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Los días de otros Iván Denisovich

Fuentes: Bazka

Traducido para Rebelión por Daniel Escribano

Mañana enterrarán a Alexandr Soljenitsin. Como vivimos deprisa, y aburrido de los temas carcelarios, no recomendaré a nadie los enjundiosos Archipiélago Gulag o El pabellón del cáncer, recomendaré uno corto: Un día en la vida de Iván Denosovich. Pronto tendrán en todos los escaparates este mismo libro imposible de encontrar durante estos últimos veinte años (así somos los editores). Mañana enterrarán a Alexandr Soljenitsin, hoy la fiscalía pedirá al Ministerio de Justicia francés que deje en libertad a Marina Petrella. No el abogado, sino la fiscalía. Esta en peligro de muerte. La propia Marina ha dicho que no se la llevarán viva a Italia.

Entre dos escritores Marina Petrella: para su caso presten atención a Cesare Battisti (véase Koldo Izagirre: «Idazlearen gorrotoa», Bazka. Literaturaren Soziologia Baterako, www.bazka.info, 21-03-2007).

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La vicepresidenta española dijo anteayer que no permitirán a quienes salgan de la cárcel que insulten a las víctimas y a las familias de las víctimas. En el trasfondo, la doctrina Parot: a la condena impuesta por la ley se le añadirá una condena política.

Cesare Battisti ha ambientado las juventudes y estudios de los personajes de sus novelas en los «años de plomo». Ensuciados, no, empero, arrepentidos. El propio escritor es un modelo. Por eso es peligroso Battisti, porque es escritor, porque ha querido arrojar luz sobre rincones oscuros de la historia en lugar de pedir perdón.

No ama a la justicia menos que Soljenitsin. Pero dicen que merece una condena política. Lo tienen detenido en Brasil, Francia espera el a la extradición solicitada (para extraditarlo a Italia).

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Marina Petrella fue militante del grupo Autonomia Operaria. En 1988 la juzgaron junto a 200 compañeros de la dirección y se la dieron de 14 años. Apeló, ya que fue una condena sin pruebas. Pero en 1992 la fiscalía tenía nuevas denuncias, un secuestro y la muerte de un comisario: le dieron cárcel perpetua.

Como mientras tanto estaba con la condicional huyó a Francia aprovechando el asilo ofrecido por el presidente Mitterrand, y allí ha estado estos quince años, ha realizado sobre todo tareas de ayuda social, precisamente, socializando a los marginales.

Ahora Italia ha pedido la extradición, por eso la han encerrado los franceses, como antes hicieron con Cesare Battisti. Ha entrado en una dura huelga de hambre. «Marina Petrella» no quiere vivir» ha sido el frívolo titular supuestamente irónico de El País. Son expertos.

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No hay perdón. No hay perdón para quienes no piden perdón a las víctimas. No hay libertad hasta que las víctimas den el perdón.. Cesare Battisti no se ha arrepentido, tampoco Marina Petrella. Merecen una condena política.

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La profesora (Universidad Diderot, París 7), escritora (Aurélien d’Aragon: un nouveau mal du siècle, 1996; Les Fables du deuil: la Grande Guerre, mort et écriture, 2001) y maestra de prisiones (La Santé y Fresnes, en el penal de mujeres) Carine Trevisan ha publicado en Libération un interesante artículo en torno al perdón. Carine Trevisan hace pocas afirmaciones y algunas preguntas: ¿Por qué quebranta Francia el derecho de asilo antaño reconocido? ¿Por qué Sarkozy quiere negar ahora lo que Mitterand ofreció? ¿Por qué los guerrilleros de las FARC que han tenido secuestrada durante tantos años a la francesa Ingrid Betancourt podrán tener asilo en Francia, como ha dicho el propio Sarkozy? ¿Por qué Sarkozy ofrece a los de las FARC lo que niega a Autonomia Operaria ─organización destruida hace más de veinte años─?

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Sarkozy, en vista de los primeros indicios de revuelo que podrían crearse en Francia si se materializa la extradición de Marina Petrella, ha ideado una nueva astucia para cubrir dos cabezas con un solo sombrero: la extraditará, pero parece que antes rogará al primer ministro, Berlusconi, que pida al presidente de Italia que utilice el poder de gracia para perdonar a Petrella.

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No hace mucho que Silvio Berlusconi, ése que tiene que decidir si pedir el perdón o no, ha logrado la impunidad para todas las ilegalidades que él mismo cometió.

Las instituciones italianas son proclives al perdón. Lo son, pero sólo a veces. Giorgio Napolitano, esto es, a quien, para Sarkozy, Berlusconi tiene que pedírselo, al saber que se lo ha de solicitar el propio Berlusconi, ha declarado que Marina Petrella necesitaría el perdón de las víctimas. (Como es sabido, si la víctima les perdona, les sacan de la cárcel ipso facto, ¡sin tener en cuenta para nada la sentencia!)

Marina Petrella no pedirá perdón, lo ha declarado su hija con gran coraje sin que se hayan estremecido los micros de la prensa frívola y morbosa: «Me ha explicado bien la situación de la Italia de aquellos años, vivieron en una guerra civil de baja intensidad y ambas partes tuvieron bajas…». Por eso es peligrosa Marina Petrella, porque quiere arrojar luz sobre rincones oscuros de la historia, porque transmite memoria.

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El presidente Giorgio Napolitano fue comunista ─ ¡hala! ─ , es decir, del partido, casi durante medio siglo hasta que éste se escindió.

No sé si Napolitano ─a pesar de haber sido, además de seguidor, también decisor de la línea oficial del partido─ fue uno de aquellos que defendieron que lo de las cárceles y el sistema penal denunciado por Soljenitsin era propaganda antisoviética. Le debo respeto y si ahora dijera que fue ferviente militante por la libertad de Soljenitsin, debería creer que lo dice sinceramente. Pero Napolitano me reconocerá, es claro, que podría ser sumamente interesante ─sin socavar en nada la admiración por Soljenitsin─ crear algunos campitos de reeducación, esto es, (otro) archipiélago, para amilanar a quienes no quieren arrepentirse de sus desmanes…

www.bazka.info, 5 de agosto de 2008