La muerte es un manto que suele llenar la memoria de olvido. Por eso, nuestro deber es lograr lo contrario: llenar el olvido de memoria y develar esa verdad tan molesta para esa ralea de oportunistas y aduladores que tanto abunda en la política chilena. El reciente fallecimiento de Hortensia Bussi, viuda de Salvador Allende, […]
La muerte es un manto que suele llenar la memoria de olvido. Por eso, nuestro deber es lograr lo contrario: llenar el olvido de memoria y develar esa verdad tan molesta para esa ralea de oportunistas y aduladores que tanto abunda en la política chilena.
El reciente fallecimiento de Hortensia Bussi, viuda de Salvador Allende, generó el reconocimiento de vastos sectores, que vieron en ella a una mujer valiente y digna, que supo mantener su integridad en los momentos aciagos, posteriores al golpe fascista de 1973. En el recuerdo, quedará sin duda, su entereza cuando el Presidente Allende fue sepultado en el Cementerio Santa Inés, en Valparaíso. No derramó una sola lágrima – según señaló posteriormente -, para que los militares golpistas que la rodeaban no la vieran llorar. «Aquí yace el presidente constitucional de Chile», exclamó con fuerza. También se le reconoce la labor de denuncia contra la dictadura militar, desarrollada en los años de exilio.
Sin embargo, en honor a la verdad es importante precisar que no todo fueron luces en la vida de Tencha Allende. En noviembre de 1996, en el contexto de la VI Cumbre Iberoamericana realizada en Chile, que contó con la participación del Presidente de Cuba, Fidel Castro, tuvo una lamentable intervención en una asonada artera urdida por Camilo Escalona y sus acólitos del Partido Socialista.
En aquella oportunidad, el Comandante Castro fue invitado a un supuesto encuentro de solidaridad de los socialistas chilenos con Cuba en el Canelo de Nos, que finalmente se transformó en uno de los hechos más vergonzosos del que se tenga recuerdo. Una de las oradoras fue Hortensia Bussi, quien en su alocución instó a Fidel a efectuar elecciones libres en Cuba, ante la mirada atónita de muchos de los asistentes, que estaban allí motivados por un genuino sentimiento de solidaridad y admiración por el pueblo cubano.
Eran momentos extremadamente complejos para Cuba, que enfrentaba los efectos devastadores de la caída del campo socialista, situación agravada por los continuos ataques del imperialismo norteamericano. En vez del apoyo de quienes recibieron la solidaridad sin límite del gobierno y el pueblo cubano tras el golpe pinochetista (algún día se escribirá esa historia de generosidad), Fidel Castro recibió una puñalada en la espalda.
Fue la mano negra del «calzonudo» Camilo Escalona, que escondido entre las faldas de Tencha Allende, encontró una voz ajena para decir aquello que él y sus secuaces no tuvieron los cojones de plantear directamente.
No sólo fue una traición a Fidel y a su pueblo. Fue una traición al legado de dignidad y principios de Salvador Allende, que jamás hubiera aceptado un acto de tamaña ruindad.
Miles de chilenos – entre ellos – Beatriz y Laura Allende, hija y cuñada de Hortensia Bussi, recibieron la solidaridad del pueblo cubano. Sus nietos crecieron y fueron educados por la revolución cubana, sin pedir nada a cambio. La misma suerte tuvieron Escalona y otros conspicuos socialistas, acogidos por Cuba sin condiciones de ninguna índole. Se imponía, entonces, un mínimo de lealtad.
No obstante, cabe preguntarse si es posible esperar lealtad de quienes promueven un modelo inmoral, renegando de las ideas y principios por los cuales Salvador Allende ofrendó su vida.
Sin duda, el apoyo a la Concertación, que administra el actual modelo de acumulación implantado por Pinochet, y su deslealtad con Fidel Castro -compañero y amigo de Allende – perdurarán como sombras en la vida de Tencha Allende.