Cuadro I Gruñendo su decepción, tres cerditos salen de una oficina de empleo. -Cerdito 1.- ¡Puerca vida la nuestra, siempre la misma respuesta! -Cerdito 2.- ¡No hay trabajo! ¡No hay trabajo! ¡No hay trabajo! –Cerdito 3.- ¡Qué trabajo da encontrar trabajo! -Cerdito 1.- Y digo yo, ¿de qué nos sirve tener estudios, trabajar como burros […]
Cuadro I
Gruñendo su decepción, tres cerditos salen de una oficina de empleo.
-Cerdito 1.- ¡Puerca vida la nuestra, siempre la misma respuesta!
-Cerdito 2.- ¡No hay trabajo! ¡No hay trabajo! ¡No hay trabajo!
–Cerdito 3.- ¡Qué trabajo da encontrar trabajo!
-Cerdito 1.- Y digo yo, ¿de qué nos sirve tener estudios, trabajar como burros cuando aparece algún empleo precario, ser serios y decentes? ¿De qué?
-Cerdito 2.- No hay que perder la esperanza, hermano, verás como todo es mejor mañana…
-Cerdito 1.- Pero para eso será necesario que hagamos algo hoy… ¿y qué estamos haciendo?
-Cerdito 3.- (luego de una elocuente pausa) Por suerte que algo tenemos de cigarras que aún nos quedan algunos ahorros…
-Cerdito 1.- Sí…algunos (refiriéndose a sus hermanos)
De improviso, un vendedor de periódicos semioculto tras los mismos, vocea las últimas noticias
-Vendedor.- «¡Extra, extra…!» «¡Anda suelto el lobo! ¡Peligran los cerditos!»
-Cerdito 1.- (con evidente pesar) Parece que nuestras calamidades no se limitan sólo al empleo…
-Cerdito 2.- El lobo anda suelto y nadie como nosotros sabe lo que eso significa…
-Cerdito 3.- Bueno… Caperucita.
-Cerdito 2.- Sí, es verdad, nadie como nosotros y Caperucita sabe lo que eso significa…
-Cerdito 1.- Bueno…y los corderitos…
-Cerdito 2.- (malhumorado) De acuerdo, está bien…nadie como nosotros, Caperucita, los corderitos… (observa a su alrededor en el temor de ser interrumpido) y otros posibles animales, sabe lo que significa que ande un lobo suelto.
-Cerdito 1.- Y ninguno de nosotros tiene casa en la que protegerse de su amenaza.
-Cerdito 3.- En cualquier caso, la casa posible deberá ser lo suficientemente sólida como para resistir los soplidos con que el lobo las tumba.
-Cerdito 1.- Yo hace tiempo que solicité un piso en alquiler a través del Gobierno y sé que las respuestas no las traen las liebres pero confío en que tampoco las tortugas. Por si las moscas, mientras espero, voy a meterme en un piso de alquiler.
-Cerdito 2.- Yo voy a ponerme en manos de una inmobiliaria. No tengo muchos ahorros pero no quiero seguir de colmena en colmena pagando alquileres. He visto por televisión anuncios muy interesantes de viviendas seguras, con abundante tierra, aguas lodazales y barrizales varios. Hasta con troncos en los que rascarte…
-Cerdito 3.- No sé, no sé… en esos negocios siempre hay sueltos muchos gatos y es bueno tener la vista de águila que tú no tienes. A los puercos nos toman por borregos si no nos amparamos en algún seguro. Y ese seguro, hermanos, es un buen banco.
-Cerdito 2.- ¿Mejor que una inmobiliaria?
-Cerdito 3.- Las inmobiliarias incumplen, defraudan, se declaran en quiebra, nadie las controla, son menos confiables que un escorpión. El banco sale un poco más caro, es verdad, pero no tanto como una oferta inmobiliaria. Un banco es otra cosa, un buen banco quiero decir…y yo soy un lince para elegirlos. Con la garantía de un banco obtendré mi vivienda.
