La conocida periodista Vicky Dávila, trabajadora de la nueva versión amarilla de la conocida revista colombiana Semana, entrevistó el pasado 04. de febrero /23, al señor presidente del congreso de Colombia doctor Roy Barreras; quien de manera bastante realista y sin asomo de ningún humor negro, expuso ampliamente su pensamiento humano, moral y sobre todo político de la actualidad en Colombia. El viejo dicho santandereano de “ a quien le caiga el guante que se lo chante”, ampliará, no cabe duda, tan enriquecedora conversación, viniendo de quien viene: Del segundo hombre en el escalafón democrático (no burocrático) del Nuevo Poder de Colombia.
De entre tan amplia evaluación, me llamó la atención esta respuesta que transcribo tal cual:
….” V. D.: (Risas) Hablemos de política. Usted está prendiendo como unos rinconcitos de fuego y está tomando alguna distancia del Gobierno Petro. ¿Sí o no?
R. B.: Que no quede duda. No tengo ninguna distancia con el presidente Gustavo Petro. Tengo distancias argumentales con algunos de los intermediarios, los que no entienden la visión del presidente, quien tiene un compromiso de corazón con los más pobres, con la vida, con la paz, con el medioambiente. Él da unas directrices que se traducen en una palabra que se llama transición. De ahí para abajo hay unos que no entienden lo que hay que hacer o que lo entienden mal o que creen que, en lugar de transiciones, hay que hacer fracturas y arrasar con todo para empezar de cero. Otros simplemente no tienen la capacidad para entender que los cambios son las reformas y que las reformas hay que consensuarlas, planearlas, discutirlas y no se pueden imponer. Hay que oír todas las voces de Colombia” …..https://www.semana.com/politica/articulo/roy-barreras-entre-vargas-lleras-y-fico-la-diferencia-es-entre-un-premio-nobel-y-un-humorista-de-sabados-felices/202301/
Desde épocas prehistóricas, el homo sapiens, sapiens, cuando todavía la ciencia y la tecnología iniciaban su recorrido como relaciones humanas, atribuían a algún semejante con carisma (Weber) o con cierto “liderazgo alfa”, poderes superiores al común de los demás miembros del clan y, según lo ha demostrado la Antropología Social, ese poder fue fácil hacerlo emanar del poder de la naturaleza embravecida, que hace 300 mil años aterraba a aquellos frágiles y desguarnecidos seres humanos refugiados en cavernas, el hombre “carismático” devino en un “intermediario” entre las incontrolables fuerzas de la naturaleza y los demás hombres.
Pero como la evolución humana siguió evolucionando, la intermediación siguió subiendo hasta convertir al intermediario en el poder de dios en la tierra, quien, al hacer extensivo su poder sobre los demás hombres de la comunidad que lo aceptaron, promovieron y generalizaron, crearon lo que posteriormente los científicos sociales caracterizaron como las Teocracias: Del griego theós = dios y kratos= poder. Es decir, un sistema político en el cual los sacerdotes o los príncipes, en su calidad de intermediarios de Dios, ejercen el poder político. El cristianismo justificó la teocracia basándose en una epístola de San Pablo en la que se afirma que “todo poder viene de Dios”.
Esta resumidísima aclaración, es la que le permite al honorable senador Roy Barreras, doctor en medicina y en política-práctica (la que lo puso de presidente del senado colombiano y segundo hombre en el Poder de Colombia), hacer la clasificación que hace en la cita arriba transcrita, así:
1-Los intermediarios entre las directrices del Presidente Petro y de ahí para abajo, quienes NO lo entienden 2- Los intermediarios que lo entienden mal y 3, los intermediarios que NO tienen la capacidad de entender la “palabra transición” emanada. Es decir, para seguir con la escolástica pseudocientífica y tropical del señor presidente del senado (que rememora al gran Miguel Ángel Asturias), que subyace en toda su entrevista, la división intencionada entre intermediarios buenos e intermediarios malos, con lo que se pretende exculpar (como es lo usual en el clima de impunidad total reinante en el país) a quien da o dio las órdenes, porque está protegido por las nubes del cielo. Ese peliculón de impunidad del Mesías, ya la hemos visto varias veces en Colombia.
¿ Y el pensamiento crítico? Bien gracias. Al principio, después de la toma de posesión presidencial la mayoría de comentaristas y escritores que se identificaron con “la izquierda progresista“ que asumió la presidencia, escribían sentidos artículos adherentes dándole consejos al Presidente. Hombre, hay que hacer esto, aquello, y esto otro, etc. Hágame caso, hombre.
Pero a medida que ha ido avanzando el ejercicio del Poder, las opiniones han tomado otro rumbo: la de justificar teóricamente aquello que los mismos dirigentes del pacto histórico han llamado el “sancocho nacional” ( que se está cocinando a fuego lento y es removido de cuando en vez con el cucharón del Comando Sur del USArmy):
Aquella amalgama diletante del añejo nacionalismo armado que llevó al desastre del Palacio de Justicia de Bogotá en 1986, alimentado con el desarrollismo de la CEPAL; mezclado con el progresismo del llamado post-marxismo-ecologista; del post-capitalismo-capitalista, reforzado con diversas reivindicaciones políticas étnicas de comunidades indígenas, negras, raizales, pueblo rom, comunidades campesinas marginadas y población dispersa, comunidades de género y diversidad sexual; algo del liberalismo de izquierda, y, una pizca de ortodoxia comunista que el senador Barreras califica como el anacronismo de la ministra de trabajo.
Así las cosas, el macrosistema del imperialismo global que determina y condiciona, sin apelación, todo el devenir del sistema político actual en Colombia y si vamos más allá, al parecer de todo el Globo terráqueo. Así como el microsistema de la lucha de clases a nivel local y todos sus intermediarios entre el señor Presidente y quienes lo interpretan (descrito por el doctor Barreras), lucha de clases que aunque no se quiera mirar o se pretenda maquillar o tapar con un dedo, sigue dándose en forma despiadada y violenta a pesar del millar diagnósticos que sobre esa realidad existe; va dejando el espacio crítico a la discusión teórica interminable sobre la “cientificidad” de la receta del sancocho nacional que se está cocinando en la actual Colombia.
Entonces, uno puede hacerse la pregunta sombría del poeta Tomás de Iriarte: «¿Tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas (quiero, amigos que me digan), ¿son de alguna utilidad?»….
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