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Los intelectuales: diez puntos a favor de la integración.

Fuentes: La Jiribilla

1- ¿Qué es un intelectual? Un intelectual es alguien cuyo trabajo consiste más en la integración de signos y de símbolos que en la manipulación de objetos físicos. Además utiliza el conocimiento adquirido en eso para intervenir en la esfera social. Las disquisiciones sobre si el intelectual tiene o no responsabilidad social son vacuas. El […]

1- ¿Qué es un intelectual?

Un intelectual es alguien cuyo trabajo consiste más en la integración de signos y de símbolos que en la manipulación de objetos físicos. Además utiliza el conocimiento adquirido en eso para intervenir en la esfera social.

Las disquisiciones sobre si el intelectual tiene o no responsabilidad social son vacuas. El manipulador de signos que no interviene en lo social no es intelectual, es simplemente un especialista, un contabilista que está contando números; pero no la realidad. Einstein, que abre las puertas de la era atómica, primero pide que se haga una bomba atómica para detener el fascismo y luego pide que no se use el arma atómica en otra guerra, es un intelectual. Está interviniendo en campos sociales que teóricamente no son los de su especialidad pero que sí son de su condición de ser humano. Eso es un intelectual.

2- ¿Existe una responsabilidad social del intelectual?

Sí. Todos tenemos una responsabilidad como seres humanos. Sin embargo, esa responsabilidad es directamente proporcional a nuestros poderes. Cualquiera tiene responsabilidad por la palabra que dice, la cual puede insultar, herir, agraviar; pero el que tiene la posibilidad de multiplicar esa palabra en un libro de cinco mil ejemplares tiene 5 mil veces más responsabilidad. El que tiene acceso a la columna de un periódico y multiplica su voz 360 mil veces, tiene 360 mil veces esa responsabilidad. El que accede a una emisora de televisión que llega a varios millones de personas, tiene varios millones de responsabilidades.

En ese sentido no es que tenga o no responsabilidad. La palabra es un hecho social, es lo que une y a la vez desune y destruye a las sociedades. Mas, en ese caso hay una multiplicación de la responsabilidad: a medida que aumenta el ámbito de extensión, el alcance del intelectual adquiere poderes sobrecogedores.

3- ¿Cuál ha sido la responsabilidad de los intelectuales en América Latina y cuál debe ser?

‘América Latina y el Caribe’, tal como la conocemos, es una creación intelectual. Es inventada, pensada por un caballero llamado Lebrija que le propuso a los reyes católicos una gramática, un manual de coordinación de signos y símbolos, al cual calificó como un instrumento de imperio para las tierras que se iban a conocer. A través de la pluma de ganso, el papiro o los pergaminos mal hechos, la catequesis y todos los instrumentos sangrientos, se creó una comunicabilidad cultural desde el Río Grande hasta la Patagonia, una obra verdaderamente prodigiosa y pasmosa teniendo en cuenta la limitación de medios, pues casi no se utilizó la imprenta y solo fue autorizada en algunas provincias y virreinatos pocas décadas antes de la independencia. La realidad es que eso existe, y es lo que permite que nos llamemos latinoamericanos desde la cuenca del Caribe hasta la Patagonia, en las Alturas del Perú, el Altiplano y Bolivia -y que, no obstante, hayamos heredado la inmensa cantidad de idiomas, culturas, etc. Tenemos una comunicabilidad que sirve para nosotros como esa latinidad que fue el fundamento de ese otro hecho cultural que llamamos Europa.

Por un lado está el idioma y por otro el conjunto de valores de la cristiandad popular: La cristiandad mezclada con deidades indígenas pasadas de contrabando, deidades africanas metidas por la puerta trasera: un sincretismo extraordinario. Ese es nuestro lema y debemos conservarlo y multiplicarlo hasta hacer de eso de nuevo una unidad política, económica y social. Esa es la tarea, diría yo, de los intelectuales.

4- ¿Cómo podemos emprender esta tarea?

En primer lugar debemos ocuparnos del instrumento primordial de la catequesis: debemos recrear culturas. Tenemos que defender el castellano y las otras lenguas. El castellano por ejemplo, como en Puerto Rico, donde hablarlo es un compromiso y una defensa, la defensa de nuestra lengua, de hacerla cada vez más rica, tratar de decir cosas más útiles, más interesantes, más expresivas.

