Dr. FRANCISCO SANTOS C.Vicepresidente de la República De toda consideración. Por medio del presente escrito, acogiéndome al Derecho Constitucional de Petición consagrado en el Artículo 23 de la Constitución Nacional y en los artículos 5 y ss del Código Contencioso Administrativo, me permito solicitarle de manera apremiante detener el plan que se ha ido revelando […]
Dr. FRANCISCO SANTOS C.
Vicepresidente de la República
De toda consideración.
Por medio del presente escrito, acogiéndome al Derecho Constitucional de Petición consagrado en el Artículo 23 de la Constitución Nacional y en los artículos 5 y ss del Código Contencioso Administrativo, me permito solicitarle de manera apremiante detener el plan que se ha ido revelando entre colaboradores de la fuerza pública en San José de Apartadó, que amenaza con destruir siete vidas más en dicha población y cuyos desarrollos y contextos le expongo a continuación:
1. En la penúltima semana de febrero de 2007 ( 19 a 24 de febrero) el paramilitar ELKIN DARÍO TUBERQUIA, quien desde 2004 trabaja ilegalmente al servicio de la Brigada XVII del Ejército Nacional, abordó a varios pobladores de San José de Apartadó en las cercanías de la terminal del transporte de Apartadó, y les hizo conocer una lista de siete personas a las cuales él señalaba como las culpables de un atentado perpetrado contra el poblador NUBAR TUBERQUIA el 13 de noviembre de 2006. Las siete personas que figuraban en dicha lista son campesinos que habitan en los alrededores del caserío de San José de Apartadó y que son ampliamente conocidos en la zona y, aunque no son integrantes de la Comunidad de Paz, son pobladores del lugar desde hace muchos años. Sus nombres son: CARLOS ARTURO CATAÑO SERNA; JORGE MARIO HIGUITA HIGUITA; ALNUARIO ANTONIO HIGUITA RAMÍREZ; HENRY HIGUITA; JOHN KENNEDY HIGUITA y otros dos cuyos nombres no retuvieron los testigos. Según el paramilitar Elkin Tuberquia, es extraño que la guerrilla no haya asesinado a estas personas que perpetraron el atentado contra Nubar, y mucho más si se tiene en cuenta que la fuerza pública que está instalada en San José, está dispuesta a dejar entrar a la guerrilla para que asesine a dichas personas. Si la guerrilla no los mata en los próximos días, ellos (Ejército y paramilitares) los matarán.
Todo muestra, pues, que existe un plan para asesinar a esas siete personas y que la matanza va a ser atribuida a la guerrilla.
2. Para comprender los móviles de este plan criminal, es necesario tener en cuenta las circunstancias del atentado de que fue víctima el Señor NUBAR TUBERQUIA, el 13 de noviembre anterior, así como sus antecedentes.
Nubar era el poseedor de una casa-lote ubicada cerca del cementerio de San José de Apartadó, la cual había adquirido años antes mediante una promesa de compra-venta. Dicha casa-lote fue usurpada violentamente por la Policía el 1° de abril de 2005, cuando el Presidente Uribe le ordenó a la Policía ingresar a los espacios de vivienda de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, luego de la masacre perpetrada por el Ejército en las veredas Mulatos y La Resbalosa, el 21 de febrero de 2005. Nubar protestó por la usurpación de su propiedad, pero en los meses siguientes fue abordado repetidas veces por oficiales de la Policía quienes le propusieron negociar su casa-lote e incluso le ofrecieron ayudarle en los trámites para su titulación, de modo que el negocio se pudiera realizar con todas las formalidades legales. Dado que es una persona con muy escasos recursos económicos, Nubar aceptó negociar ante la perspectiva de perder definitivamente su casa y de poder obtener de ella al menos algún rédito económico, dada la contundencia de las armas invasoras del Estado. Sin embargo, con el paso de los meses comenzó a quejarse del incumplimiento de la Policía y a denunciar el «engaño» de que había sido víctima. Así, en una reunión que tuvo lugar en el caserío de San José el 11 de noviembre de 2006, convocada por militares y policías, Nubar denunció enérgicamente a la Policía por dicho engaño y le manifestó a sus amigos que tenía deseos de recuperar por las vías de hecho su propiedad, llamando a periodistas y a organismos de derechos humanos como testigos.
Para la semana siguiente se esperaba también la visita de una comisión de personalidades de los Estados Unidos al caserío de San José y él pensaba acudir a ellos para denunciar el engaño. Dos días después de la reunión, el lunes 13 de noviembre, varios pobladores que bajaban del caserío de San José hacia el asentamiento de San Josesito (asentamiento de los desplazados) pudieron observar la presencia de cuatro hombres armados en la carretera, cuando ya estaba oscureciendo; con mucho temor, los pobladores saludaron a los armados, pero los armados no respondieron al saludo, lo que levantó graves sospechas sobre los motivos de su presencia en aquel lugar. Momentos después pasó Nubar por ese lugar, cuando ya estaba de noche, y al día siguiente fue hallado inconsciente sobre la carretera. Desde entonces sufre una muerte cerebral debida a golpes contundentes en su cabeza.
