La senadora liberal Piedad Córdoba pasa por uno de los momentos más difíciles de su carrera política. Su papel como mediadora con las Farc para un Acuerdo Humanitario, y su alianza con el presidente venezolano Hugo Chávez para ese fin, le han costado mucho. Desde noviembre, según Invamer-Gallup, su imagen negativa se triplicó -pasó de […]
La senadora liberal Piedad Córdoba pasa por uno de los momentos más difíciles de su carrera política. Su papel como mediadora con las Farc para un Acuerdo Humanitario, y su alianza con el presidente venezolano Hugo Chávez para ese fin, le han costado mucho. Desde noviembre, según Invamer-Gallup, su imagen negativa se triplicó -pasó de 32% a 69%- y la positiva cayó a la mitad: de 42% a 20%. En varios lugares públicos ha tenido que enfrentar incidentes por el rechazo que ha causado su gestión. Hasta se ha planteado su retiro de la política, o al menos, del Partido Liberal en cuya ala izquierda -que no está ni al mando ni a la moda- ha militado toda su vida.
A Piedad Córdoba, en semejante panorama, no le reconocen nada. Son visibles y muy criticados sus excesos mediáticos, sus declaraciones exageradas, su acceso a las Farc y sus inoportunos aplausos a Chávez. Y en cambio, todo lo anterior eclipsó su éxito en la liberación de seis secuestrados y su pasado de política combativa que ha oxigenado el debate por sus posiciones frenteras, por su origen racial minoritario y por su carácter de mujer.
Después de un largo periodo de cuestionamientos, respondidos con silencio, Piedad Córdoba aceptó hablar con Óscar Montes y Harold Abueta, periodistas de CAMBIO, sobre su situación, los últimos acontecimientos de las Farc y del Acuerdo Humanitario, y sobre su relación con Chávez y con Uribe.
CAMBIO: Nadie sabe a ciencia cierta por qué termina usted metida en el intercambio humanitario y amiga de Hugo Chávez, y facilitadora del Gobierno Uribe, al que usted la hecho la más feroz oposición. ¿Cómo es la historia?
PIEDAD CORDOBA. Todo empezó el año pasado, cuando estaba en un foro en Venezuela y me invitaron al programa Aló Presidente. Asistí porque quería que el presidente Chávez escuchara mis propuestas sobre el intercambio humanitario. No había hablado antes con él, sólo le había enviado algunos mensajes pero creo que no me tomaba en serio. Cuando el Presidente se percató de mi presencia me invitó a hablar. Ese día le pedí 100 millones para el acueducto de Quibdó, plata que por cierto nunca llegó porque el Gobierno colombiano no lo permitió.
¿Qué más pasó?
Ese día vimos por televisión al profesor Moncayo. Cuando empezó a hablar de los secuestrados en Colombia comenzó a llorar. Me dije entonces que tenía que empezar a trabajar en ese sentido. Luego vino la reunión con el presidente Uribe en Palacio y fue allí donde me dijo: «Piedad, usted tiene que comenzar a trabajar por el intercambio humanitario, tiene todo el respaldo del Gobierno». Yo me sorprendí con el ofrecimiento porque, sinceramente, pensaba que no me iba a parar bolas.
¿Por qué surge el nombre de Hugo Chávez? ¿Lo propone el presidente Uribe o usted?
Desde el inicio, el alto comisionado Luis Carlos Restrepo, quien estuvo en la reunión con Uribe, junto a Bernardo Moreno y a Alicia Arango, dijo que en cualquier diálogo debía estar presente el presidente Chávez porque su nombre era bien recibido por las Farc. Yo estuve de acuerdo pero desde un comienzo tenía claro que no podía cruzarme de brazos y depender de lo que hiciera Chávez desde Caracas. Fue cuando me puse en la tarea de contactar a Raúl Reyes.
¿Había hablado alguna vez con Reyes?
Jamás, no lo conocía.
¿Cómo llega hasta él?
Me fue tan bien en mis gestiones, que llegué primero a donde Reyes que el propio ministro Rodríguez Chacín, a quien Chávez había delegado para que buscara los contactos con las Farc. Mi encuentro con Reyes se hizo público y las imágenes las conoció todo el país.
¿El campamento donde se reunió con Reyes es el mismo que fue atacado por el Ejército colombiano?
Tengo entendido que no. Creo que era un campamento construido para ese encuentro y estaba en Colombia. Días después me enteré en Caracas de que había sido bombardeado por la Fuerza Aérea pero Reyes ya no estaba ahí.
