Hace 71 años, en un 14 de julio, pero del año 1944, nace uno de los más destacados dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y sin duda uno de sus elementos más carismáticos: Luciano Cruz Aguayo. Conocido como «Juan Carlos», fue un elemento central en el crecimiento y fortalecimiento que el MIR tuvo desde […]
Hace 71 años, en un 14 de julio, pero del año 1944, nace uno de los más destacados dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y sin duda uno de sus elementos más carismáticos: Luciano Cruz Aguayo. Conocido como «Juan Carlos», fue un elemento central en el crecimiento y fortalecimiento que el MIR tuvo desde el año 67, destacando su cercanía con el pueblo trabajador, lo que lo convirtió, en palabras de Miguel Enríquez en un verdadero «líder de masas», profundamente seguido y respetado por el pueblo.
Desarrolló tanto su trabajo en el ámbito universitario, en donde conoció a Miguel, a Bautista Van Schouwen,entre otros futuros dirigentes del MIR, y donde además estuvo al liderazgo de la Federación de Estudiantes de Concepción (FEC) en tiempos de gran confrontación y combate, en la plena antesala a la reforma estudiantil. Ahí Luciano destacó con su convicción y combate, siendo por ello firmemente perseguido por el gobierno de Eduardo Frei Montalva el año 1967, es procesado por la Ley de Seguridad del Estado, es encarcelado durante semanas y posteriormente constantemente perseguido y asediado por la policía.
Todo esto coincidirá con su presencia e influencia en un momento clave para el MIR: el Tercer Congreso Nacional, el cual es donde dicho partido toma decididamente el camino confrontacional y de lucha armada para realizar la revolución socialista, adquiriendo un carácter político-militar que lo caracterizará desde ese momento. Luciano, en dicho Congreso, es nombrado en una amplia votación (128 votos, de 131 delegados) como miembro del Comité Central. También es nombrado miembro del Secretariado Nacional.
«Juan Carlos», en este periodo fuertemente marcado por la represión que propinaba el gobierno de la Democracia Cristiana, cumple todos los roles que el partido le había encomendado. Realiza acciones directas y recuperaciones bancarias, cumple labores de inteligencia y contrainteligencia siendo capaz de infiltrarse y disfrazarse para obtener información relevante, genera las condiciones favorables en las fuerzas armadas para el ingreso de las ideas socialistas y revolucionarias, además -y lo más destacado- es al mismo tiempo un importante líder de masas capaz de generar que el pueblo trabajador adhiera y comprenda la necesidad de avanzar por la senda del socialismo.
En eso último es que Luciano fue incomparable. Fue siempre querido y respetado por el pueblo, con un carisma ejemplar, con una cercanía que lo convirtió en un verdadero líder popular. Eso acompañado de una claridad y de una capacidad de análisis que le permitió siempre traducir de forma simple lo complejo, y de analizar lo concreto con una facilidad insospechada. Sin ser el más teórico del Comité Central, era uno de los que era más capaz de bajar las políticas del partido al grueso de la clase trabajadora.
Sin ser tampoco un escritor ni un teórico de escritorio, su teoría, su pensamiento, como el de todo gran revolucionario, se tradujo en su praxis, en la forma en qué traducía su análisis en política, en transformación real de la sociedad.
Luciano Cruz fallece asfixiado producto de un accidente doméstico a lo 27 años, el 14 de agosto de 1971, siendo su muerte una tremenda pérdida para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y para el pueblo pobre. Sin embargo, su funeral es la expresión viva de sus logros y méritos como revolucionario. Se trata del funeral más masivo que se recuerda en dicha época, y que sintetiza tanto el cariño acumulado que el pueblo le tenía a Luciano, como los pasos agigantados que había dado su partido en liderar y dirigir a las masas dispuestas a combatir. Las muestras de cariño fueron infinitas y la solidaridad de clase que se vivió en dicho momento muestra hasta qué punto la clase trabajadora había despertado y se había levantado para cambiar y transformar la sociedad, y de la importancia de luchadores como el mismo Luciano para lograr ese despertar y ascenso en la conciencia.
