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Entrevista con Gabriel Salazar, Historiador

«Los poderosos no generan cultura»

Fuentes: El Periodista

Hace más de una década, el Premio Nacional de Historia 2006 se sumergió en los documentos del Archivo Nacional para rescatar la existencia de los niños «huachos» que asomaron por ventura en otras investigaciones que realizaba. Hoy, la labor del historiador vio la luz en un texto narrado en primera persona, en el que no […]

Hace más de una década, el Premio Nacional de Historia 2006 se sumergió en los documentos del Archivo Nacional para rescatar la existencia de los niños «huachos» que asomaron por ventura en otras investigaciones que realizaba. Hoy, la labor del historiador vio la luz en un texto narrado en primera persona, en el que no sólo interpreta los silencios históricos de esas vidas sino que también re-plantea el rol del historiador en la construcción de la memoria colectiva de una sociedad.

Sencillo y con una intelectualidad a flor de piel, Gabriel Salazar recibe a El Periodista en su oficina del Departamento de Ciencias Históricas de la U. de Chile. La entrevista será sobre su última investigación publicada, «Ser niño «huacho» en la historia de Chile» (LOM). Sin embargo, la conversación y la lucidez histórica de este hombre que ha basado gran parte de sus investigaciones en incluir las identidades más ocultas y marginadas de nuestra historia nacional, se toma el ritmo de las preguntas y terminamos conversando respecto a los valores sociales, al rol del historiador en la construcción de la realidad y a la fuerza del juicio histórico en los procesos de una sociedad. Más de una hora con el Premio Nacional de Historia 2006, y el pasado reciente de nuestro país ya no se ve ni se valora igual.

¿Dónde nace el impulso por escribir sobre los niños «huachos» de Chile?

La palabra «huacho» se ha usado siempre. Su origen es quechua y hace referencia al niño abandonado. Revisando documentos del archivo nacional, encontré textos en que aparecían líneas y referencias sobre la cantidad de niños botados en los umbrales de las casas. Se referían a «niños expósitos», expuestos a la intemperie, abandonados, por tanto, «huachos». Además, algunos informes sueltos daban cuenta de gran cantidad de niños muertos en el fondo de las quebradas en Valparaíso. Esto me impactó muchísimo y de ahí nace la idea de escribir un relato con toda esta información, pero narrado en primera persona, como si yo fuese el «huacho», para así aproximarme a la historia desde otra perspectiva.

Cuando el objeto estudiado es tan impactante, ¿es posible para el historiador alejarse? ¿Cuánto hay de ser humano que interpreta una realidad?

La historia clásica, la tradicional, obliga a que sólo hablen los documentos, tú debes silenciarte. Si hubiese asumido esta lógica, hubiera sido imposible escribir esta historia. Pero hay otra tendencia histórica más moderna, que cuenta con que el historiador no sólo escriba pegando documentos. Esta tendencia historiográfica, asume que el historiador re-vive lo ocurrido, re-vive lo que otros vivieron. No hay línea divisora. Si el historiador re-vivencia lo que ya ocurrió, ¿por qué no puede contarlo como si él fuera?

Pero ¿usted fue cercano a la figura del «huacho»?

Yo no soy huacho. Tuve la suerte de tener una familia bien constituida, muy presente y muy católicos, pero de origen muy humilde y vivíamos en una población auto-construida en el centro de una chacra. Al principio, estábamos rodeados de potreros que después fueron poblaciones callampas, conventillos, prostíbulos, era el barrio bravo. Todo este mundo popular de delincuentes y prostitutas, convergía con la población. Y mi madre, realizaba trabajo social en terreno y me llevaba. Así conocí este mundo y por eso estuve muy cerca de los «huachos» sin serlo. Por lo mismo, me impactó mucho que ningún texto de historia los considerara.

¿Es posible reconocer en estos sub-mundos ciertos rasgos valóricos que los diferencie?

Esta gente es parte importante de nuestra historia y toda mi vida la he dedicado a incluirlos en la historia oficial que pretende ocultarlos. Estas personas poseen grandes valores humanos: la hermandad, la fraternidad. Constituyen relaciones fraternales que son la base de las pandillas, de las tribus urbanas actuales.

Entonces ¿es posible establecer una escala valórica?

Claro. Poseen valores específicos y definidos: solidaridad, protección, lealtad, confianza, horizontalidad en las relaciones, y castigo para quienes violen estos códigos. Esto se respeta mucho y permiten el desarrollo de hermandades muy potentes que no se ven así desde la sociedad formal.

Esto desmitifica la construcción de valores sociales a través de canales determinados: familia, educación, iglesia

Claro. No desarrollé a cabalidad el tema de los valores, pero si sé que la construcción valórica de esta gente proviene de otras fuentes que nos son las tradicionales, y les permite satisfacciones aunque estén en guerra con el sistema.

¿Cuáles son entonces las formas de construir valores en una sociedad?

Al construir nuestra identidad como sujetos lo hacemos con otros, en interacción con nuestros pares. De ahí la necesidad de una pareja o la amistad. Los valores emergen en la medida en que uno construye su identidad la que se forma cuando nos relacionamos con otros, ya sea por afecto, por soledad, por sexo o porque dos tienen más poder que uno. Los valores básicos se crean a partir de estas relaciones y al no estar la familia estas necesidades se suplen con otros grupos.

