Según Iván Cepeda y Alirio Uribe, su segunda parte del libro ‘A las puertas del Ubérrimo’ revela secretos de la familia Uribe Vélez y un presunto vínculo con el Bloque Metro de las AUC. El nuevo trabajo bibliográfico lleva por título Por las sendas de El Ubérrimo. El congresista y candidato al Senado por el […]
Según Iván Cepeda y Alirio Uribe, su segunda parte del libro ‘A las puertas del Ubérrimo’ revela secretos de la familia Uribe Vélez y un presunto vínculo con el Bloque Metro de las AUC. El nuevo trabajo bibliográfico lleva por título Por las sendas de El Ubérrimo.
El congresista y candidato al Senado por el Polo Democrático Alternativo, Iván Cepeda, junto a su formula a la Cámara por Bogotá, el defensor de derechos humanos Alirio Uribe, presentan este viernes 28 de febrero la segunda parte de su libro A las puertas de Ubérrimo, una narración de la expansión del paramilitarismo armado y político en el departamento de Córdoba y otras regiones del país. Todo eso, visto desde el pórtico de El Ubérrimo, una extensa hacienda perteneciente al expresidente de la República Álvaro Uribe Vélez, la cual según los autores del libro, se había convertido en la sede subsidiaria de grupos paramilitares.
En este relato, con el título Por las sendas de El Ubérrimo, Cepeda y Alirio Uribe denuncian tres situaciones supuestamente involucran al expresidente Álvaro Uribe con el paramilitarismo. Primero, se basan en las declaraciones hechas por dos paramilitares sobre la estructura paramilitar conocida como Bloque Metro y sus presuntos orígenes en la hacienda Guacharacas, de propiedad de Álvaro Uribe Vélez y su hermano Santiago. Segundo, sobre una supuesta acumulación de tierras que la familia Uribe Moreno y sus amigos han practicado en los alrededores de El Ubérrimo y sobre la construcción de obras con fondos públicos que han beneficiado al expresidente y su familia. Y, finalmente, sobre el caso de los dos jefes de seguridad del exmandatario que terminaron involucrados con el narcoparamilitarismo, los generales (r) de la Policía Mauricio Santoyo y Flavio Buitrago. Reproducimos una parte del primer capitulo del libro publicado por la editorial B.
«La tragedia final de Guacharacas»
Así, en ese peregrinar de campesinos luchando por ser aceptados para trabajar en las haciendas del nordeste antioqueño, llegó la familia Monsalve a Guacharacas, pocos años después del asesinato de Alberto Uribe. Óscar Monsalve, el padre de esa familia, se ganó pronto la confianza de los patrones y se convirtió en el mayordomo de la propiedad. Sus hijos comenzaron a asistir a la escuela de Guacharacas y a ayudar en algunas de las faenas diarias.
Entre ellos estaba Juan, quien llegó a la hacienda a los ocho años de edad, en donde trabajó como ordeñador y vaquero. Su adolescencia transcurrió en medio de las vicisitudes de la violencia que se desarrollaba en las poblaciones vecinas por la presencia de los grupos armados y las acciones del Ejército. De esta manera, siendo trabajador de la hacienda, llegó a ser paramilitar y terminó condenado a varios años de cárcel por su pertenencia a esos grupos y por el delito de secuestro.
Muchos de los trabajadores que llegaban a la hacienda venían recomendados por los hermanos Villegas Uribe o por Santiago Gallón Henao, quienes eran amigos y socios comerciales de los hermanos Uribe Vélez, así como propietarios de otras fincas, en su mayoría ubicadas en jurisdicción de San José del Nus, corregimiento de San Roque. Luis Alberto Villegas era el propietario de una bomba de gasolina en el centro de ese poblado y los hermanos Gallón Henao, Santiago y Pedro David, eran parte de un grupo narcotraficante que se hizo conocer y temer en Medellín, luego de que Humberto Muñoz Castro, uno de sus escoltas, asesinara al futbolista Andrés Escobar, en el parqueadero de un restaurante de la capital antioqueña en 1998.
