Urgencias del antiguo hospital de La Fe hace solo un par de semanas. Es viernes por la noche y la sala de espera del ala de pediatría se encuentra abarrotada. Unos padres con un bebé de apenas cinco meses esperan pacientemente hasta que les advierten que ha llegado su turno. Su hija tiene mucha tos […]
Urgencias del antiguo hospital de La Fe hace solo un par de semanas. Es viernes por la noche y la sala de espera del ala de pediatría se encuentra abarrotada. Unos padres con un bebé de apenas cinco meses esperan pacientemente hasta que les advierten que ha llegado su turno. Su hija tiene mucha tos y, cuando respira, emite un persistente silbido. Aunque no tiene fiebre se han asustado. La doctora les confirma sus temores: bronquiolitis, una versión de la bronquitis que afecta principalmente a los menores de dos años y que provoca una inflamación de los bronquiolos -la ramificación más fina de los pasos de aire de los pulmones- que es lo que genera los inquietantes silbidos. En principio no es grave, la doctora receta un medicamento para dilatar los bronquios y les recomienda usar un vaporizador para humidificar el ambiente. Pero les advierte que si la niña «se pone morada o pierde el conocimiento en un ataque de tos» vuelvan inmediatamente al hospital para, seguidamente tranquilizarles: «ahora mismo todos los lactantes de Valencia se encuentran en la misma situación. Estamos totalmente saturados».
Aunque este tipo de enfermedades son típicas del invierno, este año ha sido, pese a las temperaturas especialmente benignas, extremadamente intenso en las urgencias médicas relacionadas con afecciones respiratorias. Amadeo Almela, jefe del servicio de urgencias del Hospital Arnau de Vilanova, admite que «hemos tenido una tasa de ingresos particularmente alta, con un número elevadísimo de casos relacionados con patologías respiratorias tales como asma, bronquitis, bronconeumonías y casos cardiovasculares». Aunque Almela advierte que no han realizado aún las estadísticas definitivas y que aún tardaran unos meses en tener datos objetivos, se aventura a avanzar que este ha sido «un invierno duro» y su primera impresión es que «gran parte de la emergencia está relacionada con los efectos del anticiclón» que ha dominado el inicio de febrero en buena parte de España.
«Para poder estar seguros deberíamos comprobar los datos de este invierno con los de períodos similares otros años -cuenta Almela de forma muy pedagógica- porque evidentemente hay muchos otros agentes tales como las temperaturas, la incidencia de determinados virus o la existencia de campañas de prevención. Lo que sí se puede avanzar la sensación que se tiene en el hospital que se han notado los efectos del anticiclón en la calidad del aire».
Contaminación y salud
Aunque Valencia esté lejos de los niveles de contaminación que sufren grandes urbes como Madrid y Barcelona -donde las autoridades, por ejemplo, llegaron a desaconsejar realizar ejercicio al aire libre- gracias a su menor tamaño y una situación geográfica -junto a la costa y sin montañas que hagan de tapón de la brisa marina- la persistencia del pasado anticiclón también provocó pérdidas importantes en su calidad del aire.
Para la gran mayoría de neumólogos y otros expertos médicos está más que probado los efectos adversos de la contaminación en la salud de la personas. Los motores de los coches, las industrias y los sistemas de generación eléctrica y calefacción emiten diferentes tipos de gases, partículas minúsculas -son granos de polvo de procedencia distinta que pueden llegar a medir una milésima de milímetro- y diferentes contaminantes de origen orgánico e inorgánico que pueden afectar el cuerpo humano de diferentes formas.
«Estas partículas minúsculas se introducen en nuestro sistema respiratorio llegando fácilmente a las estructuras broncopulmonares, lo que resiente el trabajo de nuestras defensas. Con este panorama los virus y bacterias típicos invernales, tales como resfriados o gripes, tienen más fácil su propagación», explica Josep Ferris, de la Unidad de Oncología Pediátrica de La Fe y autor del estudio «Aspectos pediátricos de las enfermedades asociadas a la polución atmosférica por combustibles fósiles».
Otros gases generados por la combustión de petróleo o gas de motores y calefacciones o por ciertos procesos industriales como los óxidos de nitrógeno, el dióxido de carbono, el ozono o el dióxido de azufre pueden producir irritaciones respiratorias, tos, agravamiento de diferentes enfermedades relacionadas con pulmones, garganta y corazón, alergias y alteraciones en la composición de la sangre. «niños, ancianos, personas con afecciones respiratorias y cardiovasculares y adultos que desarrollan su actividad al aire libre son las primeras víctimas de estos contaminantes», añade Ferris, para quien los primeros representan el grupo de máximo riesgo al «tener un sistema inmunológico menos desarrollado y pasar más tiempo al aire libre son los que más sufren las enfermedades respiratorias». Para reforzar su tesis, Ferris advierte que «los menores representan solo el 25% del total de personas pero padecen hasta el 40% de casos de asma», enfermedad que, a su juicio, está estrechamente ligada a la pérdida de calidad del aire: «en los países industrializados hay actualmente tres veces más muertes por asma que hace 20 años, a pesar de los avances en medicamentos y asistencia hospitalaria».
