Los últimos acontecimientos políticos en Colombia, muestran los «goles» que Uribe viene marcando a través de una estrategia política que apunta a silenciar voces críticas con la reelección. Esta vulgar estrategia de comprar conciencias busca apuntalar aún más el régimen neoliberal abiertamente al servicio de los grupos económicos locales y de las transnacionales. La Ley […]
Los últimos acontecimientos políticos en Colombia, muestran los «goles» que Uribe viene marcando a través de una estrategia política que apunta a silenciar voces críticas con la reelección. Esta vulgar estrategia de comprar conciencias busca apuntalar aún más el régimen neoliberal abiertamente al servicio de los grupos económicos locales y de las transnacionales. La Ley de Justicia y Paz, hecha a la medida de unos asesinos al servicio del régimen, hijos legítimos del proyecto derechista de Alvaro Uribe, es uno de éstos últimos goles para la cuenta de su pérfido propósito. La impunidad, injusticia, humillación y falta de reconocimiento a las víctimas de los miles de crímenes que han cometido no cuentan para nada, solo el menosprecio a su trágica realidad. Así, el último intento del régimen para meter otro gol, es hacernos creer que en este gobierno hay verdaderas intenciones para el canje humanitario que reclamamos millones en Colombia y el mundo. Sin embargo, esta última patraña de Uribe y su locuaz vocero de «pax» no alcanzó a puntuar en su carrera reeleccionista.
Callar voces que aparentaban ser críticas como la del desvergonzado ex presidente Andres Pastrana, con la embajada en Washington, argumentando que éste es quien mejor puede darle continuidad al Plan Colombia II, comprar reconocidos columnistas de la prensa escrita (El Tiempo) como Roberto D’rtangnan a quien ofreció la embajada de Canadá (no sabemos si ha aceptado), son parte de los «goles» que Uribe quiere mostrar como grandes triunfos políticos cuando en el fondo no son más que mezquinas maniobras electoreras. No hay compraventa de voces verdaderamente de la oposición, hay es un arreglo y acuerdo sobre los puestos y cargos políticos claves, hay es una división social del trabajo repartiéndose el puesto que le corresponde a cada uno en la defensa y el comando del Estado, y de paso salir compensados.
Tampoco es nuevo en la oligarquía colombiana que algunos de sus atribulados representantes busquen hoy defender a toda costa las instituciones partidistas ante un sector de derecha que no le importa enterrar dichos aparatos de dominio siempre y cuando su hegemonía como clase no esté amenazada. De ahí que los Turbay, Sardi, Germán Vargas, Uribe, etc., crean estar fortaleciéndose a través de movimientos suprapartidistas como Cambio Radical y otros inventos fracasados. Quienes dentro de la oligarquía se niegan a ser sepultureros de sus propios partidos, Cesar Gaviria, Horacio Serpa, etc., han optado por dar ingreso dentro de éste a tres fracasados reinsertados de Esperanza Paz y Libertad (Jaime fajardo, Bernardo Gutiérrez y Aníbal Palacios) en un intento por mantener a flote una institución en completa bancarrota moral. La cooptación de estos renegados y traidores de clase a las moribundas instituciones burguesas, es una prueba más de los niveles de vulgarización y prostitución política en que se hunde el sistema. ¿Acaso lo que sucede hoy con la sociedad y las instituciones burguesas, no es lo que han hecho quienes asumieron el poder a través del bipartidismo lo largo de la historia republicana? ¿Quién lo duda? Ha sido demostrado en innumerables análisis: liberales y conservadores solo han encarnado unos intereses de clase que nunca pudieron ocultar la descomposición y decadencia de su proyecto histórico de Estado-Nación. Ni el Frente Nacional, ni los movimientos suprapartidistas que desesperadamente vienen creando facciones oligarcas liberales y conservadoras, han podido ocultar su única y verdadera esencia de clase dominante, quedando completamente al descubierto su descomposición.
Aunque la reelección en Colombia la hemos entendido como la prolongación del mandato presidencial por cuatro años, hoy no queda duda alguna de lo que verdaderamente quiere la derecha colombiana apuntalada en el paramilitarismo y el apoyo yanqui masivo y directo. Su objetivo político para el 2019 es haber acabado con el narcotráfico y la lucha armada del pueblo. Según el documento Visión Colombia II Centenario que presentó Uribe el pasado 7 de Agosto en la Quinta de Bolívar, Bogotá, en el 2010 habrá acabado con los cultivos de coca, en el 2016 con la guerrilla y en el 2019 ya éstas estarán rendidas y desmovilizadas.