Dejamos con ustedes las emotivas imágenes del funeral de Luciano, que sintetizan la cercanía del dirigente y revolucionario con el pueblo, fruto de su carisma, claridad y coherencia que siempre lo caracterizó.
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Hace 71 años, en un 14 de julio, pero del año 1944, nace uno de los más destacados dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y sin duda uno de sus elementos más carismáticos: Luciano Cruz Aguayo. Conocido como «Juan Carlos», fue un elemento central en el crecimiento y fortalecimiento que el MIR tuvo desde el año 67, destacando su cercanía con el pueblo trabajador, lo que lo convirtió, en palabras de Miguel Enríquez en un verdadero «líder de masas», profundamente seguido y respetado por el pueblo.
Desarrolló tanto su trabajo en el ámbito universitario, en donde conoció a Miguel, a Bautista Van Schouwen,entre otros futuros dirigentes del MIR, y donde además estuvo al liderazgo de la Federación de Estudiantes de Concepción (FEC) en tiempos de gran confrontación y combate, en la plena antesala a la reforma estudiantil. Ahí Luciano destacó con su convicción y combate, siendo por ello firmemente perseguido por el gobierno de Eduardo Frei Montalva el año 1967, es procesado por la Ley de Seguridad del Estado, es encarcelado durante semanas y posteriormente constantemente perseguido y asediado por la policía.
Todo esto coincidirá con su presencia e influencia en un momento clave para el MIR: el Tercer Congreso Nacional, el cual es donde dicho partido toma decididamente el camino confrontacional y de lucha armada para realizar la revolución socialista, adquiriendo un carácter político-militar que lo caracterizará desde ese momento. Luciano, en dicho Congreso, es nombrado en una amplia votación (128 votos, de 131 delegados) como miembro del Comité Central. También es nombrado miembro del Secretariado Nacional.
«Juan Carlos», en este periodo fuertemente marcado por la represión que propinaba el gobierno de la Democracia Cristiana, cumple todos los roles que el partido le había encomendado. Realiza acciones directas y recuperaciones bancarias, cumple labores de inteligencia y contrainteligencia siendo capaz de infiltrarse y disfrazarse para obtener información relevante, genera las condiciones favorables en las fuerzas armadas para el ingreso de las ideas socialistas y revolucionarias, además -y lo más destacado- es al mismo tiempo un importante líder de masas capaz de generar que el pueblo trabajador adhiera y comprenda la necesidad de avanzar por la senda del socialismo.
En eso último es que Luciano fue incomparable. Fue siempre querido y respetado por el pueblo, con un carisma ejemplar, con una cercanía que lo convirtió en un verdadero líder popular. Eso acompañado de una claridad y de una capacidad de análisis que le permitió siempre traducir de forma simple lo complejo, y de analizar lo concreto con una facilidad insospechada. Sin ser el más teórico del Comité Central, era uno de los que era más capaz de bajar las políticas del partido al grueso de la clase trabajadora.
Sin ser tampoco un escritor ni un teórico de escritorio, su teoría, su pensamiento, como el de todo gran revolucionario, se tradujo en su praxis, en la forma en qué traducía su análisis en política, en transformación real de la sociedad.
Luciano Cruz fallece asfixiado producto de un accidente doméstico a lo 27 años, el 14 de agosto de 1971, siendo su muerte una tremenda pérdida para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y para el pueblo pobre. Sin embargo, su funeral es la expresión viva de sus logros y méritos como revolucionario. Se trata del funeral más masivo que se recuerda en dicha época, y que sintetiza tanto el cariño acumulado que el pueblo le tenía a Luciano, como los pasos agigantados que había dado su partido en liderar y dirigir a las masas dispuestas a combatir. Las muestras de cariño fueron infinitas y la solidaridad de clase que se vivió en dicho momento muestra hasta qué punto la clase trabajadora había despertado y se había levantado para cambiar y transformar la sociedad, y de la importancia de luchadores como el mismo Luciano para lograr ese despertar y ascenso en la conciencia.