Los estudios que más impacto provocan son los que advierten de las posibles muertes prematuras que puede provocar la contaminación. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) emitió un comunicados a mediados de febrero donde aseguraba que los fallecimientos relacionados con la polución llegarían a las 16.000 anuales en toda España -«siete veces más que las relacionadas con los accidentes de tráfico», recuerda el SEPAR- y que si la densidad de partículas se redujera a la mitad se salvarían más de 8.000 vidas que hoy se pierden en relación a enfermedades cardio pulmonares y cáncer de pulmón. «La comunidad científica no tiene dudas respecto a los efectos perjudiciales de la contaminación sobre la salud respiratoria y coinciden en la necesidad de reducir la contaminación urbana», explica la Dra. Cristina Martínez, coordinadora del área de medio ambiente de SEPAR. La normativa europea prohíbe que se superen los 50 microgramos -milésimas de gramo- de partículas por metro cúbico de aire más de 35 días al año.
Enfermedades comunes
Pero más allá de la pérdida de vidas humanas, la contaminación también es una fuente de enfermedades que aunque no mortales lastran la salud de quienes la padecen. Según Cristina Martínez «un aumento de solo diez microgramos en partículas puede provocar un crecimiento del 3% de los ingresos hospitalarios en las próximas 24 horas».
El valenciano Ferran Ballester, de l’Escola Valenciana d’Estudis per a la Salut de la Generalitat, coordinó en 2004 el Proyecto EMECAM, que analizaba los efectos a corto plazo de la contaminación en la salud y que se desarrolló en 14 ciudades españolas, entre ellas Valencia y Castelló. Una de sus conclusiones es que con un incremento de diez microgramos de partículas por metro cúbico de aire las crisis asmáticas crecían un tres por ciento y los ingresos hospitalarios relacionados con estas casi un dos. Los aumentos del monóxido de carbono y del dióxido de carbono también implican una mayor tasa de ingresos relacionadas con enfermedades cardiovasculares.
En ambientes contaminados también aumentan las enfermedades típicas invernales, tales como la gripe, y las relacionadas con el corazón y las arterias, como las arritmias y las trombosis, debido a una mayor facilidad con que se coagula la sangre. Así, Ballester advierte que «niveles moderados de contaminación también suponen un riesgo para la salud», por lo que los valencianos no deberíamos confiarnos.
Porqué aumenta la contaminación cuando hay anticiclón?
Este febrero está siendo excepcionalmente benevolente, teniendo en cuenta que en Valencia acostumbra a ser el más frío de todo el invierno. Días soleados, temperaturas agradables y apenas unos pocos días de lluvia han permitido disfrutar de parques y terrazas como si de un auténtico avance primaveral se tratase. Este fenómeno se debe a la persistencia de un potente anticiclón que ha afectado toda la Península Ibérica.
Pero ahorrarse lo más crudo del invierno ha traído un desagradable efecto secundario en forma de aumento de la contaminación, sobre todo en las ciudades más grandes como Barcelona y Madrid, pero que en Valencia también ha superado los máximos recomendados para la salud durante varios días. Pero ¿porqué aumenta la contaminación cuando hay anticiclón?
La formación de un anticiclón se debe, básicamente, a un incremento de la presión atmosférica -a inicios de mes se llegó a los 1.036 hectopascales, cuando la medida normal es de 1.013 y el mínimo rondaría los 980- por lo que este aire excepcionalmente pesado tiende a descender en vertical, siendo está una de las razones de que no haya nubes. Este fenómeno genera estabilidad atmosférica -los anticiclones duran días o semanas-, ausencia de viento e inversión térmica, esto es cuando una capa de aire caliente actúa como un sombrero que impide, al contrario de lo que es normal, la subida del aire a más próximo al suelo y así su regeneración.
Así, según Xavier Querol, ambientólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) «no solo el descenso del aire pesado mantiene los elementos contaminantes pegados al suelo y la ausencia de viento evita que se dispersen, sino que el aire caliente que emiten las chimeneas y los tubos de escape no acaba de ascender y disolverse y se mantiene más cerca del suelo», justo a la altura del aire que respiramos.
Cuando el anticiclón acaba la llegada de vientos fríos del norte limpian la atmósfera, pero en el clima mediterráneo los anticiclones son habituales desde octubre hasta mayo, por lo que es de esperar que está situación se repita periódicamente.
Además, en Valencia llueve poco y hace mucho sol, que lo peor que puede pasar desde el punto de vista de los contaminantes. En el primer caso porque la lluvia es un potente «limpiador» y en el segundo porque algunos gases se disuelven bajo la acción de la luz solar, descomponiéndose y aumentando su nocividad.
Fuente: Valencia Express
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