ADVERTENCIA: Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.
“El mundo al revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian la naturaleza, la injusticia, dicen, es la ley natural”. -Eduardo Galeano. Patas arriba la escuela del mundo al revés, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1998.
Se ha evidenciado que en los últimos años las universidades del mundo al revés se han vuelto centros de vigilancia para que adquieran la supuesta “alta calidad” llenando registros y formatos donde los docentes y educadores del ejemplo deben “decir mentiras” para que el CNA (Consejo Nacional de Acreditación) les de la acreditación institucional y los respectivos registros calificados. Pero ¿Qué deben decir en los formatos para la aprobación de alta calidad? Son varias las falacias que se exigen. Con el simple hecho de que se afirme que las universidades públicas cuentan con un excelente bienestar universitario, que la infraestructura es adecuada según lo requieran las diferentes facultades y programas, a nivel investigativo, se dice que poseen grandes innovaciones científicas y académicas con semilleros y grupos de investigación, simultáneamente que los estudiantes tienen un alto nivel académico y finalmente se escribe en los formatos que para mejorar la convivencia y resolver los conflictos, las instituciones siguen los debidos procedimientos legales e institucionales y sin perjudicar a nadie.
Estas exigencias que “cumplen” las universidades del mundo al revés y que son exigidas por el CNA, pasan claramente por una violación a la autonomía universitaria, ya que se les demanda a las universidades cumplir con unos estándares para obtener la acreditación de alta calidad. El movimiento estudiantil luchó por la defensa de la autonomía universitaria, pero eso ya es cosa del pasado; ahora, las supuestas luchas van de la reivindicación a lo reaccionario, perdiendo cada vez más la autonomía, conllevándolos a la perdida de la libertad de catedra.
Las dos últimas exigencias – los niveles académicos de los estudiantes y la convivencia – refleja que las universidades del mundo al revés no hacen otra cosa que llenar de mentiras los formatos para obtener la acreditación, la aprobación y otorgación de los registros calificados.
La anti-academia y anti-ciencia en las universidades del mundo al revés
Desde hace unos tres o cuatro años, los niveles académicos en los estudiantes patas arriba han disminuido significativamente, y no me refiero a los resultados de las pruebas como el Ecaes o ahora saber pro (aunque siguen siendo resultados deficientes) o a los promedios y las calificaciones de los estudiantes patas arriba que mejoraron drásticamente, y no es casualidad que estas mejoras se hayan dado durante el confinamiento (2020-2021), donde el 90% de las clases se desarrollaron de manera virtual; sino que, esto es posible porque el “rigor” académico que existía antes disminuyó de manera descarada. Esto se puede evidenciar por varios factores: uno, es por la vigilancia constante a los profesores, donde se les exigía grabar sus clases (violación a la libertad de catedra), se les pedía que fueran flexibles, sin hacer parciales, pocas lecturas y que las que dejaban, muchos no las leían (esto se puede demostrar por la falta de participación y respuestas en las clases). Las consultas que hacían los estudiantes patas arriba se limitaban a ver videos en internet o consultar en Wikipedia la información para desarrollar trabajos; todo ello sumado a la falta de interacción en el aula.
Por otro lado, culminamos un año (2022) de lo que se llamó presencialidad después del confinamiento por la pandemia del Covid-19, es decir, tratar de retornar a la normalidad, pero las condiciones no han mejorado, por el contrario, han empeorado. Es ahora muy cuestionable que los profesores y profesoras dejen libros completos para que sus estudiantes patas arriba los lean – así suene irónico – que hagan parciales o dejen trabajos muy extensos, es decir, se les exija, porque según una gran cantidad de estudiantes patas arriba “no se les tiene en cuenta sus vidas y problemas personales”. Esto debe ser importante, pero no para disminuir el nivel académico, sino para que una buena política de bienestar universitario permita amenguar los problemas por los cuales atraviesan. Esto permitirá que haya una mejora en el rendimiento académico, pero la solución no puede ser bajar la exigencia académica para complacer el facilismo y la falta de compromiso.
Ahora es casi imposible que los estudiantes patas arriba vayan a charlas o conferencias para enriquecer sus niveles intelectuales o culturales, si van es por seguir a los educadores del ejemplo que promueven y hacen parte de una cultura puntistica. Solo les importa ir a charlas y conferencias como asistentes o conferencistas para mejorar sus hojas de vida e ingresar al mundo hostil de la academia (aunque sea una minoría quienes ingresen al mundo de la academia) ya poco van a la biblioteca, a teatro o ven buen cine, a los únicos conciertos que van son a los de reggaetón o a las fiestas insufribles de lo que llaman techno o electrónica.
¿Qué podemos esperar de toda una gran cantidad de jóvenes que poco o nada les interesa mejorar sus procesos de aprendizaje o académicos? No mucho realmente, por las condiciones económicas, políticas y sociales del país del sagrado corazón. En las universidades del mundo al revés, donde se supone deben ser los centros de pensamiento, de innovación y de desarrollo científico, ahora pululan las pseudociencias (si es que así se les puede llamar) como lo es la astrología, lectura de cartas, lectura de mano o tabaco, etc. Es increíble cómo estas tendencias se dan en centros donde se llevan a cabo procesos del método científico, análisis de las problemáticas sociales, económicas, políticas o culturales. Por eso es la universidad del mundo al revés.
