no estudiar la letra pequeña de los contratos como si fueran unas oposiciones.
Aunque contra el humano vicio de pedir, esté la virtud bancaria de no prestar, la sociedad se ha comportado como si ignorara que quien hinchó artificialmente el precio de la vivienda, con dinero abundante, fácil y barato, generando la burbuja inmobiliaria, fue la banca privada merced a una triple estrategia consistente en:
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Conceder hipotecas por el 100 % del valor de la vivienda e incluso más (cuando lo correcto era no sobrepasar el 60 ó 70% de su importe); valor que para más inri tasaban empresas suyas,
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Reducir al máximo los tipos de interés para volverlas más atractivas, y
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Prolongar hasta 25, 30, e incluso más años el período de amortización, cuando antes nunca superaban los 15 ó 20 años, con objeto de generar cuotas a medida, lo suficientemente bajas y asequibles como para que todo el mundo se sintiera tentado a solicitar un préstamo.
La imprudencia se convirtió en norma y el riesgo en desenfreno. Estrategia calculada de manipulación con la que las entidades financieras consiguieron que buena parte de la ciudadanía se dejara seducir por sus cantos de sirena.
Montada la ratonera con el queso inmobiliario, el negocio de pillar incautos funcionó viento en popa rindiendo fabulosas ganancias, hasta el día en que, la banca europea, dañada por las hipotecas basura (subprime) americanas, dejó de suministrar fondos a su homónima española con los que alimentar el boom, lo que provocó que la compraventa de viviendas colapsase, la construcción se frenase en seco, el empleo se derrumbase y la burbuja inmobiliaria estallase dejando millones de viviendas vacías o a medio hacer (cuya construcción no respondía a una necesidad real sino especulativa), y a los bancos que las habían financiado, con un roto en sus cuentas imposible de subsanar. Frente a una deuda del sector público de 700.000 millones de euros, la de la banca española ascendía a casi el doble, 1,35 billones, y se disparaba hasta los 2,6 billones, agregándole la de las constructoras e inmobiliarias financiadas por ella. i
Nuestra banca privada que tan generosa se había mostrado hasta ese momento, cerró a cal y canto el grifo del crédito, cortando de raíz el consumo y abocando al cierre a infinidad de pequeñas y medianas empresas, lo que multiplicó los efectos de la crisis, aumentando exponencialmente la lista de damnificados.
Su suculento negocio se había ido a pique, pero la monstruosa deuda derivada de él seguía vivita y coleando, amenazando su supervivencia. ii Para complicar aún más las cosas, se había quedado sin efectivo para operar, por lo que, el banco central europeo, el organismo oficial encargado de imprimir moneda, tuvo que acudir en su auxilio, prestándole todo el dinero que necesitaba a precio de ganga: actuación diametralmente opuesta a la que sigue con los estados, cuyas emisiones de deuda se niega a comprar. En ningún sitio se aprecia mejor la independencia del banco central que en el trato de favor que dispensa a los bancos privados concediéndoles barra libre de dinero, mientras fuerza a los estados a financiarse a través de ellos a elevados tipos de interés, pagando el impuesto revolucionario con que los bancos les chantajean, popularmente conocido como prima de riesgo.
Mas como a pesar de tan espléndido regalo, la deuda de los bancos privados seguía siendo impagable e insostenible, éstos se lanzaron a rebañar las arcas del estado para salvarse de la quema con el dinero de los contribuyentes. Mejor sanear bancos que enfermos. Que por un quítame allá un copago la sociedad la sociedad no iba a dejarlos caer. Y si para lavar sus balances y limpiar sus cuentas había que llevarse por delante las pensiones, la sanidad, la enseñanza pública o incrementar el déficit del estado, bastaba con explicar a los ciudadanos que la miseria presente era la garantía de los éxitos futuros.
Drenaje brutal de fondos que ha tenido un impacto demoledor sobre el equilibrio presupuestario de los estados, minando su credibilidad y confianza, debido a que:
«Entre 2008 y 2010, el volumen de ayudas efectivamente utilizado por los bancos europeos se elevó a 1,6 billones de euros (el 13% del PIB de la UE), situándose las aportaciones públicas de recapitalización y compra de activos tóxicos en 409.000 millones de euros (el 3,3% del PIB de la UE)». iii
Y aún está pendiente de crear el «banco malo», la entidad pública destinada a comprar a los bancos privados sus activos tóxicos (su caquita), a precios inflados, no de mercado, para que dichas entidades vuelvan a ser «buenas», decentes y saludables, en la misma medida que el estado se contamina y empobrece.