Guacharacas volvió a aparecer en la prensa una década después del asesinato del padre de Álvaro Uribe, quien para ese momento era ya gobernador de Antioquia por el Partido Liberal, tras derrotar a Alfonso Núñez candidato del conservatismo. El 25 de febrero de 1996, integrantes del frente ‘Bernardo López Arroyave’ del Ejército de Liberación Nacional ELN, liderado en la zona por el guerrillero Francisco Javier Zuluaga Salazar, que se hacía llamar ‘Juan Pablo’, ingresaron a Guacharacas, incendiaron la casa principal de la hacienda, robaron más de 600 reses y media docena de caballos y mulas. El mensaje que dejaron fue perentorio: los jornaleros tenían 24 horas para abandonar el lugar. Para que no quedara duda de la advertencia, pasados varios meses, los guerrilleros asesinaron a Tobías Arnulfo Mira Sánchez, trabajador que no acató la orden del grupo armado.
«La tragedia final de Guacharacas», como la denominó Álvaro Uribe en su autobiografía No hay causa perdida, habría tenido su origen en un altercado de carácter personal. De este modo lo narró Pablo Hernán Sierra, un paramilitar que llegó a la región proveniente del departamento de Caldas, quien luego se convirtió en jefe del Bloque ‘Cacique Pipintá’ de las Autodefensas Unidas de Colombia AUC. Bajo esa condición, fue capturado y condenado por distintos delitos relacionados con su actividad paramilitar.
Según la versión de Sierra, las incursiones del ELN tenían como antecedente una vieja disputa entre el hermano del gobernador Uribe, Santiago, y uno de los trabajadores de Guacharacas, Darío Granda. El problema entre ambos se habría suscitado por reclamos sobre los trabajos de minería que desarrollaba Granda en el río, lo que lo llevó, en un primer momento, a tener discusiones públicas con Santiago Uribe y después, a hacer parte de la guerrilla del ELN en las filas de la fracción que ejercía presencia en el municipio de San Roque.
Granda se convirtió en alias ‘Gigante’, y como integrante del ELN convenció a su jefe ‘Juan Pablo’ de atacar la propiedad de la familia Uribe Vélez. Pasados varios años, conforme a las declaraciones del paramilitar Sierra, Darío Granda cambió de bando y pasó a formar parte del llamado Bloque Metro de los paramilitares. Al ser descubierto y reconocido por Santiago Uribe, lo habrían asesinado: «Ahí mismo Santiago Uribe da la orden (…) y le hacen traer a Granda. Lo hacen matar. Santiago Uribe le hace un juicio en Providencia y a Granda lo matan el 19 de diciembre del año 2002»
Según Sierra, los hostigamientos a Guacharacas, el hurto del ganado, el asesinato de uno de los trabajadores, el incendio de la casona de la hacienda y, en especial, el haberse llevado uno de los caballos, un macho de paso fino, de gran predilección del entonces mandatario antioqueño Álvaro Uribe, con el que alias ‘Juan Pablo’ comenzó a patrullar los caminos del nordeste, habrían desencadenado la ira del futuro presidente. Desde la Gobernación se ofreció del jefe del grupo ‘Bernardo López Arroyave’, y en la zona se dio la orden de recuperar el ganado y las otras bestias robadas11. De acuerdo con la narración de Juan Monsalve, el hijo del mayordomo, de forma paralela a las decisiones que se tomaban desde la Gobernación, los hermanos Uribe Vélez llamaron a los trabajadores de la hacienda que habían tenido que huir, y les pidieron que regresaran para recuperar el ganado. Las acciones que siguieron a estas decisiones, según los relatos de Monsalve y de Sierra, dan cuenta de la creación de un grupo paramilitar que tuvo como centro principal de operaciones la hacienda Guacharacas, los corregimientos Cristales y San José del Nus en San Roque, los municipios de Santo Domingo, San Carlos, Cisneros, Yolombó y Maceo.
En sus inicios, el grupo se dio a conocer como Los Macetos y posteriormente se denominó Bloque Metro, con dos componentes de actuación: uno rural en el nordeste antioqueño y uno urbano que se extendió a Medellín y a Bello, municipio vecino. De igual modo, el grupo ilegal actuó de manera paralela y mimetizada con los integrantes de una de las empresas de seguridad civil que por la época impulsó el gobernador Uribe Vélez, no sólo en Antioquia sino en algunos de los departamentos de la Costa Atlántica. En la zona de Guacharacas fue conformada la Convivir El Cóndor, bajo la presunta dirección de tres clanes familiares: los Uribe Vélez, los Gallón Henao a través de Juan Santiago y José Guillermo, y los Villegas Uribe a través de Luis Alberto y Juan Guillermo, familias, como se ha recordado, con estrechas relaciones comerciales, vecinales y de amistad.