-Cerdito 1.- Lo importante es que por mucho que sople el lobo no nos tumbe la vida.
-Cerdito 2.-Entonces… patas a la obra.
Los tres se van por caminos distintos en busca de resolver el problema de sus viviendas.
Cuadro II
El primer cerdito, buscando algún apartamento en alquiler, recorre la ciudad de punta a cabo, sudando como un cerdo. Sube, baja, dobla a la izquierda, tira por la del medio, sale a la otra calle, toma un ascensor, se baja en la quinta, gira a la derecha, cruza el puente, pasa la plaza, da la vuelta a la iglesia…y queda, exhausto, frente a la Oficina de la Vivienda.
-Cerdito 1.- ¡Nada… ni una sola casa en alquiler…! Sólo casas abandonadas y casas en construcción, edificios vacíos y edificios en obras… ¿Y para qué es que se construyen tantas casas con tantas casas desocupadas?
Se está haciendo de noche y no es prudente seguir en la calle pero, tal vez en la Oficina de la Vivienda ya tengan la respuesta a mi solicitud.
En la puerta de la oficina un burrócrata le sale al paso.
-Burrócrata.- ¿En qué puedo ayudarle?
-Cerdito 1.- Sólo quería saber si ha salido ya mi vivienda…
-Burrócrata.- Tiene su identificación…
-Cerdito 1.- No…pero soy el primer cerdito.
-Burrócrata.- ¿Y cómo sé yo que es usted el cerdo que asegura? En fin, voy a hacerle el favor…dígame su número de solicitud.
-Cerdito 1.- El 22
-Burrócrata.- (Mientras revisa una carpeta con expedientes) Aquí está el 22 pero ¿y cómo sé yo que el 22 es el suyo?
-Cerdito 1.- Pues porque se lo digo yo, que soy el cerdito…
-Burrócrata.- ¿Y cómo sé yo que es usted el cerdo con el número 22? En fin, voy a hacerle un último favor… (cuenta con los dedos) a dos casas por año adjudicadas los años buenos, y considerando que a usted, si fuese en verdad el cerdito que dice ser y tuviera realmente el número 22 que asegura tener…dos y dos cuatro, me llevo cinco… le queda de espera como doce años… si no hay más inconvenientes.
-Cerdito 1.- (Cabizbajo) Gracias por la información…
-Burrócrata.- Y la próxima vez que vuelva recuerde traer identificación.
Ya es noche cerrada y, aterido de frío, el cerdito busca, todavía, una vivienda en alquiler. Cuando observa a un vecino parado en una esquina se acerca en procura de ayuda.
El vecino, que no es otro que el lobo, en lo que canta un gallo da cuenta del confiado cerdito.
-Lobo.- (Mientras se lo come) Pobre cerdito…tanta vida que parecía tenía, pero no hay mal que por bien no venga. Ya no va a tener que preocuparse por el problema de la vivienda porque, desde estos momentos, ha pasado a residir a mi agradecido estómago (eructa)… ¡y no le cobro renta!
Cuadro III
El segundo cerdito entra en la oficina de la inmobiliaria. Mientras pasa junto a algunas mesas en las que hay algunos zorros trabajando medita su decisión.
-Cerdito 2.- Una inmobiliaria que se anuncia en televisión tiene que ser una inmobiliaria seria.
Al final de la oficina, tras una mesa, es recibido por el principal ejecutivo del negocio, un tigre contratista.
-Tigre.- Está usted en su casa…póngase cómodo…
-Cerdito 2.- Buenas tardes…yo quería…
-Tigre.- No, no diga nada… Como gerente de esta empresa debo confesarle que en Tigre & Asociados resolvemos sus problemas antes, incluso, de que los tenga… Usted está buscando una vivienda y nosotros tenemos la casa de sus sueños (mientras le muestra rápidamente varias fotografías de viviendas)
-Cerdito 2.- El problema es que…
-Tigre.- Sí, ya lo sabemos, el problema es que anda suelto el lobo y usted quiere la vivienda con carácter de urgencia, y que sea sólida y confiable… (le enseña más fotografías y planos)
-Cerdito 2.- ¿Y sería posible…
-Tigre.- Por supuesto que sí, ni lo dude. Para Tigre & Asociados no hay imposible que valga cuando se trata de satisfacer las necesidades de nuestros clientes. Una vez firme se le entregan las llaves.
