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Los pensamientos propios y los pensamientos de segunda mano

Fuentes: Rebelión

Existen los pensamientos propios (pensar desde uno mismo, por uno mismo, lo que conlleva espontaneidad y claridad) y «los pensamientos prestados», de segunda mano, que son los pensados por los otros, con ideas de los otros. Estos últimos, generalmente, abruman, aburren, cansan y, lo que es más importante, no son claros ni espontáneos (1). Las […]

Existen los pensamientos propios (pensar desde uno mismo, por uno mismo, lo que conlleva espontaneidad y claridad) y «los pensamientos prestados», de segunda mano, que son los pensados por los otros, con ideas de los otros. Estos últimos, generalmente, abruman, aburren, cansan y, lo que es más importante, no son claros ni espontáneos (1).

Las cosas importantes hay que «incorporarlas», absorberlas hasta que lleguen a formar parte de nuestro cuerpo, si no, nuestro esfuerzo por mejorar será tan inútil como intentar llenar de agua el hoyo de la orilla del mar.

¿Cómo hacemos que algo se «in corpore» a nuestro ser? Reflexionando, analizando las partes de algo, aunque sea pequeño, y disfrutando descubriendo las conexiones entre «los átomos» de lo observado y su núcleo, lo que desarrolla, entre otras cosas, nuestra expansiva capacidad de asociación de ideas.

Para lo anterior hay que aprender a detenerse, a parar los relojes, a mirar las cosas con calma, deleitándose con el proceso, como nos recomienda el filósofo surcoreano Byung Chul Han (1959), actualmente un «best seller» mundial (2) en su obra «El Aroma del Tiempo» (ED. Herder, 2014).

Byung Chul Han opina, en línea con filósofos como Schopenhauer, que «no es necesario devorar miles de volúmenes para ser sabio» (sin eufemismos, convertirse en «una rata de biblioteca»), sino que es suficiente con leer, concentrado, saboreando y exprimiendo el texto, «dos o tres páginas al día» (lo que sin duda es un gran aliciente para los que nunca cogen un libro) con lo que estamos «incorporando a nuestro ser lo aprehendido».

Esas «cortas lecturas» nos habitúan, nos hacen adictos «al lenguaje escrito», y producen en nuestras mentes, entre otras cosas, resultados maravillosos. Imponerse esa disciplina (me refiero al colectivo que huye de las librerías) acaba causando gran placer y contribuye, considerablemente, a la mejora de la autoestima.

La escritura y por ende la lectura, es un regalo que hizo el dios egipcio Thot (representado en forma de Ibis con un cálamo en la mano) al faraón Thamus (lo que describe Platón en una de sus obras) para que los seres humanos aprendieran a construir vías «infinitas» de progreso y trasmitieran sus conocimientos a las generaciones venideras.

Tanto Schopenhauer como Byung Chul Han aconsejan leer «sólo lo esencial» (no atiborrarse con mamotretos indigeribles). Insisten en «la calidad» (no en la cantidad). En que es necesario ir, desde uno mismo, «al fondo de las cosas». Tantos «los filósofos» como las «filósofas» (el hombre y la mujer lo somos) debemos «incorporar» lo que aprendemos y «aprehendemos» a nuestro alma, corazón y cerebro.

Schopenhauer (1788-1860), el gran filósofo del pesimismo, elogiaba a aquellos que «tienen pensamientos de primera mano, originales, frescos», ya que todo individuo es único e irrepetible y, si tiene ocasión de encontrarse con su «yo profundo», nos regalará el sonido de una voz «que nunca antes hemos escuchado».

Asimismo, arremetía contra aquellos que hablan con «pensamientos de segunda mano» y repiten las cosas como papagayos (al igual que mucha gente que se convierte en un eco interminable e insoportable de lo que escucha en televisión y CIA).

«El pensador original se distingue por su claridad, seriedad y espontaneidad, ya que todo lo que expresa es el resultado de su pensar personal, mientras que el filósofo libresco sólo utiliza expresiones y pensamientos de segunda mano, y su estilo es impreciso y vulgar», afirma Schopenhauer.

Y continúa en su estudio La personalidad literaria: «El que piensa por sí mismo, voluntaria y exactamente, posee la brújula que le hará encontrar su propio camino (…) Rechazar los pensamientos originales para tomar un libro en la mano es un pecado contra el Espíritu Santo (…) Leer (en el sentido depredador) es pensar con el cerebro ajeno, en lugar de con el propio».

En otro pasaje de la misma obra, el autor de «El mundo como voluntad y representación», nos dice: «Leer mucho resta al espíritu mucha elasticidad (…) He aquí la razón por qué el saber hace a la mayoría de los hombres todavía más estúpidos de lo que son por naturaleza».

«Los letrados son los que han leído de los libros; pero los pensadores, las lumbreras de la humanidad y los trabajadores de la raza humana, son los que han leído directamente en el libro del universo», enfatiza Schopenhauer, quien causó honda impresión en músicos y filósofos como Wagner y Nietzsche.

 

Notas

-1- Arthur Schopenhauer desarrolla esas ideas en sus estudios «Sobre el lenguaje y las palabras», texto que corresponde al tomo II, páginas 598-611, de su obra «Parerga y Paralipomena (Ed. Frauenstädt) y «Sobre la personalidad literaria», misma obra, páginas 526-535.

-2- Byung Chul Han (de 60 años de edad) actualmente profesor en la Universidad de Berlín, es el filósofo de moda de este siglo. Escribe obras cortas y muy fáciles de leer (me imagino que para no cansar al personal). Está centrado, sobre todo, en «los tiempos modernos» y en los «daños que producen las prisas» en los seres humanos. Considera que es necesario «desconectar» y dedicar más tiempo a la introspección y a la meditación. Autor de ensayos como «La sociedad del Cansancio», «Psicopolítica», «La salvación de lo bello» y «La expulsión de lo distinto», entre otros, se doctoró con una tesis sobre Heidegger, en 1994, en la Universidad de Friburgo (Alemania). Su pensamiento está influenciado, entre otros, por Foucault, Freud y Walter Benjamín.

Blog del autor: http://m.nilo-homerico.es/reciente-publicacion/   

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