Después de los acuerdos de paz pactados entre el gobierno colombiano y la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el 2016, se establece una nueva mesa de diálogos en Quito, entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el gobierno. En febrero de 2017 comienza el primer cese al fuego con muchos buenos propósitos, […]
Después de los acuerdos de paz pactados entre el gobierno colombiano y la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el 2016, se establece una nueva mesa de diálogos en Quito, entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el gobierno. En febrero de 2017 comienza el primer cese al fuego con muchos buenos propósitos, pero tan solo unos meses después, los enfrentamientos recomienzan y las negociaciones se suspenden durante dos meses. El 12 de marzo de 2018, las partes anuncian el restablecimiento de la mesa.
Entretanto la violencia reaccionaria y paramilitar continúa dejando víctimas en el país, su mayoría de sectores populares, y el gobierno no muestra intenciones de implementar la paz pactada con las FARC. Frente a este contexto, ¿Cuál es el porvenir de la nueva mesa de negociaciones? ¿Cuáles son los principales desafíos para que Colombia se enrumbe hacia una paz verdadera e integral? Con el propósito de abordar estas preguntas y teniendo en cuenta que en toda negociación, los protagonistas son siempre los negociadores, entrevistamos a una de las fichas claves del equipo de negociación del ELN, Aureliano Carbonell. Este sociólogo de formación es considerado como uno de los intelectuales más influyentes del movimiento.
Raffaele Morgantini: Desde hace más de un año comenzó el proceso de paz entre el gobierno colombiano y el ELN. ¿Nos podría hacer un balance de lo ocurrido hasta ahora?
Aureliano Carbonell (delegación del ELN en el proceso de paz) : Primeramente un saludo al portal de información y análisis política Investig’Action. Estamos muy contentos de poder compartir nuestra visión de la situación en Colombia con ustedes y con mucho gusto, vamos a responder a sus preguntas.
El propósito de este proceso es de construir un acuerdo de paz, que de hecho plantea incorporar cambios mínimos y básicos que habiliten una nueva situación para Colombia, con nuevas perspectivas políticas, sociales y económicas para el país. El ELN está alzado en armas desde hace 53 años pero en la coyuntura socio-política actual, nuestro propósito es avanzar hacia una nueva situación en la que «los de abajo» no necesiten el alzamiento armado para defender sus derechos. En el marco de este acuerdo, «los de arriba» tienen que demostrar que pueden dar otro tipo de manejo al poder, creando condiciones con las cuales se puede hacer política sin armas. Para cumplir con esto, las clases dominantes tienen que dejar de utilizar la violencia como centro de su estrategia política y medio principal para dirimir los conflictos sociales, la acción política y las perspectivas de los movimientos alternativos, como han hecho desde décadas.
Este proceso de solución política tiene un componente de alta importancia y es que no se trata sólo de un diálogo, una discusión o una negociación, sino que se plantea una participación muy activa de la sociedad en su conjunto. El acuerdo de paz tiene como objetivo incorporar los pronunciamientos y las aspiraciones de los distintos sectores sociales, para que sea un acuerdo nacional que permita dirigirnos hacia otras realidades sociopolíticas.
En cuanto al balance, hay que darse cuenta que este tipo de acuerdo de paz es muy complejo, sobre todo en un país como Colombia, donde el poder y la violencia de la oligarquía han provocado años de enfrentamientos. Las clases dominantes continúan oponiéndose a todo tipo de cambio. Lo que buscan es que nada cambie, pero si buscan que la guerrilla y la insurgencia desaparezcan y que todo lo demás siga igual. Ellos quieren que se continúe manejando al país de la misma forma. Existen incluso sectores importantes de esta clase que se oponen radicalmente a este diálogo y a todo tipo de acuerdo. El mismo sector que se opuso a los acuerdos de La Habana y que obligó a las partes a renegociar varias veces, es un sector muy potente e influyente. Con el ejemplo del acuerdo de paz con las FARC, queda claro que el gobierno y la clase dominante, no han honrado su palabra y no están cumpliendo con los acuerdos. Las FARC si cumplieron con lo principal que estaba en el acuerdo, es decir, la entrega de las armas. Por otro lado, la contraparte no está cumpliendo con los acuerdos y sobre todo con los aspectos centrales de la implementación.