-Cerdito 2.- Me gustaría que la casa…
-Tigre.- No, no se moleste, no tiene que explicarme nada… (al tiempo que le muestra otra fotografía) Esta es la vivienda que usted necesita, ni cerca ni lejos, ni arriba ni abajo, ni pequeña ni grande… sino todo lo contrario… ¿Qué le parece? La número 8 de esta misma calle. En cuanto al campo de golf que aparece al lado le garantizo que no le va a causar problemas. Es más, los hoyos del campo se los vamos a convertir en charcas.
-Cerdito 2.- (al tiempo que pone los ahorros sobre la mesa) ¿Y además de mis ahorros…?
-Tigre:- ¿Qué más falta? Nada, sólo firmar estas 20 sonrisas a plazo fijo, los intereses correspondientes y la letra pequeña, y (mostrándoselas) las llaves son suyas.
El cerdito se despide y sale de la oficina. Está anocheciendo. Tras comprobar la dirección de la casa en el recibo que le han dado en la inmobiliaria, echa a andar. Lo interrumpe el vendedor de periódicos.
-Vendedor.- «¡Extra, extra…el lobo se come al primer cerdito!» «¡No se lo pierda, banquete de tocineta!»
El segundo cerdito solloza al escuchar la amarga noticia.
-Cerdito 2.- ¡Oh no… el lobo se comió a mi hermano! ¡Tanta ilusión que tenía por llegar vivo a Navidad! ¡Que porquería de vida la nuestra! Pero hay que seguir adelante que la casa número 8 no debe estar muy lejos…cuatro…seis…¡Por San Martín, esta es! ¿Y qué es esto?
Delante del cerdito se levanta precariamente una casucha de la que cuelga el número 8, rodeada de matorrales y basura. Por si no fuera suficiente, una pelota de golf cae sobre la casucha abriendo un hoyo en el techo.
-Cerdito 2.- ¡Cómo quisiera aullar como perro para consolar mi vergüenza! ¡Mi hermano me lo dijo, no le hice caso y estas son las consecuencias…
Otra pelota de golf cruza el cielo y se estrella contra la casucha.
-Cerdito 2.- (resignado) Cuando llegue el lobo no tendrá ni que soplar. Le bastará con respirar al lado de la casucha… (recuperando el ánimo) pero yo no soy un conejo como para salir corriendo o un avestruz que esconda la cabeza. Ahora mismo vuelvo a la inmobiliaria y pongo a ese felino en su lugar.
El cerdito regresa sobre sus pasos.
-Cerdito 2.- La verdad es que no debiera andar en la calle con el lobo suelto, pero más que la prudencia me empuja la indignación que siento al saberme estafado por ese tigre. Me va a oír.
El cerdito entra de nuevo en la inmobiliaria, como elefante en cacharrería, alborotando el avispero y con las llaves de su casa en la pata.
-Cerdito 2.- ¿Y dónde es que se esconde el que se quedó con mis ahorros? ¡Que salga que quiero verlo, que aquí es donde la puerca retuerce el rabo!
Inconscientemente, el propio cerdito se mete en la boca del lobo al entrar en la oficina del felino ejecutivo. No le dio tiempo ni de arrepentirse. El gerente de Tigre & Asociados, que no era otro que el lobo, se sirvió a dos carrillos su menú preferido y del segundo cerdito sólo quedaron las llaves.
Cuadro IV
El tercer cerdito llega a la quinta planta de un gigantesco banco buscando hacerse con un préstamo para su vivienda.
