La retención del general de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, Rubén Darío Alzate Mora por parte del Bloque Iván Ríos de las FARC-EP, en el caserío las Mercedes, Chocó, es un hecho excepcional en la historia del conflicto armado colombiano y por esta misma circunstancia tiene los diálogos y el proceso de paz en […]
La retención del general de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, Rubén Darío Alzate Mora por parte del Bloque Iván Ríos de las FARC-EP, en el caserío las Mercedes, Chocó, es un hecho excepcional en la historia del conflicto armado colombiano y por esta misma circunstancia tiene los diálogos y el proceso de paz en vilo.
Este caso muestra la parcialización extrema de los grandes medios de comunicación colombiano, haciendo de caja de resonancia de la mentira, manipulación e intereses de una tendencia de la oligarquía que amparada en sectores de las fuerzas armas, de la policía e instituciones del Estado, actúan como zapa contra el proceso de paz y los diálogos con el fin de romperlos y lanzar el país a una nueva escalada bélica, sin medir las consecuencias de ello, sosteniendo que la guerrilla puede ser derrotada militarmente, falacia derribada, una y otra vez, por la realidad y la historia.
¿Quién es el general Rubén Darío Alzate Mora? Es un general con 31 años de experiencia en lucha contrainsurgente, director de Gaulas militares encargados de combatir el secuestro, comandante de varias Brigadas Móvil como la N°17, de la escuela de paracaidistas, y formado en la Escuela de las Américas, conocida por adoctrinar militares y oficiales de los ejércitos del continente Latinoamericano en técnicas contrainsurgentes y en la conocida doctrina de la seguridad nacional y del enemigo interno, basadas en una concepción anticomunista.
La captura del general Alzate Mora no fue una operación militar ofensiva de la guerrilla de las FARC-EP, como lo constatan los informes que han entregado éstas. Fue una situación «normal» de guerra, en la que el general es retenido por una unidad móvil de la guerrilla en una zona que patrullan constantemente.
¿Cómo reaccionaría el general Alzate cuando le dijeron que eran del Bloque Iván Ríos, aquel comandante del Secretariado de las FARC-EP asesinado junto a su compañera el siete de marzo del 2008 por infiltrados del ejército, el alias Rojas, quién además le cortó la mano derecha para presentarla como trofeo y como prueba de la acción a un coronel de la octava Brigada del Ejército? ¿Qué pensaría el general Alzate, experto en campañas sicológicas de guerra contrainsurgente que incentivan a infiltrados y mercenarios a entregar o asesinar comandantes guerrilleros para reclamar una recompensa económica, o para escalar y recibir premios en las filas castrenses, cuando lo retuvo el Bloque que lleva el nombre de Iván Ríos, él que es experto en operaciones de inteligencia y acciones contrainsurgentes, quien seguro impulsó las campañas macabras con exigencia de los mandos militares colombianos, acostumbrados a aconsejar el uso de la motosierra contra miles de campesinos?
En este caso, nuevamente, la ultraderecha amparada en el alto mando militar y la propaganda de guerra del uribismo, se ha empeñado en hacer una campaña con ayuda de los grandes medios de comunicación, aliados en intereses y propósitos, presentando la retención como un secuestro. Creen que repitiendo ese cuento manido y mentira universal, que cuando un militar es retenido en una acción u operación de guerra se llama secuestro, y no prisionero de guerra. Al respecto véase lo qué dice el artículo 4 de la Convención de Ginebra sobre prisioneros de guerra:
A. Son prisioneros de guerra, en el sentido del presente Convenio (Ginebra 1949), las personas que, perteneciendo a una de las siguientes categorías, caigan en poder del enemigo: 1) Los miembros de las fuerzas armadas de una Parte en conflicto, así como los miembros de las milicias y de los cuerpos de voluntarios que formen parte de estas fuerzas armadas.
Más claro no canta un gallo, el general Alzate es un prisionero de guerra de acuerdo al Derecho Internacional Humanitario y la Convención de Ginebra que establece los parámetros por los que se deben regir las partes enfrentadas.
