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Los guerrilleros no son demonios

Fuentes: Rebelión

A poco tiempo de definirse la finalización o no el conflicto armado entre las FARC y el Estado Colombiano, mucha gente especula acerca de lo que podrá suceder si las FARC abandonan la lucha armada y se incorporan a la civilidad. Unos se estremecen de terror porque no creen en la desmovilización armada de las […]

A poco tiempo de definirse la finalización o no el conflicto armado entre las FARC y el Estado Colombiano, mucha gente especula acerca de lo que podrá suceder si las FARC abandonan la lucha armada y se incorporan a la civilidad.

Unos se estremecen de terror porque no creen en la desmovilización armada de las FARC y que dizque van a seguir delinquiendo; otros se alegran porque el país no va a cambiar en nada, y otros se sienten ya marcados por la clase gobernante porque crecerán el esclavismo y la explotación contra el pueblo.

Las FARC han sido principalmente un ejército defensor de los intereses de los campesinos medianos y pobres, y por extensión, consecuente con las luchas del pueblo colombiano que forma parte de los estratos inferiores de la sociedad, de las víctima de la explotación capitalista y se ha enfrentado durante medio siglo a las Fuerzas Militares y Policiales del Estado burgués, defensoras exclusivas o prevalentes de los estratos altos de la sociedad colombiana, de los intereses de las multinacionales y de las potencias capitalistas a las cuales les hemos ido regalando el país. Valga esta aclaración porque con frecuencia se piensa que las Fuerzas Militares y de Policía están siempre al servicio de todos los compatriotas, lo cual es falso.

Las FARC son, pues, un ejército financiado por ellos mismos a través de secuestros, de vigilancia de cultivos ilícitos y de actividades abominadas por el Estado; viven en condiciones muy difíciles y muy diferentes a las de los militares y policías estatales. Pero, aunque piensan lo contrario de estos, son personas que han resuelto sacrificarse para construir un estado incluyente donde puedan vivir en igualdad de condiciones todos los colombianos y colombianas. En consecuencia, no hay que temerles sino agradecerles.

Se alegran otros colombianos que creen en nuestra falsa democracia actual, incompleta y manipulada a través de los medios por la cúpula de la burguesía que impone sus «verdades» y su visión de la sociedad y no admite cosmovisiones diferentes. Es decir, se alegran porque la situación política, social y económica seguirá siendo la misma de hace 50 años, pues con el plebiscito enterrarán lo acordado en La Habana.

Los que se sienten marcados es porque desconfían de la posibilidad de sustituir el estado actual a través de la política y no encuentran diferencias entre el estado de 1964 y el del 2016. No ven cómo superar la esclavitud económica, social, política y cultural. Y lo peor es que tienen muchas razones de peso para asumir dicha actitud, entre ellas la extrema ignorancia reinante en la mayor parte del pueblo debida a la pobre educación, sesgada y mentirosa, en que ha crecido. Estos siempre han dicho que «gracias a las guerrillas aún no nos han marcado»

La afirmación frecuente del Presidente Santos: «En La Habana no se han tocado ni se tocaran la propiedad privada y el sistema económico» le brinda completa tranquilidad a los capitalistas, a los inversionistas nacionales y extranjeros, a los terratenientes legales o ilegales, porque seguiremos viviendo en medio de las desigualdades e injusticias sociales.

Las FARC han decidido no seguir haciendo solos el trabajo que nos corresponde a todos los de abajo: obreros, campesinos, intelectuales, jóvenes, los hasta ahora sectores apáticos y «apolíticos»: comprometernos en la conquista de los cambios indispensables para construir un país incluyente, democrático de verdad y con justicia social.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.