-Cerdito 3.- De los bancos dirán muchas cosas pero la verdad es que me siento un león. Desde que he entrado ha sido el centro de todas las miradas. Aquí hay eso que se dice «clase», clase animal pero, clase al fin. Y una organización extraordinaria y eficiente: Ratas confirmando pagarés, cocodrilos consultando balances, buitres revisando arqueos, hienas notificando desahucios… incluso abogatos, equipos de abogatos al servicio de la empresa. Una verdadera fauna en la que no faltan algunos grandes cerdos que, muy amables, desde la puerta, se me han acercado interesados en mi solicitud.
Se detiene junto a una mesa ocupada por un elegante león a quien estrecha la zarpa.
-León.- Así que está usted interesado en nuestros servicios de vivienda con gestión bancaria… ¿Y de qué patrimonio dispone?
-Cerdito 3.- Bueno…yo tengo una vieja pocilga que cubriría el préstamo…(mientras alarga un título de propiedad que desaparece inmediatamente en las alas de un búho)
Confirmada la legitimidad del título, el león pone sobre la mesa algunos documentos que el cerdito firma sin leer.
-León:- No se preocupe, no es nada, papeleos sin importancia, sólo tiene que firmar estas 20 sonrisas a plazo fijo, los intereses correspondientes y la letra pequeña.
-Búho.- Y le hacemos entrega, además, como un detalle que solemos tener con ciertos distinguidos clientes, de un edredón y dos kilos de estiércol.
Tras los naturales abrazos que sellan la relación, muy orondo, el cerdito se despide y comienza a bajar las escaleras con su edredón y su estiércol.
En la cuarta planta es interrumpido por un lagarto.
-Lagarto.- Perdón, ¿es usted el tercer cerdito?
-Cerdito 3.- Bueno, lo era hasta hace un rato…
-Lagarto.- Soy de Asuntos Legales, de este banco (mientras le da un documento) es para notificarle que debe ponerse al día con el rédito subsiguiente al interés total del neutro.
-Cerdito 3.- ¿Y eso qué es?
-Lagarto.- Su mismo nombre lo dice…el rédito neutro al total subsiguiente interés, lo que hace un total de dos mil…si lo paga ahora.
-Cerdito 3.- Pero de eso no se habló…
-Lagarto.- Está en los papeles y usted lo firmó. ¿Va a pagar ahora o prefiere que le cobre compulsivamente en su casa?
-Cerdito 3.- (sorprendido) Tenga, tenga usted…
El cerdito sigue bajando, siempre cargando su edredón y su estiércol. En la tercera planta le sale al paso un loro.
-Loro.- Disculpe, soy del Departamento de Asuntos Fiscales de este banco y tengo que recordarle que todavía no ha abonado el interés indirecto de aplicación automática.
-Cerdito 3.- ¿Cómo? ¿De qué está hablando?
-Loro.- No se me haga el burro señor cerdo, hablo de que usted ha triplicado el valor gregario de su cuenta adjunta…y eso le sale por otros 2 mil.
-Cerdito 3.- Pero a mí no me hablaron de eso…
-Loro.- Está en los papeles y usted lo firmó. ¿Verdad que usted no quiere que mande un alguacil a su casa?
-Cerdito 3.- (Cariacontecido) Tenga…mil y dos mil…
El cerdito llega a la segunda planta. Lo interrumpe una culebra.
-Culebra.- Vamos a hacer esto fácil. Mira cerdito, el impuesto agregado a la conservación del inmueble usufructuado acaba de elevarse a un 75%»… y ya sé que no lo entiendes pero debes al banco cinco mil y el plazo acaba de cumplirse.
-Cerdito 3.- Pero yo…
-Culebra.- Está en los papeles y usted los firmó.
-Cerdito 3.- (triste) De acuerdo, lo pagaré… (revisa en su cartera pero no tiene tanto dinero) Sólo tengo tres mil…
-Culebra.- Si no paga ahora los cinco, temo que para cuando llegue a la primera planta, la deuda va a ser mayor…y el banco se quede con la porqueriza.
-Cerdito 3.- Si esperan hasta mañana tal vez podría…ahora no tengo dinero.