En un primer momento se creyó que pudo tratarse de un accidente, pues quizás se habría caído del caballo en que iba montado, pero al analizarse las circunstancias de los hombres armados que esperaban justo en el lugar donde él fue encontrado inconsciente, así como la ausencia, en su cuerpo, de las huellas características de una caída de caballo, no quedó duda de que se trataba de un atentado. Los pobladores que observaron a los armados, cayeron en cuenta de que eran personas extrañas y desconocidas en la región. En cambio los siete que están en la lista de Elkin Tuberquia, son personas ampliamente conocidas por todos los pobladores de la zona e incluso algunos de ellos habían presentado, en compañía de Nubar, una demanda contra la Policía, cuando los agentes quisieron impedirles el acceso a sus zonas de cultivo, alegando que el paso hacia ellas estaba minado.
3. Es importante también, para comprender los alcances de esta nueva amenaza de muerte, recordar los antecedentes del portador del mensaje.
ELKIN DARÍO TUBERQUIA es un campesino de 35 años que habitó por varios años en la vereda Las Nieves, de San José de Apartadó, donde aproximadamente en 1996 se vinculó como miliciano al grupo insurgente de las FARC, por fuerza mayor, ya que esa zona rural, donde sus familiares poseían tierra laborable, estaba en cierta medida controlada por las FARC, organización que cuidaba de su seguridad obligando a todos los pobladores del entorno a demostrar de alguna manera que no eran agentes de sus enemigos. Elkin fue denunciado, capturado, procesado y condenado a causa de esa vinculación forzosa a la insurgencia, permanenciendo varios años en la cárcel hasta 1999 y luego obligado a presentarse periódicamente ante diversas autoridades judiciales.
Cuando en 2001 retornó a su parcela en la vereda Las Nieves, la insurgencia lo obligó nuevamente a prestarle alguna colaboración, pero esta vez mucho menos significativa y esporádica, como condición para permanecer en la zona, prometiéndole ayudarle a su vez con alimentos para su familia. Acosado por la pobreza y la conflictividad de la zona, Elkin decidió retirarse y trasladarse al caserío de San José de Apartadó. Allí, el 12 de marzo de 2004 fue víctima de una detención ilegal, sin orden de captura ni flagrancia, señalado por un informante que el Ejército había conducido también ilegalmente a San José esa noche para que señalara a pobladores como guerrilleros. Llevado a la Brigada XVII, fue brutalmente torturado por el Coronel Néstor Iván Duque, Comandante del Batallón Bejarano Muñoz de dicha brigada, quien lo golpeó en todo su cuerpo y trató de ahorcarlo, obligándolo a declarar frente a una cámara de video que era «guerrillero», bajo la amenaza, si no declaraba eso, de entregarlo inmediatamente a paramilitares que esperaban ya en la puerta para asesinarlo. Mantenido ilegalmente en la Brigada varios días, fue presentado a la Fiscalía donde fue indagado sin presencia de abogado y donde el juez hizo caso omiso de las torturas denunciadas por el Defensor del Pueblo, que deberían haber invalidado su falsa «confesión», la que a la postre resultó ser la «única prueba», como el mismo fiscal lo consignó en su fallo.
Fue dejado en libertad el 25 de marzo gracias a un recurso de Habeas Corpus interpuesto por el Defensor del Pueblo, pero el juez le hizo firmar, antes de dejarlo en libertad, un acta de «aceptación de cargos» sin que él supiera lo que estaba firmando y sin asistencia técnica de abogado, acta que sirvió para capturarlo de nuevo el 22 de diciembre de 2004. Llevado nuevamente a la Brigada XVII de manera ilegal, estuvo desaparecido por 15 días, y cuando la Defensoría del Pueblo logró ubicarlo en la Brigada XVII bajo el extraño rótulo de «reinsertado», las autoridades pertinentes, como el Ministerio del Interior y la Fiscalía, le negaron a la Comunidad de Paz la asesoría jurídica y psicológica que quiso brindarle. A partir de entonces se le vió en patrullajes continuos con tropas del Ejército y acudiendo a diligencias judiciales a acusar falsamente a pobladores como «guerrilleros» o «milicianos». Cuando personas que lo conocimos y habíamos departido con él en momentos de sufrimiento, recibiendo sus testimonios espontáneos de lo que había sido su vida, en realidad llena de persecuciones, penurias y chantajes, pudimos acceder a él después de su falsa «reinseción», constatamos que su personalidad se había transformado profundamente y que sus principios éticos habían sido destruidos.