En el caso del ELN, cumplimos ahora un año de negociación. El punto primero de la agenda, la participación de la sociedad, es el único donde se avanzó un poco, desarrollando unas audiencias preparatorias que consistieron en consultar a los diferentes sectores de la sociedad sobre cómo ven la participación, de maneras la plantean y qué mecanismos e instrumentos proponen para ponerla en práctica. En realidad, este es un simple prefacio de la real participación. Sobre los componentes humanitarios del acuerdo, la situación no ha conocido mayores avances. Un punto que nosotros hemos planteado como central es que se tomen unas medidas efectivas frente a la situación que se viene presentando en estos años. Incluso después de la firma de los acuerdos de La Habana y el comienzo del acuerdo de Quito, el asesinato de los líderes sociales. En enero 2018, el registro de líderes cuenta 27 asesinatos. Y continua…
El acuerdo de cese al fuego bilateral nacional que se pactó entre octubre y enero, ha sido algo positivo. Nosotros estamos listos para pactar un nuevo cese, pero la actitud no-constructiva del gobierno puso en crisis el cese. Después del acuerdo, el gobierno dio sus propias interpretaciones rechazando la evaluación de las afectaciones humanitarias generadas, además de lanzar nuevas acciones contra nosotros.
¿Cuál es su análisis sobre la cuestión del paramilitarismo? y ¿Cuál es la incidencia de este fenómeno sobre el panorama sociopolítico colombiano?
El paramilitarismo en Colombia es la expresión del terrorismo de Estado. Es un fenómeno que tiene un papel decisivo para bloquear las alternativas, para aplastar al movimiento social y la protesta. En este sentido, tiene que ser analizado como un instrumento al servicio de la clase dominante para perpetuarse en el poder y para bloquear las opciones de cambio. Es un arma de lucha que permite que en Colombia siga vigente y siga teniendo validez el levantamiento armado. El paramilitarismo en años anteriores se instaló en muchas regiones a través de la formación de ejércitos paramilitares que generaron violencia y terror. Estos grupos siguen intimidando la población y las organizaciones de lucha en otras partes del país, Antioquía, Chocó y la región del Pacífico. En el sur del país aún se mantienen con virulencia y en las ciudades actúan como grupos de civiles, amparados por la protección del ejército y los servicios de inteligencia.
El paramilitarismo sigue impidiendo las perspectivas de lucha organizativas de los sectores alternativos y de los sectores populares. Es la razón por la cual nosotros estamos planteando la necesidad de una solución política a través de un acuerdo de paz. Las clases dominantes no pueden seguir desarrollando esta estrategia violenta para impedir las opciones alternativas de los sectores que luchan por la justicia social.
La comunidad internacional ha estado presente en el proceso a través de los Estados y otras instituciones, ¿Nos podría hacer un balance de la participación de la comunidad internacional?
La participación de la comunidad internacional ha sido muy positiva por el interés y compromiso activo en el proceso. Hubo acompañamiento por parte de los países garantes, integrados por Noruega, Chile, Ecuador, Venezuela, Cuba y Brasil. También se ha conformado un grupo de apoyo, acompañamiento y cooperación integrado por Holanda, Italia, Suecia, Suiza y Alemania. La ONU también juega un papel importante a través del Consejo de Seguridad que se vinculó de manera activa al cese al fuego que acordamos. En otra plataforma la iglesia y las dos partes están conversando. También a nivel del continente, los sectores populares mostraron interés en el proceso; hemos recibido la solidaridad de muchas partes de Latinoamérica.
En el desarrollo de la agenda ustedes colocaron como elemento central la participación de la sociedad. ¿En qué se ha avanzado? ¿qué balance hace de las audiencias preparatorias? y ¿cómo se podrán concretar las propuestas planteadas?
Según el ELN, para solucionar el conflicto de manera efectiva y durable, hay que asegurar la participación de la gente y la sociedad en general. No podemos pensar que sea una negociación exclusivamente entre la guerrilla y el gobierno porque ni la guerrilla ni el gobierno representan el conjunto de la sociedad.
Durante el proceso, diferentes sectores sociales participaron con 194 testimonios, que resultaron de los procesos organizativos en los territorios. Representantes de organizaciones del pacífico, el sur occidente, el Caribe, organizaciones de mujeres, de grupos étnicos, los campesinos, la población LGBT, organizaciones estudiantiles, sindicatos, migrantes y refugiados; lo que se busca es una representación de la población colombiana. Algunos fueron propuestos por el ELN y algunos por el gobierno, a través de un proceso transparente e inclusivo.