Nuestra «democracia» huele cada día más a cloaca. La era del pelotazo no ha concluido, sino que renueva sus trucos para hacernos creer que el agujero de la banca se va a rellenar con dinero salido de la nada, a coste cero.
Lo que nadie explica es, ¿por qué en un sistema de libre mercado, se debe salvar con fondos públicos a bancos privados insolventes, en lugar de dejarlos quebrar? ¿por qué siendo la banca el pilar básico de la economía, se le permite que hipoteque a toda la sociedad, en vez de nacionalizarla poniendo coto a sus desmanes, locuras y prácticas mafiosas, como manipular los tipos de referencia de los préstamos para cobrar más intereses de los debidos?
No se la nacionaliza simplemente porque no es el gobierno el que regula a la banca, sino la banca la que regula al gobierno y la que impone sus políticas de austeridad hablando por boca de los mercados. Abusa de la ignorancia y miedo de los ciudadanos diciéndoles que deben salvar a la banca si no quieren perder sus ahorros. Falacia grosera, ya que su nacionalización, no solo asegura los depósitos (el estado sigue siendo su valedor), sino algo mucho más importante: que el coste de la crisis lo asuman sus accionistas y acreedores. Lo que está en juego es si el pufo bancario lo pagamos todos, o solo quienes lo crearon, alimentaron y se beneficiaron de él.
Al contrario de lo que se pregona, lo privado no representa ninguna garantía de eficiencia, sino tan solo de avidez ilimitada de ganancias y codicia sin fronteras que acaba en desastre, como demuestra Islandia, cuya banca pública había funcionado siempre sin problemas, hasta que se privatizó en el año 2003, y para el 2008 ya estaba en bancarrota, dejando tras de sí una deuda que multiplicaba por seis el PIB del país. También allí sus gobernantes intentaron rescatar a la banca utilizando fondos públicos, pero cuando la población se sublevó, tuvieron que dar marcha atrás y nacionalizarla. Y pese a todos los chantajes, amenazas externas y negros augurios con que se acogió dicha medida, ni su economía empeoró, ni el país se sumergió en el mar. Al contrario, salió a flote, porque se hundieron sus bancos, pero no la isla ni sus ciudadanos.
En cambio aquí, más que los sueldos nos hemos bajado los pantalones. Desde que empezó la crisis, los ciudadanos españoles hemos dejado de pagar impuestos al estado para pagárselos a los bancos. Bancos que la única dación en pago que aceptan es la del estado. Se lo están quedando, privatizándolo a marchas forzadas y royéndole hasta las entrañas y aquí no pasa nada: impunidad total, que siga la juerga y corra el champán. Que las penas con caviar son menos, y donde esté un paraíso fiscal que se quiten los demás sitios para viajar.
Los mismos que causaron la crisis, dictan las soluciones. El guión marcado se ejecuta al pié de la letra: España rescata a su banca y Europa rescata a España; a los que nadie rescata es a sus ciudadanos. Duro con ellos que lo aguantan todo.
Solo faltaba, para que la sucia maniobra de rescatar a los bancos privados con recursos públicos colara como algo normal sin que nadie se escandalizase, y la gente tragase pacíficamente una pócima tan amarga, aceptando como un mal inevitable lo que no era más que un robo practicado con violencia institucional, rematarla con una tendenciosa campaña de encubrimiento, basada en la táctica del calamar, de manchar a todos.
Pero aunque la televisión y los discursos engañen sin descanso a los ciudadanos, el bolsillo no. Las mentiras no llenan la barriga y hasta el burro nota cuando le echan más carga.
Y ahora que, colorín colorado, el cuento del dinero fácil y barato se ha acabado, los que no tienen padrinos ni aval del estado, pagarán el pato. La culpa de todo la tienen el desahuciado, el estudiante, el pensionista, el enfermo, el discapacitado, el parado; que, a abusones, no les gana nadie.
Notas:
i Cuando los acreedores son los rescatados, F. Fafatale, periódico Diagonal, 21.11.2011, http://www.diagonalperiodico.net/Cuando-los-acreedores-son-los.html
ii Las pensiones pagarán la deuda de la banca, Andrés Herrero, kaosenlared, 2.02.2010, http://old.kaosenlared.net/noticia/pensiones-pagaran-deuda-banca
iii Capital financiero, estado y crisis, Nacho Álvarez Peralta, rebelión.org, 8.08.2012 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=154188
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