-Culebra.- (maliciosamente) ¿No tiene dinero? ¿Y no ha pensado acudir a un banco?
El cerdito llega a la puerta del banco absolutamente desolado. Dos gorilas de uniforme se abalanzan sobre él y lo dejan a solas con su deuda.
-Gorila 1.- ¡Son órdenes superiores!
-Gorila 2.- ¡El edredón se queda…! (a gorila 1) ¿Y el estiércol?
-Gorila 1.- El estiércol… también.
Es noche cerrada y el tercer cerdito camina sin rumbo, a ninguna parte, sin pocilga en la que revolcarse, ni casa en la que defenderse del lobo.
En una esquina de la desierta calle, el vendedor de periódicos sale a su encuentro anunciando su siniestra nueva:
-Vendedor.- «¡El lobo se zampa al segundo cerdito!» «¡Gobierno lamenta hecho pero insiste en que el cerdo no es una especie en vías de extinción!»
El cerdito escucha con pesar la triste suerte que, también, ha corrido su otro hermano.
-Cerdito 3.- ¡Oh no…el lobo se ha comido a los dos! Es duro perder a un hermano por más cerdo que fuese, pero aún es más duro perder a los dos cuando en su puerca vida, los tres marranos que somos apenas hemos tenido tiempo de disfrutar de unas ricas bellotas, de un buen pienso. Así, en la flor de la vida, tan lejos todavía de su San Martín, han ido a morir mis dos cerditos hermanos en los dientes de un insaciable lobo… Y con tantas porquerías que les quedaban por hacer.
-Vendedor.- «¡Ya sólo queda un cerdo!» ¡Ya sólo queda un cerdo»! (mientras se acerca al tercer cerdito) ¿Quiere un ejemplar?
-Cerdito 3.- Sí, dame uno, que no quiero leerlo pero me ayudará a protegerme del frío.
-Vendedor.- No te preocupes cerdito que a donde tú vas no se pasa frío…
El vendedor, que no es otro que el lobo, rápido como banco, se abalanza sobre el tercer cerdito y se come hasta los intereses.
Después se va voceando titulares por la desierta calle.
-Lobo.- «¡Extra extra, trasladan el cáncer de la ballena de hospital !» «¡No se pierda las fotos exclusivas del cachalote tras su divorcio!» «¿Es realmente el mico hijo del macaco?»
Suena la música mientras cae el telón
Con los primeros aplausos (caso de que los haya) vuelven al escenario el lobo y todos sus acólitos, haciendo espacio en el centro para la llegada de los tres cerditos. Mientras espera el público la presencia de los tres cerditos, que sigue sin producirse, algo extraño ocurre tras bastidores, algo que el público no acierta a comprender hasta que, finalmente, hacen su entrada los puercos hijos de los tres cerditos, seguidos de algunos puerquitos más y otros tantos animales que, inmediatamente, toman posesión del escenario y se dirigen al público.
(Cantando)
-Puerquito 1, 2 y 3.- Y colorín colorado…
-Puerquito 1.-… este cuento habría acabado…
-Puerquito 2.-… que así es que nos lo han contado…
-Puerquito 3.-… Tres cerditos devorados
-Puerquito 1.-…por un lobo desgraciado…
Puerquitos 1,2 y 3.- Colorín colorado…
-Puerquito 1.- …el cuento no ha terminado
-Puerquito 2.-…ya no son los tres cerditos…
-Puerquito 3.-…hoy somos muchos marranos…
-Puerquito 1.-… y no somos tan pendejos…
-Puerquito 2.- ¡La vivienda es un derecho!
-Puerquito 1, 2 y 3.-… Colorín, colorado…
-Puerquito 3.-…la vivienda que queremos
-Puerquito 1.-…la más sólida y segura…
-Puerquito 2.-…la que no nos tumbe el lobo…
-Puerquito 3.-…es la que vamos haciendo…
-Puerquito 1.-…entre todas y entre todos.
