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Los efectos de Facundo

Fuentes: La Trinchera

Facundo no es, ni puede ser, el Presidente de la República, o el Primer Ministro, o el Primer Secretario del Partido Comunista; ni siquiera el Presidente de la Asamblea Nacional. No es tampoco un Comandante de la Revolución, o un alto mando militar, y menos, un ideólogo del discurso oficial. Sin embargo, sí es otras personas.

Facundo puede ser un dirigente de escala local, provincial, e incluso nacional, de alguna organización de masas, de esas que cuentan con respaldo constitucional y silla en el gobierno. Puede ser un coordinador de los CDR, un presidente de la FEU de alguna brigada o universidad, un secretario o cargo de cualquier escala de la UJC o de la CTC, por ejemplo.
Facundo no es otra cosa que eso que todos llamamos cuadro.

Supongamos por un momento, que el humor no es solo algo para divertirse, para subvertir en clave freudiana el lenguaje y las tradiciones (sin ser ofensivo) y provocar, con cierto grado de elaboración sígnica, un momento de satisfacción; supongamos también que los personajes no son solo estereotipos a los que les es imposible abarcar toda la realidad y que la reflejen en su casi infinita multiplicidad, y que toda contra-censura que se expresa en el humor lleva consigo un mensaje directo a la dimensión no risible de la realidad. Luego, el personaje de Andy Vázquez viene a representar ese mensaje directo de crítica (en su más simplona acepción) a los cuadros políticos.

Para ese caso, me pregunto, ¿es este personaje, concebido, al igual que cualquier otro, desde el clasisismo de la exaltación de rasgos, el que tiene el problema? No, lo tienen todos aquellos que se vean reflejados en él. Pero, ¿por qué tendría que replantearse un guion que “denigra” la imagen de un cuadro político?, ¿por qué tanto interés en proteger a esos mandos intermedios que se ven reflejados en Facundo? Lejos de ser una crítica vulgar, este crea un molde que consigue servir a que la sociedad “condene” a esa clase de sujetos que se le parecen. ¿O acaso no es útil desarrollar un sentimiento que se oponga a la presencia de personas como el Correcto?
Creo que lo puedo decir más claro aun, si Facundo sirve para criticar y activar las defensas contra aquellos eslabones mediadores que van cargados del divorcio entre la práctica y el discurso, ¡bienvenido sea!
Y no dejo de preguntarme cuál es el interés en cuidar cómo se percibe en el imaginario popular al cuadro. La verdad es que no sé si es oportunismo o desconocimiento lo que lleva a alguien(es) a tales acciones.

¿De dónde sacaron que hay que proteger a los cuadros? (hablo del fundamento histórico). Me gustaría saber quién inventó ese retrato pulcro de la figura que hoy se intenta limpiar.

El cuadro es una construcción simbólica (e institucional, legal, cultural, claro) que heredamos de la sovietización que sufrió la noción organizacional cubana, iniciada por los militantes pesepistas y que logró dominar a partir de los años 70.

Se trata de un eslabón que no es que haya sido bien visto antes. El propio Fidel Castro cuando combatió la actitud presentada por Aníbal Escalante se cuestionó cómo aquel defendió la mentalidad del cuadro (1) (aunque es válido señalar que en otra ocasión el propio Fidel estableció la distinción entre los “viejos cuadros” aportados por el PSP y los “nuevos cuadros”, de otras organizaciones).

El cuadro no ha sido nunca el hacedor de la revolución o el que preserva los mayores logros de esta, ni mucho menos el protagonista de los grandes cambios que la casa ha necesitado; es más bien todo lo contrario. Es el epígono político, el que hace del discurso de defensa la excusa para su oportunismo.

Facundo en otrora época, fue el que prohibió los Beatles, el que acusaba de desviaciones y sancionaba a los pelúos, a los barbúos, a los homosexuales, a los tarrúos. Fue el que defendió tirar huevos y cortar relaciones a lo interno de una familia, el que puso el precio a carros en cuarto de millón, el que compró los fríos Haier en China, el del cable de fibra óptica que no sirvió, el que prefiere importar que comprarle a un productor nacional, el que enseña el kilómetro cuadrado decente de una provincia mientras el resto está en candela, el que puso a inválidos a cortar caña en la zafra del 70.

Hay mucho Facundo en el pasado y el presente cuyos estragos se sintieron y se sienten aun. Hay razones de sobra para que, como pueblo, despreciemos Facundos (e incluso, se desprecien entre ellos mismos). El personaje no es suficiente castigo, de hecho, les hace el favor a aquellos en los que se inspira de, a pesar de las páginas lamentables que merecen, pasar a la historia y hacer reír a muchos de los que han tenido que soportar los efectos de Facundo.

Nota:

(1) Fidel Castro. “Algunos problemas de los métodos y formas de trabajo de las ORI”. Comparecencia televisiva del 26 de marzo de 1962. En: El Partido Marxista-Leninista. T. I/ Empresa Consolidada de Artes Gráficas, 30 de mayo de 1963/253.

Fuente: http://www.desdetutrinchera.com/politica-en-cuba/efecto-facundo/