El oprobio que padecen los pueblos indígenas colombianos se torna a cada momento más crítico. El legado del gran MANUEL QUINTIN LAME, que en su época señaló el camino de luchar por la defensa de sus territorios, cultura , entorno y costumbres, permanece hoy más que nunca iluminado y a la espera de soluciones, que […]
El oprobio que padecen los pueblos indígenas colombianos se torna a cada momento más crítico. El legado del gran MANUEL QUINTIN LAME, que en su época señaló el camino de luchar por la defensa de sus territorios, cultura , entorno y costumbres, permanece hoy más que nunca iluminado y a la espera de soluciones, que solo ofrecerá la organización, la unidad y la resistencia.
Colombia abriga en su seno la existencia de 80 grupos étnicos, con 64 lenguas y 300 dialectos. Alrededor de 800 mil personas componen su presencia en los 32 departamentos del país, fundamentalmente en las selvas tropicales húmedas. Poseen 567 Resguardos o reservas que suman aproximadamente 36.500.416 hectáreas .
A lo ancho de nuestro territorio están distribuidos de la siguiente manera:
Región Amazónica: 88 Resguardos
Región Central : 104 Resguardos
Zona Norte : 31 Resguardos
Zona Orinoquia: 106 Resguardos
Región Pacifica: 238 Resguardos
La comunidad indígena en Colombia viene padeciendo el mal llamado «avance de la modernidad». Avance que también para ellos, se ha materializado con la imposición del modelo neoliberal y su globalización.
Por eso la violencia ejercida sobre ellos, es directamente proporcional a los intereses de las transnacionales, la oligarquía y los terratenientes.
El conflicto armado y social por el que atraviesa el país, los convierte en blancos de abusos y arbitrariedades.
Además, la falta de buena calidad de tierras, la usurpación de sus territorios, las fumigaciones con glifosato, la agresión física y cultural por parte del Estado, iglesia, Misiones religiosas internacionales, colonos, terratenientes, narcotráfico, paramilitarismo, etc., vienen contribuyendo a su extinción.
Hoy más de 30 de sus 84 etnias están al borde de desaparecer, con menos de mil sobrevivientes de masacres y destierros. Las Comunidades más perseguidas son los Wayúu (Guajira), Embera Katios (Costa Norte), Úwas (Arauca), los Cofanes (Putumayo), Wiwa Kankuamos y Arahuacos en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Durante el gobierno del presidente Uribe Vélez, han sido asesinados más de 120 indígenas. Mientras el país y el mundo observan la farsa de la negociación con los paramilitares, su gobierno fascista ha desaparecido a 7 indígenas en el Vaupés y detenido por terrorismo a 375.
En la Costa Norte se registran el asesinato de 92 Kankuamos, 37 desaparecidos de los Wayúu, 18 mil han sido desplazados y no menos de 152 niños han muerto por enfermedades prevenibles y curables causadas por física hambre, producto de los bloqueos de mercados efectuados en sus zonas.
La mayoría de los crímenes han sido dirigidos contra los «mamos» (líderes espirituales). Entre los años de 1996 al 2002 fueron asesinados 166 concejales indígenas.
El 4% de los desplazados internos por el terrorismo de Estados son indígenas, esta cifra llama la atención, pues ellos representan tan solo el 2% del total de la población nacional.
Desde el 2001 el líder KIMY PERNIA DOMICÓ, fue secuestrado por los paramilitares en Tierra Alta (Córdoba) y hasta el momento sigue desaparecido. En su momento Carlos Castaño justificaba el asesinato de los Emberas Katios del Alto Sinú, porque ellos se «oponían al megaproyecto de la represa de Urrá».
La construcción de dicha represa inundó 7.400 hectáreas de tierras, en su mayoría del Parque Nacional de Paramillo, acabó con la comida del pueblo Embera. Con la represa también se buscaba secar los humedales y las ciénagas para que el Incora adjudicara esas tierras a los terratenientes de Córdoba, hasta que la Corte Constitucional paró semejante descaro.
El pasado 3 de agosto del año en curso fue asesinado en Valledupar FREDY ARIAS (Kankuamo) coordinador y defensor de los derechos humanos.
Por otro lado, la Comunidad de los Wayúu (Guajira) viene enfrentando una dura lucha contra la transnacional OXI y ECOPETROL, que han invadido su resguardo para quemar gas y extraer crudo. Esta quema de gas está generando problemas de salud, cambios climáticos y deslizamiento de tierras.
La consabida respuesta del gobierno ha sido represión, asesinato de otro de sus líderes, MANUEL AFANADOR.
Igualmente los Úwas en el Arauca libran batallas contra las multinacionales, ECOPETROL y sus guardaespaldas los paramilitares. Además reclaman sus tierras despojadas, pues hoy por hoy, solo cuentan con el 40% de las 220.275 hectáreas del Resguardo.
En medio de tanta humillación y exterminio a estas comunidades, agudizados ahora por la «seguridad democrática» del gobierno, el presidente le ha pedido a la población indígena que conviertan su «Guardia Indígena» (parte de su tradición, que les sirve de salvaguarda a 23 mil familias) en «oficiales de enlace» para que cooperen con su política.
La comunidad indígena, de manera valiente y digna, han rechazado el «ofrecimiento» ya que advierten como perversa la invitación. Ahora resulta que además de que los despojan de sus tierras, los asesinan, los judicializan, los quieren convertir en guachimanes de los oligarcas y de las transnacionales. Uribe Vélez, ante la negativa indígena, manifestó que no tolerará controles extraterritoriales.
Saludamos la organización y la resistencia de las comunidades indígenas. Exhortamos a que sus territorios, cultura y entorno sean respetados y valorados en la dimensión que merecen.
Respaldamos sus banderas de lucha en contra del narcotráfico, fumigaciones, instauración de bases militares norteamericanas, el TLC y el ALCA.
Al igual que ellos, consideramos que «la lucha indígena no puede mantenerse ajena a la búsqueda de un mundo justo con rostro humano «.
Valoramos el reconocimiento, el respeto y la identidad que manifiestan respecto a las luchas de otros sectores del pueblo. Por eso su aporte de sumar capacidades, compartir experiencias y trabajar juntos, lo consideramos ejemplo de madurez política.
Ante la situación que vive nuestro país, urge movilizarnos. No permitir las atrocidades del neoliberalismo, ni la prepotencia de Uribe Vélez que en su estado habitual de arrogancia, pretende consumir en la guerra a una nación que se niega a arrodillarse al imperialismo. Frente a toda esta barbarie, tenemos que acompañarnos y batallar mancomunadamente.