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Los médicos de La Moneda

Fuentes: Rebelión

Los fotógrafos accionaban sus cámaras desde la intersección de las calles Morandé con Moneda. Esas fotos luego recorrerían el mundo. Los hombres que resistieron la embestida del golpe militar en el palacio presidencial y que estuvieron junto a su presidente hasta instantes antes de su muerte, ahora prisioneros, viven los primeros momentos de lo que […]

Los fotógrafos accionaban sus cámaras desde la intersección de las calles Morandé con Moneda. Esas fotos luego recorrerían el mundo. Los hombres que resistieron la embestida del golpe militar en el palacio presidencial y que estuvieron junto a su presidente hasta instantes antes de su muerte, ahora prisioneros, viven los primeros momentos de lo que sería un largo calvario.

Eran aproximadamente las 2:30 PM del 11 de septiembre de 1973. Hace su aparición el general Javier Palacios, quien dirigió el operativo de asalto de La Moneda. A poco indica: «Que se levanten los prisioneros». El general Palacios observa extrañado la presencia de varios médicos y a instancias de uno de ellos conoce de la existencia de otros dentro del grupo de prisioneros que aun permanecen tendidos en la calle. Ordena a este ir en su búsqueda y así se agrupan todos:
Hernán Ruiz, Víctor Oñate, Alejandro Cuevas, Patricio Arroyo, José Quiroga, Arturo Jirón, Danilo Bartulín y Patricio Guijón.

Son ocho médicos colaboradores del presidente Salvador Allende, algunos de ellos amigos, que le siguieron sus pasos desde los mismos inicios del periodo presidencial y que demostraron la lealtad y dedicación no solo en el ejercicio de una profesión que le fue común a Allende, sino que también fueron entusiastas y participes de las transformaciones que en el plano de la salud se propusieron dentro del programa de la Unidad Popular. Fueron testigos de los cambios y de los sueños a los que apostaron su profesión y sus propias vidas, al estar dispuestos a resistir y a morir si hubiese sido necesario junto a Allende. Estuvieron todos hasta el último instante, al lado de su presidente, como entrañables compañeros de lucha y trabajo.

Supo Allende seleccionar muy bien su equipo de colaboradores y podría decirse que nunca antes tantos médicos juntos sirvieron a tan noble causa ni resistieron como «soldados» de la paz, tan brutal agresión.

Vendrían después las torturas, el infinito encierro, la diáspora del exilio, mas aun así no abandonaron el altruismo de sus ideales y el humanismo de su profesión.

Al aproximarse el 3 de diciembre, «Día de la Medicina Americana», merecen todos ellos, una especial recordación, por el significado de aquella actitud. No eran militares, sin embargo, al estar allí junto a Allende, demostraron que la fidelidad y la lealtad son también armas con las cuales defender los principios por los que se vive.

Si nos atenemos a la memoria histórica, veremos como en el ideario y proyección política de Salvador Allende estaba previsto el futuro de los servicios de salud para Chile. Así expresó un día a su paso por México en 1972: «…en los cambios estructurales económicos, se requiere un profesional comprometido con el cambio social, se requiere un profesional que no se sienta un ser superior…se necesita un profesional con conciencia social que entienda que su lucha, si es médico, levante su voz para reclamar que la medicina llegue a las barriadas populares y, fundamentalmente a los sectores campesinos. Se necesitan profesionales que no busquen engordar en los puestos públicos, en las capitales de nuestras patrias. Profesionales que vayan a la provincia, que se hundan en ella».

¿Cómo conceptuar y resumir entonces esta idea e intención de Allende? ¿No es acaso similar a la esencia del pensamiento y el accionar Bolivariano de la «Misión Milagro»?

Un poco más atrás, cuando uno lee la propuesta contenida en los cimientos documentados del programa de gobierno de la Unidad Popular, es reconfortante encontrar en el acápite de Tareas Sociales, en uno de sus incisos se dice textualmente: «Asegurar la atención médica y dental, preventiva y curativa a todos los chilenos, financiada por el Estado, los patrones y las instituciones de previsión . Se incorpora la población a la tarea de proteger la salud pública.

Los medicamentos, sobre la base de un estricto control de costos de los laboratorios y la racionalización de la producción, se entregarán en suficiente cantidad y a bajo precio».