Recrear nuestra vinculación con el castellano de España, además, porque tenemos una herencia cultural con ellos. Establecer ese vínculo, ese vaivén que existió con Rubén Darío y el Modernismo, y luego con los grandes autores del Boom. Hay que lograr esa unidad viviente.

Asimismo debemos mirar hacia nosotros. Gran ejemplo: Brasil acaba de dictar una ley, voluntad de Estado de considerar al castellano primer lenguaje a ser enseñado aparte del portugués en las escuelas brasileñas. Debemos reciprocar. No hay cosa más dulce e inteligible que el portugués americano, el brasileño. Casi todo brasileño culto habla portuñol, que es un castellano perfectamente inteligible y musical, mientras que nosotros, oh vergüenza, no lo logramos. Es una obligación para nosotros salvar esa mínima frontera que nos separa de la mitad de nuestro ser latinoamericano, del país continente que es Brasil. Además de eso debemos mantener la integridad de las lenguas indígenas, que en muchos de nuestros países llegan al sesenta por ciento de la población, y luchar por que en ella haya una educación intercultural bilingüe que permita a los indígenas tanto desarrollar su tradición en las lenguas originarias, como tener acceso al castellano cuando lo deseen, y al portugués del Brasil y todas las otras lenguas.

5- Los intelectuales en América Latina en aras de la integración, debemos luchar por una profunda reforma de los programas académicos de toda Nuestra América. Parece inconcebible que en la Facultad de Derecho de la Universidad de Venezuela, siendo un país petrolero, no se enseñe Derecho de hidrocarburos y de mina. En la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Venezuela no se enseña Ingeniería del Petróleo, y en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales no se enseña economía petrolera. Tenemos absolutamente que reformar nuestros planes de estudio para volverlos a nuestra realidad.

¡Cuántos de los programas de estudio de nuestros países carecen de una Historia de América Latina! O si la cuentan, en muchos de los casos está totalmente tergiversada. Pero lo peor es que en la mayoría no existe.

Tiene que existir en todos los programas de educación, en todos los niveles, el estudio de nuestras realidades, nuestras culturas, nuestra historia, nuestra economía, nuestra sociedad, nuestra realidad política. Conjuntamente eso tiene que ser compensado con un sistema de intercomunicabilidad que nos vaya constituyendo verdaderamente como la nación que somos. Estos programas deben, en lo posible, buscar algún tipo de información de tal manera que haya una especie de validación automática de los estudios de una frontera a otra. No hay diferencia en nuestros rublos; pero cuando llegamos al sector académico, nos encontramos con una muralla superior a la muralla china. Esa tiene que ser una de las tareas a ser cumplidas íntegramente para lograr una integración.

6- Esa tarea también pasa por lo siguiente: la constitución de institutos de estudios latinoamericanos. En Estados Unidos existen cerca de 300 institutos de estudio sobre América Latina, que escudriñan todo lo que hacemos. ¿Cuántos de estos institutos tenemos en América Latina?

Tenemos muchas fantasías, pero cosas como por ejemplo Casa de las Américas en Cuba, el Instituto de Historia del Caribe, la Fundación Jetulio Vargas en Brasil, son muy escasas. En Venezuela se fundó con grandes intenciones el Instituto Rómulo Gallegos, mas, por falta de presupuesto, hubo una especie de estrangulamiento voluntario para que no llegara a ser el gran instituto que tenía la idea de ser. Tiene que haber en cada país varios institutos de investigación latinoamericanos que sirvan de fomento y estudio de la nación latinoamericana y del Caribe, que sean centros de recolección, de intercambios de experiencias, de promoción, de publicaciones de libros, de películas, etc. Esa es una tarea que tiene que ser cumplida en todos lados.

7- Pasando a un elemento institucional, se necesitan convenios diplomáticos. Apenas tenemos pequeños convenios; pero tiene que haber, desde ya, una especie de gran acuerdo que realmente establezca la intercomunicabilidad libre de los bienes en América Latina; el intercambio libre de películas, libros, grabaciones, obras de arte, siempre que no formen parte de nuestro patrimonio que ha sido profundamente saqueado a lo largo de décadas; y que además arregle de una manera categórica y por voluntad internacional los problemas que ya he señalado de validez de los estudios, etc. Toda esa serie de elementos deben ser categorizados desde leyes diplomáticas.