Dejamos con ustedes las emotivas imágenes del funeral de Luciano, que sintetizan la cercanía del dirigente y revolucionario con el pueblo, fruto de su carisma, claridad y coherencia que siempre lo caracterizó:
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=z3EmC0kXNc8
Hace 71 años, en un 14 de julio, pero del año 1944, nace uno de los más destacados dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y sin duda uno de sus elementos más carismáticos: Luciano Cruz Aguayo. Conocido como «Juan Carlos», fue un elemento central en el crecimiento y fortalecimiento que el MIR tuvo desde el año 67, destacando su cercanía con el pueblo trabajador, lo que lo convirtió, en palabras de Miguel Enríquez en un verdadero «líder de masas», profundamente seguido y respetado por el pueblo.
Desarrolló tanto su trabajo en el ámbito universitario, en donde conoció a Miguel, a Bautista Van Schouwen,entre otros futuros dirigentes del MIR, y donde además estuvo al liderazgo de la Federación de Estudiantes de Concepción (FEC) en tiempos de gran confrontación y combate, en la plena antesala a la reforma estudiantil. Ahí Luciano destacó con su convicción y combate, siendo por ello firmemente perseguido por el gobierno de Eduardo Frei Montalva el año 1967, es procesado por la Ley de Seguridad del Estado, es encarcelado durante semanas y posteriormente constantemente perseguido y asediado por la policía.
Todo esto coincidirá con su presencia e influencia en un momento clave para el MIR: el Tercer Congreso Nacional, el cual es donde dicho partido toma decididamente el camino confrontacional y de lucha armada para realizar la revolución socialista, adquiriendo un carácter político-militar que lo caracterizará desde ese momento. Luciano, en dicho Congreso, es nombrado en una amplia votación (128 votos, de 131 delegados) como miembro del Comité Central. También es nombrado miembro del Secretariado Nacional.
«Juan Carlos», en este periodo fuertemente marcado por la represión que propinaba el gobierno de la Democracia Cristiana, cumple todos los roles que el partido le había encomendado. Realiza acciones directas y recuperaciones bancarias, cumple labores de inteligencia y contrainteligencia siendo capaz de infiltrarse y disfrazarse para obtener información relevante, genera las condiciones favorables en las fuerzas armadas para el ingreso de las ideas socialistas y revolucionarias, además -y lo más destacado- es al mismo tiempo un importante líder de masas capaz de generar que el pueblo trabajador adhiera y comprenda la necesidad de avanzar por la senda del socialismo.
En eso último es que Luciano fue incomparable. Fue siempre querido y respetado por el pueblo, con un carisma ejemplar, con una cercanía que lo convirtió en un verdadero líder popular. Eso acompañado de una claridad y de una capacidad de análisis que le permitió siempre traducir de forma simple lo complejo, y de analizar lo concreto con una facilidad insospechada. Sin ser el más teórico del Comité Central, era uno de los que era más capaz de bajar las políticas del partido al grueso de la clase trabajadora.
Sin ser tampoco un escritor ni un teórico de escritorio, su teoría, su pensamiento, como el de todo gran revolucionario, se tradujo en su praxis, en la forma en qué traducía su análisis en política, en transformación real de la sociedad.
Luciano Cruz fallece asfixiado producto de un accidente doméstico a lo 27 años, el 14 de agosto de 1971, siendo su muerte una tremenda pérdida para el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y para el pueblo pobre. Sin embargo, su funeral es la expresión viva de sus logros y méritos como revolucionario. Se trata del funeral más masivo que se recuerda en dicha época, y que sintetiza tanto el cariño acumulado que el pueblo le tenía a Luciano, como los pasos agigantados que había dado su partido en liderar y dirigir a las masas dispuestas a combatir. Las muestras de cariño fueron infinitas y la solidaridad de clase que se vivió en dicho momento muestra hasta qué punto la clase trabajadora había despertado y se había levantado para cambiar y transformar la sociedad, y de la importancia de luchadores como el mismo Luciano para lograr ese despertar y ascenso en la conciencia.
Dejamos con ustedes las emotivas imágenes del funeral de Luciano, que sintetizan la cercanía del dirigente y revolucionario con el pueblo, fruto de su carisma, claridad y coherencia que siempre lo caracterizó.
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