¿Avanzó en ese encuentro con Reyes con respecto al intercambio y la liberación de los secuestrados?
Mucho. Aunque al principio a ellos les generaba desconfianza el hecho de que yo fuera del Partido Liberal, llegamos a considerar nombres que podían estar en una eventual agenda. Se organizó el tema de las liberaciones y de pruebas de supervivencia, algo en lo que yo insistí mucho. También se habló por primera vez de una reunión entre Chávez y Manuel Marulanda.
¿Qué tan comprometido estaba Reyes con esos temas?
Estaba tan comprometido, que incluso se exponía a ser localizado porque llamaba desde su teléfono satelital para comentarle a Marulanda sobre los avances de las conversaciones. Todo era consultado con él y todo debía ser aprobado por él. Me quedó claro que Marulanda es el que manda en las Farc. No se da un paso sin que él lo apruebe y eso lo reconfirmé tiempo después en la reunión con Iván Márquez en Caracas.
¿Cómo se enteró de la muerte de Reyes? ¿Cuál fue su reacción?
Ese día yo estaba muy contenta porque las cosas estaban saliendo muy bien. Estaba escribiendo un resumen sobre las liberaciones y mis reuniones en Estados Unidos para enviárselo a las Farc, cuando un amigo me llamó para contarme de la muerte de Raúl. Quedé impactada y muy afligida, pues entendí que era un duro golpe para la paz. La carta a las Farc quedó a medio escribir y no les pude contar los avances logrados en Washington, donde se habló de la liberación de uno de los tres norteamericanos secuestrados, que ha sido uno de mis propósitos.
Dicen que Reyes era muy terco y que más que un facilitador era un obstáculo…
Raúl Reyes estaba comprometido con el intercambio humanitario y con la liberación de los secuestrados. Además, estaba convencido de que la situación de América Latina daba para una negociación. Por eso me dio muy duro su muerte. Fue grotesca, no hubo persecución en caliente, no hubo enfrentamientos. El Gobierno mintió y buscó un momento clave para matarlo. Fue un ataque frontal contra el Acuerdo Humanitario.
Ex presidentes y políticos advierten que Raúl Reyes era el talón de Aquiles del proceso. ¿Eso es cierto?
No. Él estaba comprometido con el proceso. Incluso recuerdo que Gloria, la esposa de Reyes que también cayó en el bombardeo, me dijo en el encuentro que tuve con él que ella era partidaria de que se enviaran las pruebas.
Pero cuesta creer en un Raúl comprometido con la paz después de la experiencia del Caguán…
Yo no sé cuál es la mala experiencia. Yo creo que el país agotó escenarios y lo importante del Caguán era mantener ese acuerdo y no darles gusto a unos cuantos en el sentido de que eso había que acabarlo porque las Farc no estaban en una tónica de paz. Yo tengo una lectura distinta del resto de la gente. ¿Cuánta cosa se pudo haber evitado si no se acaba el Caguán?
¿Muerto Reyes, que cree que puede pasar?
Esto va a traer consecuencias. Yo no quiero que el proceso se paralice pero las cosas van a ser distintas.
¿Por qué dice que el Gobierno buscó un momento clave para matarlo? ¿Realmente cree que es tan fácil escoger un momento determinado, cuando llevaban años persiguiéndolo sin resultados?
La muerte se produjo dos o tres días después de una reunión en Panamá con el comisionado Luis Carlos Restrepo, Daniel Parfait -ex embajador de Francia en Colombia y actual esposo de la hermana de Íngrid Betancourt- y Noé Sans -asesor del Gobierno francés-.
Tengo entendido que la reunión se dio porque Restrepo les comentó que el Gobierno los autorizaba a hablar con Reyes para mirar cómo se podía dar la liberación de Íngrid. La liberación de Íngrid ya había empezado a considerarse.
¿Y eso qué tiene que ver con el ataque al campamento?
Los franceses llamaron a Reyes al teléfono satelital y ahí fue que lo escucharon. Incluso Sans le dijo en estos días a un amigo mío que se sentía responsable de la muerte de Reyes, pues creía que por su llamada ubicaron al jefe guerrillero.
¿Cree que la muerte de Reyes afecta su interlocución con las Farc?
No creo. Les dije a las Farc que la sangre de Raúl tenía que ser el fertilizante que moviera el Acuerdo. Si bien es cierto que quien tiene la interlocución de las Farc con Chávez es Iván Márquez, la tarea de Raúl era importante porque era un verdadero «canciller».
