Era una tarde calurosa y en el viejo Simca de mi padre nos dirigíamos a la ciudad de Talca, a un acto de masas en que el entonces -por cuarta vez- candidato Presidencial Salvador Allende cerraba su campaña en la Región del Maule. Llegamos cuando el acto había terminado y el Chicho, en mangas de […]
Era una tarde calurosa y en el viejo Simca de mi padre nos dirigíamos a la ciudad de Talca, a un acto de masas en que el entonces -por cuarta vez- candidato Presidencial Salvador Allende cerraba su campaña en la Región del Maule. Llegamos cuando el acto había terminado y el Chicho, en mangas de camisa, se había quedado conversando cercano al escenario en la Plaza de Talca con algunos de sus adherentes. No había guardaespaldas, uno que otro carabinero y compañeros que estaban atentos. Mi padre que conocía a Salvador de campañas anteriores, se acercó a saludarlo; lo acompañamos con mi hermano Roberto, ambos de pantalones cortos y niños aún. Allende nos miró amable y me extendió su mano generosa de médico; curtidas por mil saludos en toda una vida de luchador social recorriendo a lo largo y ancho el país; y también solidarizando con las causas de Liberación Nacional de América Latina, en especial con la Revolución cubana. «-Hola Niño-» me dijo con su voz inconfundible. Con mis ojitos de chino en esos años y abriéndolos como una lunita le dije «-Hola compañero Presidente Allende-» Don Salvador me devolvió el saludo con una mirada agradecida y replicó «Aún no, pero estamos trabajando para eso, con tu padre y con el Pueblo» Luego alguien se lo llevó y se perdió en la multitud que aún seguía coreando consignas mientras por unos viejos parlante sonaba el himno de la Unidad Popular «…con Allende en Septiembre a vencer…!» Era un niño pero tuve exacta conciencia de lo que se vivía y que había estrechado la mano de un hombre excepcional.
El 26 de Junio se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento del compañero Presidente Dr. Salvador Allende, uno de los chilenos y latinoamericanos que inscribió su nombre en la historia mundial. La figura, la personalidad, el quehacer político, su pensamiento, en definitiva su praxis política admite muchas miradas y opiniones. El Allende dirigente estudiantil, parlamentario de una institucionalidad burguesa, el profesional médico comprometido con los humildes, Allende el eximio jugador de ajedrez, Allende el enamorado del amor y de bellas mujeres, Allende masón, Allende amigo y Allende Presidente son muchas de las lecturas que se pueden hacer de este hombre universal. La principal el ¡Allende compañero! Los análisis van desde los más virulentos e infames ataques a su persona como también las apologías que buscan convertirlo en una divinidad con el sólo propósito de relegarlo a la infertilidad de los museos. Estos últimos son acaso más peligrosos que los primeros porque provienen de aquellos que debieron seguir su ejemplo y concretar su obra. Al menos los primeros -enemigos declarados- al atacarlo lo mantienen vigente; en cambio los últimos reniegan con una cobardía intelectual que provoca nauseas.
Como parte de esa generación que ha sido bautizada como «Los niños de Allende» aquellos niños de ayer que vivimos parte de nuestra infancia en lo que fue la experiencia más señera y soñadora de Chile y el mundo entero -no por algo los procesos revolucionarios del mundo tenían puesto los ojos en la «Revolución con empanadas y vino tinto» cito a José Antonio Buergo, escritor cubano, experto en la biografía de Allende « Para algunos analistas políticos, el declarado Socialismo del siglo XXI tal como se viene desarrollando en la Venezuela bolivariana, constituye de cierta forma la refundación de la idea de llevar el Socialismo como sistema político al poder, por medio de las urnas, sin lucha armada, aspiración y motivo de entrega sostenida del compañero Salvador Allende y logro indiscutible de su prolongado batallar durante mas de 40 años de vida política (del libro «Salvador del más Allá: hasta siempre Presidente!» – me detengo en una frase emblemática de Salvador «La felicidad de Chile comienza por los niños» y así fue que en su Gobierno, de la palabra a la acción y el Presidente Allende decretó la entrega de medio litro de leche a todos los niños del país no importando su condición social. El Chicho personalmente encargó la implementación de dicha medida al doctor Giorgio Solimano, especialista en nutrición infantil. El plan alimenticio, que años después fue replicado en países como Perú, Panamá y Nicaragua, entre otros, significó la distribución de treinta y nueve millones de kilos de leche al año para tres millones de niños y madres. La formación del Presidente Allende en Salud Pública no era improvisada. Es conocido su ensayo «La Realidad Médico Social Chilena» un crudo análisis del la salud pública en Chile. El fomento del deporte y la creación de la Editorial Quimantú, con edición de cientos de miles de libros y varias revistas para los niños y la juventud, son otras de las obras directas del Presidente Allende que pudimos disfrutar «los hijos de Allende».
Se cumple un nuevo aniversario de este latinoamericano que, en su condición de libre pensador y revolucionario, cual Prometeo tuvo el coraje de robar el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres y mujeres en su afán de que la Humanidad fuese feliz!. Hago mías la palabras del escritor y revolucionario cubano José Antonio Buergo, quién en libro citado escribió: «…de alcance universal es y será el pensamiento y la obra de Salvador Allende, quien siendo latinoamericano, es hoy patrimonio de la humanidad. Perpetuar su memoria en el acontecer de los pueblos, es intención y realidad evidente hoy día, como importante el que esta y nuevas generaciones, se inspiren en su legado de pensamiento y obra, para ayudar a construir un mundo mejor. Si lo logramos, será la mejor forma de honrarle, de mantenerle vivo; multiplicando de esa manera sus sueños en muchos otros.»