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Los símbolos

Fuentes: Rebelión

Es llamativo el desembarco a la par de los expresidentes de Gobierno, Aznar y González, en sendas empresas del sector energético, uno fichado por Endesa y el otro por Gas Natural, ambos como asesores con sueldos millonarios que se sumarán a las rentas vitalicias que ya reciben con cargo a los presupuestos estatales; ambos jueces […]

Es llamativo el desembarco a la par de los expresidentes de Gobierno, Aznar y González, en sendas empresas del sector energético, uno fichado por Endesa y el otro por Gas Natural, ambos como asesores con sueldos millonarios que se sumarán a las rentas vitalicias que ya reciben con cargo a los presupuestos estatales; ambos jueces severos del parado que osa complementar con un cáncamo su miserable subsidio; ambos defensores a ultranza de la necesidad de recortes sociales; pero para el resto de ciudadanos; ambos salvados ayer por PSOE y PP de perder sus privilegios. Un ejemplo de inmoralidad política, aun cuando la fraudulenta ley de (in)compatibilidades los ampare a ellos y a los que vendrán. Y un símbolo poderoso de la unidad de destino en lo económico que enlaza armónicamente a PSOE y PP cuando defienden similares intereses: uno, desde el gobierno; y el otro, sin querer retratarse demasiado, en la oposición, sabedor de que los frutos caerán por su propio peso.

Aznar y González reciben su recompensa por servicios prestados: ambos han promovido la privatización -y el proceso continúa- de sectores estratégicos que fueron de titularidad pública (energía, transportes, telecomunicaciones y ahora aeropuertos); ambos han permitido el saqueo -eso sí, perfectamente legal- del bolsillo ciudadano con la factura eléctrica; ambos han propiciado el interminable trasvase porcentual de renta de los trabajadores hacia las empresas, y rebajado la carga fiscal a los que más tienen; ambos han favorecido la generalización de los contratos basura con sucesivas reformas laborales y están de acuerdo en abaratar el despido; ambos pretenden retrasar la jubilación en lugar de abrir las fuentes de financiación del sistema; y ambos quieren «flexibilizar» los convenios colectivos para partir de cero en las negociaciones laborales; en esta especie de vía crucis cotidiano al que estamos sometidos. Una coincidencia casi total en lo económico que Ramón Trujillo (coordinador de Izquierda Unida Canaria) resumió en una acertada frase: «la diferencia estriba en el ritmo con que desmantelan el Estado del bienestar; el PP probablemente lo haría más rápido», aunque -añado- tampoco hay que desestimar la velocidad de crucero que Zapatero está imprimiendo a las «reformas estructurales».

Por eso, no hay nada más patético que sus torpes intentos por marcar distancia ante un abúlico electorado, con propuestas barnizadas de ideología, insustanciales discrepancias de matices, o mensajes de corto recorrido, una vez asumida la supuesta inamovilidad del sistema y desechado un verdadero debate económico. Porque si fulanito dice «tal», pascualito le contesta «tal cual»; si el PSOE elabora una ley contra la discriminación, el PP anuncia la reforma del marco legal del aborto; si el PSOE promueve los espacios públicos sin humo, el PP criticará la ley por «extremista»; si entra en vigor la traducción simultánea en el Senado, el PP hablará de «despilfarro en una torre de babel». Y así sucesivamente; como quien construye casitas de paja empezando por el tejado, a la espera de que un lobo las sople. Un glosario de simplezas, teatrillos y parcheos que no persiguen, en ningún caso, la redistribución de la riqueza; que perpetúan cuando no incrementan la desigualdad social; que mantienen los privilegios de la casta política; que desprotegen y dejan al desnudo a trabajadores y consumidores; unas políticas que, en definitiva, no cambian ni modifican el statu quo en beneficio de las mayorías.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.