Se han caído judicialmente todas las versiones de quienes en distintos momentos han asegurado que vieron sus restos mortales.
Nadie ha visto nunca los cadáveres ni las tumbas de los narcotraficantes, paramilitares y asesinos en serie Fidel, Vicente y Carlos Castaño Gil. Además, se han caído judicialmente todas las versiones de quienes en distintos momentos han asegurado que los tuvieron enfrente. Carlos, incluso, en su libro de factura neonazi (Mi confesión) relató la manera heroica como, bajo un diluvio imaginario, él mismo exhumó los despojos mortales de Fidel, su hermano mayor. Fue una sarta de mentiras.
En cuanto a Vicente, recientemente se impidió el cierre de los procesos penales en su contra. Alexandra Valencia, magistrada del Tribunal Superior de Justicia y Paz, concluyó en una ponencia que se convirtió en sentencia:
«Hasta la fecha no aparece en las bases de datos de personas desaparecidas del Instituto Nacional de Medicina Legal, como tampoco cuenta con decisión administrativa ni judicial en la que se tenga soporte el esclarecimiento de la desaparición o muerte de Castaño Gil». Es decir, para la justicia colombiana, Vicente Castaño no está muerto.
Fidel es el mayor de los tres hermanos Castaño Gil. Nació en Amalfi, Antioquia, y hoy debería tener 66 años de edad. Se inició a los 14 años en la minería ilegal del oro; luego, pasó al área de robo, venta y compra de carros usados y en 1977 se incorporó al comercio de cocaína del cartel de Medellín, comandado por Pablo Escobar. Esta última actividad lo llevó a vivir en Israel, París y Nueva York, donde estableció oficinas de comercio de obras de arte, principalmente falsificadas. El mejor negocio que hizo en este campo fue con un óleo supuestamente original del pintor colombiano Fernando Botero. En el año 81, presumiblemente las FARC, secuestraron al padre de los Castaño Gil y lo asesinaron no obstante haber pagado la mitad del rescate. De allí proviene la guerra a muerte que los tres hermanos emprendieron contra esa guerrilla, la que, además, cuando no le pagaban los «impuestos» que les cobraba, les saboteaba las rutas y los embarques de cocaína hacia Estados Unidos y Europa, que manejaron durante años.
Los Castaño Gil terminaron por aliarse con el cartel de Cali, el Ejército y la Policía, para combatir al enloquecido Pablo Escobar de los años finales, viejo socio de todos ellos. Esto les dio legitimidad y amistades con personajes del más alto nivel en la política, la industria, la banca, las artes y el periodismo.
Fidel Castaño creó sus primeros escuadrones de la muerte bajo la denominación de «Tangueros» debido a que fueron concentrados y entrenados en su hacienda Las Tangas, que ocupaba tierras de los municipios de Tierralta y Valencia, en el departamento de Córdoba.
Más tarde, reorganizó sus fuerzas homicidas en bandas de asesinos más poderosas que llamó Muerte a Revolucionarios del Nordeste. Por último, recompuso, reentrenó y rearmó sus ejércitos con la participación de mercenarios al servicio de otros narcotraficantes y los llamó Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU). Esta fuerza logró operar sus propias rutas de cocaína sin mayor interferencia de las FARC y cometió una seguidilla de masacres de civiles en la enorme región donde operaba, entre ellas las de Segovia, La Mejor Esquina, El Tomate y La Rochela. Fueron orgías de sangre que solían terminar con partidos de fútbol en los que las cabezas de los muertos servían de balones. También, se asociaron con otros delincuentes, la Policía, el Ejército y la desaparecida policía secreta DAS para cometer los magnicidios de los candidatos presidenciales Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal, lo mismo que de otras personalidades como los ministros de Justicia Rodrigo Lara Bolilla y Enrique Low Murtra, el coronel de Policía Jaime Ramírez Gómez o el senador Manuel Cepeda.
