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Los planes de transformación urbana de Estambul: negocio y tragedia

Fuentes: Rebelión

El diario El País publicaba hace unos días esta noticia sobre los planes de transformación urbana de Estambul, anunciados por el Primer Ministro Recep Tayyip Erdoğan como parte del programa electoral de su partido de cara a las elecciones generales que tendrán lugar en Junio. No puedo resistir la tentación, leída la noticia, de comentar […]

El diario El País publicaba hace unos días esta noticia sobre los planes de transformación urbana de Estambul, anunciados por el Primer Ministro Recep Tayyip Erdoğan como parte del programa electoral de su partido de cara a las elecciones generales que tendrán lugar en Junio. No puedo resistir la tentación, leída la noticia, de comentar el asunto y tratar de desfacer con ello el entuerto al que ésta da lugar, puesto que cuenta pero no informa, o tal vez informa pero no explica.

«Erdoğan quiere partir Estambul en dos». Bueno, lo primero es que eso ya sucede; la ciudad ya está actualmente partida en dos gracias a que el estrecho del Bósforo la parte por la mitad; pero no sólo. Un curioso resultado del desarrollo urbano de la ciudad (carente, todo hay que decirlo, de planificación) es que las grandes zonas de negocios y actividad económica (por tanto, las que concentran oferta de puestos de trabajo) se encuentran en el lado occidental, mientras que las grandes areas residenciales en las que la vivienda es más barata se encuentran al otro lado. La población de la ciudad no hace más que incrementarse debido no sólo al crecimiento natural que deriva de la alta tasa de natalidad sino también a las migraciones, no sólo las que tienen motivos económicos (Turquía aún es un país con un fuerte sector agrario que está, sin embargo, en progresivo desmantelamiento) sino también las que se explican por razones políticas (desplazamientos de población kurda).

La combinación explosiva que supone la organización económico-geográfica de la ciudad y su población se expresa en el infierno que supone, a diario, el desplazamiento diario de miles de personas de una parte de la ciudad a otra, que difícilmente puede ser soportado por una red de transportes como la de Estambul (y aun así hemos de decir que, sin ser perfecta, aguanta el tirón mejor de lo que cabría esperar).

El asunto de la división de la ciudad, por tanto, no tiene demasiado sentido tal y como se anuncia en el titular. La clave reside en el proyecto de creación de un nuevo centro de negocios en la zona asiática. ¿Por qué?

Algo que se comenta poco en relación con la gestión económica del AKP es que parte del crecimiento económico de Turquía está basado en un «milagro» que se parece demasiado al español (a pesar de las evidentes diferencias) como para ser tomado a la ligera o con rebosante alegría: su fuerte relación con el negocio de la construcción es una evidencia, y el caso de Estambul es paradigmático. Estambul necesita, en relación con su geografía urbana, dos cosas: [1] un plan (recientemente realizado aunque parece ser precario), [2] construcción de viviendas de calidad para dar un alojamiento seguro a la creciente población de la ciudad. El problema de la vivienda de calidad es especialmente agudo porque Estambul está situada en una zona de alto riesgo sísmico, de manera que, si los edificios no están preparados, un terremoto de gran magnitud (como el que se espera que tenga lugar en un futuro no muy lejano) supondría un auténtico desastre. Por desgracia, Estambul no está preparada para tal eventualidad:

La población migrada a Estambul ha venido a la ciudad en condiciones económicas lamentables y, por tanto, no ha podido preocuparse de encontrar ni de construir viviendas preparadas para resistir un terremoto. Estambul está por tanto plagada de barrios constituidos íntegramente por viviendas informales de mejor o peor calidad (los gecekondus) que en cualquier caso difícilmente resistirán un terremoto. El AKP anunció hace ya tiempo que una de sus mayores preocupaciones era regenerar esos espacios urbanos, y de hecho ha pretendido hacerlo a través de una empresa semipública, TOKI, que lleva años desarrollando en Estambul y en otras partes del país amplios proyectos de regeneración y expansión urbanística. Como toda la vivienda pública construida en tiempos de neoliberalismo, sin embargo, su objetivo no es cubrir la necesidad de vivienda de aquellos que poseían una vivienda informal, sino «regenerar» espacios urbanos y conseguir beneficio. En Estambul y en todas partes eso tiene un efecto: gentrificación. Y aquí, como en Dinamarca, también huele a podrido, porque resulta bastante claro que ellos se lo guisan y ellos se lo comen.

Dicho eso, volvamos al célebre proyecto de «partición» y a su contenido concreto, que es la creación de un nuevo centro financiero en la zona asiática. El proyecto supone, por una parte, una aventura económica de grandes dimensiones con la que los inversores pueden salir ganando. También un nuevo ejercicio de violencia urbana, que evidentemente generará nuevos procesos de gentrificación, revalorización de terrenos, etc. Un efecto positivo (aunque fugaz) será también la descongestión de las comunicaciones entre una parte y otra de la ciudad, puesto que nuevos puestos de trabajo serán creados en la zona asiática y personas que antes debían trasladarse a la zona europea ahora trabajarán fuera de casa.

Los efectos económicos serán importantes: se desarrollará probablemente un proceso de competición entre empresas y autoridades políticas a ambos lados del Bósforo para crear zonas residenciales y ofertas de negocio que atraigan la inversión. En el lado europeo, mucho más constreñido geográficamente que el asiático, los procesos especulativos crecerán con enorme velocidad, generando nuevas dinámicas de revalorización de áreas de la ciudad, que darán lugar a nuevos procesos de gentrificación, que tendrán como consecuencia nuevos desplazamientos de población. En la zona asiática sucederá lo mismo, pero la falta de límites geográficos estrictos abrirá la veda para la expansión desenfrenada de la ciudad con nuevos barrios «bien» (cortesía de TOKI) que no serán ocupados, sin embargo, por las capas bajas de la población que han sido desplazadas, sino por «nuevos ricos» para los que será aún más atractivo vivir en el lado asiático si ya ni siquiera es necesario desplazarse a trabajar al europeo. Más allá de esos nuevos barrios aparecerán nuevas zonas de vivienda informal donde vivirán los viejos habitantes de las zonas gentrificadas y los nuevos migrados como causa de las profundas transformaciones económicas que posiblemente experimentará Turquía en los próximos años.

Dicho todo esto, la última incógnita del artículo queda despejada por sí sola: ¿cómo el CHP, el partido con más posibilidades de oponerse al AKP, comparte semejante proyecto? La respuesta (harto evidente llegados a este punto) es que no se trata de un proyecto enfocable desde la oposición ideológica en que se encuentran el AKP y el CHP, sino que para ambos partidos es sólo una cuestión de gestión económica que beneficiará, en cada caso, a los sectores del capital turco y extranjero que les sean afines.

Lo peor de todo esto es que el AKP ha roto políticamente tantos esquemas que, cuando esta burbuja económica inflada por inconscientes reviente (y lo hará tarde o temprano, con terremoto o sin él), no quedarán ni siquiera militares kemalistas de la vieja guardia con legitimidad o autoridad como para hacer frente al desastre económico, político y humano que posiblemente supondrá.

Miguel León es estudiante erasmus de Ciencia Política en la Universidad del Bósforo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.