Es curioso, por no decir cínico, que la patronal y las élites económicas pongan el grito en el cielo por el golpe a la competitividad de la economía española que puede suponer la huelga general del próximo 29 de marzo. En las últimas semanas, como viene siendo habitual en las contadas ocasiones en que los […]
Es curioso, por no decir cínico, que la patronal y las élites económicas pongan el grito en el cielo por el golpe a la competitividad de la economía española que puede suponer la huelga general del próximo 29 de marzo. En las últimas semanas, como viene siendo habitual en las contadas ocasiones en que los sindicatos mayoritarios no se pliegan a los designios de los mercados, se han sucedido las declaraciones de eminentes economistas (neoliberales) y de líderes de la derecha política y económica que acusan a CCOO y a UGT de atentar contra los esfuerzos que se están realizando para sacar adelante la maltrecha economía nacional con una convocatoria de huelga general inoportuna.
No es de extrañar que al empresariado y a los poderes económicos les parezca inoportuna una huelga. Extraño sería que les pareciera una buena idea. Pero de entre todas las estrategias de desmovilización social hay al menos una que ha calado profundamente en la opinión pública: la descalificación de los sindicatos como organizaciones legítimas de defensa de los derechos de las personas trabajadoras. Sobre el sustrato del descrédito que viven los que en otros tiempos se llamaban «sindicatos de clase», las élites económicas y mediáticas se esfuerzan por generar un clima antisindical basado en algunos equívocos intencionados que comento a continuación.
Es legítimo considerar que el sindicalismo vive una profunda crisis y que en algunos sentidos se ha convertido en una forma obsoleta de organización de los intereses de parte de las personas trabajadoras. Pero no debemos renunciar a la función social que estas organizaciones aún pueden llevar a cabo si son capaces de establecer canales de cooperación con los nuevos movimientos sociales y de ver más allá de la defensa de los derechos de las personas ocupadas. En este sentido, reducir las opciones de lucha sindical en nuestro país a CCOO y UGT es un error que beneficia a la estrategia de desmovilización y de descrédito del sindicalismo antes mencionada. Considerar que son las únicas organizaciones hegemónicas y con masa crítica suficiente para la movilización de los trabajadores y trabajadoras es como caer en la trampa del voto útil en tiempos de elecciones.
Los diferentes movimientos sociales deben contar con el sindicalismo para hacer frente a los retrocesos sociales también desde una perspectiva global. Utilizar el contexto internacional para culpabilizar a las huelgas y los sindicatos de supuestas pérdidas de competitividad es un recurso común de la patronal todo el mundo. Del mismo modo que ahora se afirma que en una situación de crisis como la que vivimos «lo último que necesitamos es una huelga general», en Bangladesh se criminalizan los movimientos de protesta ante la opinión pública para «asustar a los inversores internacionales «, en Marruecos se dice abiertamente que los sindicatos y las organizaciones defensoras de los derechos laborales son culpables del cierre de fábricas y en Camboya se reprimen duramente las movilizaciones de obreros y obreras en pro de una paz social imprescindible para el» progreso» económico . En estos países, como en muchos otros, la industrialización el gran crecimiento industrial de los últimos veinte años ha estado basado en la explotación de la miseria por parte de empresas transnacionales en busca de mano de obra cada vez más barata. Cualquier opción de oposición al modelo de «desarrollo» imperante pasa por la organización de las personas trabajadoras. Las experiencias sindicales, pese a sus limitaciones y la necesidad de revisión de las estrategias de transnacionalización de las luchas, siguen siendo esenciales y necesarias.
Nadie debería sentirse ajeno a la convocatoria de huelga por muy crítico o crítica que sea con la deriva ideológica y organizativa de los sindicatos mayoritarios. La huelga tendrá valor simbólico y práctico con independencia de los objetivos que se planteen UGT y CCOO, y sea cual sea el papel de los trabajadores y las trabajadoras ocupadas. El 29m no protestaremos sólo por una reforma laboral injusta porque la reforma es una más de las muchas agresiones que las élites dominantes están llevando a cabo sobre las clases trabajadoras con el pretexto de la crisis. Es el momento de plantear una huelga social y no sólo laboral, que sea un punto de partida de movilizaciones y de construcciones colectivas de resistencia.
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