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Cubanos presos políticos en EE.UU

Los matices de un retrato

Fuentes: Juventud Rebelde

Hoy Fernando González Llort, Héroe de la República de Cuba, arriba a sus 41 años. Juventud Rebelde decidió acercarse al joven cubano, luchador contra el terrorismo, condenado arbitrariamente a 19 años de prisión. Hoy no puede compartir con aquellos que quiere debido a la sanción injusta que le han impuesto. En la distancia añora. Como […]

Hoy Fernando González Llort, Héroe de la República de Cuba, arriba a sus 41 años. Juventud Rebelde decidió acercarse al joven cubano, luchador contra el terrorismo, condenado arbitrariamente a 19 años de prisión. Hoy no puede compartir con aquellos que quiere debido a la sanción injusta que le han impuesto. En la distancia añora. Como ha confesado en su epistolario, ninguna lectura puede sustituir lo que más extraña de Cuba: su familia, su esposa, sus amigos, su hogar y el quehacer diario.

«Físicamente Fernando es un hombre normal, no sobresale entre el biotipo galán de los cubanos, pero atrae por su inteligencia natural y su carácter, por la estatura de su pensamiento, por la coherencia en sus ideas y la fidelidad no solo a sus amigos, sino a algo más grande que ya ha quedado demostrado».

«No lo imaginen como una persona inalcanzable, quizás lo ven desde la distancia del Héroe y pensarán que es un ser de otro mundo. Él no intuyó que llegaría a ser Héroe, aunque nuestros héroes son hombres comunes que caminan por nuestras calles, a los que les encanta la jarana, bailar y estar rodeado de alegría. Así es Fernando».

«Siempre ha escrito bien. Cuando se paraba en el aula a dar sus criterios, o cuando teníamos un seminario y hablaba había que reconocer que estabas delante de alguien muy capaz. Nunca esa cualidad lo hizo sentirse por encima de nadie, porque si algo lo caracteriza es que resulta una gente extremadamente modesta, sencilla».

Así coinciden las opiniones de algunos de los ex compañeros de estudio de Fernando González Llort, en el Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa.

Hoy no puede compartir con aquellos que quiere debido a la sanción injusta que le han impuesto. En la distancia añora. Como ha confesado en su epistolario, ninguna lectura puede sustituir lo que más extraña de Cuba: su familia, su esposa, sus amigos, su hogar y el quehacer diario.

«Pero lo que más extraño es a la gente, su alegría, su manera abierta de comunicarse, su espontaneidad. Extraño todo lo que tiene que ver con nuestra cultura y hábitos: la forma de decir, la comida, la música y el ambiente del país. La prisión constituye un esfuerzo muy grande de las autoridades por eliminar tu individualidad, todo es homogéneo, eres solo un número».

Juventud Rebelde decidió acercarse al joven cubano, luchador contra el terrorismo, condenado arbitrariamente a 19 años de prisión.

«Luego, la experiencia de vivir en Estados Unidos, incluidos los años de prisión, han sido los más influyentes en mi proceso de formación. Un proceso que considero continuo y aún no concluido. La vida en este país ha sido una escuela que me ha enseñado mucho más sobre el capitalismo y el porqué de lo justo de nuestra causa, que cualquier libro, asignatura o carrera».

EL SENTIDO DE ALGUNOS VALORES

«Soy una persona joven. Y, aunque he vivido experiencias que considero importantes y he tenido la necesidad de probarme a mí mismo en circunstancias difíciles, duras y de definición, creo que me falta mucho por vivir y aprender.

«Asumo mi vida como un proceso constante de aprendizaje (…) La prisión podrá constituir una posposición de ciertos planes o ideas futuras, pero no altera esencialmente mis ideas sobre el futuro.

«Yo soy parte y producto de un proyecto revolucionario y de un pueblo con tradiciones de lucha. A ellos me debía antes de la prisión, me debo aquí en la cárcel y me deberé siempre. Aquí donde estoy, para mí la lucha es no solo por mantener mi individualidad, sino también mi identidad cultural como cubano.

«Para mí es muy importante darle sentido a la vida. Yo creo que es esencial para el hombre moderno preguntarse qué es la vida y qué hace uno de la misma. Aquí en la prisión te cansas de ver personas que no tienen la menor idea de su papel en el mundo y su vida es una total desorientación. En el fondo, no son culpables de eso ellos mismos. Eso tiene sus consecuencias en la psiquis de la persona. Saber quién tu eres y a qué te debes, proporciona un equilibrio psíquico, entre otras cosas.

«Durante nuestra etapa de aislamiento de 17 meses, varias personas se preguntaban, incluidos nuestros abogados, cómo podíamos resistir. Y no solo resistir, sino mantener el equilibrio y generar ideas para nuestra defensa y la preparación del proceso en general. Yo creo que el factor determinante, era la claridad de prioridades, el sentido que le habíamos dado a nuestras vidas, que se hace aún más intenso y fuerte, cuando tu sentido de la vida coincide con el sentido de la lucha de un pueblo y la defensa de una causa justa.

«Mi vida tiene sentido por múltiples razones, pero la principal de ellas es la sociedad que estamos construyendo, el futuro que ella representa para nosotros y para la humanidad. Claro, también es de mucha importancia el amor a mi pareja, a mi familia toda, mi superación como ser humano.

«El amor es precisamente el motor y motivación subyugante en esa visión mía de la vida, visto en su acepción más general. Es el amor al ser humano lo que lo impulsa a uno a hacer el bien; el amor a la Revolución y al pueblo cubano lo que nos hace resistir y luchar; y también lo que nos da capacidad de posponer otros disfrutes, o el disfrute de otros amores personales, como el amor a la pareja o el amor hacia la familia.

«El honor no está muy de moda en un mundo en el que prima el individualismo, el sálvese quién pueda y una visión excesivamente pragmática de la vida. Yo creo que es un síntoma de la descomposición de valores universales que ha producido el capitalismo en su decadencia. Creo que la vida, sin un importante lugar y papel para el honor, representa renunciar a los sueños de un futuro mejor y a un mundo en el que las relaciones entre los seres humanos se establezcan sobre bases éticas y de justicia.

«La fidelidad, relacionado con lo anterior es para mí un asunto principalísimo de honor. Si se cree en algo, en una amistad, en un proyecto ¿cómo entender la traición sino como la traición a uno mismo? La fidelidad a lo que uno ama y a aquello en lo que uno cree, está asociada al honor, la moral y la dignidad. Esta última implica el conocimiento de la justicia y la nobleza de los actos de uno, y el respaldo de esos actos y de ese concepto de justicia con los hechos y con la verdad. No hay dignidad que no esté respaldada por la verdad.

«El valor lo entiendo como la capacidad de sobreponerse y luchar no importa la gravedad de la amenaza, su seriedad o las consecuencias que tal amenaza impliquen. Puede uno hasta impresionarse en un momento determinado ante un peligro. El valor es actuar sobreponiéndose incluso a esa impresión; y actuar con dignidad, no dejarse apabullar, ni perder la fe en la victoria.

«Conocemos con bastante nivel de detalle sobre la lucha de nuestro pueblo por lograr nuestra liberación. Si antes estábamos ya comprometidos con nuestras ideas y nuestros principios, con los de los cubanos y la Revolución, esa lucha nos compromete mucho más. Y también, por experiencia histórica, nos garantiza la victoria».