Proponer que los pobres reciclen hamburguesas ya digeridas para acabar con el hambre, presentar informes armamentísticos disparatados, tratar de ilegalizar la siesta, defender la trata de esclavos como un sector más del libre comercio, son algunas de las «bromas-noticia» con las que los Yes Men tratan de remover conciencias. Es la estrategia de una especie […]
Proponer que los pobres reciclen hamburguesas ya digeridas para acabar con el hambre, presentar informes armamentísticos disparatados, tratar de ilegalizar la siesta, defender la trata de esclavos como un sector más del libre comercio, son algunas de las «bromas-noticia» con las que los Yes Men tratan de remover conciencias. Es la estrategia de una especie de guerrilleros de la comunicación que no dudan en suplantar la personalidad de portavoces oficiales de grandes empresas para hacer anuncios insólitos. Esta semana han vuelto a estar de actualidad, aunque esta vez de forma involuntaria.
La entrevista de la BBC a un trader de la City de Londres llamado Alessio Rastani, quien aseguraba que «Goldman Sachs gobierna el mundo», ha incendiado la Red y ha dado la vuelta al mundo. Se ha convertido en uno de los trending topic que deja el mes de septiembre. Una situación inédita que muchos espectadores consideraron una broma.
El rumor de que la entrevista era mentira fue cogiendo peso a lo largo de la semana hasta el punto en el que la propia BBC ha tenido que emitir un comunicado defendiendo su autenticidad. El runrun siguió cogiendo peso y se empezó a atribuir a los Yes Men, un grupo de activistas que ya engañó a la emisora británica en ocasiones anteriores. ¿Estaban los Hombres del sí detrás de esta nueva polémica mediática?
¿Quiénes son los Yes Men?
Son un grupo de personas que se dedican a suplantar a empresarios en actos públicos para tergiversar sus mensajes y tratar de demostrar la fechoría de sus ideas o de sus acciones. Su modus operandi consiste en convocar ruedas de prensa en nombre de grandes compañías y dar las noticias que esas empresas nunca darían: una multinacional pide perdón por contaminar o que va a pagar indemnizaciones millonarias por un error. Quieren cambiar el mundo provocando, tratando de evidenciar cómo los intereses de unos pocos prevalecen sobre los del resto en contra de toda lógica y sentido común. Su misión, alarmar sobre el peligro que supone que las grandes corporaciones dirijan el mundo; y sus armas, inteligencia, ingenio, idealismo y, sobre todo, un gran sentido del humor para sacar los colores a las grandes multinacionales.
Irrumpen sembrando el caos, de manera divertida, bromeando, como si quisieran depertar a la sociedad de su letargo. Emplean la estrategia de hacer suyo el discurso de sus enemigos para sacar a la luz todo aquello que suele callarse. De ahí les viene su nombre: se trata de decir siempre «sí», «claro que sí», de tirar de la cuerda hasta el final para que se hagan visibles las consecuencias de ciertas posturas que, de tan manidas, casi parecen neutrales, naturales.
La BBC picó el anzuelo
El caso más sonado de los Yes Men propició que la empresa Dow Chemical cayera cinco puntos en la Bolsa de Frankfurt. Esta compañía es la dueña de la fábrica de pesticidas cuyo escape de gas en una de sus plantas químicas mató a unas 20.000 personas y arruinó la vida de otro medio millón en Bhopal, una ciudad de la India. Con motivo de los 20 años de la tragedia, uno de los Yes Men se hizo pasar por un tal Jude Finesterra, un supuesto portavoz de la empresa que anunció en directo que la firma había decidido dar un giro radical a sus planteamientos y asumía la plena responsabilidad de la catástrofe:«Quiero anunciar que por primera vez vamos a aceptar toda la responsabilidad en este desastre y vamos a indemnizar con 12.000 millones de dólares a las víctimas».
La noticia estalló como un polvorín en los medios de comunicación. La BBC tuvo tiempo de repetir la entrevista en otros dos informativos antes de que llegara el escueto desmentido de la compañía: «Dow Chemical afirma que la información que ha proporcionado este individuo es falsa y confirma que Jude Finesterra no es empleado ni portavoz de la compañía». Objetivo conseguido: los Yes Men habían logrado dejar en evidencia a la compañía.
Pero, ¿quién era ese tipo? y ¿cómo había podido engañar a la BBC?. Se trataba de Andy Bilchbaum. Junto a Mike Bonnano creó una página web, wwwdowthics.com, de aspecto y dominio similares a la de la empresa química en la que se denunciaba el rechazo de la casa a escuchar las reivindicaciones de los bhopalíes. Cuando en su pagina se recibió una invitación de la BBC para asistir a sus platós con ocasión de la efeméride de la tragedia no lo dudaron, ellos sí tenían algo importante que anunciar. Para evitar gastos excesivos en lugar de viajar a Londres, Bilchbaum y Bonanno se dirigieron a París y en directo el 3 de diciembre de 2004, desde un estudio de la cadena en la capital francesa, le tomaron el pelo a todo el mundo para denunciar que el sistema tiene muy pocos escrúpulos.
La broma le valió algunas críticas de orden moral por crear falsas esperanzas entre las víctimas del desastre. Los Yes Men contestaron asegurando que no eran precisamente ellos quienes llevaban 20 años defraudando las expectativas del pueblo bhopalí.
Cuando no se sospecha de los poderosos
El ejemplo más sonado de esta estrategia fue su proyecto OMC, recogido en 2004 en un libro –The Yes Men– y en la película de igual título: durante tres años estos chicos estuvieron suplantando a representantes de la Organización Mundial del Comercio de gira por todo el mundo. Los Yes Men habían decidido «representar a la OMC más honestamente de lo que ellos son capaces». El Dr. Andreas Bichlbauer, alter ego de Andy Bichlbaum, se puso ante los micrófonos.
Pero la realidad con la que lidian es tan esperpéntica que apenas se deja parodiar. En numerosos escenarios han podido observar cómo las barbaridades más descabelladas eran acogidas con murmullos de aprobación por una audiencia en la que se daba cita lo más granado del mundo de los negocios. Algunas de las siniestras ideas que los Yes Men han lanzado, suplantando a representantes de la OMC, sin despertar sospecha alguna, tienen los siguientes titulares: ilegalizar la siesta, defender la trata de esclavos como un sector más del libre comercio, proponer que los pobres reciclen hamburguesas ya digeridas para acabar con el hambre… Y es que todo cuela si las ideas proceden de una organización tan respetable y si es en aras de un incremento de beneficios.
Quienes, entre otros, ya han probado su tirón de orejas están multinacionales como ExxonMobil, Bp, General Electric, McDonalds o Shell. Fingiendo representar a la petrolera dijeron: «Perdón por contaminar el delta del río Níger».
Pero, ¿cómo es que todavía no se han encontrado con un problema legal por algo que tiene toda la pinta de ser un delito serio -suplantación de personalidad, por ejemplo-? Ni siquiera ellos lo saben. Tal vez el miedo de quienes han sido blanco de sus bromas a quedar aún más en ridículo o a que se hable en la prensa de algunas de sus fechorías pesa más que sus deseos de venganza. Y, aunque parezca imposible, tardan en descubrirles.