No sólo el ejército asesina a jóvenes discapacitados, sin futuro y/o arrojados a la miseria total, sino que ahora se dio a la tarea de secuestrar a jóvenes robustos y con buena salud, para que viertan su sangre defendiendo al régimen genocida colombiano, que dirige una enriquecida minoría narco-lumpenizada. Madres desconsoladas y llorando todas las […]
No sólo el ejército asesina a jóvenes discapacitados, sin futuro y/o arrojados a la miseria total, sino que ahora se dio a la tarea de secuestrar a jóvenes robustos y con buena salud, para que viertan su sangre defendiendo al régimen genocida colombiano, que dirige una enriquecida minoría narco-lumpenizada.
Madres desconsoladas y llorando todas las lágrimas de su ser y hombres angustiados e impotentes, son las dantescas imágenes que se observan en varias regiones del país y enfrente de puestos militares, pertenecientes a las diferentes ramas de las fuerzas armadas y en donde fueron a parar sus hijos varones la mayoría estudiantes, campesinos; también hay hijos únicos o trabajadores con la obligación y responsabilidad de ayudar a mantener a sus pobres familias.
Estas dramáticas escenas son el producto del secuestro que viene efectuando el ejército colombiano a los jóvenes del país con plena impunidad y sin que las autoridades judiciales, el defensor del pueblo (entidades cada vez más desprestigiadas) y otras entidades se apersonen de tan macabra maniobra.
En efecto, el ejército del régimen genocida colombiano, se dio a la tarea de secuestrar a todos y en todo lugar y/o establecimiento a los jóvenes con edad de prestar el servicio militar obligatorio (¿?), para así seguir teniendo carne de cañón, soldaditos quienes después de un fuerte y sofisticado lavado de cerebro, se hacen matar convencidos -equivocados- que están defendiendo la democracia colombiana, y no en realidad un régimen genocida que ha sumido a todo su pueblo en la miseria, la incultura y la indignidad y al país en el mayor de los desordenes, caos y atraso.
El secuestro de los jóvenes par parte del ejercito, va dirigido desde luego a las clases mas pobres del país y en especial a los habitantes del campo y medianas y pequeñas ciudades, en donde la ley del miserable es mas fuerte y la falta de información es notoria.
Los jóvenes secuestrados por el ejército son encerrados en antros militares y en un abrir y cerrar de ojos se les hace todo el papeleo de rigor para que pasen a ser soldados de la patria (y/o criminales en uniforme), luego en camiones son llevados a parajes desconocidos de sus familiares, para después ser enviados a guarniciones militares, siempre en contra de su voluntad. Igualmente son separados de sus padres y/o familiares cuando estos están presentes, y quienes no los vuelven a ver y a quienes se les oculta posteriormente sus paraderos o lugares de retención ilegal.
Cuando uno de los padres es informado del secuestro de su hijo, acude apresuradamente al puesto militar para hacer las gestiones necesarias y entregar la información o los datos con los cuales el joven queda exento de su enrolamiento en la milicia. Pero nada de esto vale, pues en la mayoría de los casos los soberbios y groseros comandantes responden que la decisión esta tomada y «lárguese de aquí, váyase para su casa a llorar», es la respuesta mas calida que reciben estos ciudadanos colombianos.
Sobra decirlo, sobra afirmarlo. La inmensa mayoría de estos jóvenes que son raptados, no desean ni están de acuerdo con devenir soldados, ni mucho menos en ir a una guerra que no les pertenece, una guerra que ellos mismos aborrecen y con la cual no están de acuerdo.
LLAMADO URGENTE
Ante tanta injusticia, ante tal ignominia y ante tanta violación del derecho humano, hago un llamado a los padres de familia y en general a todos los familiares de jóvenes en Colombia, para que por todos los medios habidos y por haber eviten el enrolamiento de sus hijos, nietos, primos y/o amigos en esa maquinaria de muerte llamado ejército, ya que como se sabe, el futuro de un soldado es un hospital, la muerte o una cárcel.
Y a los jóvenes que se encuentran ya en la milicia se les ayude a DESERTAR. Se les de las facilidades para escapar de semejante infierno (una gran mayoría de militares sufren de problemas de alcoholismo y drogadicción), pues es una obligación de la sociedad proteger a sus hijos de los bárbaros, de los criminales y de los grandes peligros que les acechan dentro de esta institución de muerte.
Es una obligación de la familia y de la sociedad colombiana en su conjunto, el cuidar y prevenir a sus niños y jóvenes para que no caigan en las redes maléficas de la drogadicción, la delincuencia o el servicio militar, cada vez mas nocivo y peligroso este ultimo para la salud y bienestar del país.
Que la DESERCION no sea una mera palabra frente al reclutamiento forzoso de nuestra juventud, que sea un acto de dignidad por la VIDA.
(*) Sergio Camargo es periodista y escritor, autor entre otros libros, de: Democracia Real Universal y El Narcotraficante N° 82 Álvaro Uribe Vélez. Ha sido director de la revista Universo Latino y autor de numerosos artículos sobre la realidad latinoamericana y mundial.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.