-Puerquito 1, 2 y 3.- Colorín colorado…
-Todos.- La vivienda es un derecho…
Colorín colorado…
no hay que darle tregua al lobo…
Colorín colorado…
La vivienda es un derecho…
Colorín colorado
no hay que darle tregua al lobo…
Este estribillo se repite hasta que el Estado adjudique y abarate las viviendas, los constructores construyan como si hicieran sus propias casas, los intermediarios se suiciden, los lobos vuelvan a los montes y el resto de las fieras a la selva, y vayan presos todos los especuladores, defraudadores inmobiliarios y demás delincuentes de tan surtida fauna de canallas, empezando por los banqueros.
Caso de que estas medidas se demorasen más de lo prudente, puede usted dar por terminada la función.
Cuento
Los puercos hijos de los tres cerditos
Por Koldo Campos Sagaseta
Había una vez tres cerditos que, siendo hermanos, también compartían las mismas calamidades: desde hacía mucho tiempo ninguno tenía empleo. Ni siquiera un cochino trabajo eventual y mal pagado que eran los únicos que, de vez en cuando, aparecían.
Sin embargo, algo tenían los tres cerditos de cigarra que les permitía, a pesar de tantas precariedades, disponer de algunos ahorros.
Los tres habían estudiado carreras técnicas y universitarias y eran buenos en su oficio, además de trabajar como burros cuando encontraban algún precario empleo.
Y saliendo los tres, precisamente, de la oficina de empleo, los sobresaltó la voz de un vendedor de periódicos que voceaba: «¡Anda suelto el lobo! ¡Peligran los cerditos!».
Los tres hermanos se observaron con pesar, conscientes de que sus desgracias no se limitaban a la falta de empleo. El lobo andaba suelto y ellos sabían, tan bien como Caperucita, lo que eso significaba. Ninguno tenía casa en la que protegerse de la amenaza del lobo y, en cualquier caso, la casa posible debería ser lo suficientemente sólida como para resistir los soplidos con que el lobo las tumbaba.
-Yo hace tiempo que solicité un piso en alquiler a través del Gobierno -dijo el primer cerdito- y sé que las respuestas no las traen las liebres pero confío en que tampoco las tortugas. Por si las moscas, mientras espero, voy a meterme en un piso de alquiler.
-Pues yo -agregó el segundo cerdito- creo que voy a ponerme en manos de una inmobiliaria. No tengo muchos ahorros pero prefiero asegurar el paso antes de seguir de colmena en colmena pagando alquileres. He visto por televisión anuncios muy interesantes de viviendas seguras, con abundante tierra, aguas lodazales y barrizales varios. Hasta con troncos en los que rascarte…
-No sé, no sé… -interrumpió el tercero- en esos negocios siempre hay sueltos muchos gatos y es bueno tener la vista de águila que tú no tienes. A los puercos nos toman por borregos si no nos amparamos en algún seguro. Y ese seguro, hermanos, es un buen banco. Las inmobiliarias incumplen, defraudan, se declaran en quiebra, nadie las controla, son menos confiables que un escorpión. El banco sale un poco más caro, es verdad, pero no tanto como una oferta inmobiliaria. Un banco es otra cosa, un buen banco…y yo soy un lince para elegirlos. Con la garantía de un banco obtendré mi vivienda.
-Lo importante es que por mucho que sople el lobo no nos tumbe la vida -apuntó el primer cerdito.
-Entonces -dijo el tercero- patas a la obra.
Y los tres se fueron por caminos distintos en busca de resolver el problema de sus viviendas.
El primer cerdito, buscando algún apartamento en alquiler, recorrió la ciudad de punta a cabo, sudando como un cerdo. Subió, bajó, dobló a la izquierda, tiró por la del medio, salió a la otra calle, tomó un ascensor, se bajó en la quinta, giró a la derecha…y nada. Sólo casas abandonadas y casas en construcción. Cruzó el puente, pasó la plaza, dio la vuelta a la iglesia… y nada. Sólo edificios vacíos y edificios en construcción. No entendía para qué se construían tantas casas con tantas casas como había desocupadas.