Se le vió frecuentemente rindiendo falsos testimonios sin pudor alguno, como el que rindió públicamente, en la Comisión Segunda Constitucional de la Cámara de Representantes, el 25 de mayo de 2005, donde profirió numerosas y graves falsedades sin recato alguno, siendo una de las más graves el falso relato sobre la masacre del 21 de febrero de 2005 en las veredas Mulatos y La Resbalosa, que no solo fue indignante y ofensivo para quienes conocimos a fondo a las víctimas sino que fue elaborado desde su total dependencia de sus victimarios quienes lo difundieron ampliamente para exonerarse del crimen. Todo esto funda la hipótesis de que Elkin fue sometido a procedimientos psíquicos en extremo perversos de alienación de su conciencia.
A pesar de que quienes asistimos a la sesión del 25 de mayo de 2005 pedimos a la Cámara de Representantes que gestionara su entrega a un organismo internacional de total independencia, que garantizara su acceso a ayudas psiquiátricas, los directivos de la Comisión Segunda de la Cámara no cumplieron con su promesa de gestionar dicha entrega. Posteriormente Elkin sería conducido a la Procuraduría a declarar que «no había sido torturado en 2004», para limpiar la hoja de vida del Coronel Néstor Iván Duque a quien el Presidente Uribe quería mantener en altos cargos sin hacer caso de su estatus de criminal de guerra según el Estatuto de Roma. En los años sucesivos (2005-2007) Elkin ha sido utilizado por la Brigada XVII del Ejército para cometer delitos instigados por los militares.
Desde Apartadó, donde frecuentemente busca a pobladores de San José que realizan allí diligencias, ha enviado numerosas amenazas de muerte, y en junio de 2006 medió en el robo del computador de la Comunidad de Paz. De allí que los planes de asesinato contra las mencionadas siete personas de San José, revelan una intencionalidad de la fuerza pública, de la cual él se ha convertido en los últimos años en instrumento dócil y vocero informal, gracias a la destrucción de su conciencia moral, la que afloraba siempre en su interlocución frecuente con los integrantes de la Comunidad de Paz cuando aún gozaba de autodeterminación. Las amenazas que él ahora profiere vienen, sin duda alguna, de la fuerza pública, que pretende ocultar tras ese pobre ser humano que ellos degradaron moralmente hasta extremos tan humillantes de alienación, su responsabilidad directa en hechos que siempre han querido realizar: la destrucción de la Comunidad de Paz.
4. Este tipo de mensajes premonitorios de matanzas colectivas han sido frecuentes en los 10 años de existencia de la Comunidad de Paz, pero se han incrementado especialmemnte desde la presencia de la Policía y el Ejército en el caserío de San José, a partir de abril de 2005.
Fue así como en los últimos meses de 2005 diversos paramilitares que se acercaban al asentamiento de San Josesito o que llamaban allí por teléfono, entre ellos el mismo ELKIN TUBERQUIA, comenzaron a anunciar una masacre para los días de Navidad o Año Nuevo. Las intervenciones apremiantes de la comunidad internacional obligaron al director del Programa Presidencial de Derechos Humanos a desplazarse hasta la zona y a reunirse con militares y policías para conjurar las llamadas de alerta que surgían de dentro y fuera del país. Con todo, la masacre fue perpetrada el 26 de diciembre de 2005 en la vereda La Cristalina, dando muerte el Ejército a 6 jóvenes de ambos sexos mientras dormían. Dicha masacre la perpetró el Ejército no solo con toda la premeditación que hacían suponer sus anuncios persistentes durante varios meses, sino que fue además «negociada» con un miliciano que había decidido entregarse al Ejército y cuyo aporte inicial exigido fue preparar dicha masacre, otorgándole como pago 4 millones de pesos por cada vida humana destruida. Mayor vileza moral es difícil de concebir. Así mismo, el 4 de junio de 2006 a las 11:00 horas, militares y policías presentes en el caserío de San José comenzaron a conversar sobre otra gran masacre que se preparaba contra la Comunidad de Paz, mientras dos testigos de la misma Comunidad estaban entre los que escuchaban en silencio.
El 22 de agosto de 2006, a las 10:00 horas, ante tres testigos que se lo comunicaron cada uno de manera independiente a miembros del Consejo Interno de la Comunidad de Paz, los policías y militares acantonados en San José departieron sobre sus planes ya diseñados para ejecutar una nueva gran masacre contra la Comunidad de Paz atribuyéndosela luego a la guerrilla. El 25 de septiembre de 2006 ya fueron 40 paramilitares uniformados y armados, quienes a 10 minutos del caserío de San José, intensamente custodiado por el Ejército y la Policía, manifestaron que su misión continúa siendo destruir la Comunidad de Paz y a sus líderes. Posteriormente, el 19 de octubre de 2006, el reconocido paramilitar Henry Guzmán ingresó disimuladamente al asentamiento de San Josesito y penetró en varias viviendas, donde anunció un final de año doloroso para la Comunidad, saliendo luego a departir con los policías acantonados en San José.
El 30 de octubre de 2006, a las 11:00 horas, un paramilitar que dijo llamarse «Eduardo Cárdenas» visitó a una familia que fue integrante de la Comunid