Lo de acabar con los cultivos de coca y el narcotráfico suena más a pobre demagogia, pues está demostrado que los que se han beneficiado de ese negocio ilícito a lo largo de los últimos 30 años ha sido la oligarquía misma, algunos cuantos narcotraficantes peones de guerra de ésta, y los Estados Unidos, que no ha tenido nunca un interés real de buscar una solución a dicho problema, sino utilizar a los gobiernos clientes que han estado en el poder para la venta de sus armas y venenos químicos para las fumigaciones. De tal forma que nosotros ponemos los soldados, policías y campesinos en una guerra que a nosotros solo nos produce muertos y destrucción de los campos fumigados con químicos, y a los Estados Unidos altos dividendos por ventas de armamento y la posibilidad de seguir saqueando y explotando a manos abiertas las riquezas da la nación.
Lo de acabar con la guerrilla ha sido siempre el objetivo de la oligarquía colombiana y del imperialismo, ya que estas, por su convicción y con el paso del tiempo, han demostrado ser la verdadera oposición y el único obstáculo serio a su ambición de gobernar y explotar el trabajo y las riquezas del país. El objetivo político y militar de la oligarquía ha sido imponer una «pax» al estilo romana, llenando el país de cementerios y fosas comunes como lo vienen haciendo sus huestes paramilitares. Es decir, emplear todos los medios de guerra a su alcance para no permitir que germine un proyecto social y económico que verdaderamente le dispute su hegemonía y dominio. No sorprende, pues, que en el documento Visión Colombia II Centenario se señale de nuevo, entre otros, el sueño de la derecha colombiana: acabar con la lucha armada del pueblo en el 2019 para entregar el país y sus riquezas en «pax», a las manos de las transnacionales y los imperialistas.
El «gol» esperado, el que Alvaro Uribe no hará fácil, es hacer creer a punta de marketing y mentiras a los pueblos de Colombia y del mundo que el intercambio de prisioneros con las FARC se llevará a cabo bajo las condiciones del régimen, desconociendo completamente la propuesta de ésta guerrilla. Al tiempo que envía mensajitos halagüeños a las familias de los retenidos por éstas, diciéndoles que este gobierno tiene voluntad y disposición para un intercambio entre dos ejércitos en condiciones de iguales, lo cual no pasa de ser otra vulgar afrenta a la conciencia de las familias y al pueblo.
Hay más de 500 presos políticos y combatientes de la guerrilla en las cárceles del régimen, más sin embargo la realidad de su sufrimiento y confinamiento y lo que esto causa en sus familias y compañeros(as) de lucha no son escuchadas, su situación es completamente invisibilizada, silenciada y desconocida por los Medios de Alienación Masiva (grandes cadenas de noticias). Por otra parte, las FARC tienen en su poder cerca de 70 prisioneros de guerra, entre políticos y tropas del ejército que han tenido toda la atención y difusión de su sufrimiento y el de sus familiares.
El gobierno de Uribe viene jugando hace tres años con los sentimientos, afectos y dolores genuinos de las familias de los prisioneros de ambos lados. Cuando las FARC dijo hace un par de años que para el intercambio pedían el despeje militar de dos departamentos del sur del país, Uribe respondió que no aceptaba por que allí se estaba llevando a cabo la ofensiva final contra las FARC, el Plan Patriota, y que lo que éstas estaban buscando era parar dicha ofensiva militar. Entonces las FARC propusieron que se hiciera en otro lugar donde no se estuviera llevando a cabo el Plan Patriota, que despejaran dos municipios del Valle, Pradera y Florida, lo cual ha sido apoyado por el gobernador de Argelino Garzón, quien ha manifestado la voluntad y disposición a facilitar el intercambio humanitario en dichos municipios.
Como la presión por el intercambio humanitario ha crecido y ganado voces de apoyo y respaldo, entonces hoy nos vienen el maquiavelo de Uribe y su titiriterro, Luis Carlos Restrepo a decir que las familias y los pobladores de Aures, un corregimiento en el Valle, están pidiendo que el intercambio se lleve a cabo allí, sin despeje y sin más, que los voceros de las FARC lleguen como puedan, a pie o acompañados de la Cruz Roja Internacional. A uno le da la impresión que a Alvaro Uribe le gusta jugar al lobo feroz, olvidando que en Colombia caperucita y la abuela en realidad no son cuento.
La continua burla de este gobierno en el caso del intercambio humanitario, que se debe dar bajo condiciones acordadas entre las partes enfrentadas, es una ofensa más de quienes creen que en Colombia todos nos comportamos igual que los miembros y representantes de una clase que cae cada vez más bajo en la desvergüenza e inmoralidad con tal de sobrevivir a su propio naufragio.