La noche se estaba echando encima y no era prudente seguir en la calle pero, el cerdito, todavía animado, se aventuró a llegar hasta la Oficina de la Vivienda del Gobierno para saber si ya se le había adjudicado la suya.
Ni siquiera le recomendaron que volviera al día siguiente. Todavía quedaban por delante 127 animales y el ritmo de adjudicación era de cuatro al año… los buenos años.
Ya era noche cerrada y, aterido de frío, todavía el cerdito buscaba por las calles de aquella ciudad una vivienda en alquiler cuando creyó ver a un vecino parado en una esquina y se acercó buscando ayuda.
El vecino, que no era otro que el lobo, en lo que canta un gallo dio cuenta del confiado cerdito que ya no volvió a tener problemas de vivienda porque pasó a residir, desde entonces, en el estómago del lobo…y sin tener que pagar renta.
El segundo cerdito, tal y como les dijera a sus hermanos, fue a comprar su vivienda a una inmobiliaria. Si tanto se anunciaba por televisión tenía que ser seria, pensaba el cerdito. Y lo confirmó cuando estrechó la pezuña, en su oficina, del felino contratista para cerrar el trato luego de depositar sus escasos ahorros y de firmar 20 sonrisas, 100 plazos y 1 letra pequeña. Hasta le habían dado, además de las llaves, la absoluta garantía de que en el caso de que hubiera un campo de golf próximo a la vivienda, los hoyos serían charcas.
Todavía no se había alejado una manzana de la inmobiliaria y ya las lechuzas disputaban las mejores ramas a los cuervos cuando, el vendedor de periódicos cruzó la calle a la carrera. «¡Extra, extra…el lobo se come al primer cerdito!» «¡No se lo pierda, banquete de tocineta!»
El segundo cerdito sollozó al escuchar la amarga noticia. Quería a su hermano y aunque era consciente de la puerca vida que el destino, por cerdos, les había reservado, lamentó que, como era su sueño, no hubiera podido su hermano llegar vivo a Navidad.
Todavía le quedaban dos o tres manzanas antes de llegar a su casa y, con las llaves en la pata, apretó el paso y la pena. Cuando, finalmente, confirmó la dirección y levantó los ojos para ver su hogar, un hondo y decepcionado gruñido escapó de su hocico. Nunca antes había deseado tanto aullar como perro o como coyote, para que sus alaridos consolaran su vergüenza. Su hermano se lo había dicho y él no le había creído. Ahora tenía delante las consecuencias: un oscuro y abandonado solar con una casucha destartalada en medio. Cuando llegase el lobo no tendría ni que soplar. Le bastaría con el aliento. Lo que veía nada tenía que ver con la fotografía que le habían mostrado en la oficina. Pero él no era un cerdo que corriera como conejo o se escondiera como avestruz, y no estaba dispuesto a que se burlaran de él.
Rápidamente, volvió sobre sus pasos camino de la inmobiliaria. De vez en cuando, alguna sombra fugaz a sus espaldas le recordaba que el lobo andaba suelto, pero más que la prudencia le empujaba la indignación que sentía al saberse estafado.
Y cuando llegó, entró como elefante en cacharrería, alborotando el avispero, gruñendo su justa indignación, hasta que, en la última habitación de la oficina, oyó un felino rugir de contratista que le resultó familiar.
Decidido a hacer valer su queja, ni se molestó en llamar a la puerta y él solo se metió en la boca del lobo. No tuvo tiempo ni de arrepentirse. El contratista, que no era otro que el lobo, se sirvió a dos carrillos su menú preferido y del segundo cerdito sólo quedaron las llaves.