En 1994, Fidel fue herido durante un combate contra un frente de las FARC, de acuerdo con unas versiones, o con un reducto del Ejército Popular de Liberación, según otras. En su momento, siendo yo editor del periódico de Bogotá La Prensa, supe que el paramilitar había sido recogido por un helicóptero militar en la mitad del combate y llevado herido al Hospital Militar Central, en donde se recuperó. La publicación me significó una denuncia penal de las Fuerzas Militares de la que el juez me absolvió de entrada al considerar que recoger heridos (así haya sido cierto o no) no constituye ningún delito ni deshonra. Antes, por el contrario, es el deber principal de la fuerza pública.
Por la misma época un buen amigo médico que trabajó en ese hospital me confió durante una cena: «te puedo jurar que Castaño fue recuperado y salió caminando del hospital». Así, si Fidel murió alguna vez tuvo que haber sido en otras circunstancias que nadie conoce y distintas de las que aparecen en su sospechosa biografía oficial.
Una leyenda que todavía circula dice que la muerte de Fidel la propició, en forma misteriosa y sin detalles conocidos, su hermano menor Carlos, en venganza por haber asesinado a la hermana menor de todos ellos, Rumualda, a quien estranguló con sus propias manos cuando comprobó por sí mismo el viejo rumor de que era lesbiana.
En 1998, cuando llegué a Cali para asumir el cargo de Editor General del periódico El País, me reuní con el hoy difunto obispo católico local, Isaías Duarte Cancino, como parte de una serie de visitas obligadas para familiarizarme con las personalidades de la región. Yo sabía perfectamente de su amistad pública con los Castaño Gil y le pregunté por ellos. Recuerdo con precisión lo que me contestó cuando se refirió a Fidel -el más amigo suyo- con un pedido de confidencialidad que hoy ya carece de todo sentido: «él quedó muy mal herido en un combate, los militares lo recuperaron y ahora vive en Portugal». ¿Falso? ¿Cierto?
Vicente Castaño, también nació en Amalfi, en 1957. Está pedido en extradición por Estados Unidos y mientras no se acredite su muerte, hasta hoy improbable, seguirá siendo buscado por ese país hasta cuando cumpla 99 años de nacido, me dijo hace tres años una fuente de la Corte Federal del sur de Nueva York que lo reclama.
A la Fiscalía General de Colombia llegó, en agosto de 2007, una carta de la desaparecida y corrupta policía política DAS (vieja aliada de los Castaño Gil) según la cual ese organismo recibió «un documento manuscrito por un sujeto que se identifica como N.N. alias El Gordo, en el cual se establece que el homicidio de Vicente Castaño ocurrió el 17 de marzo de 2007 en una finca ubicada entre los municipios de Nechí, Antioquia, y Ayapel, Córdoba…». Esta versión, no ha sido aceptada por la justicia y sobre ella, inclusive, el paramilitar y narcotraficante Ebert Veloza, alias HH (reconocido compinche de Vicente), declaró en 2008 que no hubo tal muerte. Sostuvo que el jefe paramilitar alguna vez le confió que » él se escondería, como las ratas en las alcantarillas, y nunca más le volvería a dar la cara al país».
¿Falso? ¿Verdadero?
Carlos, el menor de los tres Castaño Gil, nació en 1965, en Amalfi, como todos ellos. Con las amistades políticas, militares, policiales, delincuenciales y empresariales labradas por Fidel, Carlos agrandó todavía más sus bandas de asesinos, cubrió con ellas casi todo el territorio nacional y las denominó Autodefensas Unidas de Colombia. Ideó la manera de venderles franquicias de la organización a los más poderoso narcotraficantes y con ellos inundó de sangre a Colombia. No obstante, un par de aliados suyos lo enfrentaron por creer que había desvirtuado del todo la esencia contraguerrillera de las bandas que habían formado entre todos y se desató una guerra intestina que Carlos Castaño Gil y sus nuevos aliados los narcotraficantes, ganaron.
En la mitad de esas disputas, Carlos Castaño Gil se casó en segundas nupcias con la ex reina de belleza Karina Gómez Toro. Con ella tuvo una niña, Rosario María, que nació con una enfermedad conocida como «maullido de gato». Se trata de un atraso debido al cual los niños que lo padecen maúllan sin consuelo y esto lo llevó a él a padecer unos arrestos de locura y desenfreno peores de los que se le conocían. Lloraba y se golpeaba la cabeza contra las paredes al oír chillar a su pequeña hija.