Son muchas las incongruencias y dudas que hacen pensar que se trata de un sabotaje de los enemigos del proceso de paz, para romperlo y lanzar de nuevo al país a una prolongada guerra, como si los más de cincuenta años que llevamos en ella no fueran suficientes para concluir que aquí no hay vencedores ni vencidos, premisa fundamental para entablar conversaciones que nos lleve a un acuerdo general del fin del conflicto armado.
Entre las incongruencias que afloran con claridad sobre este caso, si se analiza con cabeza fría lo que hasta ahora sabemos, está el hecho de que es imposible creer que un oficial de alto rango como lo es un general, decida irse de civil, sin escoltas, ni guardia de seguridad acompañado de un soldado desarmado y una abogada por una zona donde, de ante mano, la inteligencia de sus fuerzas saben que hay control guerrillero y por tanto presencia de fuerza enemiga. Es decir, que decida viajar en esas condiciones, en una lancha pequeña por el río Atrato aguas abajo, hacia el caserío de las Mercedes, sin tener en cuenta los protocolos de seguridad que él mejor y más que nadie sabía que debía seguir.
De ahí que es fundamental hacerse las siguientes preguntas. ¿Qué buscaba el general Rubén Darío Alzate con este desplazamiento, hacia una zona donde él sabe con certeza que opera y se mueve su enemigo? ¿Una operación de inteligencia en esas condiciones en un territorio que controlan las FARC -EP? ¿O buscaba un pretexto para ser retenido y así poner a la cúpula militar y al gobierno ambiguo de Santos a suspender los diálogos de paz? ¿Qué tanto sabe o esconde la cúpula militar sobre este caso? ¿Qué tanto de esta historia es el ataque que el Uribismo y la ultraderecha en alianza con sectores de las Fuerzas Armadas, declarados enemigos de los diálogos de paz, venían preparando para dar un golpe contra el proceso? ¿Qué tanta responsabilidad le compete al Ministro de defensa en esta crisis? ¿Por qué los grandes medios de comunicación tergiversan los hechos y muestran como un secuestro, lo que a la luz de las evidencias y los acuerdos internacionales sobre conflictos armados internos, es un prisionero de guerra? ¿Hacen parte de la campaña orquestada por poderosas fuerzas e intereses que se oponen a los diálogos y al proceso de paz? ¿Es su papel ayudar a crear una matriz de opinión a favor de romper los diálogos y crear la imagen de que las FARC EP son las únicas culpables y responsables de que se rompan?
La verdad sobre el conflicto armado en Colombia no nos va a llegar a través de los periódicos de las mañanas, ni los noticieros de las tardes, ni a través de los grandes medios de comunicación, como tampoco es parte fundamental de su matriz de opinión, informar verazmente, sin manipular la información y sin tomar partido. La verdad en estos casos, no viene empaquetada en los editoriales, ni en las noticias, ni en los comentarios, las columnas de opinión, ni los análisis «sesudos» de politólogos y violentólogos, y menos en las campañas publicitarias a que están sometidas diariamente las mentes de la inmensa mayoría que se alimenta de la prensa oficial y comercial.
Por supuesto que hay honrosas excepciones. Una de éstas honrosas excepciones, la hacen los medios de comunicación alternativos y populares, las redes sociales, que vienen rompiendo el cerco mediático que a diario vivimos, más tratándose de temas como el conflicto armado y los diálogos de paz. Los medios alternativos confrontan, desde la visión y praxis de los movimientos sociales y las organizaciones populares, la visión dominante y hegemónica que la derecha quiere imponernos. No tiene discusión que ha prevalecido, de manera determinante, la visión y el relato que ha difundido el bloque de poder dominante a través de los medios de comunicación, que actúan como su caparazón ideológico.
La sociedad colombiana se debe un debate serio y profundo, sobre cuál ha sido el papel de los grandes medios de comunicación en una sociedad caracterizada por un conflicto social y armado, con raíces y causas históricas. Mucho más hoy, en medio de los diálogos por la solución política del mismo, se hace más urgente y necesario propiciarlo. Cuál debe ser su papel en una sociedad libre de conflicto armado, democrática y de derechos, es una pregunta que reclama una respuesta urgente. ¿Han tomado parte del conflicto armado, los grandes medios de comunicación en Colombia? ¿En la guerra de propaganda contra una de las partes?
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