El tercer cerdito, fiel a su pensamiento, acudió a la quinta planta de un gigantesco banco buscando hacerse con un préstamo para su vivienda. Se sentía un león y es que como a tal lo habían tratado. Se había sentido el centro de todas las miradas. Allá había clase, clase animal pero, clase al fin. Y una organización extraordinaria y eficiente. Había ratas confirmando pagarés, cocodrilos consultando balances, buitres revisando arqueos, hienas notificando desahucios… incluso abogatos, equipos de abogatos al servicio de la empresa. Una verdadera fauna en la que no faltaban algunos grandes cerdos que solícitos se acercaron al tercer cerdito desde que supieron de su interés. El contaba con una vieja pocilga por todo patrimonio que puso como garantía y no hubo problema alguno en sellar el acuerdo luego de firmar 20 sonrisas, 100 plazos y una letra pequeña. Hasta se le hizo entrega de un edredón de lana y dos kilos de estiércol. Entre abrazos y palmadas en el lomo, salió el tercer cerdito de la cueva en que sellara su acuerdo, feliz como una lombriz pero, todavía no había llegado a la cuarta planta del edificio cuando recibió la primera comunicación del banco conminándolo a ponerse al día ya que debía el «rédito subsiguiente al interés total del neutro». Y antes de llegar a la tercera, ya el «interés indirecto de aplicación automática había triplicado la cuenta adjunta». Y para la segunda planta el «impuesto agregado a la conservación del inmueble usufructuado se había elevado un 75%».
Cuando apesadumbrado llegó a la primera planta, ya su pocilga era propiedad del banco y él no tenía préstamo ni casa, sólo un edredón, dos kilos de estiércol y una impagable deuda. En la puerta del banco, dos leones de uniforme lo dejaron a solas con su deuda y, lo que es peor, lo dejaron en la calle.
Era noche cerrada y el tercer cerdito, desolado, echó a andar rumbo a ninguna parte, sin pocilga en la que revolcarse, ni casa en la que defenderse del lobo.
En una esquina de la desierta calle, el vendedor de periódicos interrumpió el paso del cerdito anunciando su siniestra nueva: «¡El lobo se zampa al segundo cerdito!» «¡Gobierno lamenta hecho pero insiste en que el cerdo no es una especie en vías de extinción!»
El cerdito escuchó con pesar la triste suerte que también había corrido su otro hermano. Era duro perder a un hermano, aunque fuese un cerdo, pero aún era más duro perder a los dos cuando en su puerca vida, los tres, apenas habían tenido tiempo de disfrutar de una charca de ensueño, de unas ricas bellotas, de un buen pienso. Así, en la flor de la vida, tan lejos todavía de su San Martín, habían ido a morir en los dientes de un insaciable lobo… Y con tantas porquerías que les quedaban por hacer.
-«¡Ya sólo queda un cerdo!» ¡Ya sólo queda un cerdo»! -voceó el vendedor de periódicos acercándose al tercer cerdito- ¿Quiere un ejemplar?
-Sí, dame uno -respondió el cerdito- que no quiero leerlo pero me ayudará a protegerme del frío.
Y el vendedor, que no era otro que el lobo, con la velocidad de la serpiente cuando atrapa a su presa y se la traga, se ocupó de que el cerdito no volviera nunca a pasar frío.
Después se fue gritando por la desierta calle: «¡Extra extra, trasladan a la ballena de hospital para tratarle el cáncer!» «¡No se pierda las fotos exclusivas del cachalote tras su divorcio!» «¿Es realmente el mico hijo del macaco?»
Y colorín colorado este cuento se habría acabado de no ser porque los tres cerditos tenían tres puerquitos que, a su vez, engendraron más puerquitos que fueron multiplicando los puerquitos hasta llenar de puerquitos todos los cuentos. Y estos nuevos puerquitos no están dispuestos a que los lobos se los coman gratis, los tantos lobos que andan sueltos.
Además, algo aprendieron del cuento que costara la vida a sus padres: la única casa sólida y segura es la que se construye entre todos y todas.
Y por ello, los puercos hijos de los tres cerditos y todos los animales que se les han unido, también nos invitan a nosotros a sumarnos a ellos, como si fuéramos verdaderos cerdos, organizados como hormigas, fuertes como toros, escurridizos como anguilas, y justos y cuerdos como las personas que somos, para que no le demos tregua al lobo, a ningún lobo, que la vivienda es un derecho.