Convino con su amigo el presidente de entonces, Álvaro Uribe Vélez, entregar las armas y desmovilizar los ejércitos sobre los que ya era poco el mando real que tenía y pidió perdón de manera pública e inusitada por la innumerable cantidad de atrocidades que había cometido.
La posibilidad de llevar a la niña para ser tratada en otro país lo indujo a negociar con agentes de Estados Unidos la entrega de narcotraficantes socios suyos, estos se enteraron, la organización paramilitar se disolvió y Carlos Castaño desapareció. La leyenda sostiene que se escondió en Arboletes, cerca de la selvática frontera con Panamá, y luego pasó a una región vecina a Santa Fe de Antioquia, en donde su viejo aliado Jesús Ignacio Roldán Pérez, alias «Monoleche», guardaespaldas de su hermano Vicente, supuestamente lo asesinó, en abril de 2006, de lo cual no quedó rastro ni evidencia alguna. Dos años después, los que se creyó eran sus restos mortales fueron encontrados y sometidos a una prueba de ADN que los confirmó como suyos. No obstante, la Corte Suprema de Justicia rechazó la validez de esas pruebas y en 2008 lo declaró vivo al condenarlo como responsable de la masacre de Mapiripán, en la que asesinaron a decenas de personas que fueron llevadas al matadero municipal, donde las sacrificaron, de una en una, como animales. La orden de arresto por estos hechos está vigente.
¿Qué sucedió con Carlos Castaño? En 2009 entrevisté a un piloto que había manejado el helicóptero oficial de la gobernación de Antioquia. Me contó que recibido una orden oficial de llevar a la esposa de Castaño Gil con la niña enferma hasta Costa Rica, en donde ella, al apearse, le contó que se reuniría con su esposo para poner a la hija de ambos en manos de los mejores médicos del mundo en el manejo del «maullido de gato». Ella, según el piloto, le contó que esos especialistas estaban «en Israel y Estados Unidos».
¿Falso o Verdadero?
Fingir su propia muerte ha sido común en los criminales colombianos. Por ejemplo, Wilmer Varela, alias »Jabón», uno de los narcotraficantes más poderosos, sanguinarios y escurridizos de Colombia, llegó al extremo de asesinar en Caracas, en 2006, a un periodista venezolano de gran parecido físico con él y luego lanzó el rumor de que era él mismo quien finalmente había sido eliminado por sus enemigos tras haber huido del país y cambiado su rostro.
Investigadores judiciales de Venezuela y Colombia individualmente comprobaron que el periodista, director del semanario caraqueño Ahora, José Joaquín Tovar Figueroa, de 53 años, fue asesinado por sicarios colombianos enviados por «Jabón». Físicamente, el periodista era asombrosamente parecido al delincuente colombiano.
Fue la tercera vez que el narcotraficante organizó una engañifa para fingir su propia muerte e intentar con ello parar la intensa persecución de sus enemigos y de las autoridades. Washington ofrecía US$ 5 millones por su cabeza.
En 2003, »Jabón» consiguió que periodistas corruptos colombianos divulgaran una noticia sobre un cáncer catastrófico que le habría quitado la vida en la clandestinidad y la versión fue reforzada con una fotografía del «cadáver».
En 1998, »Jabón» difundió la versión de su primera «muerte» cuando salió ileso de un ataque real de pistoleros de un rival al que posteriormente mandó asesinar.
En 2008 se informó sobre una nueva muerte de «Jabón», ocurrida en un complejo turístico del sector de Lomas de Los Ángeles, en el estado venezolano de Mérida, donde sus enemigos del cartel del Norte del Valle lo habrían alcanzado. Hasta ahora, esta versión ha sido aceptada como cierta por las autoridades.
Llevo más de una década investigando sobre el paradero de los Castaño Gil. Ha sido un reto profesional que no abandonaré. Hoy no puedo decir de manera concluyente que estén vivos. Tampoco puedo informar que estén muertos.