Hasta el momento hemos visto la perdida de la libertad de catedra, siendo los profesores, profesoras y educadores del ejemplo vigilados desde la virtualidad y sometidos a disminuir sus exigencias académicas para satisfacer a los estudiantes patas arriba, a quienes van a engrosar las filas de la sociedad de la externalización.
Lo políticamente correcto como una forma de coartar la libertad de catedra
Por otro lado, existe una tendencia que parece inevitable de contener, la corrección política o lo que llamamos lo “políticamente correcto”, parece un pecado que efectivamente es condenable (por una supuesta justicia escandalosa) donde se pretende obligar a profesores y estudiantes a utilizar el lenguaje de género – mal llamado lenguaje inclusivo – tampoco pueden hacer críticas o cuestionar a movimientos “feministas”, lgbtq, a la teoría queer, porque inmediatamente se les acusa de intolerantes, machistas, misóginos, encubridores o encubridoras, y una gran infinidad de ocurrencias por el estilo. Así, estos movimientos o teorías legitimen cosas realmente intolerables debemos aceptarlas. De por sí, la academia ya ha aceptado estas nuevas tendencias y ha avalado estas teorías.
También se debe aceptar y no se puede cuestionar la imposición que trae una parte de la comunidad transgénero (trans o como también se denominan transmaricofeministas) – que, por supuesto tienen sus propias luchas y reivindicaciones válidas, como algo tan básico como la lucha por la vida – sin embargo, pretenden que la sociedad en su conjunto les acepte en muchas ocasiones como mujeres u hombres, en primera medida, como mujeres, negando y ocultando que la condición de la mujer es una cuestión histórica, social y de lucha, y no es como dicen en las paredes de las universidades del mundo al revés “Yo no soy lo que hay entre mis piernas”. Es cuestionable en cuanto muchas o muchos trans promueven el estereotipo de que ser mujer u hombre es netamente una cuestión corporal o una orientación sexual.
Quien cuestiona o critica esto, quien no se adapte a estos paradigmas que ha acarreado consigo la posmodernidad y el modelo neoliberal, será condenado o condenada a la exclusión social, al escarnio público y posteriormente, si es un académico o académica importante, caerá en las garras de quienes promueven la cultura de la cancelación. Para evitar esto, muchos educadores del ejemplo en las universidades del mundo al revés promueven estas tendencias, incitan a sus estudiantes patas arribas a que obliguen a sus colegas (profesores y profesoras) a ser “políticamente correctos”. Los maestros y maestras están ahora en una constante vigilancia, no solo por las directivas académicas, sino ahora por los estudiantes patas arriba. Muchos educadores del ejemplo promueven esta cultura fácil de atender los conflictos, promoviendo que se saquen comunicados anónimos, escraches sin ningún tipo de investigación, porque ahora todo es revictimizante o el escrache está avalado por una sentencia judicial.
El modelo neoliberal ha creado en las universidades del mundo al revés, una división y fragmentación en las organizaciones estudiantiles, ha agudizado los problemas en el modelo educativo, porque el neoliberalismo no solo busca la privatización de lo público llevándolos a la quiebra, sino que también es un actor homogeneizador de las sociedades. Al mismo tiempo nace la posmodernidad que permea las aulas y que promueven los educadores del ejemplo cuestionando y muchas veces invalidando teorías que ellos llaman los “metarrelatos” o “grandes relatos”, y promueven los debates y las discusiones únicamente desde el sentimiento y la emoción, propios del pensamiento individualista. Producto de esta combinación nacen los estudiantes patas arriba, a quienes no se les puede cuestionar nada porque hieren sus sentimientos (son los “ofendiditos y ofendiditas”).
Se le miente al CNA cuando las universidades del mundo al revés dicen que tratan sus conflictos por medio del dialogo y siguiendo “el debido proceso”, cuando la realidad es que los conflictos internos se tramitan por medio del miedo y del terror, avalando conductas extremadamente violentas y reaccionarias.
Finalmente, el 2022, transcurrió como un año donde estos problemas justificaron grandes injusticias, el movimiento estudiantil ya no lucha por presupuesto, bienestar, autonomía universitaria. Se demostró que no es necesaria la virtualidad para vigilar a profesores y profesoras. No fue cosa del confinamiento lo que disminuyó los niveles intelectuales, culturales y académicos de la comunidad estudiantil, es toda una tendencia, una promoción que pasa también por lo institucional donde se coarta la libertad de expresión, la libertad de catedra y se condena a quien piense diferente, todo ello producto del modelo neoliberal.
Por un 2023 donde la cultura universitaria cuestione y debata de manera informada y argumentada todo aquello que parezca ser cuestionable, donde se llenen los auditorios de conferencias, foros, charlas, se llenen los teatros y los cines, pero, sobre todo, donde se llenen las calles de dignidad defendiendo una universidad crítica, autónoma, debidamente financiada, científica, antiimperialista, anticapitalista y realmente antipatriarcal. No necesitamos universidades de altísima calidad con estudiantes de alta calidad, necesitamos universidades que promuevan en los estudiantes el pensamiento crítico y la actitud transformadora.
NOTAS
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