8- Los intelectuales debemos tener una activa militancia en organizaciones que multipliquen y divulguen nuestro refuerzo. Estamos hablando en este caso de redes como la Red en Defensa de la Humanidad, pero muchas otras. El intelectual vive en una especie de rito de aislamiento pues en realidad es cierto que la creación, necesariamente, es un momento de soledad, y eso en ocasiones nos lleva a la idea de que las ausencias no existen y que los demás intelectuales, mucho menos.

9- También hay especies de periódicos culturales que son como agencias de censura, con listas ocultas de intelectuales que no se mencionan nunca. Lo cierto es que entonces debemos tener una militancia dentro de ese tipo de organizaciones encaminadas a la acción social, política y cultural, y diría también: una militancia dentro de los medios de comunicación.

A veces el intelectual menosprecia los medios; pero el deber es tener la militancia en los medios que tengan mayor difusión en cada época. Cuando Dostoievski y Honorato de Balzac escribieron novelas y publicaron en los periódicos fueron considerados mucho menos que escritores, fueron despreciados unánimemente porque utilizaron un medio de comunicación tan vulgar. Ese medio de comunicación fue el vehículo de las grandes obras maestras del siglo XIX, porque hubo quien se atrevió a utilizarlo. En la medida en que nos abran la puerta debemos entrar el pie, y luego la rodilla, colarnos y estar allí hasta que nos boten con las listas de proscripción, que son meritorias. Uno debe ser un intelectual que ni se veta ni lo vetan. El intelectual no debe censurarse ni quedarse tranquilo cuando lo censuren, debe ser más fuerte que el odio y colar su mensaje a través de las formas más diversas. Ese sentido excita la creatividad. No hay nada como estar en un aparato clandestino en que todo está vetado para comenzar a inventar cosas.

10- Finalmente diría lo siguiente. A una red como Red en Defensa de la Humanidad corresponde replantear el papel del intelectual. El intelectual quiere pensarse a sí mismo como la persona que lo sabe todo y va a llevarselo a las masas. Por el contrario, nosotros que vemos las cosas desde adentro sabemos que no sabemos nada. Somos intelectuales porque queremos aprender, y justamente lo que está sucediendo en América Latina y el Caribe actualmente es un fenómeno prodigioso que reinicia otro ciclo revolucionario dentro de la humanidad. Es el auge de los movimientos sociales. La sociedad se ha puesto en marcha, sin partidos, sin dirigencias, a veces sin programas; está logrando efectos, demoliendo las políticas del fondo monetario, tumbando gobiernos, aceptando reformas sociales por sí misma, defendiendo las aguas.

Los intelectuales tenemos que acercarnos a ese movimiento. Tratar de entender qué sucede, cómo se organiza. Yo siempre digo que la cuarta guerra mundial empezó en Venezuela el 27 de febrero de 1989 cuando todo el pueblo, sin conducción, sin programa, se rebeló a escala nacional contra un programa del Fondo Monetario Internacional. Allí empezó otra etapa dentro de los asuntos mundiales.

Debemos intentar extender esos movimientos sociales, tratar de convertirnos en portavoces de ellos y tratar de lograr la reconstitución de las sociedades poniendo a los partidos políticos y al Estado al servicio de estos movimientos, y la economía y los sectores económicos al servicio de ese bloque social. También debemos intentar comprender, facilitar, intercomunicar, servir de vía de comunicación y legitimación a la expresión de ese movimiento.

Tenemos una prodigiosa y bellísima tarea que es la de asistir al alumbramiento de un mundo. América Latina y el Caribe es una realidad ya creada por la cultura y con la cultura debe adquirir tonos de realidad cada vez más categórica, innegable, palpable e indetenible.

Intervención en la Mesa Redonda:«La Cultura en Defensa de la Humanidad: La responsabilidad social del escritor«, celebrada en la XV Feria Internacional del Libro de La Habana, febrero de 2006.