¿En qué sentido era canciller?
Por sus campamentos pasaba todo el mundo, recibía a académicos y políticos de todas partes. El día que fui iban en la misma chalupa unos europeos.
¿Quiénes eran?
No sé, pero hablaron sobre paz. Contrario a lo que se piensa, hay mucha simpatía por las Farc en otros lugares.
¿Reyes presentía que las autoridades le estaban pisando los talones?
Sí, había mucho hostigamiento. De hecho, Chávez me dijo que dos días después de mi estancia en el campamento lo habían bombardeado. Yo estaba preocupada porque me podían responsabilizar de algo y por eso le dije a Rodríguez Chacín que ellos se encargaran del tema de pruebas y encuentros.
¿Por qué las Farc liberaron a unos secuestrados y no a otros?
Las liberaciones se dieron por el rompimiento del Acuerdo Humanitario y los ataques contra Chávez y contra mí. El ministro Rodríguez Chacín siguió con los contactos y yo continué con mi agenda en Estados Unidos. Yo creo que ellos se dieron cuenta de que estábamos haciendo un papel serio y aceptaron lo que les decíamos: que liberaran a Emmanuel, a las mujeres y a los más enfermos. En enero, cuando lo de Emmanuel, yo dije que iba a enviar una voz para que liberaran a todos los civiles y los uniformados se quedaran para un Acuerdo Humanitario. Yo insistía mucho en que liberaran a un gringo.
¿Por qué es importante para usted la liberación de un estadounidense?
Porque en Estados Unidos se estaban dando condiciones importantes para el Acuerdo. Cuando me senté con Iván Márquez y le conté mis avances ellos saltaban de la dicha. Tuve que convencer a gente cercana a Chávez sobre la importancia de liberar a un gringo. Es más, Thomas Shannon -subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos-, nos decía que Reyes había cambiado mucho y que era más abierto porque en cinco años de querer negociar con las Farc no habían logrado nada. Yo les dije que era porque Chávez estaba metido.
¿Qué cree que viene en el tema de las liberaciones?
Quiero ser optimista pero habrá dificultades. Aunque el principal interlocutor por parte de las Farc es Iván Márquez, Reyes era una persona clave para el Acuerdo Humanitario. Pero Uribe quería impedirlo y por lo tanto no creo que haya más liberaciones. El Secretariado entiende que a Reyes le tendieron una trampa. Construir confianza ahora es muy difícil. Si bien el presidente Uribe ahora quiere sentarse a hablar, las Farc piensan que es una estrategia para ubicarlos y matarlos.
Muchos consideran que Íngrid Betancourt es la «joya de la corona» y que podría ser la última liberada. ¿Cree que eso es cierto?
No creo, pensaría que no es así.
Hablemos de Rodrigo Granda, liberado por Uribe a petición de Sarkozy. ¿Qué papel ha jugado?
Ha sido fundamental. En Caracas era uno de los más activos y uno de los más proclives a la liberación de uno de los gringos. Estábamos tan entusiasmados, que ya hablábamos del tema de una nueva Constituyente (risas).
¿Usted realmente cree en la buena voluntad de las Farc para hacer el Acuerdo?
Creo que sí, por ahora voy a mantener el espíritu optimista, pero es evidente que en las Farc hay mucha inconformidad con el Gobierno. Además, el ambiente se ha enrarecido. Me preocupa mucho el tema de la mochada de la mano de Iván Ríos. La degradación es muy grande y eso quiere decir que a la gente no le importa ni un proceso de paz ni las liberaciones. Es mucho más grave lo de Ríos que lo de Reyes porque muestra hasta dónde se ha degradado el conflicto. Obviamente, también muestra la crisis interna de las Farc.
Pero la desconfianza de los colombianos en las Farc tiene que ver con sus mentiras, sus manipulaciones. Por ejemplo, el caso de Emmanuel fue muy grave.
Por respeto a Clara Rojas y a los que conocieron lo que pasó, no pienso hablar del tema. Seguramente después se sabrá qué pasó en realidad.
Las Farc asaltaron la buena fe de muchas personas, entre ellas usted y Chávez.
No lo creo así. Todo fue manejado por el Gobierno con el único propósito de abortar la liberación. Es lo mismo que pasó con Reyes y con todos los hechos que suceden cuando avanzamos en el tema del intercambio. En el caso de Emmanuel, el guión fue dirigido para abortar la entrega de esas personas. Resulta curioso y grave que cada vez que hay un episodio de liberaciones, hay una respuesta de guerra del Gobierno.