Entonces, como bien describe Omar Cid en un reciente artículo aparecido en «Clarín» digital, «…la misión milagro, de impacto mayor, nos sitúa en un principio inobjetable de realidad, los costos que los chilenos deben pagar por los servicios básicos, luego de las recetas neoliberales heredadas de la dictadura; y en ningún caso cuestionadas por la concertación, son altos. En materia de servicios básicos, éstas políticas han generado un lento y sostenido desastre social, obligando a los gobiernos de turno a constantes soluciones de parche, allí donde se presenten.

El terreno de la salud, es uno de los más golpeados, sobre todo cuando se trata de especialidades, entre las que se encuentran los tratamientos oftalmológicos, por eso cuando surge la propuesta del presidente Hugo Chávez, de viajar a Venezuela y operarse sin costo, el primer gran afectado es el propio modelo de salud que se implementa en Chile…
En esas circunstancias, que profesionales formados en Cuba y Venezuela, operen de manera gratuita a personas de diversas latitudes, entre ellas chilenos y chilenas, se transforma en un verdadero garrotazo a sus conciencias.
Entonces, para los propios defensores del modelo, existe hoy una traba cultural y social, porque los profesionales formados en el centro del esquema neoliberal, buscan su tranquilidad y bienestar económico, en el menor plazo y bajo la ley del mínimo esfuerzo, cuestión que no se encuentra acorde con el servicio público, es decir, los especialistas empeñados en apoyar este tipo de servicios, son escasos.

Sin duda la posibilidad de concreción de una propuesta distinta a las elaboradas por las socialdemocracias del continente, marca un quiebre, si bien no severo, pero sí al menos de expectativas, en ciertos sectores que afectan en el caso chileno a la propia concertación. Es por ello que la misión milagro, como otras iniciativas de carácter continental y solidario, son una espina en la garganta del modelo».

A estas alturas y en los tiempos que corren, cabe preguntarse ¿Qué hacían y que hacen aun gobiernos neoliberales por los servicios de atención de salud de sus pueblos, mientras acaudalados propietarios nacionales y foráneos llenan su bolsillos y sus cuentas bancarias a costa de los recursos y riquezas de una nación?

Cuando nace, crece y se hace brillante para la esperanza de América Latina un líder, con la máxima de gobernar con el pueblo y para el pueblo, y atiende con premura el ansia y la necesidad reclamada durante decenios por la falta de los servicios de salud y de educación , devolviendo ambos reclamos, entonces se le acusa de populismo, argumentando con la ofensa y la mancha, cuando en verdad son los pueblos, que cansados de tanto abandono, ven en la conducta de esos hombres, en su entrega y el discurso apasionado, el camino y la luz de la esperanza.

Censurar y calificar de populista, convirtiendo el término en un adjetivo peyorativo, es una argucia del neoliberalismo, tratando de contener la marea revolucionaria en América Latina.

La Misión Milagro dentro del abarcador programa de colaboración e integración del ALBA, es ya realidad incontenible, prueba de que la solidaridad entre los pueblos es posible, cuando existe una voluntad política sustentada en principios de justicia social, de auténtica soberanía, haciendo uso justo y humano de las riquezas materiales y espirituales de nuestros pueblos, donde toman sentido exacto las palabras dignidad, respeto, equidad y humanidad.

Pero ello solo es viable con un sistema político superior, que piense en todos, que haga realidad la carta de los derechos humanos de las Naciones Unidas, lo cual también solo será realidad visible el día en que se lleve a la práctica aquella idea que quedó dignamente plasmada en un proyecto de gobierno que conmocionó la región austral: » La única alternativa verdaderamente popular y, por tanto , la tarea fundamental que el Gobierno del Pueblo tiene ante sí, es terminar con el dominio de los imperialistas, de los monopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la construcción del socialismo en Chile».

«Es la hora de los hornos y solo se ha de ver su luz» profetizó un día José Martí y cuando vemos la realidad que entraña la «Misión Milagro» para nuestros pueblos, con acierto podemos decir que esa hora ha llegado para nuestra América . Es el mejor reconocimiento y tributo al pensamiento y la conducta de aquellos médicos que como Salvador Allende, trabajaron y lucharon por un Chile mejor.