El retrato marginal de Chile, siempre se hace desde las artes y pareciera que el tema queda en la ficción, ¿cómo acercamos esta realidad a nuestra realidad?

Es importante decir que todo lo mostrado por esta marginalidad, es cultura. La clase dominante, los ricos, los poderosos, no son generadores de cultura en Chile. Lo que hacen es traer desde otras partes y nos obligan a aprender y a repetir. Desde la música hasta el wiskhy, es de afuera. En cambio los pobres, cantan sus dolores, sus propias frustraciones y cuando la clase dominante quiere mostrar la cultura nacional, echa mano a esta cultura popular.

Entonces como pueblo, ¿nuestra cultura sería ésta, la producida por los pobres, por los marginados?

Sí, porque cultura supone cultivo. El cómo logramos cultivarnos como seres humanos en una vida con ciertas condiciones, y ahí los sectores populares producen mucha más cultura que las clases dominantes.

¿Qué influencia tiene la historia en la legitimación de los más desfavorecidos?

La historia social es muy importante para dar cuenta de este fenómeno. Narra los hechos pero a la vez hace pensar sistemáticamente en ellos, y por eso es tan jodida desde el punto de vista político, porque termina en el presente, lo crítica y propone alternativas. Es proyectiva, y eso se traduce en su politización.

Hay quienes aseguran que la historia juzgó a Pinochet pero hay quienes dicen que no es posible, ya que la historia siempre se re-interpreta ¿qué opina usted?

Quienes juzgan históricamente a los personajes como Pinochet, no son los historiadores. No es tarea de la ciencia histórica juzgar. Quien juzga es la ciudadanía a través de su acción. Si la gran masa es crítica al modelo neoliberal, a la violación de los DD. HH, a la constitución del ´80, en 10 o 20 años más va querer cambiarlo y al hacerlo juzga negativamente. Es el mismo proceso histórico el que juzga las etapas anteriores de la historia y a quienes estuvieron involucrados en ella.

Pero qué sucede cuando esos sucesos históricos involucran a otras generaciones ¿las miradas, las lecturas que se hacen de determinado personaje, son otras?

La conciencia teórica siempre es más lenta que los acontecimientos reales. Una generación puede ser participe de los procesos históricos porque los cambios y el pensamiento no siguen el mismo ritmo. Un historiador puede ayudar a ese proceso, puede entregar elementos para que ellos tomen la decisión.

O sea, eso de que «Pinochet será juzgado por la historia» ¿no corresponde?

No. La ciudadanía será la que juzgue. Personalmente, intento entregarle elementos para que lo haga, sobre todo a los más pobres. Intento que la gente desarrolle un poder propio y con ese poder cambie la sociedad. Ese cambio implica juicio.

Desde su visión, siendo uno de los pocos historiadores con sensibilidad específica sobre nuestro pasado reciente, ¿cómo pasará a la historia Pinochet? ¿Será una figura dicotómica: bueno para unos y malo para otros?

Si historiadores, psicólogos sociales, sociólogos, periodistas, artistas, no hacemos nada, lo más probable es que los seguidores de Pinochet, los poderosos, lo van a mitificar y va a figurar en los libros como «el fundador del neoliberalismo en Chile». Serán olvidados el genocidio y la tortura. Pero si denunciamos y mostramos el dolor y educamos a la ciudadanía para tomar decisiones, para que hagan el juicio de la historia, entonces eso no va a ocurrir. Personalmente, siempre que participo en alguna actividad, esclarezco que O’Higgins, Portales, Alessandri, Balmaceda, a pesar de todo, nunca fueron demócratas, eran dictadores y asesinos, al igual que Pinochet. Denuncio estos mitos porque son los que se usan para educar a nuestros niños.

De ahí la importancia de la educación para interpretar nuestra historia

Claro. Debemos considerar que los tiempos políticos no son los mismos de los historiadores. Nuestro tiempo es más largo y permite mayor influencia en los cambios sociales. Las revoluciones se gestan a partir de hechos que pocas veces significan algo para la política, pero 20 o 30 años después tienes los resultados sociales; la liberación del voto o el sufragio femenino son prueba de esto. Revoluciones sociales que responden a hechos específicos en el tiempo político pero que tienen frutos en el tiempo histórico.

Uno de sus últimas investigaciones se relaciona con Carlos Altamirano, ¿cómo ha sido la experiencia de trabajo?

Es un trabajo casi anecdótico. Altamirano es un archivo viviente. No se trata de hacer una biografía de él o que me dicte sus memorias. La idea es trabajar con él como un archivo al que un historiador puede explorar en directo, y por tanto, podemos dialogar.

¿Y cómo se estructura? ¿Usted reconstruye su participación en distintos periodos históricos?

Hay de todo. Normalmente el historiador va a un documento que narra hechos ya muertos. Tú interrogas al archivo pero éste no te responde, entonces el resultado es el análisis, la lógica que del historiador. Pero en este caso, existe un archivo que me habla, de ahí mi interés, porque es muy innovador desde el punto de vista técnico historiográfico. Me permite montar una metodología distinta. Es un diálogo entre un archivo y un historiador. Reconstruyo distintos procesos pero en diálogo; lo interrogo y me responde, y a la vez le refuto porque conozco el proceso, los hechos que él me está narrando, hay intercambio.