Los recientes golpes a las Farc llevaron al general Fredy Padilla, comandante de las Fuerzas Militares, a asegurar que estamos ante el principio del fin de ese grupo. ¿Usted qué piensa?
Yo no podría decir eso. Tienen problemas internos y eso es inocultable, pero no pueden matarlos a todos. Y además no podemos desconocer que hay problemas sociales estructurales en Colombia que son el origen del conflicto.
¿Qué opina sobre el anuncio de Bush que están estudiando la posibilidad de meter a Venezuela en la lista de los países que apoyan el terrorismo?
Me parece muy grave. Nunca había visto a Bush hablando así contra Venezuela y amenazar con meterlo en esas listas. Mucha gente de Colombia fue a pedir que le hablara así.
Es muy grave lo que dice…
Los gringos están tan metidos, que agentes del FBI fueron a donde estaban detenidas las dos niñas que traían las pruebas de supervivencia y les dijeron que si no confesaban dónde estaban los estadounidenses las iban a extraditar. A esos mismos tipos me los encontré en la Corte de Nueva York. Ellos pueden andar en todas partes como les da la gana.
Según las encuestas, no parece que la gente le reconozca sus gestiones para la liberación de secuestrados. Usted aparece como uno de los personajes más impopulares…
Ni siquiera Mancuso tiene mis índices de desfavorabilidad. Cuando uno ve la matriz de los noticieros de televisión como RCN y Caracol, queda la sensación de que uno es el enemigo público. Me dicen «traidora», «aliada de las Farc», me critican porque soy amiga de Chávez. Es un manejo mediático muy fuerte.
¿Cree que está pagando un precio muy alto por ayudar a liberar a los secuestrados?
Siempre pensé en el costo que todo esto me traería, pero lo enfrenté porque nadie hace nada, nadie enfrenta el tema de la paz por miedo a las encuestas. Si tengo que volver a sentarme con las Farc lo hago. Las encuestas no me importan.
¿A qué atribuye usted el reciente cambio de actitud del presidente Chávez con el presidente Uribe?
A la intervención de Cuba, pero también a que Argentina, Brasil y otros países intervinieron. Todos dicen que hay que buscar acercar al presidente Uribe, no arrinconarlo. Lo fundamental, me ha dicho el presidente Chávez, es seguir buscando un Acuerdo Humanitario.
¿Qué tan cierto es que Chávez negoció con las Farc algunas liberaciones a cambio de pedir que les reconocieran el estatus de beligerancia?
Eso no es cierto. Yo escuchaba a Chávez, les hablaba muy duro a las Farc y les decía: «Ustedes me dicen ahora si van a acceder al Acuerdo o no, porque yo no me voy a quedar aquí toda la vida». Eso no era de sentarse, abrazarse y tomar whisky, como creen algunos.
Usted dice que hace parte del proyecto bolivariano. Las Farc también. ¿Qué los diferencia?
Mi proyecto no contempla la combinación de todas las formas de lucha.
Algunos creen que usted no ha hecho lo que ha hecho por pura filantropía sino pensando en su futuro político, incluso en una futura candidatura presidencial.
Nada de eso. No tengo esas aspiraciones. Serpa me invitó a recorrer Santander en épocas de campaña pero yo no iba a arriesgar la credibilidad de hacer campañas y al mismo tiempo estar metida en el Acuerdo Humanitario. Debe estar furioso conmigo. Hice un acuerdo y me la jugué por el proyecto político de Lucho Garzón y él no me dio ni la hora. Yo no me muevo por puestos. No le estoy apostando a una candidatura.
¿Va a retirarse del Congreso?
Voy a pedir una licencia para descansar 15 días y pensar. Creo que soy la persona que puede seguir hablando con Cristina Kirchner, con el presidente Correa y con otros para organizar una comisión de países y crear un cerco humanitario en favor de la paz en Colombia.
¿Está acompañada por el liberalismo?
Dicen que actúo a título personal y que eso no compromete al Partido. Pero no descalifican mi tarea porque ha dado resultado para la paz.
¿Se arrepiente de algo?
Aquí todo el mundo peló el cobre, todos se escondieron. Una sola mujer se sentó a hablar con personas de las Farc que no conocía. No me arrepiento de nada y no me voy a separar del proceso. He hecho cosas que difícilmente hacen los políticos o los partidos, en los que ya no creo. Me da mucha pena que digan que ochenta y pico de parlamentarios están investigados por parapolítica.