Ahige (Asociación de Hombres por la Igualdad de Género de España) ayuda a hombres a cuestionarse la hegemonía de la masculinidad tóxica en la sociedad actual y a preguntarse por su papel en la era del feminismo
Se trata de Ahige, siglas en castellano de Asociación de Hombres por la Igualdad de Género, aunque bien podría ser acrónimo de aliados del feminismo contra la masculinidad tóxica. El primer paso para ser miembro, lo tienen claro: «Aceptar que todos somos machistas». Varios de sus socios se han reunido con El Confidencial para discutir sobre esta y otras cuestiones que nos afectan a los hombres, en particular a los que quieren tomar responsabilidades de cara a la manifestación y huelga feminista del 8 de marzo. «No se nace mujer, se llega a serlo», decía Simone de Beauvoir.
Lo mismo arguyen en esta asociación: «No se nace hombre, somos un resultado». «¿Y es sana la manera en que los hombres crecemos?», se preguntan desde este grupo de hombres. En este proceso influye todo. «Ser machirulos nos vuelve tóxicos y ponerse la etiqueta de machista no es fácil», es su primera premisa. Pero también saben que difundir entre hombres las ideas que han tomado prestadas del feminismo y que reproducen no es una tarea sencilla.
Desde la asociación, explican, se dedican a aplicarse el discurso que «durante cientos de años» las mujeres han estado hilvanando para «luchar por sus derechos» y tratar que llegue a cuantos más hombres sea posible. «Nosotros nos aplicamos ese discurso para dar nuestro paso -y ayudar a que otros lo hagan- hacia abajo en ese escalón de privilegios». Un escalón incómodo cuando lo pisas, ya que «hace replantearte todo y ponerte de frente a los privilegios que te han permitido estar donde estás». Básicamente, luchar contra tu zona de confort. «Buscamos romper el discurso dominante de la testosterona, de que somos violentos y de la masculinidad tóxica», explican.
De esta manera, creen poder ayudar a otros hombres y tratan de «sensibilizar a otros» intentando desafiar los estereotipos de «la masculinidad hegemónica». Buscan promover un cambio a nivel colectivo desde lo individual de lo que es ser hombre. Este no es un problema que dependa tanto de las mujeres solucionar, sino nuestro», sostienen.
Tienen claro que su «responsabilidad como hombres es interiorizar su discurso» y se lamentan de que hayan tenido que pasar cientos de años hasta que «hayamos comenzado a darnos por enterados». Pero saben bien por qué el discurso feminista no cala entre muchos hombres: «No es atractivo. Vende mejor la historia de que el feminismo lo que busca es dominar a los hombres». Pero opinan que difícilmente serán hombres nuevos sin abandonar la toxicidad de muchas masculinidades. Si no «aprendemos y asumimos» lo que es el feminismo: una «teoría social, económica y política que busca la igualdad efectiva».
Aunque también tienen claro que es más fácil que el ideario cale en otros hombres si son ellos quienes les explican qué esta mal. Si el machismo perdura, critican, es porque «somos cómplices y lo somos con nuestro silencio. Cada vez que vemos una situación en la que la mujer es discriminada, no hacemos nada por remediarlo o hasta nos reímos de ello». Se trata, en definitiva, de ser conscientes de la «sociedad desigual en la que vivimos y dejar de ser aliados».
Con lo que predican, aseguran, no buscan solo la crítica. Esperan que sean más los hombres a los que les haga clic la cabeza, se replanteen el sistema y no dejen que la hegemonía masculina campe a sus anchas en sus vidas. Quieren ayudar a más hombres a escapar de esa jaula que es la «masculinidad competitiva y dominadora». Por eso, dicen, buscan «hombres valientes», porque aquello de que «los hombres no lloran» está ya más que anticuado.
No hay recompensa social en cambiar pañales
Y la primera diferencia se encuentra en la esfera privada. Mientras que las mujeres han hallado su hueco en el espacio laboral y público, «los hombres no hemos llevado a cabo esa inmersión a la inversa», critican. Y es que la mayoría de los hombres no se han sumergido en el campo de las tareas domésticas o de los cuidados. Eso lo demuestran los datos.
Una de las formas de cambiar esto, sostienen, sería ampliando los permisos de paternidad -actualmente de un mes, frente a las dos semanas que tenían antes- y haciéndolos más amplios y, sobre todo, intransferibles, para que los hombres puedan hacerse durante más tiempo cargo de sus hijos tras nacer. Pero «no hay recompensa social en cambiar pañales», arguyen. «Hay que empezar a valorar los cuidados y ciertas tareas como las domésticas en base a su importancia en la sociedad. Si no cuidamos, nos morimos», así de tajantes son.
Pero la «masculinidad es muy frágil», performativa casi, y «eres tan hombre como te reconozca tu entorno masculino, algo terrible». Pero por eso prefieren en algunos casos hablar de «masculinidad disidente» y llaman a romper con ese «constructo social que también constriñe al hombre». Ser hombre es un lujo, discuten, y consideran que hasta que no se aprenda que para lograr la igualdad efectiva es necesario rechazar privilegios por el simple hecho de ser hombres en favor de las mujeres, no logrará avanzarse lo suficiente.
«Nuestro papel el 8-M».
Que los hombres nos hubieramos encargado de forma mayoritaria en atender a los niños y niñas, a las personas dependientes o enfermas y de las tareas domésticas es una de las maneras de apoyar la huelga del 8-M. «Si eres padre, encárgate de tus hijas e hijos. Si eres amigo, ofrécete de niñero. Si eres compañero de trabajo, facilita que tus compañeras huebieran poder ido a la huelga. Si eres empresario, no descuentar el día ni tomes represalias. Si eres estudiante, apoyando a tus compañeras acompañándolas en la huelga o facilitándoles los apuntes del día».
En estas cinco frases se resume la actitud que consideran desde Ahige que los hombres deberían haber apoyado asi el 8 de marzo. Apoyar sin ser protagonistas, al fin y al cabo. Por eso apelan a otros hombres a que «visibilicen la importancia social que tienen los trabajos de cuidados y domésticos», todos los días del año, y se sumen a reivindicaciones como «los derechos sexuales y reproductivos», la «educación en la diversidad» y el rechazo a las violencias machistas. Y todo ello, desde la retaguardia. ¿Y si hay hombres que que hubieran querido ir a la manifuestación participar? «Entonces que hubieran cojido el día de vacaciones y si son padres que se hubieran quedado en casa cuidando de sus hijos, o que hubieran ido a la manifestación con ellos, pero que no hubieran estado en la primera fila». Les tocaba a ellas.
Miguel Lázaro, Pablo Llama, e Iñaki Lajud Alastrué miembros de Ahige. (B. Rodrigo)