Las audiencias preparatorias fueron muy positivas. De manera general, todos los que llegaron a estas audiencias han planteado unas ideas básicas sobre cómo se podría asegurar la participación, la metodología, los mecanismos, los alcances y demás. En ese sentido, el resultado es alentador y positivo pero por ahora, solo se alcanzaron a realizar las audiencias preparatorias, no se pudo avanzar más en este punto de la agenda. La participación de la sociedad aún no se ha cumplido.
En este quinto ciclo que se inició, teníamos previsto hacer conjuntamente un diseño de lo que sería la participación de la sociedad colombiana. Primeramente, recogiendo las propuestas de las audiencias. Por nuestra parte, aspirábamos a que además del diseño se pudiesen lograr algunos primeros pasos de lo que sería la participación en los territorios, pero también en relación a los sectores sociales. De modo que, podríamos considerar estos primeros pasos como pasos experimentales y exploratorios. Ahora veremos cómo pondremos a marchar realmente la participación para que sea efectiva y contribuya a una paz inclusiva.
En este momento el proceso parece estar bloqueado. ¿Cuáles son las dificultades que se enfrentan y cuáles son las alternativas propuestas por el ELN?
La mesa está bloqueada. El gobierno se negó a acudir al quinto ciclo diciendo que el cese se terminaba el 9 de enero y dado que el ciclo tenía que iniciarse ese mismo día, por razones logísticas el gobierno no pudo estar presente. El ELN está dispuesto a plantear un nuevo cese al fuego para bajar la intensidad del conflicto. Debería instalarse un nuevo ciclo en el cual se haría un primer balance para tratar de corregir las cuestiones más problemáticas y acordar un diseño global de la participación. Sin embargo, esto no se ha logrado. Con el gobierno aún tenemos divergencias sobre las modalidades del proceso. Nosotros estamos planteando la participación más activa de sectores de la sociedad para que interlocuten con las dos partes y ejerzan un papel activo. Estamos abiertos a las iniciativas para avanzar en soluciones con la iglesia, la ONU y los países garantes.
Actualmente, se está desarrollando la participación de sectores representativos de las centrales obreras, las cuales han planteado querer contribuir a la búsqueda de salidas posibles junto a las partes. Estaremos entonces trabajando con los distintos sectores en la búsqueda de una salida frente al impase que tenemos en este momento.
¿Cuáles son las condiciones para que Colombia tenga hoy una paz efectiva e integral?
Todo este proceso de paramilitarismo ha llevado al desplazamiento de 7 millones de personas y al despojo de alrededor de 7 millones de hectáreas. En consecuencia, el paramilitarismo además de ser una manera de ejercer poder, se convierte en una manera de acumulación a través de la violencia. De hecho, muchos campesinos han tenido que salir de sus regiones o han sido desplazados.
En esta guerra, los sectores de las clases dominantes, del paramilitarismo y el narcotráfico han trabajado de la mano para aplastar la insurgencia. Nosotros estamos intentando encontrar otros caminos, hacia un acuerdo de paz que nos permita desarrollar la lucha de otra forma. Las dificultades son importantes. Miren por ejemplo el proceso de paz de La Habana y su falta de implementación.
Estamos en un momento donde se ha abierto la posibilidad de transitar hacia una nueva situación social, lograr unos acuerdos de paz para que los conflictos sociales se tramiten de otra forma. La responsabilidad principal la tiene las clases dominantes, sobre todo por el incumpliendo de los acuerdos, negándose a cualquier cambio y protegiendo sus privilegios de clase, pero por el contrario sí exigen que la insurgencia y la resistencia social desaparezcan. La actitud de la clase dominante colombiana que se niega de atacar las raíces socio-económicas del conflicto, nos está haciendo perder otra oportunidad histórica. Se están creando las condiciones para que se repitan otras décadas de violencia y de enfrentamiento armado.
Mientras no haya una demostración de voluntad política de parte del gobierno, mientras no se logre una nueva situación, mientras no se cumplan esos recuerdos, pues el levantamiento armado sigue teniendo vigencia.
Fuente: Le Journal de Notre Amérique, Investig’Action, Abril 2017